Comentario a las últimas páginas del libro "La ciudad del Gran Rey", de Óscar Esquivias.
La expedición llega a lo que queda de catedral y , allá en un agujero del muro , les espera regañando el estilita padre Talí. Quedan siete: Galaz, Formoso y cinco soldados. Recordáis que a Albiñana y a Garachana, Dios ya los tiene tirorí. Bueno, al doctor la divinidad lo tiene tirorí tirorí, dos veces muerto.
Llegan con la carroza del Corpus. En el lugar de la custodia han instalado al autómata Capablanca, una especie de robot , con aspecto de estufa de leña móvil y parlanchina.
Para salir del Purgatorio, alguien tiene que coger la llave de San Pedro, aunque no así como así. Talí les explica la necesidad de cumplir ciertos ritos. Si no los cumplen, la muerte y el Infierno les esperan. Ha de haber un mártir en carruaje de plata, un sacerdote verterá agua bendita y entonará la oración "Tribulare".
Al final del canto, el mártir puede agarrarla, mas perderá su alma, convirtiéndose en un bicharraco comedor de babosas.
Además, deberá entregar la llave a un enamorado porque sólo un enamorado puede abrir la puerta negra.
Como Villegas no especificó que tuviera que ser por mano humana, podrá el cacharro parlante arrancársela al medallón del primer Papa, en lo alto de la Escalera Dorada. Es muy trasto muy inteligente, ajedrecista con los "polillas", servicial camarero y defensor de utópicas doctrinas. Así se ahorran el mártir. Gil Formoso se libra, le había tocado la alubia negra.
Ahora falta el enamorado. Gil Formoso se ofrece como tal. Se considera enamorado de su Patria. Eso no vale, dice el fraile. Eso es como el amor a la zarzuela, al vino o a las malas mujeres.
Cuando Galaz declara que él girará la llave, Talí piensa que va a saltar con esa bobería de amor a la Patria, valiente mierda. Pero no, Galaz es un enamorado de "una persona", cumple el requisito. Se pone colorado, además.
Manos a la obra, hay que construir una rampa para entrar al autómata por el Claustro Bajo.
Ya están dentro, no hay quien aguante la utópica cháchara fourierana de Capablanca. Le tiran una piedra y se calla, qué alivio.
Entran por la sacristía, sus barrocas, amontonadas y coloridas figuras se persiguen a muerte. Falta de espacio en la cúpula.
El chubesqui agarra una trompa y toca fanfarrias de caza. Tutú tutúuuuu. Los soldados van a lo suyo y el brasero con pies de cabra huye, como alma que lleva el diablo. ¿O el diablo es él?
Llegan a la capilla de Santiago y , a partir de ahí, el suelo catedralicio se torna vegetal, bajo pétreas y hermosísimas bóvedas góticas. Charcas llenas de bicharracos, olor a aguas corruptas y un calor...Empantanado y selvático, el paisaje es de otra era geológica.
La carroza amenaza con hundirse. Tiran, empujan, apalancan las ruedas y consiguen llegar a un muro cubierto por la fronda.
El edificio tiembla, se abomba, respira,tiene vida. "Esta vieja se huele que nos vamos a escapar", declara el páter. Como tiene algo de gabacha y jacobina, es muy suya.
Hay que desbrozar una entrada taponada por la vegetación. Entre las hiedras, surgen dos atlantes que echan una mano con sus hercúleos brazos.Talí da una propina a los telamones, ahí tenéis un par de muelas para chupar.
Entran en una gruta que otrora fue fastuoso sepulcro...Empujan,¡culitos!, avanzan a ciegas. La carroza toma velocidad, los hombres no la controlan. Llega, ella solita, al final del corredor. Escorada, abollada,sin una rueda; pero consiguen ponerla en pie. El autómata se queja del "hostiazo", qué lenguaje; pero no tiene grandes daños y se encarama en su trono, muy digno.
Talí localiza, en el muro, a una ménsula que representa a Santa Lucía, con su pertinente bandejita con ojos. Introduce dos dedos en sus cuencas oculares vacías. La pobrecita mártir chilla de dolor y se desploma una pared, descubriéndose una capillita.
Las ruedas están inservibles, todos a empujar, Capablanca también.
Están en la capilla de San Nicolás, al lado de la Escalera Dorada. El padre la rocía con el agua bendita de una ampolla. Un esfuerzo más, se echan el carruaje sobre los hombros y lo llevan hasta el lugar indicado. Parece un paso de Semana Santa, con sus penitentes.
Talí comienza a rezar el "Tribularer" y le sigue un coro de voces purísimas. Es un motete de Peñalosa.
Todas las testas de piedra de la catedral entonan la polifonía. El pater interpreta que la "vieja perra" les quiere. Un rayo de luz ilumina la corona de San Pedro.
El medallón comienza a elevarse, ingrávido. Una de las llaves refulge, esa es.
Capablanca ha de cogerla, según se le ordena. Pero el autómata se hace el loco, ofreciendo ojimiel...Los soldados no pueden más. El sacerdote amenaza con una piedra al "trasto del demonio". Éste reacciona , alarga uno de sus brazos artificiales y obedece.
Silencio, estalla un estruendo, va decreciendo la luz y el padre está pletórico. El enamorado , se dirige a Galaz, que coja la llave y corra detrás de él. Olvídense del cacharro y dense prisa, que nos bombardean. El desventurado chubesqui llora y llama a su papi Teódulo.
Levantan una trampilla oculta tras un altar y acaban en un aljibe de aguas muy frías. La luz de la llave, que lleva Galaz , les sirve de linterna. El enamorado descubre en ella una inscripción latina. Dice que , con ella, le será franca "la negra puerta de las dos orillas".
Extenuados recorren un laberinto excavado en el corazón de los cimientos de la catedral. Dan en una cripta con dos ataúdes, llenos de huesos. Son los de los condestables de Castilla, que se chinche doña Mencía, que Talí no les dejó ni una sola pieza dentaria.
Como las losas están partidas, salen fácilmente al exterior. Se sienten como resucitados, abandonando el sepulcro.Y su alegría es como la de los marinos de Colón, al pisar San Salvador. Y van tan desastrados como aquellos.
La puerta, la puerta. Ahí está, Galaz ábrela.
Pero la cabeza de nogal se carcajea , les saca la lengua y les hace pedorretas.
El páter les ordena arrodillarse y reza la oración de San Lázaro. Ahora el Cupido Galaz ha de introducir la llave en la cerradura de la nogalina puerta. Pero el San Pedro cabezón amenaza con morder la llave. Sudando, reconoce que por ahí no se vuelve a casa. ¿Qué van a hacer ahora?
Galaz tiene una intuición, no hace caso a nadie y parece movido por una voluntad ajena. Según se va acercando al brazo meridional del transepto, se eleva el canto de las cabezas pétreas, otra vez el Tribularer. La catedral está de su parte, del bando del Amor.
Al llegar al brazo del crucero es como si despertara de una hipnosis. Pregunta ¿dónde está Rodrigo?
Un crujidoespantoso, los portones baten, rechinan las verjas, la nave central agita sus piedras...La construcción no puede más, se derrumba el presbiterio, la girola y las capillas del ábside.
Las cabezas cantan: "Ego sum hostium...". Yo soy la puerta, quien pase por mí, será salvo. Eso es ¡la puerta! El portón del claustro aparece medio sepultado por los escombros.
Galaz ilumina lo que queda de la imaginería de la puerta, le quita la gruesa capa de polvo y telarañas. El desfile triunfal de Cristo ante las murallas de Jerusalén y su descenso al Limbo.
Al páter le cuadran sus interpretaciones, aquí aparecen las dos orillas. La vida y la muerte. Jesús en vida y Jesús ejecutado, todavía sin resucitar, que baja a los infiernos y rescata a los justos.¡Están salvados!
¿Y lo del bautismo del agua y del fuego? Ahí lo tiene, coronando la obra. Cristo recibe las aguas del Jordán, no necesita limpiarse del pecado, pero se deja bautizar por San Juan, para enseñar a los hombres el camino de salvación.
La cerradura ¿dónde está la cerradura? Estará bajo los escombros. Efectivamente, debajo de otro dedicado a San Pedro, buen augurio, aparece la anhelada cerraja. Todos a casa.
La llave se encaja perfectamente, dulcemente. Un golpe de viento se lleva los escombros y la llave se convierte en una lengua de fuego mientras la catedral brama como un toro estoqueado. El fuego que purifica y no abrasa.
¡España! ¡Les espera su amada patria, su familia y amigos! Talí llora, todos se abrazan y besan.
Formoso quiere homenajear antes, a los caídos en estas tierras. El páter le aconseja que se deje de tontunas y se dé prisa. Los cinco soldados desaparecen en un mar de fuego. Sólo permanecen ya Galaz y el sacerdote. Éste le pide que salte y pise antes que él. No, Galaz se queda...
Qué disparate, ha perdido la chaveta. No, el cabo sabe muy bien lo que hace. Aquí se queda porque aquí está Rodrigo, su amor.
El cura manco desaparece por la lengua de fuego, al grito de ¡"A favor del amor siempre!
Galaz mira un buen rato aquella quema, la catedral se calma,el enamorado se duerme entre los cascotes. Se asoma al claustro, ve los magnolios en flor y el firmamento.
¡En qué momento tomó aquella amorosa decisión! No lo sabe. Avanza por la calle de la Paloma.
Su silueta es la de un ángel, un ángel puro y dispuesto a salir hacia a las estrellas.
Un abrazo a todos los que pasáis por aquí y,uno muy especial, a Pedro Ojeda.
Pedro Ojeda dijo en "La acequia":
"Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, sigue en su extraordinaria documentación gráfica y comentario de la trilogía de Esquivias: el despertar en el Purgatorio, el descubrimiento de una nueva ciudad que parece la misma (no se le escapa la oportunidad de unir el Greco a Esquivias), la vida en el Burgos paralelo, hasta la topera del padre Talín y el final de la novela (no se olvida de ninguno de los aspectos esenciales)."
Fantástico paseo por la catedral, además nos sacas las sonrisas con tu tono tan gracioso de contar las cosas.
ResponderEliminarNo hay bicho más horroroso y fofo que una babosa. En cuanto las veo las dejo tirorí. A poco que te descuides, te comen hasta los palos de las plantas.
Está visto que nadie se quiere esperar a verle la cara al Gran Rey y a comer babosas; le dejan la operación a Capablanca que ni siente ni padece.
Gracias por el despliegue fotográfico, la música y la narración tan divertida.
Un abrazo.
Qué gracia me hizo en el libro la expresión de dejarlo tirorí.
ResponderEliminar¿Sabes que no me acuerdo no de la mitad de los detalles que cuentas? ¿Habré leído el mismo libro?
Es que este Esquivias tiene una imaginación tan productiva que me resulta imposible retener tantas cosas raras en esta cabecita mía llena de tantas cosas innecesarias.
Creo que lo voy a tener que releer.
Como siempre detalladísimo tu reportaje fotográfico. Gracias.
Besos
¡¡EStupendas tus fotos!!
ResponderEliminarHe de reconocer que me gusta que hayas introducido disoluciones en la Catedral.
ResponderEliminar¡Te has acordado de la música!
Excelente trabajo.
eso es lo que me gusta de venir a tu blog...decoras tus palabras a las mil maravillas....estupendamente documentado...vayamos a por el tercero ...que el anterior me ha sido duro de roer...un abrazo
ResponderEliminarLo que no consigió don Cosme ni las interpretaciones del padre Tali lo consigue Galaz.
ResponderEliminarPancho: paseo esquiviano y bloguero, experiencia única.
ResponderEliminarNo sabía que eran tan voraces las babosas, haces bien en dejarlas tirorí.
Capablanca es como el androide que llevan en el Discovery, salvando distancias. Bueno, éste es más plasta.
Asun: Esquivias dice que le encanta Flaubert y se nota. Detalles a miles. lo relees y siempre es nuevo, encuentras algo en lo que no habías reparado.
Myriam: gracias.
Pedro: lo aprendí de ti, claro. Bueno, yo sólo agito la cámara, dirían en la catedral ¿qué hace ésa?
No conocía ese tipo de música y me encantó, la pena es que no encontré el Tribularer en You Tube.
Manuel: duro de roer, pero ha merecido la pena.
Paco: Galaz es un ángel o, al menos, tiene sentimientos.El amor todo lo puede.
Un abrazo, amigos
Abrumadora tu excelente aportación. Me he quedado turulata... Besotes, M.
ResponderEliminarPoco a poco me moy "desapocando" (un par de relatos de Pampanitos verdes me han ayudado, qué buenos, ya te contaré. Cracias)
ResponderEliminarMe que dan 70 páginas de este segundo libro, ya sí voy tomando más velocidad; es que con el principio y el intermedio...se me caían los palos del sombrajo.
Mi estado de ánimo no estaba para conchas de tortuga voladoras jajaja
Me llevo tu texto.
Un abrazo