El domingo era de ramos, de niños y de sol. La procesión del hombre bueno, el de la borriquilla, salió a mi encuentro. Y entre el bullicio infantil, reconocí a una niña de coletas que agitaba alegre su ramo amarillo y sus rosquillas de caramelo rojo.
-No, María Ángeles, que las modas vuelven, ahora las visten como en los sesenta, pero ¡no eres tú! Todo parece que vuelve pero no vuelve y lo que vuelve vuelve distinto. Los que siguen igual son esos de las faldas.
-¿Quién me habla? ¡Austri! ¡No te veía desde la lectura de Patria! Ya sabes que, en marzo, escribí un diálogo a tres voces: mi madre con sus recuerdos, Chaves Nogales el de A sangre y fuego, y yo.
-Sí, amiga, tranquila. Me gustó mucho leer cómo vivió la guerra civil una niña de trece años, en paralelo con los relatos del periodista. Yo ahí no pintaba nada. Ahora sí, he leído y releído Media vida. De su autora, Care Santos, podemos encontrar abundante información, por ejemplo en la Wikipedia o en su página web:
Care Santos es una escritora catalana que escribe tanto en castellano como en catalán. Nació en Mataró(Barcelona) en 1970. Empezó a escribir a los 8 años, a los 14 ganó su primer concurso literario y a los 25 publicó su primer libro, una colección de relatos...
- Media vida dice el título. ¡La mitad de la vida!
-¿El síndrome?
-¿De qué estás hablando?
-Del síndrome de la mitad de la vida. Recuerdo, hace unos añitos, cuando una amiga me habló de eso...en un funeral. Tenía yo entonces unos cuarenta y tantos años, la cuenta era fácil y...¡Es verdad! Cuarenta y tantos más cuarenta y tantos suman ochenta y tantos o noventa y tantos. Cincuenta y cincuenta ya suman cien y eso es mucho pedir. ¡Estaba entonces a una mitad razonable!
Me contó que es una fase que unos viven más intensamente que otros, que entras en crisis porque te cuestionas tu vida. Y que hay personas que, tras un balance negativo, dan un volantazo a su vida personal, familiar o laboral. O todo junto. Como Gauguin que se largó a Tahití, la isla más lejana que pudo pillar, a pintar tahitianas.
-Escapó porque estaba arruinado y enfermo. Nunca falta algún revés, antes o después de la mitad de la vida. Giras o te hacen girar. Muchas veces el volantazo es obligado, Austri. A partir de ahí, viene el famoso "punto de inflexión" que no tiene nada que ver con las matemáticas. O sí.
-Me parece a mí que ninguna cumple las previsiones. Nos sorprenderán estas chicas, tal vez nos parezcan un poco marcianas. Conocemos a mujeres de esa generación, muchas contemplan atónitas la libertad que se gastan sus nietas: trabajos de hombre, viajes al quinto pino, carreras, másteres, idiomas, gimnasios, pisos donde viven con el novio, métodos anticonceptivos y de casarse ni hablar. Las peores serían como Olga, las mejores como Julia. Yo conocí algunas, en mi infancia sesentera. Paseaban por el tontódromo, tan modositas con su novio formal del brazo, su pelito cardado y enlacado, su falda debajo de la rodilla, sus medias de cristal y su rebequita. Las de los setenta nos hubiéramos salido "con esa pinta". Nos pusimos los pantalones y comenzamos el camino de la independencia económica. Lo del pantalón no es asunto baladí.
-No te adelantes, Austri.
-Comienza la novela en un internado de monjas. Allí están las cinco, tienen catorce años y están jugando en el dormitorio, bajo una tienda de campaña hecha con sábanas. Una niña, Julia, entra la última y otra niña, Lolita, le hace un hueco. ¿Un ingenuo relato de internados? ¿Celia en el colegio? ¿Enid Blyton?
-Juegan a las prendas. Olga ejerce con crueldad de maestra de ceremonias. Marta entrega su pluma Parker de escritora en ciernes, Nina su libro El mapa del destino en la palma de la mano de aprendiz de quiromántica y Lolita el retrato de su padre el pianista. Julia no tiene nada, en todo caso puede entregar un pelo. No, eso no vale. Olga disfruta con la humillación y propone que entregue ¡las bragas! Marta y Nina están de acuerdo. Lolita le suplica que no haga caso, pero Julia acepta el juego por orgullo.
Olga proclama que van a jugar a "Acción". La prueba va a ser muy peligrosa, tienen que entrar en el cuarto del tontito Vicente, un muchacho que las monjas recogieron de niño, y cortarle un mechón de pelo. Nina vuelve victoriosa. Lolita no puede y prefiere pagar una de las terribles penitencias que Olga impone. Marta escapa por poco, la agarra del camisón. Olga huele "con delectación" el mechón que le entrega su hermana. Dice que huele a animal. Esta va a tener que confesarse.
-"Era la vez de Julia". El tiempo se agota y Julia no vuelve. Rezan por ella unos cuantos paternoster, qué educación tan hipócrita la de estas chicas. Después:
"Pasaban más de tres minutos del final de la cuenta atrás cuando les llegó con nitidez un chasquido, seguido de un montón de cosas que caían...y de un berrido de Julia que les heló la sangre. Nunca habían oído nada parecido. Era un grito de dolor, o de terror, o de ambas cosas"
-Julia no las delata. Olga se esconde y oye aquella noche a la madre Rufina.
"Le dijo a Julia que no podía quedarse en el colegio, que tendrían que enviarla a otra parte. También le dijo que la mala cizaña hay que arrancarla cuanto antes...". Había ofendido al cielo y debía pagar por este crimen."
La vida de Julia va a girar y no sabemos en qué dirección. Sus compañeras lo olvidarán, es preciso olvidar.
"Como era una mujer trágicamente sola y desocupada, Olga necesitaba invertir mucho tiempo en sí misma. Dedicaba a sus persona mucho tiempo y mucha fe."
Recordamos que Olga empezó a estudiar Medicina y fue de esas mujeres que cambiaron la Medicina por casarse con un médico. Comenzó "la verdadera carrera de la mujer", en frase que hubieran aplaudido Pilar Primo de Rivera y sus mandos de la Sección Femenina.
También cambió a un sonetista por un doble doctor. Cambios. Giros.
-Mucho tiempo para tratamientos de belleza, peluquería, el aeróbic de Eva Nasarre, aburrir a la modista, la manicura, el club de tenis, la piscina o el bronceado bien untada de crema cara. Olga se aburre y enferma de una melancolía incurable que culmina echándole le la culpa al despistado doctor Pardo, su marido. Deja de comer, se pone intratable, bebe más de la cuenta.
Un día en que se prueba un vestido de noche, en presencia de su marido y de la modista, a los pies con la boca llena de alfileres, dijo:
"Como me gustaría que me vieran ahora mis antiguas compañeras de colegio".
El doctor Pardo, tan atento a la ocasión de contentar a su mujercita, le da la idea:
"¿Y por qué no organizas con ellas un cóctel o una cena o algo?"
-Los días siguientes son de gran actividad telefónica. Hay que localizarlas. Se reunirían en una cena muy especial, en el restaurante que Marta iba a abrir. Sí, Julia también. Apunta la dirección del Congreso de Diputados. Es donde tiene que escribirla.
-¡Qué alto ha llegado! ¿Me perdonará? Es lo que me figuro que pensaría Julia.
-Se reunirán un 29 de julio de 1981, día del cumpleaños de Olga y Marta Viñó, a la mitad de la vida, el mismo día en que se casaron el príncipe Carlos de Inglaterra y Lady Diana Spencer. El día 22 de ese mismo mes, se aprobó la Ley de Divorcio en España.
Conoceremos los giros e inflexiones que la vida dio a Marta, Lolita, Nina y Julia. ¡Y a Olga!
Un abrazo de María Ángeles Merino.
Y de Austri.
"Concédenos otros cincuenta, que para rebajar tiempo hay". Estas palabras, que recordamos todos los que asistimos, fueron dichas en el 2001 por nuestro amigo Capi ante la Virgen de nuestro pueblo, y en la renovación del 2016, lo recordó, aunque ya hayamos consumido unos cuantos de esos cincuenta, "porque para rebajar, tiempo hay".
ResponderEliminarNunca se me habría ocurrido hablar del síndrome de los cincuenta, porque en mi pueblo los quintos nos ponemos a saltar como locos, hacemos una fiesta a lo grande grande, y luego que nos quiten lo bailao. A los 65 intentamos repetirla, dentro de un orden, pero esa es una cuestión.
Bueno, estoy con Austri, novela de mujeres pero sin esos detalles y Olga, tan organizada ella, dejándose organizar por el marido en el más básico "mansplaning", ya te digo, Austri, ya te digo.
Y una duda que me asalta ¿no había en todos los dormitorios de los internados un adulto responsable cerca? Recuerdo a algunas de mis amigas hablar de que una monja dormía en un cuartito próximo, cuando no en un habitáculo separado por unas cortinas.
Claro que a cada una le iría a su manera como todo en la vida ;genio y figura hasta la sepultura.Los mismos derechos y las mismas libertades: una lucha , un pulso que ha costado lo suyo.
ResponderEliminar-Me reí mucho viendo el "Florido Pensil-Niñas"; que en este caso sería la primera mitad de estas protagonistas.La adolescencia y juventud nunca es la mejor época de las mujeres y menos en esa época, por tener que depender economícamente.-Pero lo que clama el cielo, es que siempre han tenido que pedir permiso para todo: hasta para el carnet de conducir que se tenía que pasar por prestar Servicio Social y con permiso de papa.
Internado para señoritas, era cosa de tener buena dote y como en el caso de Julia nunca mejor dicho: que en la caridad entra la peste.
Una maravilla teneros a las dos y vuestras reflexiones sobre este libro que se me antoja bastante ameno.
Feliz Sábado a las dos besos.
En efecto, volver a recordar a los cincuenta tiene mucho de síndrome. ¿Qué ha hecho la vida de nosotros o, mejor, qué hemos hecho nosotros con nuestra vida? La tentación de reunirse es fuerte cuando aún hay hilos con el pasado, que es lo que sucede en esta novela.
ResponderEliminar¡Me alegra volver a encontrarnos con Austri, por cierto!
Me ha gustado el recorrido que haces por aquella época a través de costumbres, lecturas, moda en el vestir y peinarse, e incluso das una clase práctica de cómo enjaretar una goma. Es una entrada ágil, divertida,práctica.
ResponderEliminarUn abrazo amiga de caminos.
Estoy bastante de acuerdo con Austri. La novela flojea por algunos sitios y esperaba más de un prestigioso premio Nadal
ResponderEliminarBesos
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Repito el comentario que no ha salido y escribo con el móvil.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Austri. La novela flojea por algunos sitios y yo esperaba más del prestigioso premio Nadal
Besos