"Niñas de las cercanas aldeas, lirios silvestres que crecéis felices al abrigo de vuestra humildad: si en la mañana del santo Patrono de estos lugares, al bajar al valle de Montagut a coger tréboles y margaritas con que embellecer su retablo, venciendo el temor que os inspira el sombrío monasterio que se alza en sus peñas, habéis penetrado en su claustro mudo y desierto para vagar entre sus abandonadas tumbas, a cuyos bordes crecen las margaritas más dobles y los jacintos más azules, oídme."
Lirios silvestres
Así dice mi juglar y sus palabras acarician mis oídos. Veo y oigo sin ver ni oír; es la magia de su lengua. Aunque se la haya oído recitar una vez y otra y otra... siempre deseo oír su cantiga, la historia del terrible Teobaldo de Montagut.
Soy Marieta, una "noia" aldeana, un lirio silvestre, crecida al abrigo de mi humilde condición, en estas tierras de la Garrotxa.
Llegamos a la plazuela, donde todos rodean al juglar, para escuchar lo de tantas veces. Nobles, pastores o aldeanas; todos hemos visto la humilde tumba del último barón de Fortcastell, del cual va referirnos "la peregrina historia".
¡Qué malvado era Teobaldo de Montagut! "Por donde pasaba se veía señalando su camino un rastro de lágrimas y de sangre. Ahorcaba a sus pecheros, se batía con sus iguales, perseguía a las doncellas, daba de palos a los monjes, y en sus blasfemias y juramentos ni dejaba santo en paz ni cosa sagrada que no maldijese." Malo desde su desdichado nacimiento.
Tenía por costumbre hacer entrar a guarecerse de la lluvia a sus endiablados monteros, en las iglesias de sus dominios. Pajes, arqueros, caballos, perros pisoteaban lo sagrado. Un religioso quiso impedirlo, mas Teobaldo ordenó desatar los perros y perseguirlo como a una alimaña. Ya el sacerdote esperaba la muerte cuando se oyó "una vocería terrible...y gritos de -¡Al jabalí! -¡Por las breñas! -¡Hacia el monte! " Teobaldo olvidó su criminal propósito, le interesaba más la deseada res.
Las palabras de mi juglar os acompañarán a la cacería mucho mejor que mis torpes palabras. Todos escuchamos con la boca abierta. Persigue al jabalí, se le escapa una y otra vez. Por fin, consigue clavarle la dorada saeta, pero su caballo no puede más y cae al suelo, muerto de fatiga.
El blasfemo Teobaldo se desespera; mas en ese momento aparece un paje "amarillo como la muerte", que le proporciona "un corcel negro como la noche". El barón cabalga y cabalga y no puede detenerse.
Dice la cantiga que Teobaldo conoció todos los rincones de la tierra y los cielos con su corte de ángeles, las almas justas, los profetas y la Virgen María, sí la de Montserrat. Que allí oyó su propia voz , entre blasfemias, de cuando decía "¡No creo en Dios! Y , a la vista de tantos prodigios, creyó, cómo no.
Y bajó a la tierra , vio su castillo y nadie lo conocía ya. Habían pasado unos ciente veinte años y el castillo había sido convertido en monasterio. Así que se metió fraile y acabó santamente sus días. En su tumba está escrito :
«... tú, cualquiera que seas,
que te detienes un instante al borde de mi sepultura,
cree en Dios, como yo he creído, y ruégale por mí.»
Pero a mí lo que me gusta es oirlo en boca de mi juglar. Ese arte de hacernos ver y oír; pero sin ver y sin oír ¿cómo se llama? Se lo pregunto cuando estamos a solas y no sabe qué nombre dar a eso. Él aprendió su arte más allá de esas montañas, en la tierra de Provenza. Me contesta repitiendo lo del arcángel, el sol encendido, los hilos de luz de las estrellas, el zumbido de las abejas y las palabras que se pierden en el aire. Sabe que son las que más me gustan:
"Y vio el sol volteando encendido sobre ejes de oro en una atmósfera de colores y de fuego..."
"...creyó percibir un rumor sordo, que pudiera compararse al zumbido lejano de un enjambre de abejas, cuando, en las tardes del otoño, revolotean en derredor de las últimas flores. "
"Atravesaba esa fantástica región adonde van todos los acentos de la tierra, los sonidos que decimos que se desvanecen, las palabras que juzgamos que se pierden en el aire, los lamentos que creemos que nadie oye. "
Todo eso lo puedo ver y oír. Cierro los ojos y lo sigo viendo. Tapo mis oídos y lo sigo oyendo. Le digo a mi juglar que me voy con él, que quiero gozar de sus cantigas toda mi vida.
Y así será. Es el deseo de la "noia" Marieta.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dice en "La acequia":
Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, comenta la leyenda Creed en Dios y para ello, junto a su habilidad para ilustrarla, encontraréis la voz de Marieta, tan prendada de la voz del juglar.
Cuánta dulzura en la voz de Marieta. Dos planos: la leyenda y la voz del poeta con su efecto en la moza.
ResponderEliminarEsta leyenda mucho me gusta por varias razones (además de los 2 planos que dice el profe).
ResponderEliminarPrimero: me trae un recuerdo:Te cuento que así corrió la yegua colorada que montaba yo a los 14 o 15 años que se desbocó, así, tal cual, (y en la que a pesar de todo me mantuve en la montura):
"El corcel corría, corría sin detenerse, y árboles, rocas, castillos y aldeas pasaban a su lado como una exhalación".
Luego: me gusta como muestra Bécquer que el pobrecito de Teobaldo tuvo una mala infancia, creció sin el amor de sus padres que perdió al nacer uno y el otro de muy pequeño. Que por eso, era más malito que la peste.
Me gusta el soberano viaje que se mandó Teo, a lo Ezequiel y como queda escrito que en la Eternidad el tiempo es circular, por eso al bajar de nuevo a la Tierra, en dónde el tiempo es lineal, habían transucrrido 120 años.
Por último me gusta la conversión de Teo que se pasó de pérfido Señor a monje creyente y penante.
o sea, leyenda con moraleja.
Y por supuesto, me gustó el tratamiento tuyo de la leyenda.
Besos
Nos ofreces un bonito ejemplo, muy bien narrado, de la prosa becqueriana, siempre atento a resaltar contrastes. Aquí hay un buen acopio de cualidades positivas y negativas que adornan las personas.
ResponderEliminarDel relato - y de otros suyos - podemos deducir la importancia del caballo para los antepasados en una época en que ya empezaba a perderla por la llegada del tren.
El cuadro que representa una escena de caza tiene guasa.
Si el autor fuera nuestro contemporáneo, también se preguntaría dónde están todos los píxeles de internet, que es tanto como preguntarse por todo el saber humano. El asunto tiene "miga".
Una de las primeras cosas de las que tengo recuerdo era un ciego que se ponía a cantar y contar historias en las plazuelas del pueblo. Los que me llevaban de la mano dicen que no había manera de separarme del ciego.
Un abrazo.
Vaya vaya con la "noia" Marieta qué enamorada está de su juglar y qué miedo eso de ver al jinete diabólico.
ResponderEliminarNo he leído la leyenda, pero leyéndote a ti me pongo ahora con Bécquer que lo tengo un poco abandonado.
Según la cuentas parece una leyenda muy romántica, aunque claro hay que "creer en Dios"
Besos
Luz
Pedro: la voz vale mucho, aunque la noia no fuera tan dulce.
ResponderEliminarMyriam: esa yegua colorada casi nos deja sin Myriam, a mí los caballos me dan un poco de miedo. Ni en burro, lo intenté una vez y me bajé enseguida.
Teobaldo tuvo una mala infancia, pero era malo de condición, pienso. Su viaje a lo Ezequiel le hizo recorrer cielos y tierras, después de eso lo de creer es fácil ¿no? Arrepentidos los quiere Dios, dicen. Agarré la leyenda por la noia aldeana, me atrapó lo de "lirio silvestre".
Pancho: en el ser humano hay bueno y malo, parece decirnos Bécquer. Los pixeles desaparecen en los canalículos, sí. Mal lo hubiera pasado yo como amazona, lo de Myriam hubiera sido "tortas y pan pintao".
El ciego de las coplas no lo conocí aunque mi abuela me hablaba de una pareja que aterrizaba en Burgos de ve en cuando, el ciego y la Bruna que era su mujer y hacía de solista.
Ele Luz: me salió muy enamorada la Marieta, una voz dulce y un buen recitado de historias enamoran a una chiquilla sin tele ni minicadena, je, je.
No abandones al sevillano.
Besos a todos, amigos.
Oye! esa foto del arcoiris muy bonita. Con respecto a la historia, pues nada, mejor que la cuente el juglar, a disfrutar toca.
ResponderEliminarUn abrazo