Paseaba entre arboles, como todos los días. Era un sábado gélido de enero y la centella bordaba hermosos dibujos con hilo de hielo en tela de clorofila. No era cosa de todos los días, había que disfrutar del espectáculo. El pino llorón, el del Himalaya, parecía más llorón que nunca con sus acículas escarchadas. Iba a hacer la foto cuando alguien me llamó por mi nombre.
-¡María Ángeles!
-¡Austri! ¿Dónde te habías metido? No te veo desde antes de la pandemia. Bueno, mucho antes.
Era Austri, los que pasan por aquí ya la conocen, una amiga que solía ayudarme a comentar libros. Llevaba mucho tiempo sin verla, antes me la encontraba en mis paseos, sobre todo si me sentaba a leer en un banco o en la orilla del río. Es un personaje algo fantasmal, me cuenta que fuimos compañeras en el Insti y se acuerda de cuando la profesora de literatura me puso un cero por culpa del Arcipreste de Hita, que jugaba conmigo a la soga en el Espolón y se acuerda de cuando un guardia nos quitó la cuerda por jugar donde no se podía jugar. Y el caso es que yo no recuerdo a ninguna compañerita con ese nombre.
Austri está siempre muy informada de los libros que comentamos en el Club de Lectura de La Acequia. ¡Y los lee! Esta vez, se había leído Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor del escritor castellanoleonés José Ignacio Pérez. Me pidió que le leyera lo que había escrito sobre el libro, en el cuadernillo de notas. No me paré a pensar cómo sabía tanto de mis costumbres, dócilmente accedí y le pedí que me ayudara con los comentarios. Quedó así:
De acuerdo, Austri, te lo leo:
"El lector se sumerge a gusto en una pintura acertada de ambientes y personajes. Llega a la sorpresa del final, se queda pensativo, algo se le escapa, habrá que leerlo de nuevo. Cuando lo hace, descubre, con una sonrisa, puntos que se le habían escapado, mira que no haberme fijado... Quedan huecos sin rellenar, cada lector los completa con su poca o su mucha imaginación, pero sigue mosqueado. Ese mosqueo es lo bueno de los libros. Este se puede y se debe releer".
-Es lo bueno de los buenos libros. Cercas dijo que era el "punto ciego", "espacios de ambigüedad que permiten al lector apropiarse de la ficción." Aunque conozco a muchos que les irrita esa ambigüedad y quiere siempre que el escritor se lo cuente todo. Tú misma...
-Confieso que tardé en darme cuenta de la personalidad canina del protagonista de "Galanes"¿Un perro? ¿O un hombre al que el amor incondicional le lleva a una conducta perruna?
Al principio solo lo vi como un enamorado que quiere recuperar a su adorada chica sencilla y está dispuesto a aguantar carros y carretas, a que lo hagan a lo bestia delante de sus narices:
"Te levantas y recorres el pasillo casi de puntillas con cautela, y a la vuelta del recibidor descubres la escena. Blanca desmadejada entre los brazos de un hombre barbudo, desarrapado y mucho más joven que ella que parece que la quiere despojar de la blusa y del sujetador con la misma ansia que un zorro trataría de desplumar la presa que ha atrapado tras la alambrada de un gallinero. No sabes qué hacer...otro ha activado en la mujer que adoras los resortes lascivos que tú nunca has imaginado que pudiera tener..." (Galanes)
¡Vaya estómago! No se rinde y piensa que todavía puede presentar batalla a su rival. Tiene una estrategia y la lleva a cabo. Es un perdedor como todos los protagonistas del libro, no hay perdices. Nos lo cuenta en segunda persona, buscando nuestra complicidad.
-Corre alegre hacia la cocina, se conforma con una caricia o un trocito de pan frito, hay que sacarlo a pasear, es muy perro.
-Un perro que habla de cines, de mantas de alpaca, de series de televisión, de tenderetes de mercadillo, posee toda una cultura humana. .
-A ver, piensa que es un cuento. ¿Te extrañaba cuando eras pequeña y veías, en los dibujos animados, animales que hablaban y se comportaban como personas? Seguro que lo aceptabas sin más, perdemos mucho al hacernos mayores. A ti te ha hecho falta leer las últimas palabras: "te preguntas quién de los dos es un auténtico hijo de perra."
-La literatura fantástica no es mi fuerte, lo reconozco.
"Galanes" no sirve para una canción de amor, pero hay mucho amor en la historia de "Galanes". No hay fidelidad como la de un perro. ¿A que nadie te recibe en casa con la alegría con que te recibe el de cuatro patas? Todos los que lo tenemos o lo hemos tenido sabemos de la locura de esos recibimientos.
-Y hablando de otra cosa, te sentó mal lo de esa compañera de lectura que aseguraba, en el Facebook, que ella lo había descubierto ya en la segunda página.
-¡No! ¿Cómo sabes tú eso?
-Visito todas las redes sociales, es cosa fácil. Si te parece, otro día seguimos hablando, que son diecinueve relatos. Me gustó mucho "La señorita Jéster Sú", una historia de amor sin sexo, en contraste con la que acabamos de comentar, tan de los setenta que la protagonista lleva el nombre españolizado de un personaje de "La casa de la pradera".
-De acuerdo, hasta otro día, Austri. Me das el número de tu móvil y te envío un guasap.
¡Austri! ¿Dónde estás?
¡Ha desaparecido!
Creo que me han quedado "puntos ciegos".
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Palabras en rojo tomadas directamente del libro Algunas historias no sirven para escribir canciones de amor, de José Ignacio García, Péñola, primera edición, junio de 2020.