viernes, 25 de junio de 2010
"...cayeron él y el rucio en una honda y escurísima sima..." (2)
Ana Queral pinta al Quijote
Segunda parte del comentario al capítulo 2,55 del Quijote, publicado en "La acequia".
Los dos van caminando gruta adelante, buscando la salida. A veces sin luz, a veces a oscuras. Ya no tiene miedo.
Va hablando consigo mismo. Ya quisiera él tener el poder de convertir la desventura en aventura, tal y como hace su señor, don Quijote. Guiado por su caballeresco optimismo esperaría algún florido prado, tras la oscuridad. Pero Sancho, sin el ánimo y el consejo de su amo, piensa en la postrera sima tragona que se abra a sus pies.
Cree que lleva media legua caminada, el espacio y el tiempo no son lo mismo allá dentro. Por allí entra una confusa claridad, amanece...La otra vida puede esperar.
Cide Hamete deja aquí a Sancho, por poco tiempo, y vuelve con don Quijote que anda entrenándose, alborozado y contento, para hacer batalla al robador de honras y” enderezar el tuerto”. Tan acelerada es la carrera que Rocinante está a punto de caer en una cueva. Lo detiene a tiempo y no cae.
Pero ¿qué pasa? Voces, ahí abajo. Quieren llamar la atención del que pasa por ahí. ¡Es la voz de su escudero encumbrado a gobernador!
Asombrado, levanta la voz para preguntar quién se queja. Así se presenta: “el asendereado de Sancho Panza, gobernador, por sus pecados y por su mala andanza, de la ínsula Barataria, escudero que fue del famoso caballero don Quijote de la Mancha”. Al oír esto, crece su asombro. Piensa que Sancho ha muerto y su alma está allí penando. La sima comunica con el infierno o el purgatorio, al parecer.
Hay que conjurarlo y lo conjura, católicamente, por supuesto. Pide por esa boca, alma en pena, que la jurisdicción de la caballería andante se amplía a “los menesterosos del otro mundo”,
Las voces manifiestan conocer a su señor don Quijote, mas hay que ser precavido con las almas en pena. Si su escudero está muerto y no lo han llevado los diablos, sufragios tiene la Santa Madre Iglesia para sacarle de las penas del purgatorio. Don Quijote está dispuesto a contribuir con su hacienda. Se paga y al cielo irá derechito, diga lo que diga el de Rotterdam. Por eso, le exhorta a que se declare.
Jura ser Sancho y manifiesta, algo irritado, no haberse muerto nunca. Dejó el gobierno y ya se lo explicará más despacio. Cayó en la sima donde yace, con su rucio, aquí presente, que no le dejará mentir, puesto que es su testigo. El animalillo parece entenderlo y rebuzna que retumba.
Don Quijote ya no duda, conoce ese roznido “como si le pariera”. Irá al castillo y traerá quien los saque. Ha de volver presto que Sancho se muere de miedo.
(Sigue)
A Sancho no le llega la camisa al cuerpo allí abajo. Cervantes acentúa el miedo del escudero para que el rescate tenga más valor, le deja indemne de la caída, pero se recrea en la descripción irónica de todo lo que le rodea. Este capítulo tiene muchas lecturas, como vemos por los aspectos diferentes resaltados por los distintos comentadores del club.
ResponderEliminarSeguimos a la espera de la continuación.
un abrazo
Estoy con PANCHO. No puedo añadir mas. Besotes, M.
ResponderEliminarNo hay temor a los fantasmas... sobre todo si son como Sancho. Nos alegramos todos por el reencuentro, sin duda.
ResponderEliminarPancho: los comentadores del club...cada uno con su punto de vista.
ResponderEliminarMerche: como dice Pancho,indemne pero miedoso, sí.
Pedro: Sancho como alma en pena no da miedo, no. Ya teníamos ganas del reencuentro, nos gusta ver a los dos juntos.
Un abrazo, amigos.