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"El viejo rosal de nuestros amores volvía a florecer..." |
Comentario a algunos pasajes exteriores del libro "Sonata de otoño", de Valle Inclán. Esta entrada forma parte de la lectura colectiva de "La acequia", de Pedro Ojeda.
El otoñal marqués de Bradomín se pone en camino, poco antes de amanecer, hacia "el viejo palacio de Brandeso", donde Concha vive sus últimos días. El viejo rosal de sus amores va a florecer muy fugazmente, los dos lo saben.
El paisaje se le ofrece en sintonía con su estado de ánimo: monótono, desolador, ceniciento, inacabable.
"Cuando salimos al campo empezaba la claridad del alba..."
"Vi en lontananza unas lomas yermas y tristes, veladas por la niebla. Traspuestas aquéllas, vi otras y después otras. El sudario ceniciento de la llovizna las envolvía. No acababan nunca. Todo el camino era así."
Llega a Brandeso entre la luz mortecina del atardecer y los árboles sombríos:
"El sol poniente dejaba un reflejo dorado entre el verde sombrío, casi negro de los árboles venerables..."
"...los cedros y los cipreses, que contaban la edad del Palacio."
"Con el alma cubierta de recuerdos, penetré bajo la oscura avenida de castaños, cubierta por hojas secas"
En el fondo distingue el Palacio. Concha es "una sombra blanca", que saluda "agitando sus brazos de fantasma", tras la vidriera. A partir de aquí, casi todo transcurre dentro, salvo la escenas que tienen lugar en el viejo jardín ; el de los mirtos y los mirlos.
Los mirlos son la ocupación ingenua de Florisel, un pequeño "siervo de la gleba", elegido por Concha para ser "paje" de Bradomín. Después de pasar por su entrenamiento, silban la "riveirana", en lugar del canto natural de los mirlos. Yo lo conozco muy bien, los oigo a todas horas, anidan por aquí cerca.
Así cantan los mirlos venerables que oígo todo el día.
¡Un mirlo cantando una céltica muñeira! Concha compra y da la libertad a los bien "adeprendidos", "desearía que silbasen la riveirana sueltos en el jardín, pero ellos se van lejos".
"Y Concha me enseñó su falda donde se deshojaban rosas, todavía cubiertas de rocío, desbordando alegremente como el fruto ideal de unos amores que sólo floreciesen en los besos"
Y ahora vamos con el jardín más nostálgico del mundo, el de todos los manuales de Literatura española. Nostálgico, señorial, monástico, venerable, ay muy venerable.
"Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los cuatro escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada..."
"El jardín y el Palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor."
"...Bajo el cielo límpido , de un azul heráldico, los cipreses venerables parecían tener el ensueño de la vida monástica"
Concha y Xavier viven un intermedio feliz y su felicidad es el sol que acaricia las flores y la brisa que danza como un hada sobre la yerba:
"La caricia de la luz temblaba sobre las flores como un pájaro de oro"
"...y la brisa trazaba en el terciopelo de la yerba, huellas ideales y quiméricas como si danzasen invisibles hadas"
Concha, al pie de la escalinata, disfruta del perfume de las rosas. Algunas se han deshojado, llora. Envuelta en el fanal dorado del otoño, parece una pintura gótica.
"Y hundió en aquella frescura aterciopelada sus mejillas pálidas...
Alzó la cabeza y respiró con delicia, cerrando los ojos y sonriendo, cubierto el rostro de rocío, como otra rosa, otra rosa blanca."
"Sobre aquel fondo de verdura grácil y umbroso, envuelta en la luz como en diáfana veste de oro , parecía una madona soñada por un monje seráfico."
Pasean por el jardín, las hojas secas son su séquito:
"Recorrimos juntos el jardín. Las carreras estaban cubiertas de hojas secas y amarillentas, que el viento arrastraba delante de nosotros, con un largo susurro"
Llegan al fondo del laberinto, la fuente murmura su sueño:
"En el fondo del laberinto murmuraba la fuente rodeada de cipreses, y el arrullo del agua parecía difundir por el jardín un sueño pacífico de vejez, de recogimiento y de abandono."
Se sientan en un banco de piedra. Ante ellos, se abre la puerta del laberinto misterioso y un sendero umbrío. No les queda mucha tiempo, han de aprovecharlo.
" Enfrente se abría la puerta del laberinto misterioso y verde. Sobre la clave del arco se alzaban dos quimeras manchadas de musgo y un sendero umbrío , un solo sendero, ondulaba entre los mirtos como el camino de una vida solitaria, silenciosa e ignorada".
Florisel pasa a los lejos, llevando la jaula de los mirtos. Xavier quiere saber por qué Concha le llama así. La respuesta le deja pensativo:
"-Florisel es el paje de quien se enamora cierta princesa inconsolable en un cuento."
Concha mira a lo lejos, ríe; su risa suena extraña y el de Bradomín siente frío y celos.
"¡El frío de comprender todas las perversidades!
Le parece que Concha se estremece. Está enfriando.
"La verdad es que nos hallábamos a comienzos de otoño y que el sol empezaba a nublarse".
Vuelven al Palacio. Le acompañaremos otro día, bajo la luna y en compañía de esa fuente que canta monótonamente en mis versos favoritos.
"En el fondo del laberinto, cantaba la fuente como un pájaro escondido..."
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dice en "La acequia":
Entre mirtos y laberintos
se mueve Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, para comentar -sin que se le escape ninguna de las palabras mágicas y musicales de Valle- el viaje del Marqués hasta la casa de Concha.