domingo, 23 de septiembre de 2018

"Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez: una historia reinventada.


Mi lectura de este verano con gorriones

En la entrada anterior, "acompañada de varios grandes nombres de la literatura", proponía, como señala Pedro Ojeda, "comenzar la lectura de Cien años de soledad, como la reinvención de la historia, una reescritura bien quijotesca". Sí, la del Quijote americano que proclamó Carlos Fuentes, el que recrea un universo inventado y reinventado, una realidad alterada, pero tan real que Álvaro Mutis no la puede leer "sin cierto sordo pánico", pues toca "las vetas más profundas del inconsciente colectivo americano". 

La historia reinventada de los Buendía, en Macondo, una aldea imaginaria del Caribe colombiano que tiene mucho de una reinventada Aracataca, donde el escritor vivió sus primeros años de vida, con el abuelo coronel Márquez, "Papalelo", y sus reinventados relatos que le hacían feliz, como luego él haría felices a sus lectores. La historia reinventada de un pueblo, de un país, de todo un continente donde se reconocen a lo vivo los puntos más dolorosos: pobreza, explotación, revoluciones, dictaduras, guerras civiles, colonización bananera...violencia en suma. Gabriel García Márquez alcanza vetas profundísimas.



Estamos con un libro que puede parecer caótico, que nos mete en un laberinto circular donde conviven presente, pasado y futuro, donde lo real se funde con lo fantástico, donde se repiten los mismos nombres, con algunas variaciones, para las siete generaciones de Buendías y ...echamos una ojeadita al árbol genealógico. Seguimos con la lectura y llegamos a un punto donde los personajes van a tropezar irremediablemente con la misma piedra que sus antepasados porque viven una rueda trágica de eterno retorno, vuelven a las mismas historias pero reinventadas. Parece lo mismo pero el mundo de los Buendía va a peor, Macondo tuvo un principio y tendrá un fin. Y los temores de la primera generación se cumplirán. 

¡Qué difícil es contar qué es Cien años de soledad! ¿Soledad? Sí, viven aislados en una aldea perdida entre selvas y ciénagas, pero su mayor selva impenetrable está dentro de ellos mismos, por incapacidad de amar o por una pasión enloquecedora. Ensimismados en la búsqueda del conocimiento o en las luchas civiles, unos son Aurelios y otros son Arcadios, el discurso de las letras y las armas, bien quijotesco. El único personaje sensato es mujer, la gran Úrsula Iguarán, con la música laboriosa de sus "pollerines de olán", el escritor la concede ciento y pico años de vida para poner orden, y algo de dinero, en el caos de los Buendía. Y aguanta el sometimiento y le quitan los chivos y las monedas y ella a fabricar y vender animalitos de caramelo. 

Y todo lo cuenta un narrador omnisciente que no está muy seguro de unos documentos que maneja, a guisa de Cide Hamete.  Ya escribí que "del Alcaná de Toledo a los pergaminos de Melquiades" y no digo más. Quijotesco sí, aunque Gabriel García Márquez no tenía mucha simpatía en sus años de estudiante por el Quijote, incluso lo tuvo en el retrete, al final entró y haber intertextualidades, haylas. La primera podía estar en la famosa primera frase:

"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo."

Los grandes libros tienen comienzos inolvidables que nos empujan hasta adentro. Esta lectora entró, del todo, no ha mucho tiempo, cuando estábamos con la lectura colectiva del Quijote, un verano con trigales y dos libros gruesos, contundentes. Hubo una muy anterior fallida. Ahora estoy finalizando mi segunda lectura y compruebo, una vez más, que los libros cambian porque cambiamos los lectores. 




Pero ha mucho tiempo que yo leí el arranque de Cien años de soledad , sólo una página, en un libro de texto del instituto, con doce o trece años. No recuerdo que la leyéramos con el profesor, no. La leía a hurtadillas para escapar de los sintagmas, aquel niño que no conocía el hielo era mucho más atractivo y no lo olvidé. Me lo apunté mentalmente, tenía que saber la vida de ese niño que acababa, eso creía yo, en el pelotón de fusilamiento. Me he propuesto no hacer entradas largas y dejo para la siguiente lo que imaginé con aquel texto diferente. Una visión "de cuando el mundo era tan reciente".


Unos años después, tenía delante de mí no al pelotón de fusilamiento sino a una clase de veinticinco niños también doceañeros y leía con ellos aquello de "Muchos años después...". Es bien sabido que enseñando se aprende mucho y los alumnos de séptimo completaron certeramente mi visión.  Contaré aquella lectura, la novela no, la novela os animo a leerla. 

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino


miércoles, 5 de septiembre de 2018

Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. ¿El Quijote americano?


En verano Cien años de soledad, para comentarla en otoño.

A modo de introducción a la lectura de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.

¿El Quijote americano?

Era un tiempo de "intenso intercambio epistolar con los amigos". Gabriel García Márquez, "Gabo", envió a Carlos Fuentes, "Fontancho", el manuscrito de Cien años de soledad. 

Entusiasmado, lo buscó desde Venecia para felicitarlo y no lo encontró. Entonces escribió a su grande y común amigo Julio Cortázar, "impulsado por la necesidad imperiosa de compartir un entusiasmo". Acababa de leer Cien años de soledad:

"He leído el Quijote americano, un Quijote capturado entre las montañas y la selva, privado de llanuras, un Quijote enclaustrado que por eso debe inventar el mundo a partir de cuatro paredes derrumbadas. ¡Qué maravillosa recreación del universo inventado y re-inventado! ¡Qué prodigiosa imagen cervantina de la existencia convertida en discurso literario, en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario!"


Carlos Fuentes definió Cien años de soledad como "una generación y una re-generación infinita de las figuras que nos propone el autor, mago iniciático de un exorcismo sin fin". 

La sintió como una propuesta y una tarea común para los escritores "amigos"

"Y qué sentimiento de que cada gran novela latinoamericana nos libera un poco, nos permite delimitar en la exaltación nuestro propio territorio, profundizar la creación de la lengua con la conciencia fraternal  de que otros escritores en castellano están completando tu propia visión, dialogando contigo. Dialogando con nosotros."

(Palabras en cursiva tomadas de Carlos Fuentes: Para darle nombre a América, HOMENAJE. 2007. Incluido en la edición conmemorativa de Cien años de soledad, Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española, editorial Alfaguara. Páginas XXII Y XXIII.)



"La existencia convertida en discurso literario", sí, como Don Quijote. Del Alcaná de Toledo a los pergaminos de Melquiades. 

"Para darle nombre a América". La que liaste, Cristóbal Colón.



Este verano han coincidido en mi mesilla los dos, "en pasaje continuo e imperceptible de lo real a lo divino y a lo imaginario". ¿Quijote americano?

Un abrazo de María Ángeles Merino

Para darle nombre a América, Carlos Fuentes.

lunes, 3 de septiembre de 2018

"No tengo por qué huir, yo no he hecho nada".



Ayer leía "El País" y me encontré con la triste historia familiar que tantas veces me contó mi madre, la que nos contó aquí en el blog, para la lectura colectiva de "La Acequia", en un ficticio diálogo con Chaves Nogales, el autor de A sangre y fuego. Sigue contándola, a sus casi noventa y cinco años, y le ha sorprendido verla escrita en un periódico.

El artículo se titula "El anhelado ascenso del teniente coronel Moya". Habla de la petición de un militar retirado de 85 años, héroe de la guerra de Ifni e hijo de un teniente fusilado por Franco. Su nombre: Antonio Moya Muñoz. ¡Uno de los cuatro hijos de Francisco Moya Escribano, el tío de mi madre, el fusilado en Málaga! 

Sorprendida leo:

"Moya es huérfano de un teniente que combatió en la guerra de África. El 17 de julio de 1936, su padre tomó el barco melillero para incorporarse a su nuevo destino en Valladolid. La sublevación le pilló en mitad de trayecto y, al llegar a Málaga, se puso a las órdenes de la autoridad militar. Cuando las tropas nacionales entraron en la ciudad, en 1937, su hermano le ofreció escapar a Almería, aún en manos republicanas. "No tengo por qué huir, yo no he hecho nada", le contestó. Franco no lo consideró así y lo mandó fusilar. Dejó viuda y cuatro hijos. Uno de ellos, entonces de cuatro años, acabó siendo militar."




Vuelvo al diálogo que mantuve con mi madre, en marzo de 2017: 

-Veinte días antes de comenzar la guerra, salimos de Antequera. Un día o dos antes de que nos fuéramos, nos visitó mi tío, Francisco Moya Escribano, que era militar y que, muy poco después, sería fusilado por los nacionales, en Málaga. Recuerdo sus palabras: "Antonio, si te vas a marchar, vete mañana mejor que pasado, porque se va a armar una muy gorda, no me preguntes más".

-Por último, mamá, tengo curiosidad en saber cuándo se enteró mi abuelo de la muerte de su hermano, Francisco Moya Escribano, militar fusilado en Málaga.

-Eso fue muy triste porque no lo supo hasta el fin de la guerra y lo habían matado al principio. Durante los tres años tuvo comunicación con su madre, que estaba en Córdoba, pero la abuela Ángeles no nos dijo nada de la muerte de su hijo Paco. Tu abuelo estuvo tres meses neurasténico, no pudo trabajar ni dar clase en ese tiempo. Las guerras son terribles. Son a sangre y fuego como ese libro tuyo.

Son a sangre y fuego. 



No cabe duda, mi madre es una buena cronista.

Un abrazo desde aquí para el teniente coronel Antonio Moya Muñoz de: 

María Ángeles Merino Moya, hija de María Ángeles Moya García, hija a su vez de Antonio Moya Escribano, el hermano que le ofreció escapar a Almería, aún en manos republicanas. 

https://elpais.com/politica/2018/08/26/actualidad/1535312751_298637.html

http://aranitacampena.blogspot.com/2017/03/mi-madre-dialoga-con-sangre-y-fuego.html

http://aranitacampena.blogspot.com/2017/03/mi-madre-dialoga-con-sangre-y-fuego-2.html

http://aranitacampena.blogspot.com/2017/03/mi-madre-dialoga-con-sangre-y-fuego-3.html

sábado, 1 de septiembre de 2018

Tal vez el hombre llego a ser hombre cuando tomó conciencia de la belleza del universo.

Tiempo cristalizado en colores (Agustín Merino en Poza de la Sal)

Tal vez el hombre llego a ser hombre cuando tomó conciencia de la belleza del universo.

Tal vez esos monitos que sus madres en la noche les subían a lo más alto de los arboles para que vieran las lámparas bellas, para decirles que no todo era oscuridad en la noche, estaban luna y estrellas. 

Un día alguno de  ellos no vio luz, vio belleza y fue el primer Adán o la primera Eva.

Llego el primer atardecer, cuando los depredadores se desperezan y no sintió miedo por anunciar el cielo rojo la llegada de la oscuridad, sintió la belleza del momento. 

La primera Eva tomo de la mano al primer Adán, los únicos que no habían corrido a su refugio seguro en el interior de los arboles. 

Nació la belleza y nació el paraíso cuando dejaron de tener miedo.

Y nació el amor cuando al mirar las estrellas sus labios se encontraron.

(Agustín Merino)