Isabel no quería ir a la escuela

Lo dice ella así:” me salí de la escuela con doce años”. Ni terminó el curso ni avisó a su padre. Ella misma decidió ponerse a trabajar y atrás quedó la enciclopedia, el rosario, la clase de costura y la lista de la clase.

Pasó el tiempo. Se casó con Goyo, su novio desde la infancia, y fue feliz como esposa y madre de su marido. Una desgraciada enfermedad lo apartó de su lado y su vida dio la vuelta. Estuvo enferma, no del cuerpo sino del alma. La recetaron una buena medicina: ir ala escuela de adultos.¿Yo a clase? Si….no me gustaba nada. Pero…Isabel ¿qué tendrá que ver aquello que tú recuerdas con esto que te ofrecemos?

Probó, le gustó y ya no lo deja. Las escuelas de adultos deberían estar llenas de Isabeles. ¡Qué chollo de alumna! Como no le gusta leer, se lee unos cuantos libros de esos de pocas hojas, por ejemplo “Fortunata y Jacinta”. Lo mejor de todo es que los lee y los vive .Y la maestra los vive con ella y disfruta más que la discípula. Como no le gustan las Matemáticas, se pasa horas en casa rompiéndose la cabeza con los ejercicios.¡Mira que si te llega a gustar la escuela! Y ahora con ordenador…

Isabel es, para la que esto escribe, más que una alumna. Es una buenísima amiga que dejé en Campo Real. Ya no soy tu maestra pero, cuando hablamos por teléfono, te digo cosas como “dile a Juanjo que tienes que leer el Lazarillo”. De alguna manera, sigo siéndolo, si tú me dejas. Con la autoridad que me da el haber pasado muchas y buenas horas contigo.

La foto está un poco borrosa, pero me sirve para este pequeño homenaje. Estáis Fátima, Victoria, Mila y tú en clase, en el aula que tanto añoro.

Una broma que tú entiendes:¿Le pido a una alumna de las que tengo ahora que me acompañe al médico?

Un abrazo de tu amiga María Ángeles.