Acabó el curso 2022-2023, en el Club de Lectura y es el momento de balances. El mío es positivo, desde luego, y sigo con ganas de seguir leyendo " cosas raras", como nos auguró Pedro Ojeda. Vivan los libros raros, tan raros que escribí los siguientes comentarios:
El Canto a Teresa queda ya atado, en mi memoria, a las ilustraciones de Antonio del Hoyo que nos ayudaron a darle la vuelta al conocido poema. El día que lo comentamos cayó a la salida tal chaparrón que arrugó sin piedad las hojas de mi libro; no creo en fantasmas pero pensé en la respuesta airada de Teresa, ante unos versos tan bellos y exaltados como dolorosos e injustos.De los relatos de Solo triste de oboe, de Yolanda Izard, me quedé con el hilo de la vuelta a la infancia y a la madre, al final todos "como un ser pequeño, candoroso y desvalido", qué mayor sosiego, aunque pasemos por el dolor.
Con El rigor de los signos de Diego Fernández Magdaleno, admiramos la elipsis y la contención. Amistad, ausencias, familia, citas literarias y filosóficas, la pandemia, el mundo viejo y el mundo nuevo, pensamientos y la música que lo vertebra todo y es todo. Tanto en un libro tan pequeño.
Con El Solitario, nos quedamos perplejos. Tras una obra de formas infantiles, como una comedia de parvulario, acompañamos a Concha Méndez en su bosque vanguardista, ay que nos perdemos: los símbolos, la renuncia al Amor tan dura y barroca como la de un auto sacramental y el abrazo a la Soledad por orden del Destino. Repasamos su biografía: dilemas de ser humano, madre, mujer y exiliada. Comprendemos o creemos que comprendemos.
Nos quedamos con los aforismos de Álvaro Medina del Toro, Dios nunca pide disculpas, un título valiente, como libro que tener a mano, para asomarnos a nuestros abismos y silencios y reflexionar tras unos pensamientos, escritos entre prosa y verso, que nos sorprenden por lo que dicen y por lo bien que lo dicen.
De Sab, de Gertrudis Gómez de Avellaneda, aparte del mérito de ser una novela antiesclavista cuando existía y se aceptaba la esclavitud, aprecié especialmente la pintura de las tormentas, las del paisaje y las emocionales de los protagonistas.
De Basura, de Sylvia Aguilar Zéleny, me resultaron muy atractivas las tres mujeres protagonistas, por su forma de hablar y la manera con que se enfrentan a la dura realidad, en una colmena sin zánganos, un auténtico nicho ecológico donde viven, como pueden, y se ayudan a vivir, un mundo durísimo donde caben los cuidados, los consejos mutuos, la ternura...y el amor.
Gracias a los escritores Yolanda Izard Anaya, Diego Fernández Magdaleno, Álvaro Medina del Toro y Sylvia Aguilar Zéleny. Para Espronceda, Concha Méndez y Gertrudis Gómez de Avellaneda, un recuerdo a su memoria. Gracias también al ilustrador Antonio del Hoyo, por hacernos empatizar con la malaventurada Teresa de Espronceda.
Gracias a mis compañeros del club , virtuales y presenciales, que tanto han enriquecido mis lecturas. Y al "culpable" de todo esto: el profesor Pedro Ojeda Escudero.
Seguimos, Pedro, si es posible...
Un abrazo para todos de:
María Ángeles Merino