Comentario al capítulo 1,4 del Quijote, publicado en "La acequia", en la entrada titulada "Del gozo de ser caballero: primeras aventuras de don Quijote", correspondiente al día 5 de junio de 2008.
¿Hora? La del alba sería, cómo no, cuando don Quijote sale de la venta. Gallardo, alborozado, revienta de gozo y revientan las cinchas del caballo, menuda hipérbole. Pero ha de volver a casa, debe proveerse de camisas y dineros, tal le dijo su huésped. Y otra idea le ronda por la cabeza, ha de contratar un escudero. Ha pensado en un labrador vecino suyo, pobre y con hijos. Ni hidalgo, ni rico, ni joven; pero acabamos de leer, en renglones de oro, el nacimiento del gran Sancho Panza.
¡Con qué gana camina Rocinante al acercarse a la aldea!
Parece que alguien se queja allá, en esa cercana espesura. Estupendo, el cielo le concede la oportunidad de ejercer su recién estrenada profesión. Menesterosos del mundo, allá va don Quijote de la Mancha.
Entra en el bosque y…
-Ahí estoy yo, atado a una encina.
-¿Quién habla?
-Saludo a vuestra merced, señora. Me envía un ventero y dos mozas del partido. Dicen que ahora es mi turno, que he de contarle a vuestra merced mis cuitas. Mi nombre es Andrés, pertenezco a la categoría de los secundarios con nombre, lo cual tiene su importancia. Tengo a gala el ser un personaje secundario del Quijote y, además, soy de los que vuelven a aparecer.
Mi amo, Juan Haldudo el Rico, me ata a una encina. Ya sé, señora, lo que está pensando. Tiene en la punta de la lengua la oportuna pregunta: cómo se sujeta a un muchacho de quince años, que no a una yegua, contra su voluntad, amarrándole a un árbol. Déjese de preguntas ociosas y escuche mi relato.
El caso es que me arranca la camisa, se quita el cinturón y comienza a azotarme. Por cada golpe, me aconseja que le dé menos a la lengua y vigile mejor a las ovejas. Mis propósitos de enmienda, a gritos, no me sirven para nada. Mi amo cree que me como las ovejas y le echo la culpa al lobo. Alguna me comí, pero no todas. El lobo y yo vamos a medias. Esto no lo escriba vuestra merced…
Y, de repente, aparece el caballero don Quijote,” blandiendo la lanza sobre su rostro”. Le reprocha su cobardía y le insta a coger la lanza que tiene junto a la yegua. El amo que ve aquella figura armada, arrimándole la lanza al rostro, cree llegada su última hora.
Con buenas palabras, le llama “señor caballero”, cuenta su versión. Yo soy su criado y me está castigando por descuidado o por bellaco, porque cada día falta una oveja de la manada. Y que yo digo que lo hace por no pagarme la soldada. Y dice que miento.
Don Quijote no puede soportar ser testigo de la acusación que se me hace y le amenaza con ensartarle, como a una longaniza. Le ordena que me desate y así lo hace, cabizbajo. Le ordena pagarme y me pregunta cuánto me debe mi amo y le digo que nueve meses, a siete reales cada mes.
Don Quijote hace la cuenta, setenta y tres reales, que ha de desembolsar inmediatamente si no quiere morir. No sé si la echa bien, que yo no sé de números; el Haldudo… creo que es tan iletrado como yo.
Pero le parece mucho y dice que me ha de descontar tres pares de zapatos, más un real por dos sangrías de cuando estuve enfermo.
Don Quijote echa otra cuenta, que esta sí es correcta. Le replica que no le debo nada, que si rompí el cuero de los zapatos, él rompió el cuero de mi cuerpo. Y que si el barbero me sangró estando enfermo, él me ha sangrado en sanidad.
Juan Haldudo no lleva dineros encima y pretende que me vaya con él a su casa, para pagarme. ¡Para dejarme más desollado que un San Bartolomé!
Don Quijote me asegura que no hará tal, basta con que se lo jure por la ley de caballería que ha recibido. Que no, que mi amo no es caballero, que Haldudo es rico, labrador y de Quintanar.
El loco caballero dice que cada uno es hijo de sus obras y yo le pregunto de qué obras va a ser hijo mi amo, el cual me niega lo ganado con mi sudor.
Me dice el bellaco que me vaya con él, que me pagará perfumados los reales. Y lo jura, el muy falso, por todas las órdenes de caballerías que hay en el mundo.
Don Quijote le advierte que ha de cumplir lo jurado. Si no lo cumple lo hallará, para castigarlo. Pica a su rocín y me deja solo con mi amo. En cuanto desaparece, me dice que me quiere pagar como le ha ordenado “el desfacedor de agravios”. Le contesto que andará acertado en cumplir el mandamiento del caballero, tan valeroso y buen juez.
En ese momento, asiéndome del brazo, me ata a la encina y me da tantos azotes que me da por muerto. Se burla de mi, diciéndome que llame al “desfacedor de agravios”, aunque este no lo desfaga, que le viene en gana desollarme vivo.
Al fin, me desata y me da permiso para ir a buscarle. Me parto y le juro que iré a contárselo a tan valeroso caballero. Aunque le digo que él lo pagará con las setenas, él queda riendo y yo parto llorando.
Me duele todo el cuerpo, algún día encontraré a ese don Quijote de la Mancha y le haré saber de qué sirven sus caballerescas palabras. Quede con Dios, señora amanuense.
-¿Pero no me cuentas tu aparición en otro capítulo, cuando le cantas las cuarenta al bueno de don Quijote?
-Otro día. Me esperan...
Un abrazo de María Ángeles Merino, para los que me visitáis.
Pedro Ojeda djo en "La acequia":
"Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, comenta el capítulo cuarto de la primera parte, en esta tarea de recuperación de los capítulos que no pudo comentar en la lectura general de la obra y a la que tantas cosas aporta con su estilo inconfundible. En este caso, da voz al mozo Andrés, no os lo perdáis."
Pobre Andrés! Qué tundas recibió... Besotes, M.
ResponderEliminarQué maravilla de relato. Andrés es un secundario de los que dan prestigio a la obra, de los que se recuerdan.
ResponderEliminarCómo me gusta la foto que encabeza tu trabajo. DQ exultante,la silueta recortada recién nombrado caballero. Puro contraste con el que luego veremos hundido y derrotado en las
playas de Barcino, junto al mar.
Un abrazo.
¡Qué ganas tenía yo de que dieras voz a este mozuelo, que tanto aprende de la vida a costa de sus carnes!
ResponderEliminarEste pobre Andrés si que fue un ejemplo claro de que "la letra con sangre entra". Aprendió bien a no confiar en la palabra de nadie. Lo suyo le costó.
ResponderEliminarBesos
Volvemos a disfrutar del Quijote con tus entradas.
ResponderEliminarEl desfacedor de agravios, nuestro pobre don Quijote, a veces hubiese sido mejor que no se levantara por la mañana.
ResponderEliminarPobre Andrés, recibíó tunda doble de azotes, hasta que su amo lo dio por muerto.
Sólo nos podemos consolar pensando que en la intención estaba el mérito, y don Quijote lo hizo con buena intención, aunque mejor le hubiera salido haberse estado quieto.
Te voy ganando Abejita, voy ya escuchando por el cap 11, donde los cabreros invitan a nuestra pareja a comer unos buenos "tasajos" como puños de carne de cabra. Pero claro, juego con ventaja porque yo no voy publicandolo en el blog. "Toy mu mal de tiempo". "Ni pal" de Esquivias. Ya le he dicho hoy a Pedro que no me está gustando ná este de la Ciudad del gran Rey, leí que a tí tampoco te mola mucho. "Es qués mu raro".
Te felicito por llevar los dos libros para delante. Eres una Abejita muy laboriosa (como no podía ser menos en esta especie).
Gracias por tus buenas entradas y besos.
Yo sólo me atrevo a dejarte mil besos, dale alguno a este pobre chico que mal no le vendrán.
ResponderEliminarMerche: pobre, qué bestia el Haldudo.
ResponderEliminarPancho: es un secundario muy principal. El Quijote exultante está muy lejos del derrotado. La foto fue lo que queda de un viaje en coche, camino de Vandalia. Parada en Madridejos, pis, bocata, café y rumbo a Despeñaperros.
Pedro: aprende como el Lazarillo, a golpes reales. Le di voz y , como se dice ahora, empaticé lo que pude con él.
Asun: tremendo refrán, pero así era. Nuestra era es menos bárbara, no se pega, pero se cometen otras barbaridades. Bueno, hace poco murió una niña de catorce años, como resultado de los 100 latigazos a los que la condenaron, por adulterio, tras ser violada. Peor que Andrés.
Paco: siempre hay que dsfrutarlo.
Antonio: la intención de don Quijote fue buena, pero Andrés cobró el doble. A veces, hay que cuidarse de los bienintencionados.
Voy despacio porque estoy con lo de Esquivias, pero llegaré a sentarme con los cabreros y escucharé esos discursos que suelta don Quijote cuando tiene el estómago lleno.
Hoy he acabado "La ciudad del Gran Rey", aunque comentando voy al principio. Haré síntesis, que comentar como lo del Quijote no me es posible, no tengo tiempo. El final sí me ha gustado, aunque haya pisado los escombros de una catedral destruida, ya lo verás.
Ánimo.
Marina: buena idea, pobre chico. Nuestra solidaridad con los niños maltratados, que son muchos, desgraciadamente.
Un beso, amigos
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ResponderEliminarPObrecito Andrés, que mal la pasó....
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