Comentario sobre la novela Queremos que vuelvan de Miguel Ángel Santamarina, para la lectura colectiva de La Acequia, dirigida por Pedro Ojeda.
Ya huele a otoño de verdad en el Paseo de la Isla y, entre hojas caídas y olor por fin a humedad, Queremos que vuelvan me revela un sorprendente final. Pero Dios me libre de destripar o spoilear una novela que espera todavía multitud de buenos lectores.
Me lo anticipó alguien cercano al Club de Lectura: ya verás cuando llegues al final. No eché en saco roto la opinión de quien había pasado su vida en juzgados, un lugar donde se destapan muchas sinvergüencerías, como hubiera dicho mi abuela. Bueno, ni mi abuela de Riocerezo, ni la de Córdoba, hubieran podido imaginar tamaño tinglado de crueldades; pero el caso es que mi amigo letrado tampoco. ¡Y en la gente más principal!
¿La gente más principal? Los villanos de la novela nos resultan muy familiares, aunque sean ficticios.
Como Rodrigo Carrascosa, banquero de muchas erres, que se preguntaba cómo esconder pérdidas de mil millones, que antes todo se podía achacar a lo de Leman Brothers, pero ahora "la fusión y creación del nuevo banco, y después la intervención del gobierno para evitar el colapso de una de las entidades financieras más importantes del país" le había dejado con el culo al aire. "Políticos de medio pelo, asociaciones de izquierdas, periodistas tenaces...", había gente decidida a destapar y a medrar "en aguas turbulentas". Mientras apuraba el tercer whisky, "sopesaba las posibles salidas" y se convencía a sí mismo: "él sabía demasiadas cosas", "nada que temer", sólo cosas buenas: "una jugosa indemnización por su despido", "un buen puesto en una gran empresa", "varios sillones en diferentes consejos". Dejaría el montante a buen recaudo en Andorra o las Caimán, "dispuesto para costear sus pequeños excesos".
¡El lector no puede ni imaginar la índole de los pequeños excesos de Rodrigo y sus amiguitos!
Amiguitos como Jorge Esparza, la gran esperanza de su partido, el político más deseado. Todo se fue al garete "por sus excesos" y "su impúdica ostentación". Pasearse de la mano de una yonqui de diecisiete años por el centro, en una capital de provincias, era un gran error en un país como España, donde tan importantes son las apariencias. "Verónica se cruzó en su vida y su carrera política se esfumó". Esparza se convirtió en un árbol caído del que su rivales hacen cachitos y Gómez, el inspector Gómez, un policia corrupto, se le tiró a la yugular:
"En plena exploración de nuevos mercados para surtir a sus retorcidos clientes, vio en Esparza un buen proveedor de material. A través de Verónica, el ex político había tenido acceso a lo más granado de los bajos fondos de los alrededores de la capital".
¿Material fresco para retorcidos clientes? ¿Material humano para fiestas?
En relación a la desaparición de Bruno y Mario, el periodista Javier Redondo hablará de fiestas muy exclusivas, en el reality televisivo de Lisandro. Conducido arteramente por el locutor, al que imaginamos como una mezcla de Nieves Herrero y Jorge Javier Vázquez, dará cuenta de la misteriosa información recibida a través del misterioso ex policia:
-El conseguir acudir a esas fiestas, a esos ritos no está al alcance de cualquiera. hay que tener mucho dinero y muchas influencias. Estamos hablando de gente muy importante y muy relacionada con el mundo de la política y los negocios, incluso de la justicia.
...
-¿Esas personas de las que hablas tienen nombres y apellidos?
-Sí, y cuando sea el momento se sabrá-continuó el periodista espoleado por la promesa de Severino de entregarle una relación de todos los implicados en la trama...
...
-Una última pregunta: ¿qué pruebas tienes para afirmar que...?'
-Pruebas no tengo, pero estoy seguro de que así ha sido.
...Todas y cada una de sus palabras fueron refutadas y sometidas a un examen exhaustivo. Cuando terminó el especial, la conclusión a la que había llegado la audiencia era clara y unánime: Javier era un fraude.
Jorge Javier Vázquez
¡Qué plancha! Lo han de traicionado y ha de averiguar por qué. En la página siguiente, y en cursiva, leemos:-...se acercó a la parte posterior del vehículo y golpeó el maletero con los nudillos:
-Carne fresca, se van a poner muy contentos.
¿Son Bruno y Mario "la carne fresca" que viaja en maletero? ¿Volverán?
¿Camina Javier Redondo hacia la victoria o hacia la derrota? ¿Triunfará la verdad o la mentira? ¿Será estéril la lucha contra la trama criminal? ¿Ganarán los que siempre ganan?
El final está en manos de Javier o tal vez de Lucía. No me parece oportuno contarlo, sólo os diré que me gusta porque deja una débil luz de esperanza. Una luz que se enciende después de ver amanecer en la playa fluvial de Fuente Prior, un lugar solitario y gélido a esas horas:
Playa fluvial de Fuente Prior
"A las ocho, aterida de frío, tomó la resolución de ir hacia el centro...Las lágrimas volvieron a aparecer en su rostro. Al sacar un paquete de kleenex para secarse la cara, vio en el fondo de su bolso el resguardo de la empresa de mensajería...Se quedó helada al descubrir el nombre del remitente: Javier Redondo".
"Un paquete para Lucía". Porque Lucía, a pesar de la separación y de la fuga, sigue enamorada del periodista Javier, con todos sus defectos. Y Javier sólo confía en Lucía.
¿Se cuelan los sentimientos en esta novela negra? Como dice Pedro Ojeda "aún les queda un resquicio para creer en el bien, en la solidaridad o en el amor".
Playa fluvial de Fuente Prior
Me resultó difícil esta entrada porque me propuse contar sin desvelar. Disculpad a la autora que ha hecho lo que ha podido.
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Palabras en naranja tomadas de Queremos que vuelvan, de Miguel Ángel Santamarina, primera edición abril 2016, editorial Círculo Rojo, ISBN 978-84-9126-733-1.
Yo creo que no has desvelado nada, que lo has contado muy bien.
ResponderEliminarCurioso, pones una foto donde se entrevé un anuncio de Bankia. Yo vi hacer ese anuncio, porque lo hicieron en mi barrio un día que ni llovía ni nevaba ni na, creía que estaban rodando una peli, y me sorprendió cuando lo vi en una oficina en las calles de Madrid.
Creo que ya lo he dicho por alguna parte: está claro que en la mente del autor hay una segunda parte.
Me llamó mucho la atención ese anuncio de la florista autónoma en medio de la nieve desde que lo vi por primera vez. Tuvo que ser chocante ese anuncio.
EliminarHabrá más libros, el autor nos lo dijo en la reunión del club presencial.
Cuesta no ser boca chancla...
Tuvo que ser chocante el rodaje quise decir.
EliminarEs un arte contar sin desvelar, hablar de un libro sin destripar finales ni tramas fundamentales para dejar a tu público lector con la miel en los labios. Y lo consigues con nota alta a pesar de tus apuntes.
ResponderEliminarEs raro que un autor se atreva a juzgar a los impartidores de justicia en este país en que todo se confía a ellos para que resuelvan los conflictos que otros crean. Interesante porque parecen los intocables de Eliot Ness. Sólo alguno se atreve a decir que la justicia es un cachondeo, nada más.
Parece que la novela está muy enredada en el relato de la actualidad.
Un abrazo.
Enredado a posta.
EliminarUno de los malos es un juez. La zorra cuidando a las gallinas.
Gracias por la nota.
Muy sutil la primera foto...
ResponderEliminarEn cuanto al final, habrá que preguntar al autor en el encuentro que tendremos dentro de unos días con él.
Muy bien contado todo esto, sin desvelar nada... anunciando truculencias, un tejido de intereses que se elevan sobre el individuo y lo afectan brutalmente y una luz esperanzadora...
Menos mal que al final hay luz Lucía en medio de la brutalidad
EliminarMis fotos son poco meditadas pero luego encajan.
La reunión con el autor desveló...
Buenos ingredientes lleva esta receta que todo hay que decirlo: trama, intriga,corrupción, etc etc...
ResponderEliminar-Me ha gustado esta expresión ,"el banquero de muchas erres..."
Me encanta esa forma que tienes de jugar con el misterio y si encima la curiosidad mata , miel sobre hojuelas.
Feliz jueves.
Repugnante el de las erres sí.
EliminarA Javier le mata la curiosidad y el empeño en hacer un buen trabajo.
Buenos días, Abejita de la Vega:
ResponderEliminarTienes mucha razón. Nuestras abuelas no hubieran podido imaginar todo el tinglado que hay detrás de algunas paredes.
No veo televisión desde hace años. Sólo cosas muy puntuales.
La justicia que se nos muestra, y que sufrimos, es una vergüenza. ¿Habrá alguien que no lo vea así?
Leeré vuestros post y los comentarios de este libro.
Abrazos.
Lo que dirían las abuelas...o enmudecerían.
EliminarMejor no ver televisión.
La justicia...Mejor no hablar.
Bueno, la melodía del final de esta novela, creo que está un poco difusa, a no ser, como dice Carmen que pretenda el autor una continuación.
ResponderEliminarBesos
Lo pretende.Lo dijo.
EliminarUn abrazo a todos los comentaristas. Gracias por vuestras palabras.
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