Comentario en torno a "El sí de las niñas" de Leandro Fernández de Moratín, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
Podemos ser espectadores de la obra entera aquí, a través de You Tube. Aunque es una versión televisiva y viejilla, la actuación de Pablo Sanz, como don Diego, merece la pena. Para leer la obra tenemos este enlace de la Biblioteca Virtual Cervantes.
Mi querida amiga doña Paquita:
En mi anterior entrada, escribía una pequeña introducción a la lectura colectiva de "El sí de las niñas"de Leandro Fernández de Moratín, la "obra culmen de la comedia española de buenas costumbres" que eternamente habitas, qué te voy a contar a ti si llevas dos siglos en la sala de paso de una posada de Alcalá de Henares.
Recordaba la primera vez que te vi y te leí. Y describía el escenario rústico en que los siete actores tejéis la contradanza en torno a un "sí" que se presenta como impuesto y "sacrílego", aunque tú no te rebeles. Un único escenario, un solo argumento y unas pocas horas para resolver tu conflicto: si te casas por amor o por imposición. Me despedí de ti tras aquella “cortesía a la francesa” que
llenó de satisfacción a doña Irene y a don Diego que alababa tu “donaire natural”. Seguimos.
Sin “artificios ni embelecos”, contenta de tu inmediata colocación, todo es maravilla a los ojos del que tanto desea favorecerte. En otros ojos piensas tú.
La sala de paso de la posada
Sin “artificios ni embelecos”, contenta de tu inmediata colocación, todo es maravilla a los ojos del que tanto desea favorecerte. En otros ojos piensas tú.
Pablo Sanz es don Diego
Mas don Diego
insiste; desearía que te explicases libremente acerca de la proyectada
unión. Ante la insistencia, doña Irene ataja, no, a una niña no le es lícito decir “yo le quiero a usted”; el futuro
esposo replica, no, a cualquiera no, pero a un hombre con quien ha de casarse
dentro de pocos días…
Doña Irene cambia de táctica y pone en tu boca
palabras que jamás pronunciaría una niña de dieciséis años:
“...y qué bien piensa acerca de lo preferible que es para una criatura de sus años un marido de cierta edad, experimentado, maduro y de conducta..."
Don Diego no da crédito: "¡Calle! ¿Eso decía?". Y doña Irene: "no, esto se lo decía yo...". Y añade que tú escuchabas como una mujer de cuarenta años. ¡Qué cara más dura se gasta tu progenitora! Proclama que le da lástima ver como casan a una de diecisiete con uno de veintidós. Porque, para ella, todo es problema de autoridad: quién ordena, quién manda, quién corrige... a los hijos "porque sucede también que estos atolondrados de chicos suelen plagarse de criaturas...".
Diecinueve tenía ella cuando se casó en primeras nupcias con el difunto don Epifanio, de cincuenta y seis. Respetuoso, caballeroso y muy sano, mucho, si no fuera por sus "alferecías" crónicas, ataques epilépticos más recios y frecuentes después de la boda, tampoco es de extrañar. A los siete meses, viuda y encinta de un niño "como una plata" que murió de "alfombrilla"; terrible mortalidad infantil, angelitos para un cielo soñado.
Mientras tanto, don Diego considera en la posibilidad de ser padre él también, si pudo don Epifanio...Se le va el santo al cielo y no escucha a tu madre que luce matrimonios y partos como si fueran medallas honoríficas:
"¡Hijos de mi vida! Veintidós he tenido en los tres matrimonios que he tenido hasta ahora, de los cuales sólo esta niña me ha venido a quedar...".
Don Diego sueña despierto, más como un abuelo que como un padre...de los de entonces:
"Ya se ve que será una delicia y un embeleso el verlos juguetear y reír, y acariciarlos, y merecer sus fiestecillas inocentes".
La sala de paso se queda vacía, entra Calamocha, el "gracioso", criado de don Carlos, tu don Félix. Más risas porque Calamocha, cargado y quejoso de sus agujetas, compara la habitación 3 donde va a hospedarse, vieja conocida, con la colección de bichos del Gabinete de Historia Natural y las plagas del Faraón. "Y gracias a que los caballitos dijeron: No podemos más". El público empatiza y sonríe. Se oye cantar a Rita y Calamocha olvida momentáneamente su pereza:
El sí pronuncian y la mano alargan al primero que llega. Grabado de Goya.
Diecinueve tenía ella cuando se casó en primeras nupcias con el difunto don Epifanio, de cincuenta y seis. Respetuoso, caballeroso y muy sano, mucho, si no fuera por sus "alferecías" crónicas, ataques epilépticos más recios y frecuentes después de la boda, tampoco es de extrañar. A los siete meses, viuda y encinta de un niño "como una plata" que murió de "alfombrilla"; terrible mortalidad infantil, angelitos para un cielo soñado.
"¡Hijos de mi vida! Veintidós he tenido en los tres matrimonios que he tenido hasta ahora, de los cuales sólo esta niña me ha venido a quedar...".
Don Diego sueña despierto, más como un abuelo que como un padre...de los de entonces:
"Ya se ve que será una delicia y un embeleso el verlos juguetear y reír, y acariciarlos, y merecer sus fiestecillas inocentes".
Muchachos jugando a soldados.Tapiz de Goya.
Don Diego se va a pasear por el campo. Doña Irene, de repente, se acuerda del tordo, su mascota enjaulada, tal vez le hayan dejado morir, no, que ha comido "más que un avestruz"; así lo asegura Rita. A tu muy "gazmoña y zalamera" madre le urge escribir una carta urgentísima a la tíita de Guadalajara, "que estará con mucho cuidado la pobre Circuncisión". El público se reirá del tordo, del avestruz y del nombrecito de la religiosa. Y Rita rematará: "No ha dos horas, como quien dice, que salimos de allá, y ya empiezan a ir y venir correos".
Don Carlos (Carlos Larrañaga) con su criado Calamocha (el cómico Zori).
"El baile a orillas del Manzanares, de Goya". Majos y majas bailando las seguidillas.
Galán tradicional
"¿Seguidillitas?...Y no canta mal...Vaya aventura tenemos"
Aventura a la vista y ya tenemos el clima adecuado para el encuentro entre Rita y Calamocha. Ambos son criados y confidentes, conocen bien vuestro secreto, el que nació en Guadalajara, a pesar de las tapias del convento. Pero os portasteis comedidamente, que esta comedia es neoclásica.
Calamocha reconoce a Rita y le cuenta. Tu don Félix recibió tu carta, esa que escribiste contándole que tu madre iba a casarte con don Diego. Han venido desde Zaragoza "como dos centellas". Llegaron a Guadalajara y tú ya te habías ido. Paran a descansar en la posada porque los rocines están molidos y ellos a medio moler. Así que le tienes aquí, Paquita.
Y Calamocha nos lo pinta parodiando al galán tradicional de las comedias de capa y espada:
"Y enamorado más que nunca, celoso, amenazando vidas...Aventurado a quitar el hipo a cuantos le disputen la posesión de su Currita idolatrada"
Galán tradicional
A Rita le da gusto oírte, es una buena amiga: "Ahora sí se conoce que la tiene amor".
Y Calamocha vuelve a la carga; convirtiendo a tu enamorado en un personaje de romance:
"¿Amor? ¡Friolera! El moro Gazul fue para con él un pelele, Medoro un zascandil y Gaiferos un chiquillo de la doctrina".
Animoso moro Gazul Goya.
Calamocha pide información a Rita. Ya sabes, tu madre escribe cartas y más cartas, tiene concertado tu "casamiento en Madrid con un caballero rico, honrado, bien quisto, en suma, cabal y perfecto..." Y tú acosada, angustiada con los sermones de la maldita monja, te viste en la necesidad de responder que estabas "pronta" a todo lo que te mandasen. Rita te vio llorar y llorar, no querías comer ni dormir.
Sigue Calamocha en su parodia de criado de galán enamorado tradicional, un perdonavidas:
"¿Conque el novio está en la posada?
...
Pero...¿trae consigo criados, amigos o deudos que le quiten la primera zambullida que le amenaza?
...
Mira dile en caridad que se disponga, porque está en peligro.
...es necesario que mi teniente deje la visita y venga a cuidar de su hacienda, disponer el entierro de este hombre..."
Por último tontea un poco con Rita, que si este es nuestro cuarto, ¿nuestro?, no, mío y de la señorita. Después de un intercambio de cariñosos insultos, se va con los trastos. Ese botarate es un buen augurio para Calamocha.
En la próxima escena, Rita te dará una buena noticia para que seques tus lágrimas. Es más que una criada.
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Carlos Sanz y esa preciosa voz.
ResponderEliminar-Por fin he visto la obra.Cada uno en su papel esta estupendo.Zori se hace extraño no verlo con su compañero de batallas Santos.
Y como ya sabía lo que se me viene encima este mes con la Selectividad; pues me he regalado unas horas de teatro que me han sabido.
Una entrada guiada y acompañada de estos preciosos cuadros y tapices Goyescos.
Muchas gracias MªAngeles.
Besos.
Este inicio de la obra nos pone directamente en el problema de una forma tan efectiva que habla del dominio del lenguaje dramático por parte de Moratín. Me gusta cómo te diriges a esta joven, que en pocas horas aprenderá mucho de la vida...
ResponderEliminarBuenas acotaciones.
ResponderEliminarA mí lo de que doña Irene "presuma" de tantos partos y ninguno logrado, me ha devuelto a una realidad muy amarga. No sé cómo se tomaría este comentario en la época, pero hoy resulta demasiado horrible.
Situada en su contexto tiene el gran mérito de romper con el teatro anterior tan saturado de imágenes.
ResponderEliminarGracias, besos
Ya sabes que no leo el libro, pero ese retrato de la condesa de Chinchón me gusta tanto, aparte de todos los demás, que tengo que felicitarte, además de lo que te curras las entradas, por la elección de estos cuadros.
ResponderEliminarGracias, Mª Ángeles
Besos
Buenas noches, Abejita de la Vega:
ResponderEliminar¡Qué preciosas pinturas!
Suponía que te llamaría la atención el cuadro de la niña María Teresa de Borbón y Vallabriga -Condesa de Chinchón- con el perrito.
También Goya la retrató en el cuadro de “La familia del infante don Luis de Borbón”.
Un año después, al morir su padre, ingresaría -doce años- en el Convento de San Clemente de Toledo, desde los cinco hasta su salida (antes de cumplir 17) para casarla con Godoy, (de 30) y enamorado de Pepita Tudó.
Como podemos ver, no siempre la vida “real” se resolvía encontrando personas a modo de don Diego, y con final feliz, como en la obra de Leandro Fernández de Moratín.
Abrazos.
La lectura de esta entrada denota la agudeza de una analista detenida.
ResponderEliminarLa sencillez, la austeridad como contraste con el teatro de finales del Barroco. A menudo se da esta ley del péndulo en el arte y la literatura.
Excelente Goya.
Un abrazo.