Recordáis aquel domingo de Carnavales sin Carnaval en que me sorprendió la voz de Austri, bajo un pino llorón del parque. Ya sabéis, la amiga misteriosa que me sale al paso en mis paseos, sobre todo si me siento a leer en un banco o en la orilla del río. Siempre demuestra estar muy informada de los libros que comentamos en el Club de Lectura de La Acequia. Me consta que los lee, a juzgar por sus comentarios.
Este domingo, último día de febrero mocho, volví a escuchar su voz, cuando miraba distraída unas violetas, no muy lejos del pino habitual.
Este domingo, último día de febrero mocho, volví a escuchar su voz, cuando miraba distraída unas violetas, no muy lejos del pino habitual.
-¡María Ángeles! ´¿Todo bien?
-¡Austri! Sí, todo bien. Salud y ánimo, compañera de lecturas.
-No llevas el libro en la mano, ni en el bolso, pero es igual, mira lo llevo yo. Este mes de marzo estáis leyendo Trafalgar (1873), la primera novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós.
-Austri, tú siempre al día de las actividades del Club de Lectura de La Acequia.
-Trafalgar se te cayó hace un tiempo, cuando compraste ese tomo que contiene Trafalgar y La Corte de Carlos IV. Ya ni te acuerdas con qué periódico se vendía, no seguiste la promoción. Decías que no podías con tanta guerra, que te pasaba lo mismo que en tus años de adolescente pedante, cuando no habías sido capaz de leer Guerra y Paz de Tólstoi, que tanta batalla se te había indigestado.
-Ahora me ha enganchado y siento no haber seguido la colección. Desde aquel día del confinamiento en que eché mano, al azar, a la estantería y saqué El doctor Centeno, no he dejado de leer y releer novelas de Galdós y, al principio, no pensaba en el centenario (1920-2020), aunque bien está celebrarlo así, que bien lo merece el mejor escritor español, después de Cervantes.
Espasa Calpe para Grupo Unidad Editorial, 2008. Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, 23 volúmenes (con El Mundo).
Pero, bueno, ¿quién te cuenta a ti eso? Es cierto, ahora no entiendo por qué se me resistía Trafalgar. En esta lectura, Gabriel de Araceli me atrapó enseguida y le acompañé sin resistencia a la batalla. Y, a continuación, a La Corte de Carlos IV, donde se empapa de teatro, intrigas y acontecimientos históricos en primera línea, además de enamorarse de la juiciosa Inés.
-Y de cabeza con él al tercero: El 19 de marzo y 2 de mayo, La pobre Inés cae en manos de unos malos malísimos y don Benito arma un buen folletín. Atrapada estás y, a falta de libro, bueno es un enlace, pero ahora toca hablar solo de Trafalgar y no adelantarte como el almendro.
-De acuerdo. Comenzamos a leer Trafalgar y nos recibe una voz muy cortés y comedida.
Es la voz de un adulto que casi se disculpa por decir "algunas palabras" sobre su infancia, "ruda" y "soez", en el barrio gaditano de la Viña que no era precisamente "academia de buenas costumbres"; pero el "gran suceso" del que fue testigo , "en la primera edad", merece todas las explicaciones: la batalla de Trafalgar.
-..."la terrible catástrofe" en que sucumbió la marina española, en alianza forzada y desastrosa con Francia, contra la armada británica. Algo que sigue muy presente, a pesar de las inexactitudes, en la memoria del anciano que nos escribe con las manos heladas y el "entendimiento aterido", intentando recalentar sus "mustios pensamientos" "con la representación de antiguas grandezas".
-Para dar principio a su historia, imita el arranque del Buscón, más amargo aún que el Lazarillo. Declara no tener noticia de ninguno de sus ascendientes, si no es su madre a la que conoció por poco tiempo o a Adán, linaje indiscutible para quien toma la Biblia al pie de la letra. Solo ese punto tiene en común con el pícaro de Segovia, "afortunadamente", dice , nada más. Gabriel de Araceli es un "antipícaro" que, al contrario del pícaro, va en busca del honor y prestigia el honor.
-Nos va a contar su vida y su ascenso social, desde la nada de un pilluelo de la playa. El joven Gabriel es un ingenuo que se empeña en cumplir lo que para la mayoría es un sueño. Modela su personalidad, se educa con escasos medios y, sobre todo, se autoeduca en el trato con los demás. Confía en el barniz que disimule su humilde cuna. Practicará virtudes impensables en un Pablos o en un Lázaro: el patriotismo, el deber, la conciencia, la ayuda a los demás. No olvidemos que tiene nombre de ángel y apellido celestial.
-Araceli es el pueblo y la historia le roza siempre, en los acontecimientos históricos clave ahí va a estar, lo va a ver con sus ojos y oír con sus oídos. El escritor se las tendrá que ingeniar para hacer posible el cameo o tirar de lo que le cuentan. Hará lo mismo en las series siguientes con el liberal Salvador Monsalud, el romántico Fernando Calpena, el provinciano moderado José García Fajardo y el periodista republicano Tito Liviano.
-En primera persona es más difícil, el escritor tiene que organizar los pertinentes traslados. Los del Cuéntame son herederos de los Episodios Nacionales, por supuesto sin la calidad literaria de don Benito.
-El anciano dirige la mirada hacia lo que fue y se ve jugando junto al mar, con otros de su edad. Ahora sí, ahora es un niño inocente que no concibe otra vida distinta a la suya, junto al mar. Nadar y coger cangrejos para vender sus ricas "bocas" o comerlas, esa era la vida normal de cualquiera, eso asignó "la Providencia" al hombre. No, la palabra "Providencia" nunca hubiera salido de la boca de un niño.
-Y, de vez en cuando, las pedreas contra los del barrio rival. Con espíritu guerrero, tanto que "manchaban el suelo de heroica sangre". Este muchacho tiene vena militar.
-No te adelantes. Cuando tuvo edad de ganarse unos cuartos, servía de "introductor de embajadores" a los visitantes ingleses. Con ironía habla del muelle como "escuela ateniense para espabilarse en pocos años", él fue alumno aprovechado, así como "en el merodeo de la fruta". Pero de pronto, el Gabriel anciano recuerda con vergüenza tales actividades y da a gracias a Dios de haber ido por "más noble camino".
-No nos va a dar detalles de su habilidad para merodear fruta, prefiere contarnos el placer que le causaba contemplar los barcos de guerra fondeados, afición premonitoria. Como no podía verlos cerca, ponía en marcha su fantasía. Jugaba a las batallas navales con otros chicos, era la época de los grandes combates navales. Ellos mismos se fabricaban sus pequeñas naves, las velas eran de trapo o papel y el mar era cualquier charco. Si "venía algún cuarto" compraban pólvora y la fiesta naval era completa.
-Creo que Galdós era muy amigo de observar los juegos callejeros de los niños. Recuerdo, en El doctor Centeno, la pintura inolvidable de unos chavales jugando a las corridas de toros, uno se colocaba una cabeza de toro de cartón, otro hacía de toro, había picador, banderilleros, público...Me quedé pensando cómo me podía gustar tanto ese pasaje si yo odio los toros. En el libro que nos ocupa, la batalla naval de juguete también es de antología:
-Aquellos niños de la playa se figuraban que las escuadras se batían con otras porque les daba la gana o para probar su valor, como dos que se citan "para darse de navajazos". El viejo Araceli se ríe de las ideas que el chiquillo Gabriel se hacía de las cosas. Así, oía hablar de Napoleón y se lo figuraba como un contrabandista de los que veía procedentes de Gibraltar: "caballero en un potro jerezano, con su manta, polainas, sombrero de fieltro y el correspondiente trabuco".
-Y el del potro conquistaba Europa que era una gran isla. Y dentro de la isla las naciones que él iba conociendo a través de los pasajeros que llegaban en los barcos. España era la mejorcita y por eso los ingleses querían quedársela, un patriotismo primitivo el de los chicos de La Caleta que nuestro héroe abandonará en cuanto conozca la guerra de verdad.
-Ese patriotismo primitivo de "España es la mejor", no ha desaparecido...
-El narrador se ha recreado en sus recuerdos infantiles y ahora le llega el turno a los sentimientos. El único ser que le compensaba de la miseria era su madre, con su "desinteresado afecto". No hay cariño en la madre del Buscón ni en la madre del Lazarillo, lo hay en la de Gabriel de Araceli. Muy hermosa, viuda, lavaba y componía la ropa de los marineros. Lo mantenía con un trabajo duro y el amor por su hijo "debía ser muy grande"
-También recuerda cuando cayó enfermo de la "fiebre amarilla", una epidemia que asoló Andalucia. Cuando sanó hubo de llevarlo en procesión a la Catedral, a cumplir la promesa de andar de rodillas durante más de una hora. En el retablo dejó un ex-voto,un niño de cera que él creyó su "perfecto retrato".
-Nos puede parecer extraño pero aquella promesa constituía una gran manifestación de cariño. Su madre era buena pero tenía un hermano muy malo y cruel, no puede recordar a su tío sin espanto. Era marinero y cuando estaba en Cádiz llegaba a casa "como una cuba", maltratando a su madre de palabra y a él de obra.
-El trabajo penoso y mal retribuido, junto con las atrocidades de su hermano, aceleraron su fin. La muerte de su madre le presentó la vida humana "bajo un aspecto muy distinto". La impresión sentida no se borró nunca de su alma, recuerda "oír lamentos de dolor, y sentirme yo mismo en los brazos de mi madre; recuerdo también, refiriéndolo a todo mi cuerpo, el contacto de unas manos muy frías, pero muy frías".
-Dice también haber visto entrar en casa "unas mujeres, cuyos nombres y condición no puedo decir". ¿Por qué estos remilgos después de tantos años?
Después, las velas amarillas, rezos, cuchicheos de viejas, carcajadas de borrachos y la idea de la orfandad, hallarse "solo y abandonado en el mundo".
-Cansado de los malos tratos de su tío, se fue de la casa, en busca de fortuna. En este momento corre el riesgo de caer en la picaresca. Se fue a San Fernando y a Puerto Real, se juntó con "la gente más perdida de aquellas playas, fecundas en héroes de encrucijada". Con ellos fue a parar a Medinasidonia, donde tuvo que huir de unos soldados de marina que hacían la leva.
-Su buena estrella le llevó a casa de los que serían sus "ángeles tutelares". Se apiadaron de él y mostraron interés "por el relato que de rodillas, bañado en lágrimas y con ademán suplicante," hizo de su triste estado, de su vida, y sobre todo de sus desgracias.
-Lo libraron de la leva y quedó al servicio de Alonso Gutiérrez de Cisniega, capitán de navío retirado, y su mujer, ambos de avanzada edad. Enseñáronle muchas cosas que no sabía y, como le tomaron cariño, adquirió la plaza de paje de don Alonso, al cual acompañaba al paseo, pues no movía el brazo derecho y con mucho trabajo la pierna correspondiente.
-No podía imaginar que el minusválido don Alonso iba a preguntarle un tiempo después:
- El anciano narrador, mira con curiosidad y asombro los años que se fueron "como quien repasa hojas hace tiempo dobladas de un libro que se leyó". Mientras dura el embeleso de esta contemplación, parece que un genio amigo viene y le quita de encima "la pesadumbre de los años, aligerando la carga de su ancianidad".
-Nos hemos engolosinado con el primer capítulo. Seguiremos, Austri. ¡Austri!
Ha desaparecido.
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Enlaces:
Libro: Trafalgar. La Corte de Carlos IV. Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós. Espasa Calpe para Grupo Unidad Editorial. 2008.
Me alegra mucho que al final te hayas reconciliado con este libro. Cada libro espera su turno y parece que te ha llegado el de la lectura de los Episodios Nacionales, que contienen una visión tan exacta de nuestras vergüenzas nacionales (también de nuestra fortaleza) que parece escrita hoy. De hecho, tiene un puñado de imitadores...
ResponderEliminarEn efecto, la creación de Gabriel de Araceli es un acierto pleno del autor, que nos permite, siguiéndolo, retratar su sociedad. Es un joven inquieto que, con otras circunstancias podría haber caído en pícaro, pero también haber tenido una fortuna social e histórica mayor. ¡Adelante!
Las malas hadas de la informática, que haberlas haylas, o mis deditos garzos, mucho más probable, hicieron que se borrase mi borrador del comentario dejándomelo más blanco que un muerto.
ResponderEliminarPuse todas mis habilidades en recuperarlo antes de darlo por perdido, pero así fue, así que mi comentario sobre esta novela, que a mí también me ha revelado nuevos matices en la relectura tendrá que esperar.
Los imitadores de Galdós, algunos autoproclamados imitadores, no le llegan a la altura del zapato.
Contar la historia desde abajo, la historia del pueblo, todo un acierto. Las batallitas son lo de menos.
Es verdad que atrapa, espero que sigamos pudiendo leerte porque me encanta.
ResponderEliminarY, muchas gracias a Austri a tu mayordoma;(casi), aunque algo de mágica tiene :)
Un abrazo y con mascarilla y distancia feliz finde
Atrapa y seguiremos, la mayordoma está de acuerdo, creo.Y encantada de tu mención. Un abrazo y feliz domingo.
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