miércoles, 9 de abril de 2014

Aitana, mi "patinadora de la luna".



Comentario en forma dialogada del cuento "Rosa-Fría, patinadora de la luna" de María Teresa León, colección Austral nº 1596, autorizada en 1934 por María Teresa León y Rafael Alberti, editorial Espasa Calpe, Madrid 1975.

Aitana, mi sobrina chica, habla con Paola, mi sobrina grande. La pequeña ha tenido un bonito sueño. Así lo cuenta:


-Tita, he soñado con la patinadora.

-¿Con la patinadora?

-Sí, con la del cuento, la que patinaba en la luna. 

-¿"Rosa Fría, patinadora de la luna? ¿Te gustó el cuento?

-Sí, pero la patinadora era Aitana, yo. Oí un toc toc y entró por la ventana de mi cuarto una vaca muy bonita, más que la que vimos en  la juguetería. ¿Te acuerdas de la vaca rosa?


-¿Y volaba?

-Sí, volaba porque tenía alas. Era azul con manchas rojas y unos cuernos pequeñitos que parecían de oro. Mira, voy a dibujarla.


-¡Qué bien te acuerdas! ¿Y qué te dijo la vaquita?

-Que había nevado en la luna y que en la luna había montones de helado de fresa.



-¿De fresa? ¿No eran de limón?

-No, que a mí los sorbetes de limón no me gustan. Era helado y de fresa. Que no soy Rosa Fría, que soy Aitaaaaana.



-Un nombre que le gustaba mucho a María Teresa León, la señora que escribió el cuento, su hija se llama como tú. ¿Y subisteis a la luna?

-Sí, la vaca me metió por la chimenea y llegamos enseguida. Y la Luna me hablaba.



-¿Qué te dijo?

-Que yo era una patinadora de las mejores. Y  había organizado para mí una carrera. Y que estaban invitadas todas las estrellas que juegan a hacer dibujos en el cielo: un león, un cangrejo, unos niños gemelos, un toro, una cabra, dos peces...

-Sí, las constelaciones del Zodiaco.



 -Y las del carro que sacan a paseo  a la estrella que nos dice el camino cuando nos perdemos.

-¿Las de la Osa Mayor paseando a la Polar? 

-Sí y esas que se apagan enseguida. Y pides un deseo deprisa, deprisa.

-¿Estrellas fugaces?



-Sí. Y había mucha nieve.

-¿Nieve en la luna?

-Sí y los Polos trajeron  nieve de la Tierra, el de arriba y el de abajo. El gorro blanco y los zapatitos blancos.

-¿ Polo Norte y Polo sur?




-Sí, como dice mi seño. Y los cometas llevaron la nieve en sus colas que brillaban mucho.

-¿Y quiénes patinaban contigo? 

-El Humo de los trenes y el de las fábricas y el de los caballos y los toros.



-¿Humo de los caballos y de los toros?

-Sí,  el que les sale por las narices.


Caballos en una playa de Estepona, así los ve Aitana.

-¿Y quién más?

-¡Uy! Muchos. Los ladridos de los perros.

-¿Patinaban los perros? 



-No, solo patinaban sus guau guau. Y los ay ay ay de las personas tristes. Y las miradas de los niños  que lloran cuando se les escapa el globo. Y  abetos que patinaban en el hielo.

Dibujo de Rafael Alberti

-Mira cómo los dibujó Rafael Alberti, un poeta que también dibujaba. Se casó con María Teresa León y tuvieron una niña, Aitana Alberti.



-Yo temblaba, todos eran más rápidos que yo. Y vinieron a decírmelo, para hacerme rabiar. Aitana, yo corro más que tú, me dijo el humo del tren. Y el  de los bueyes y caballos, qué risa.

-¿Por qué? 


-Porque llegaron montados en un tiovivo, con una señorita con muchos lazos que preguntaba la hora y se parecía a una de mi colegio. 


-Y los ay ay ay decían que les dejara ganar, que estaban muy tristes. 


-¿Y el humo rojo de las fábricas se enfadó con la Luna, verdad? Porque pensaba que habíais empezado sin él. 


-Sí y a mí... que me iba a quedar sin pulmones. 




-Íbamos a comenzar. La Luna se había puesto un poco triste por los amigos que iban a morir en ella.

-Te lo leo: "Todo llega a la Luna y todo allí se calla definitivamente".  Deja las cosas tristes y cuéntame la carrera. 


-Es que empezó a venir mucha gente a verme y yo ya no quería patinar. Estrellas y más estrellas, quería irme. Hasta los pinos se ponían de puntillas para verme. Llamé a la vaca y le dije que no podía patinar, que me había hecho daño en un pie y me dolía mucho.


-¡Qué mentirosilla! 


-Se asustaron y llamaron a las morsas médicos. Llegaron en un trineo con unos colmillos muy largos, muy largos. Miraron mi pie, no veían nada, claro.


 Y la Luna muy preocupada llamó a los renos. Eran como los de Papa Noel pero con delantales y guantes de goma. Hablaban entre ellos algo que yo no entendía. Al final, dijeron "no tiene nada". 

-Te iban a pillar la mentira.

-Sí y por eso grité: ¡Ay, que se me ha metido un copo de nieve en el ojo!





-La Luna llamó a la Aurora Boreal que me curó con agua que sacó del pico de unos pájaros. Me acarició y dijo que no era nada.



 La Luna estaba enfadada porque el público no quería esperar tanto. Y yo pedí más ayuda.

-¿A quién?


-Al viento para que despertara a los abetos. Los abetos empezaron a subir de la tierra y se colocaron a los lados de la pista. Después, le dije al viento que llamara a los lobos...Y pedí a la vaquita voladora que me trajera el espejo. Ahora sí me atrevía a patinar.


-Venga, cuéntame lo de la carrera, que estoy impaciente.

-La Luna movió los cuernos y nos juntó a los patinadores. Me daban risa los Suspiros que iban de rosa. Dieron la señal y todos corríamos. 





-Sigue, sigue.

-Me iban a ganar. El ladrido de los perros y las miradas a los globos perdidos iban por delante. Mi falda y mi bufanda pasaban por encima de los cráteres. Subía por las pendientes y no podía más. Tiré mi espejo en la nieve.


Pero los abetos quisieron ayudarme, extendieron sus brazos y muchos patinadores se engancharon en las ramas: el humo de las fábricas, de los trenes y de los caballos. Los lobos se asomaron, los ladridos y las miradas a los globos se quedaron quietos, quietos. ¡Los abetos y los lobos eran mis amigos!


Los Suspiros seguían subiendo la cuesta pero tropezaron con ni espejo y, como son tan presumidos, se pusieron a mirarse a ver qué tal les quedaba la faldita rosa.


Y llegué a la meta, empujada por el viento amigo mío. Una constelación muy guapa me dio la Copa. La luna me regaló un collar de piedras de la suyas. Y las estrellas, entradas para el cine. ¡Era la ganadora!




Estaba muy contenta pero muy feliz y le pedí a la vaquita que me llevara a la Tierra. Me dejó en mi casa y se marchó otra vez a la Luna. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

-¿Qué me dices del cuento de "Rosa-Fría, patinadora de la luna".

-Me gusta porque habla de estrellas y cosas bonitas. Y porque no hay ogros, ni brujas, ni niñas muy buenas, muy buenas. Y los lobos son buenos. Y Rosa Fría gana a los que corrían más que ella.




-Porque no se rinde. Aunque lo pasa mal al principio, como nos ocurre a todos.

-Y tiene amigos...


-Que la ayudan a pasar por encima del miedo y las tristezas.


Y colorín colorado. 

Y yo desperté de un sueño en que Aitana contaba su sueño.

 Sí, Aitana, cuando vaya al sur, leeremos juntas "Rosa-Fría, patinadora de la luna". Y patinaremos las dos en la luna, que en los sueños, y en los cuentos, no hay nada imposible.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de: 

María Ángeles Merino

Entrada dedicada a mi sobrina Paola y a mi sobrina nieta Aitana, con el cariño de su tía.

7 comentarios:

  1. Son los niños los que mejor comprenden este cuento onírico que les ayuda a superar sus miedos. Gracias por compartirlo con tus sobrinas.

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  2. Qué suerte tienen tus sobrinas de tener una tía que las hace protagonistas de cuentos.
    Con tanta ayuda externa - viento siempre a favor, abetos que entorpecen a los contrincantes - la patinadora solo podía ganar y ganar.
    Collar de cuentas de piedras de luna, me encanta el premio para la ganadora.
    Un abrazo

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  3. Qué ingeniosa eres. Y qué ocurrente la idea de incluir en la tentradaa tus encantadoras sobrinas.


    Besos, Mª Ángeles

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  4. Bonito relato y las protagonistas estas señoritas:nada se resiste a la imaginación.

    Besos y feliz Semana Santa MªAngeles

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  5. Es una buena disculpa para volver a la infancia. La aprovecharemos
    Besos

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  6. Buenas noches, Abejita de la Vega:

    Qué niña más bonita, tu re-sobrina Aitana. Por cierto, cumple años el día siguiente de mi nieta, que tiene uno más.
    Ayer me colé en el blog de pancho y dejé un comentario sobre María Teresa León y el libro de cuentos, que iba dirigido a ti. Lo copio, ahora:
    Buenas noches, Abejita de la Vega:

    No hay más que mirar las fotografías para comprobar su belleza.
    Por cierto, en el PRÓLOGO que hace María Asunción Mateo, al comienzo del libro -como el de pancho- dice en la página 12: "María Teresa a los dieciséis años tuvo su primer hijo, Gonzalo"...
    He leído que la boda con Gonzalo de Sebastián Alfaro se celebró en Barcelona, el 1 de noviembre de 1920
    En 1921, nace su hijo Gonzalo María.
    Por tanto, ya no fue madre a los 16 años, siendo su fecha de nacimiento el 31 de octubre de 1903.

    Abrazos.

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  7. Amorosa tu pequeña patinadora... ¡Qué lindo!

    Besos

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