Milo, un gato vecino, en Palacios de Benaver.
Comentario a los tres primeros capítulos de la novela, "Riña de gatos" de Eduardo Mendoza, premio Planeta 2010, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
El gato Milo me mira, aunque el objeto que tengo encima de las rodillas no es de su interés, no se come. Me escucha, le gusta oír mi voz, busca compañía; aunque sea uno la de un extraño ser que anda sobre dos patas. Le hablo.
Este libro se llama "Riña de gatos". No, no aparece ninguno de los de tu especie. Son "gatos" los de un lugar grande llamado Madrid, unos dicen que por su habilidad al escalar murallas, otros que por su afición a la vida nocturna. Y riñen, ya lo creo que riñen, no por una sardina sino por ver qué clase de gato es el que va a mandar en los tejados.
Muralla árabe de Madrid. Tomada de aquí.
El escritor no es "gato". Se llama Eduardo Mendoza y nació en Barcelona, otro lugar grande, pero sin "gatos". Bueno, sí, hay algunos...
Señoras británicas, más o menos de la época de Catherine. Postal cortesía de nuestro amigo M. Vivanco.
Considera llegado el momento de devolverle la libertad y es el sol de España el que se lo ha revelado. ¿El sol?
¡Ay, qué inglés más raro! Atormentado, casi llorando, se queda dormido tras cruzar la frontera, bajo un cielo nublado. Pero, al despertar, el tren recorre "la yerma meseta castellana" y luce "un sol radiante en un cielo sin límites".
"¡España por fin! " ¿Y cómo es España para este británico? "Algo sublime" que va más allá del cambio de paisaje. Tierra árida, campos secos, mustios matojos..."pero el cielo es infinito, y la luz heroica". Sus hombres miran al horizonte, con la cabeza erguida; "tierra de violencia, de pasión, de grandes gestos individualistas". Un quijotesco inglés.
Tan enamorado de España que no deja en buen lugar a su verde y fértil patria : "el cielo es bajo y gris y húmedo...andamos con la cabeza baja...oprimidos...uncidos a nuestra estrecha moral y a nuestras nimias convenciones sociales". Me parece un juicio exagerado, pero así es este señor tan "white". ¿Un mirlo blanco? Porque la España del 36 no me parece un dechado de virtudes.
Campiña inglesa. Tomada de aquí.
En el tren, no falta un fervoroso republicano bigotudo que da información no solicitada en inglés macarrónico: "Ahora no más rey...Ahora República...Políticos sinvergüenzas. Everibodi cabrones". Ni el cura que se enzarza con el del mostacho. Las dos Españas siempre tan abiertas.
El tren se detiene en Venta de Baños, los viajeros para Madrid han de transbordar al expreso. En un tiempo record, salta al andén, entra en la cantina, le invitan a una copa, la toma de un trago casi a la fuerza, deja la maleta custodiada por el desconocido de la copa , compra sellos, echa la carta, vuelve por la maleta y alcanza el último vagón ya en marcha.
Aliviado, manda mentalmente a la porra al género femenino. Ahora su único amor va a ser Velázquez. Eso piensa, Milo, no sabe lo que le espera, la que va a liar.
En el tren ve de nuevo al que le invitó. Se llama Gumersindo Marranón, un apellido revelador. Es policia, nada menos que Teniente coronel, y le advierte de que en este país no se puede ser tan confiado, si nadie le robó la maleta fue porque él estaba allí. Si es que este inglés parece tonto...¿verdad Milo?
Marranón pregunta y Whitelands responde como un corderito. Voy a quedarme en Madrid. Soy especialista en pintura española, en ninguna parte he sido tan feliz como en el Museo del Prado. ¿Y eso da para vivir? No da mucho, pero dispongo además de una pequeña renta. No tengo amigos aquí, los ingleses somos muy reservados.
El policia se disculpa. No se ofenda, no lo tome como una extorsión; tenga cuidado, los tiempos andan revueltos y es difícil distinguir . Todo el mundo tiene su misterio, como usted que se da tanta prisa en echar una carta que bien podía haber echado tranquilamente en Madrid. Mi misión no es otra que descubrir el verdadero rostro de la gente. Aquí tiene mi tarjeta, si necesita algo pregunte en la Dirección General de Seguridad.
Anthony Whitelands da su nombre y se pone a su disposición. Confía en no ver más a don Gumersindo. Lo verá, Milo, lo verá.
Al día siguiente, el inglés se despierta en un hotel modesto. Hace frío, aúlla el viento de la sierra; carteles y pasquines variopintos llaman al enfrentamiento. Hojea un periódico. mientras desayuna aceitosos churros. Conoce la gravedad de la situación, por ella ha venido; pero es su visión real la que le encoge el corazón.
Hostal en la Plaza del Ángel (Madrid)
Huye a su añorado Museo del Prado, allí se sentirá a salvo. Se detiene ante "Il Furore", la efigie broncínea de Carlos V, de Leone Leoni. Representa el orden impuesto sobre la tierra, cueste lo que cueste.
Confortado, va decidido a la Sala de Velázquez. Nunca examina más de una pintura, es su método. Esta vez elige un cuadro, como si fuera a implorar la protección de un santo. Se detiene ante el bufón "Don Juan de Austria", El chiste debe estar en equiparlo al gran militar de los ejércitos imperiales e hijo natural de Carlos V. Al inglés se le nublan los ojos al contemplar esa batalla, esa técnica impresionista y adelantada.
Siempre le ha gustado Madrid. "Reconfortado por la compañía de Velázquez y la de la ciudad que lo acogió ", Anthony se dirige al Paseo de la Castellana, ha de cumplir una misión. Busca un número, se detiene ante una verja y llama.
Antigua postal tomada de aquí.
Teacher le propone viajar a España, para tasar la colección de pintura de un distinguido caballero español que , ante la inminencia de una revolución sangrienta , desea poner a salvo a su familia. Le falta liquidez y ve la solución en sus cuadros.
Whitelands elegirá la obra más adecuada para una transacción, le pondrá precio y lo comunicará telefónicamente mediante un código secreto. Un banco de Londres ingresará esa cantidad, la obra emprenderá viaje y nuestro héroe no participará en esta última parte. Cuentan con su discreción de caballero inglés, faltaría más.
Para que no tenga escrúpulos, Teacher le hace notar que salvará una obra de arte y mucho más: vidas humanas. No, Whitelands no está dispuesto a hacerlo por altruismo. En realidad, lo hace por salir de la rutina y acabar con su devaneo amoroso. No hay ni gota de espíritu aventurero dentro de él. Un mayordomo abre la puerta y pregunta quién es y el motivo de su visita.
¡Milo! ¡Ven aquí! Veo que te interesa más cazar ratones y pajarillos. Luego seguimos.
Milo trisca animalillos en un trigal segado.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dice en "La acequia":
Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, sabe ilustrar y dar vida al inicio de la novela para engancharnos en la lectura. Hasta va con gato de veras.
Interesante... En cuánto consiga el libro lo leeré pero mucho me temo que no será hasta octubre que es cuando sale la versión de bolsillo o, el que lo tiene, lo devuelva a la biblio. Besotes, M.
ResponderEliminarDe fiesta en la ciudad, no queda mucho tiempo para la lectura y escritura. Todavía no terminé el libro que parece que se enreda al final.
ResponderEliminarDe nuevo un esfuerzo ilustrador notable. Excelente el contraste de la Castilla reseca del estío con el verde insultante británico.
Los madrileños del 36 se enzarzaron a mordiscos y arañazos , más que como gatos, como tigres.
Minucioso resumen de lo más interesante.
Un abrazo.
Me va a gustar leer tu "Riña de Gatos" divertida y cercana, pues la de Eduardo como que creo que no.
ResponderEliminarNo sabía lo de que les llamasen Gatos a los de Madrid, que interesante.
biquiños,
No voy a leer la obra pero creo que con tus entradas será como leerlo igualmente, pero aún más divertido.
ResponderEliminarHe de reconocer que este inglés me ha parecido más agradable leyéndote a ti, con gato y magníficas ilustraciones incluidas. Buen trabajo, como siempre.
ResponderEliminarLa verdad es que este Sr. White es un tanto "sanaca", dudo yo que los ingleses fuesen así de confiados (por lo menos ahora no lo son, ¡pero claro! ¿Quién lo es hoy por hoy?).
ResponderEliminarChica, lo de nombrar Gatos a los de Madrid....nunca se acuesta una sin aprender algo nuevo!
Me está gustando el libro, y una vez más, como has encarado tus entradas.
Besos y un fuerte abrazo!
No te había comentado aún porque llevaba demasiado poco leído, pero ahora que empiezo a hacerme una idea, coincido con Aldabra, creo que voy a preferir tus comentarios.
ResponderEliminarDe momento, unos personajes poco creíbles y unas situaciones forzadas que no son de mi agrado... pero seguimos en ello.
Me gustó tu explicación del título y que llames a este señor inglés tan "white" yo pensé lo mismo, en su descripción el autor no sale del estereotipo acartonado. Ahora, es cierto que para uno que vive ahogado en agua la sequedad es atrayente.
ResponderEliminarBesos
Ya veo que al final no te resistes a ir comentando, desmenuzando y fotografiando el libro.
ResponderEliminarEstoy a punto de terminarlo y lo siento, ya lo he dicho por ahí y a ti te lo comentaré por teléfono, pero aunque hubo momentos que me pareció que sí me enganchaba, Eduardo Mendoza sigue sin atraparme
Un abrazo
Luz
Creo que merece la pena leerlo,fui a la biblioteca de mi pueblo y no lo tenian. Intentaré conseguirlo.
ResponderEliminarGenial entrada como siempre.
Besos
Merche: te hará pasar un buen rato, con todos sus defectos.
ResponderEliminarPancho: se enreda, todos le quieren matar, pobre inglis. Tienes razón tienen poco de mininos lindos.
Aldabra: mis palabras son sólo mi punto de vista, te animo a leerlo.
Delgado: te digo como a Aldabra.
Pedro: el inglis tiene su corazoncito, aunque sea más raro que un perro verde.
Mimosa: tan confiado que parece tonto. Veo que te ha enganchado, ya me contarás.
Euphorbia: son personajes poco convencionales, el inglés no parece inglés, el aristócrata no lo parece, la niña parece una adulta, José Antonio no es el de las fotos del colegio...Sigue.
Myriam: tan white, blanco, blanquísimo...Será eso que los que viven en clima húmedo adoran los secarrales. Y viveversa. Yo misma estoy un poco harta del secano...
Luz: lo desmenuzo y le saco el juguillo. Manías. Ya hablamos del tal Mendoza.
Kety: a por él, cuánto tiempo, espero que hayas pasado un buen verano. Gracias.
Gracias por vuestra visita, amigos. Y por vuestras palabras.