Aquel día de verano paseaba por el Espolón. Leía Cartas marruecas de José Cadalso. Sí, tengo la extraña costumbre de leer mientras camino por los paseos de mi ciudad, procurando no chocar con la gente, ni con los árboles. A veces, en lugar del libro, utilizo las versiones digitales y voy leyendo en el móvil; pero eso no extraña a nadie. Si es un libro, sí.
El escritor advertía del riesgo de equivocar la
verdadera historia con la fábula y ponía el ejemplo de la mítica aparición del
apostol Santiago, en la batalla de Clavijo, en apoyo de los
cristianos, en su lucha encarnizada contra los musulmanes. Pero don José, tan
racional, tan equilibrado, tan en el "justo medio", nos sorprende de vez en
cuando, en sus cartas, con un punto de ironía ácida. Así, después de afirmar
sensatamente que “ninguna nación guerrera puede tener la menor ventaja en una
campaña”, el coronel Cadalso encuentra una utilidad a la irracionalidad: "la creencia de
que bajar un campeón celeste a auxiliar a una tropa, la llena de un vigor
inimitable".
Como dice el profesor Pedro Ojeda, "nada es inocente" en Cadalso. ¡Vitaminas irracionales para la
tropa!
Y, a todo esto, miro hacia arriba y me encuentro con la estatua de San Millán. ¡Hay que ver con qué vigor descabeza moros con turbante! No era esa la idea que tenía yo del de la Cogolla, eremita, asceta y tan pacífico...en vida. Porque descubro, en internet, que la leyenda le pinta, mucho después de su muerte, como bajado del cielo para echar una manita con la espada y matar infieles. ¡Tan apañado el monje como el apostol! ¡Qué sangrientas leyendillas trufan nuestra gloriosa historia!
Acababa de hacer la foto a San Millán cuando alguien se acercó a mí y tuvimos este diálogo:
Y, a todo esto, miro hacia arriba y me encuentro con la estatua de San Millán. ¡Hay que ver con qué vigor descabeza moros con turbante! No era esa la idea que tenía yo del de la Cogolla, eremita, asceta y tan pacífico...en vida. Porque descubro, en internet, que la leyenda le pinta, mucho después de su muerte, como bajado del cielo para echar una manita con la espada y matar infieles. ¡Tan apañado el monje como el apostol! ¡Qué sangrientas leyendillas trufan nuestra gloriosa historia!
Acababa de hacer la foto a San Millán cuando alguien se acercó a mí y tuvimos este diálogo:
-¿Qué haces profe? ¡Se te va a caer el libro! ¡No me digas que te gusta la estatua! ¡Qué
tío más bestia!
-¡Mohamed! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal te va? No, no me gusta la estatua.
-Se hace lo que se puede. Trabajo y saco tiempo para
estudiar en el nocturno. ¡Estoy acabando el bachiller! ¡El curso pasado leí el
libro que tienes en las manos! Era uno de los que podía elegir al estudiar la
literatura del siglo XVIII.
-Sí y me gustó la idea de leer el punto de vista de un paisano que conoció la España de 1774. Pero enseguida me di cuenta. El señor Cadalso nunca trató con mis paisanos. Gazel no era de verdad y el viejo sabio Ben Beley
tampoco. Y lo mismo daba que las cartas fueran
marruecas o chinas, el caso era hacer una crítica de España. Y proponer un país diferente. Nos explicó el profesor que siguió el modelo del francés Montesquieu que escribió un libro titulado Cartas persas.
-Así es, cuatro viajeros persas que ofrecen sus impresiones sobre los países que visitan, especialmente Francia. Pero Cadalso quiso elegir un país exótico, el exotismo estaba de moda, pero más cercano, considerando la posibilidad real del viaje, porque en España eran impensables viajes tan largos. Procuró, además, que el lector pusiera en conexión a su
inventado viajero con un personaje real que les sonara un poco. En 1766, un embajador de Marruecos,
Sidi Hamet al Ghazzali, el Gazel, había estado en España durante varios meses,
despertando la curiosidad de la gente leída.
-Entiendo que tenían que ser extranjeros, sin la ceguera del
patriotismo. Dos marroquíes musulmanes y un español cristiano. Gazel no habla
como nosotros, en eso el señor José no estaba muy puesto…No me ha costado a mí nada el tema de las vocales...Aunque era un señor muy
culto y muy viajado. Había estudiado en Francia y en Inglaterra ¿no?
-Mira, aquí lo dice. Regresó a un país que le era “totalmente
extraño”, ya que “lengua, costumbres, traje, todo era nuevo para un muchacho
que había salido niño de España y volvía a ella con todo el desenfreno de un
francés y toda la aspereza de un inglés”.
-Eso de que “todo era nuevo” lo entiendo muy bien. Yo llegué
aquí sin hablar una palabra de español y la ropa, la comida y el trato con la
gente...¡Yo, además tuve que ganarme el pan! Y el cuscús...
-Pero tú te has adaptado muy bien. Lo tuyo te habrá costado.
Se me ocurre una idea. Voy a escribir sobre Cartas marruecas, en mi blog, para
un club de lectura. ¿Por qué no me envías el trabajo que hiciste el curso
pasado? ¿Lo conservas?
-Sí, lo tengo guardado. Y también los apuntes que iba tomando
mientras leía. Dame tu dirección. Me corriges lo que esté mal, profe.
-Apunta: ammggarcia00@gmail.com
-A ver si vienes un día a mi casa a tomar un té con
hierbabuena. Sé que te gusta. A Fátima le gustará tu visita.
Mohamed me envió sus escritos, con razón su profesor le puso
una buena nota. Pero para la entrada del blog prefiero sus apuntes preliminares. En el blog, su trabajo completo y rematado sería carnaza para los malos estudiantes que buscan un rincón del vago. Y, como quise que fueran cartas, fui contestando.
Iré publicando.
Mi agradecimiento a todos mis alumnos y alumnas marroquíes que me han inspirado esta entrada. Gracias también por lo que he aprendido de vosotros, de vuestro país y del mío. Porque, desde hace más de veinte años, me ofrecéis vuestras cartas marroquíes. O marruecas, si queréis, qué más da.
Un abrazo de María Ángeles Merino que ayer escribió:
Me está costando arrancar...a escribir, que no a leer. Un abrazo, Pedro, que tengamos un buen curso lector.
Cartas marruecas. Noches lúgubres. José Cadalso. Edición de Joaquín Arce. Cátedra, Letras Hispánicas. Madrid 1990. Decimotercera edición.
Iré publicando.
Mi agradecimiento a todos mis alumnos y alumnas marroquíes que me han inspirado esta entrada. Gracias también por lo que he aprendido de vosotros, de vuestro país y del mío. Porque, desde hace más de veinte años, me ofrecéis vuestras cartas marroquíes. O marruecas, si queréis, qué más da.
Un abrazo de María Ángeles Merino que ayer escribió:
Me está costando arrancar...a escribir, que no a leer. Un abrazo, Pedro, que tengamos un buen curso lector.
Cartas marruecas. Noches lúgubres. José Cadalso. Edición de Joaquín Arce. Cátedra, Letras Hispánicas. Madrid 1990. Decimotercera edición.
Vaya, ha sido un escrito muy especial gracias a la ayuda de un marroquí. Me divierte la puntualización sobre la poca veracidad de los marroquíes del libro. Se nota que no son de verdad.
ResponderEliminarYo voy lenta, pero espero llegar. Saludos.
Llegarás. Son marroquíes de mentira pero cumplen su función.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarMe ha encantado la entrada, me recuerda a otros tiempos y también la foto.
ResponderEliminarDel libro que nos ocupa he leído cinco cartas y efectivamente como bien dices, es una excusa para contarnos lo que sucedía en España en el siglo XVIII.
Besos
Ay aquellos tiempos.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarBueno, para costarte arrancar, has arrancado muy bien. Tu entrada resuma ternura y ese encuentro, como venido del Cielo.
ResponderEliminarAhora te cuento un secreto: si yo caminara leyendo
a la mierda me iría cayendo... :-)
Pero sí he leído libros enteros (que no tenía
con que comprar) en librerías, hasta que el dueño
se percataba y me echaba, entonces migraba a otra.
Por eso de pie leo muuuuuuuuuy rápido.
Besotes
Arranqué. Me gusta que hayas visto ternura. Muy ingenioso tu método para leer gratis.
EliminarArranqué. Me gusta que hayas visto ternura. Muy ingenioso tu método para leer gratis.
EliminarPero no es lo mismo ir leyendo a Cadalso en el móvil que cazar pokemons o esos bichos que dicen ahora. Con lo útiles que son los libros normales para leer: no gastan datos, no le entra arena, la batería no se agota...
ResponderEliminarCierto, la historia que nos cuenta Cadalso parece la de la Enciclopedia Álvarez. Pero y lo bien que se queda uno contando con todas esas ayudas divinas extra, leyendo que los nuestros siempre son los buenos. Porque a nadie he oído yo decir que los suyos fueran los malos en ninguna batalla. Aquí todo el mundo lleva la razón y eso no puede ser, además es imposible. Las culpas siempre son repartidas.
Siempre investigando la mejor manera de explicar las cosas, se nota la vena pedagógica.
Un abrazo.
Una plaga la de los cazadores de pokemones
EliminarNo hay epidemia de lectores de libros, una pena.
Historia de batallitas, la que conoce Cadalso, no había acceso a otras.
Se nos nota el oficio.
Una plaga la de los cazadores de pokemones
EliminarNo hay epidemia de lectores de libros, una pena.
Historia de batallitas, la que conoce Cadalso, no había acceso a otras.
Se nos nota el oficio.
Marruecos era exótico. Lo sigue siendo. Demasiadas lejanías mentales que nos llevan a desencuentros, aunque a Cadalso le sirviera el truco técnico para pensar España...
ResponderEliminarArrancamos, desde luego. Ten cuidado con las distracciones leyendo por la calle, no vayas a chocar con un pokemon...
Lejanía y desconocimiento. Buen truco el de Cadalso
EliminarDonde hay un libro huyen los nichos amarillos.
Lejanía y desconocimiento. Buen truco el de Cadalso
EliminarDonde hay un libro huyen los nichos amarillos.
El Espolón, la historia que te contempla en sus estatuas, y más allá los alumnos multiculturales.
ResponderEliminar¿Cómo nos verán hoy estos nuevos españoles? ¿Qué pensarán realmente de nosotros?
No lo sabemos. Algo expresan pero seguro que hay sentimientos que no manifiestan.
EliminarEsos santos de la espada..