Estatuas yacentes de nogal en la capilla de los Manrique, en la iglesia del convento benedictino de Palacios de Benaver (Siglo XIV) |
Ha pasado mucho tiempo desde aquel día en que me arrancaron de mi madre tierra, en aquel huertecillo donde vivía con dos compañeros, tan nogales como yo. Los tres corrimos la misma suerte, culpables de ser demasiado hermosos. Fue una dolorosa separación.
Nos condujeron hasta un lugar donde no veíamos al sol. Sin ramas, sin hojas, sin raíces...a aquel hombre sólo le interesaban nuestros troncos. Sufrimos una extraña metamorfosis a manos de aquel hombre al que llamaban maestro escultor. Nos arrancaba la madera de aquí y de allá. ¿Para qué nos sometía a continua tortura?
Mucho tiempo después, nos transportaron a otro lugar aún más oscuro. Nos colocaron encima de una piedra y acudían los humanos con sus bocas abiertas. Yo ocupaba el lugar central, me señalaban y decían que yo era la señora Teresa. Y que mis compañeros eran el señor Garci Fernández y su hijo Pedro. No comprendía nada. ¡Soy un árbol! hubiera querido gritar.
Han pasado cientos de inviernos, tantos que he llegado a conocer el lenguaje y las costumbres humanas. Al parecer, debajo de nosotros, bajo la enorme piedra, yacen tres seres humanos muertos. Cuando poseían vida eran personas principales; mas ahora sólo son despojos. El escultor quiso usarnos para que, a través de nosotros, siempre se les recordara. Por eso, metamorfoseó nuestro tronco en algo semejante a lo que fueron.
Tardé mucho en darme cuenta de que yo mismo semejaba un ser humano, una hembra denominada Teresa de Zúñiga. Aquí duerme el sueño eterno, entre su esposo y su hijo, a la espera de la resurrección...dicen.
Garci Fernández Manrique, experto en el arte de la guerra, su nobilísima esposa Teresa y su dilectísimo hijo Pedro. Esperan la resurrección de la carne. |
Se me olvidaba, hay una cuarta figura con nosotros. Representa a otro ser vivo, ese al que los hombres llaman perro. Es más pequeño, tiene cuatro patas en vez de dos y dicen que buen compañero. Conocí a muchos de ellos cuando era nogal, en aquel huertecillo, siempre inquietos siguiendo a los de dos patas. El escultor aprovechó un pedazo de uno de nosotros y colocó un perro de madera a los pies del señor Garci Fernández. Eterna e inerte compañía.
Podéis venir a visitarnos, aquí en la iglesia del convento benedictino de San Salvador, en Palacios de Benaver. En la capilla de los Manrique, los tres nogales juntos decoramos "el sepulcro de Garci Fernández Manrique, Teresa de Zúñiga y su primogénito Pedro Fernández de Manrique". Somos "esculturas de madera de nogal realizadas a principios del siglo XIV". No entiendo lo que estoy diciendo, pero lo sé de memoria de tanto oírlo.
Nos habló un nogal, digo... una estatua, no...la noble dama Teresa Zúñiga, esposa de Garci Fernández Manrique, de la nobilísima estirpe de Lara.
Un abrazo para todos los que me visitáis de:
María Ángeles Merino
me has hecho recordar a estos otros en el museo de Burgos.
ResponderEliminarY ya sometido a mis actuales humanas formas.
ResponderEliminarMe podrían haber dado garganta y boca.
Así como pulmones para volver a sentir el aire de mis añoradas hojas.
No digan que visitan tres tumbas, me visitan a mí, humilde madera castellana.
Que un día registro las horas y ahora ya no espera nada.
¡Cuántos monumentos teneis en Palacios de Benaver! Lástima de nogal pero tu le has dado vida... Besotes, M.
ResponderEliminaruna muy curiosa y original manera de darnos a conocer estas tallas... me ha encantado.
ResponderEliminary que bonito que el escultor haya dejado un fiel compañero a los pies del señor, un perrillo... emotivo detalle que dice mucho del escultor.
biquiños,
Oye ese sepulcro esta finísimamente esculpido, me parece increíble que después del correr de tantos avatares, siendo de madera se conserve así de estupendo, este nogal en el fondo debe estar orgulloso, pues su cuerpo en lugar de haberse podrido y desaparecer forma parte del Arte
ResponderEliminarHola, María Ángeles:
ResponderEliminarAl menos queda el recuerdo de aquel nogal, plasmado en las esculturas, otra habría sido su suerte si cae en manos de un leñador.
Un abrazo.
Un honor para un nogal llegar a ser humanizado, gracias a tu imaginación.
ResponderEliminarBonita e instructiva la lección de Historia.
Abrazos, Mª Ángeles.
Vivanco: sí, yo también penséen esas del Museo de Burgos, esas están en peor estado.
ResponderEliminarAgustín: algo se espera siempre.
Merche: le di vida y, sobre todo,el artista le dio una vida nueva.
Aldabra: el detalle del perrillo me gustó, es símbolo de fidelidad.
Delgado: tienes razón,pasó al mundo del Arte, una forma de inmortalidad.
Rafael: bienvenido, hubiera sido solo leña.
Pamisola: la historia es buena maestra.
Un abrazo para todos .
Pmiaol
Buenas noches, Abejita de la Vega:
ResponderEliminarQué artistas en talla de madera
Me he recordado de la Sillería de la Catedral.
El perrillo fiel, y espabilado, es lo que hace que la visión del grupo de durmientes eternos, sea autorizada para todos los públicos. Y el rayito de luz que entra por la ventana. Si no, muy artístico, pero tan oscuro, da un poco de susto. Y los ricos, ¿ves? dentro de la iglesia, ‘protegidos’ hasta cuando mueren.
Abrazos.
Gelu: muy artístico, pero algo tenebroso, tienes razón. Hubo grandes tallistas en madera en nuestra tierra, me pones un ejemplo extraordinario: la sillería del coro catedralicio. Aquellos árboles alcanzaron la gloria de convertirse en obras de arte.
ResponderEliminarLos Manrique de Lara, muy ricos y poderosos, ´demostraban esa superioridad incluso cuando eran un montón de huesos.
Besos
Algunas de las esculturas que más me gustan están hechas de madera de nogal. Materia noble donde las haya.
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