Naces del más puro blanco frío.
Desciendes rápido,
aún sin saber hablar
llevas melodía.
Tu frente se va serenando,
para unirte humilde al trabajo del hombre.
Te hundes en la negra tierra
para renacer como primavera
de verdor alado.
En el estío pagas tributo
a los alambiques del cielo.
Libre de barro hojarasca
vuelves a vestirte de blanco.
Mides mi tiempo en fulgores
que brillan, cantan y se alejan,
soñando con ser sal
que encienda la sed
de tus dulces aguas.
Dame tu boca de río,
yo te daré mi vientre
de inmenso mar fecundo.
(Agustín Merino)