sábado, 31 de diciembre de 2011

¡Seamos felices!

María Ángeles y su cámara rosa.

Queda prohibido llorar sin aprender,

levantarte un día sin saber que hacer,


tener miedo a tus recuerdos...

Recuerdos


Queda prohibido no sonreír a los problemas,

no luchar por lo que quieres,



Abandonarlo todo por miedo,



No convertir en realidad tus sueños,...



Queda prohibido no intentar comprender



a las personas,



pensar que sus vidas valen menos que la tuya,



no saber que cada uno tiene su camino y su dicha...



Queda prohibido no crear tu historia,



no tener un momento para la gente que te necesita,


no comprender que lo que la vida te da,



también te lo quita...



Queda prohibido, no buscar tu felicidad



no vivir tu vida con una actitud positiva,



no pensar en que podemos ser mejores,



no sentir que sin ti, este mundo no sería igual...




(Pablo Neruda)





¡FELIZ AÑO 2.012! Obedezcamos a Neruda y ¡seamos felices!


Gracias a mi compañera Soco que me envió este poema con la felicitación del Año Nuevo. Os la reenvío a todos vosotros, los que pasáis por este "rinconcito como otro cualquiera". ¡Qué difícil es no tener miedo a los recuerdos! ¡Qué difícil es todo! ¿Verdad?

miércoles, 28 de diciembre de 2011

"Sonata de estío": solo rosas de Venus...


Comentario a mi lectura de las páginas 137 - 153 de "Sonata de estío", de Valle Inclán. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.


El de Bradomín y la Niña Chole, "ya dispuestos para la jornada de aquel día", se asoman a un sensual jardín. Junto al alegre saludo de los pájaros al sol, las húmedas albahacas lo hacen con una evocadora fragancia.

«Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos  y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas  habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora..."

¡No! eso no es lo que iba a  copiar, ahora no toca Quijote. ¿En qué estaría pensando? ¿En la fecha de hoy? Es este otro:

"Comenzaban los pájaros a cantar en los árboles del jardín saludando al sol... Las albahacas, húmedas de rocío, daban una fragancia intensa, casi desusada, que tenía como una evocación de serrallo morisco y de verbenas."



Pero la Niña Chole está triste. La cabeza sobre su hombro, un débil suspiro, los  ojos "lánguidos y brillantes" le acarician con "una mirada larga e indefinible". Deben separarse, su vida corre peligro, los criados podían irse de la lengua. Confiesa , con lágrimas en los ojos, haber cometido "el más abominable de los pecados"y  solo el Papa puede absolverla.

Irán juntos a echarse a los pies de Gregorio XVI, propone él, antiguo capitán de la Guardia Noble. No, replica ella, ha de ir sola; el pecado es solo suyo.

Gregorio XVI (1831 -1846)
Él nos deja con la boca abierta cuando propone cometer otro pecado igual, "por amor y por galantería". Ella le suplica que no diga eso, es un disparate, y explica:

"Yo era una pobre criatura inocente cuando fui víctima de aquel amor maldito".

 Él adivina, es "el magnífico pecado de las tragedias antiguas". Las relaciones incestuosas , como las  de Mirra o Salomé.


Y pone en sus labios "un beso de noble perdón". Dulcemente le dice " Todo lo sé. El general Diego Bermúdez es tu padre."

Conmovida, ella  oculta la cabeza en su hombro. Sus "labios temblaron ardientes sobre su oreja fresca nacarada y suave como concha de perlas".


La Niña teme  acompañarlo,  el general los mataría. Se enlaza a su cuello,  lee en sus ojos. Él los cierra  teatralmente, fingiéndose deslumbrado. Ella pregunta si la llevará consigo sin saber toda su historia. Y le asegura:

"Eres el único hombre a quien he querido, te lo juro, el único... Y, sin embargo, por huir de mi padre, he tenido un amante que murió asesinado".

Bradomín vive apasionadamente el presente y no desea saber "toda su historia", eso lo aplaza para cuando dejen de quererse, "si llega ese día". Bien sabe él que llegará.  "Tembloroso de pasión" , la besa  en "aquellos ojos sombríos" y en "aquellos labios sangrientos".


Las campanas tocan a misa de difuntos. En la iglesia del convento, ante el cadáver de una monja , tiene lugar un episodio con balas, cuyo protagonista es un bandido "plateado" llamado Juan Guzmán.


El de Bradomín lo defenderá sin conocerlo, solo porque "tenía el gesto dominador y galán" de un capitán del Renacimiento. Alguien que " mató siempre sin saña, con frialdad, como matan los hombres que desprecian la vida, y que, sin duda por eso, no miran como un crimen dar la muerte". Y, por supuesto, "también tenía una leyenda de amores".
El viejo marqués narrador admira los  rasgos aventureros y  donjuanescos del bandido. En su opinión, solo le faltó acabar sus días en olor de santidad, el broche final para un don Juan:

"Qué hermoso destino el de ese Juan de Guzmán, si al final de sus días se hubiese arrepentido y retirado a la paz de un monasterio, para hacer penitencia como San Franco de Sena!"


Después tornan a Veracruz y embarcan en la fragata Dalila. 


Hay una partida de naipes a bordo. Bradomín gana a los tahúres "jarochos" , hasta el momento en que su mirada se cruza con un "adolescente taciturno y bello"que atrae la atención de la Niña y provoca sus celos. Alto, rubio, blanco, con ojos azules"...y al mirar entornaba los párpados con arrobo casi místico". ¡Y , además, el muy eslavo consigue burlar a los jarochos ganando setecientos doblones!



La Niña Chole, reclinada en la borda "apartábase lánguidamente los rizos que, deshechos por el viento marino, se le metían en los ojos, y sonreía al bello y blondo adolescente". El marqués palidece de celos y de cólera, mata con la mirada.
La Niña  se le cuelga del brazo "como una gata zalamera y traidora". Él se muestra altivo, ella le clava los ojos "con tímido reproche". Le besa celosa; le pregunta si está triste, si está enojado. Se cuelga de sus hombros e intenta el chantaje emocional:

"Ya no me quieres! ¡Ahora qué será de mí!... ¡Me moriré!... ¡Me mataré!... Y sus hermosos ojos, llenos de lágrimas, se volvieron hacia el mar donde rielaba la luna. "

Con voz "apasionada y contrita" murmura un "perdóname". Él contesta que no hay nada que perdonar. Ella se sonríe , aliviada, y deshace el malentendido:

"Estás enojado conmigo porque antes he mirado a ése...Como no le conoces, me explico tus celos."

Y contempla, con asombro, al "blondo adolescente" conversando alegremente "con un grumete mulato", al que luego asirá por la cintura. La Niña le confirma  "con picaresca alegría"; así es, le habré sonreído unas tres o cuatro veces. El rubio ni caso, seguramente le conmueve más una sonrisa masculina, la del marqués mismamente.

Él sonríe y le advierte que debía tener celos , que "puede sacrificarse a Hebe y a Ganimedes". La alusión mitológica tal vez no sirva de mucho a la Niña, seguramente desconoce que  " Zeus hizo a Ganimedes su amante y copero, suplantando a Hebe.

Zeus y su copero Ganimedes.
De repente se entristece, no creo que la causa sea  la ignorancia mitológica de la criolla. Y medita y afirma amar "a los clásicos casi tanto como a las mujeres". Es "la educación recibida en el Seminario de Nobles".  Oímos la voz del viejo marqués meditando en torno a  sus amados clásicos y a la homosexualidad. Aquellos primeros lectores  se escandalizarían al leer lo de "Aquel bello pecado, regalo de los dioses y tentación de los poetas..." La burguesía quedaría impresionada.

Siguiendo al "amable Petronio", lamenta que " los siglos hayan hecho un pecado desconocido de las divinas fiestas voluptuosas". Que ...las sombras de algunos escogidos ...renacen el tiempo de griegos y romanos... los efebos sacrificaban ..." ¿Cómo se atrevió Valle Inclán a escribir esto en 1903?




Por si fuera poco escribe: "El cielo, siempre enemigo..." Y el enemigo dispone que "sólo las rosas de Venus floreciesen en mi alma". Envejece y eso le desconsuela, considera que debe ser grato ahora "penetrar en el jardín de los amores perversos."

Sobre su alma han pasado todos los pecados, todas las virtudes. Ha conocido todos los dolores, todas las alegrías. Todas las fuentes, todos los caminos. Fue amado de las mujeres. Sólo dos cosas  han sido misteriosas para él: el amor de los efebos y la música de Wagner.

Solo rosas de Venus...

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Pedro Ojeda dice en "La acequia":


"Mª Ángeles Merino comenta el inicio de la relación del Marqués con la Niña Chole: ni el jardín, ni los pecados ni los rizos se le escapan, aunque está a punto de hacer quijoterías. Allí encontraréis también a una Abejita aficionada al juego y peligrosa..."

jueves, 22 de diciembre de 2011

"Sonata de estío": el cortejo de dos "moscas de luz".


Comentario a mi lectura de las páginas 126 -136 de "Sonata de estío", de Valle Inclán, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.


Acompañamos al de  Bradomín y a la  Niña Chole, bien escoltados, entre arenas, cactus y  jacales miserables. Asoman " mujeres cobrizas, con la tristeza transmitida, vetusta, de las razas vencidas".  El narrador, un marqués español ya anciano, no abandona la heredada arrogancia del vencedor.

Ya puesto el sol, divisan una aldea india. Una bella pintura en rojo y en azul, un toque de blanco polvoriento y el amarillo de los maizales:


 "... se aparecía envuelta en luz azulada y en silencio de paz. Rebaños polvorientos y dispersos adelantaban por un camino de tierra roja abierto entre maizales gigantes."


La aldea está "silenciosa y humilde", "dormida"; tan solitaria como aquellas "remotas aldeas abandonadas al acercarse los aventureros españoles". Aquellos conquistaron las Américas, él emprende la de la Niña Chole.

"Un enorme nido de zopilotes", o sea buitres,  en el campanario de la iglesia pregona el abandono de la aldea, la sutil ironía anticlerical de Valle, o ambas cosas. 



"Distraidos en plática galante" llegan al convento de las "Comendadoras Santiaguistas", donde van a hospedarse.



Una monja  donada les conduce a la hospedería. Atraviesan "un claustro sombreado por oscuros naranjos", el cementerio de las religiosas. Oímos sus pasos sobre  sepulcros  olvidados  y el llanto de la fuente. Nos sorprenden unas  lucecillas danzando en la oscuridad,  es el cortejo de las "moscas de luz". La muerte y la vida:


"Sobre los sepulcros, donde quedaban borrosos epitafios, nuestros pasos resonaron. Una fuente lloraba monótona y triste. Empezaba la noche, y las moscas de luz danzaban entre el negro follaje de los naranjos."


Tras el "largo son" del manojo de llaves, el marqués se presenta con su título. Cuando la Madre Abadesa finalice su larga plática con el Señor Obispo , podrá conocerla. Aquí acaba su ruta y cumplirá un voto.

La monjita se derrite ante tanto señorío y  pregunta si "la Señora mi marquesa también". La Niña  envía una mirada burlona. Responden a dúo el "también, hermana, también". Se quedan solos, él le besa la mano y la Niña se alarma repentinamente:
" ¡Téngase por muerto como recele algo de esta burla el general Diego Bermúdez!"


Pero la alarma cesa pronto y participa  gustosa en la burla.

Con tan ilustres invitados, ha de aparecer pronto  la Madre Abadesa," flotante el blanco hábito",  con la roja cruz de Santiago, como una reina; como una papisa diría yo."Amable y soberana" saluda en latín. Blanca y rubia, con un  "hermoso aspecto de infanzona", nacida en Viana de Prior... pertenece a un antiguo mayorazgo desaparecido. En su tierra gallega  conoció a un Marqués de Bradomín muy anciano...sí, el abuelo de este que tiene ante sus ojos.



 La criolla Niña Chole duda cuando la Madre le  pregunta por su origen más o menos español. Él, para ayudarla, ha de inventar " toda una leyenda de amor, caballeresca y romántica". 


La protagonista de la triste y falsa historia sepulta "el rostro entre las manos sollozando con amargo duelo". La abadesa se emociona y utiliza su escapulario como abanico para darle aire.

Salen al poético jardín cerrado,  a la luz de la luna; aquí los mirtos venerables se llaman  arrayanes, las tortuosas sendas forman el laberinto y llora una fuente:

"El jardín estaba amurallado como una ciudadela. Era vasto y sombrío, lleno de susurros y de aromas...oscuros arrayanes bordados por blancas y tortuosas sendas: La luna derramaba sobre ellas su luz lejana e ideal como un milagro."


Arrayán o mirto.

La "Marquesa" desea calmar su sed en la fuente. Se lo impiden dos legas, es agua bendita y sólo la Comunidad tiene bula papal  para beber el agua que vierte un angelote meón. La ridícula situación nos pinta una sonrisilla.

Es agua santa del Niño Jesús! Y las dos legas, hablando a coro, señalaban al angelote desnudo, que enredador y tronera vertía el agua en el tazón de alabastro por su menuda y cándida virilidad."




El marqués asegura con socarronería que la marquesa tiene bula también para eso. Y ella bebe aplicando los labios al santo surtidor. ¿Un sacrilegio?

La Madre Abadesa pregunta ruborosa si hay que disponer otra celda para el marqués. No será preciso, acompañará a la Marquesa, tan medrosa, la pobre.  La superiora manifiesta su respeto por aquellos  que Nuestro Señor une con "santo lazo". Y el incorregible Bradomín siente " la tentación de pedirle que me acogiese en su celda, pero fue sólo la tentación". Tan bella, con su blanco hábito. Estamos ante un don Juan, aunque sea feo, católico y sentimental. Y una religiosa queda muy bien en su relación de conquistas.

Por fin llega a la celda nupcial, "espaciosa y perfumada de albahaca". Afuera "el argentado azul de la noche tropical destacaba negras y confusas las copas de los cedros." Los árboles oscuros son los pensamientos oscuros.




Entreabre "el blanco mosquitero con que se velaba pudoroso y monjil, el único lecho que había en la estancia."

 La Niña Chole duerme, en sus labios "aún vagaba dormido un rezo". Se inclina para besarlos, ella se despierta "sofocando un grito". A la pregunta de qué hace usted ahí, él repone: "Reina y señora, velar tu sueño." Le recuerda "sus derechos conyugales, reconocidos por la Madre Abadesa". ¿Conyugales?

Enojada, repite:

"¡Oh!... ¡Qué terrible venganza tomará el general Diego Bermúdez!"

Sonríe, ella monta en cólera, le pone en la faz  " sus manos de princesa india, manos cubiertas de anillos, enanas y morenas, que yo hice prisioneras" . Se las oprime hasta que lanza un grito, se las besa. Ella solloza, se deja caer sobre las almohadas. Él no intenta consolarla, siente "un fiero desdeño lleno de injurias altaneras". Sonríe para disimular el temblor de sus labios. Apoyado en la reja, contempla "el jardín susurrante y oscuro".

El grillo canta, llama a su hembra. La niña Chole solloza apagadamente, él se conmueve a ratos.

Grillo hembra.

En el silencio de la noche, dobla una campana del convento. La Niña le llama, es "la señal de la agonía". Se santigua devotamente.


Él se acerca a su lecho. Ella exclama que "alguien se halla en trance de muerte". Él le toma las manos y amorosamente le dice si acaso fuera él. Le sugiere la presencia, en el convento, del general Diego Bermúdez.

Grita ¡no! ¡no!, él "le oprime las manos", ella llora. Él quiere "enjugar sus lágrimas", ella suplica, se queda sin voz. Se queda mirándole, "temblorosos los párpados y entreabierta la rosa de sus boca". La campana sigue, "lenta y triste". La brisa les trae aromas del jardín.

Cesa la campana y la besa. Parece consentir. De pronto, la campana dobla a muerto. La Niña Chole grita y se refugia en sus brazos.

Sus manos comienzan a "desflorar sus senos". Ella suspira, entorna los ojos y celebran, por fin , lo que él llama "nuestras bodas". "Siete copiosos sacrificios" ofrecen a los dioses, ha triunfado la vida sobre la muerte.

Miedo al infierno o miedo a un padre marido. La vital Niña Chole de la "Sonata de estío" no me parece tan distinta a la moribunda Concha de "Sonata de otoño" ; pero eso no ha pasado todavía, aunque ya esté escrito.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino ilumina los primeros tiempos de la relación entre la Niña Chole y el Marqués de Bradomín, subrayando todas las contradicciones reflejadas en el texto de Valle y la personalidad de los protagonistas..."

miércoles, 14 de diciembre de 2011

"Sonata de estío": mar esmeralda, mar de plomo, rojas espumas, dorada playa y venerable parador.

San Juan de Ulúa.

Comentario a mi lectura  de las páginas 112- 125 de "Sonata de estío", de Valle Inclán, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

En la última entrada, dejamos a la niña Chole subiendo a cubierta, en " los hercúleos hombros de un marinero negro".  El de Bradomín la observa: "asustada y divertida" se agarra a los cabellos del gigante, que la toma al vuelo. Ambos ríen cuando el agua  les salpica. El corazón del marqués late violentamente. Oigo unas risas divertidas  y veo la cara lívida de un celoso marqués. Esto último no está en el texto, por cierto.


No, el contenido de la "Sonata de estío" no es especialmente interesante, sólo fija los mimbres que el autor necesita para tejer su preciosísimo lenguaje . El lector , a menudo, queda prendado por la música de las palabras ;  vuelve a ellas  y su imaginación construye una imagen mental en sintonía con lo leído. Cada uno lee su "Sonata de estío", no hay una lectura igual a otra. Es la magia de los libros.

Leo. El protagonista huye a su camarote, mientras "las luces del amanecer cabrilleaban en los cristales". Releo. suena bien el verbo "cabrillear" ¿Cómo cabrillean las luces del amanecer en los cristales? Tengo que recurrir al diccionario. Cabrillean, rielan, brillan con luz trémula. Cierta  vez vi cabrillear la luz del sol en  el mar, ni amanecía ni había cristal; pero me hago una idea.

Luz del sol cabrilleando sobre el mar


Oigo"voces y gorjeos". ¿Cómo suena un gorjeo? Es una voz humana que recuerda a la de un pájaro, pienso en voces femeninas de algún coro aficionado.

De pronto un rayo de sol toma vida y se convierte en un niño juguetón. La niña Chole es una visión fugaz en un espejo. Más o menos, como Felipe IV y doña Mariana reflejados en el espejo de "Las Meninas".

"Un rayo de sol más juguetón, más vivo, más alegre, ilumina la cámara, y en el fondo de los espejos se refleja la imagen de la Niña Chole."

 A continuación, vivimos un día lento, tedioso y sin viento que mueva las velas. Hay días así, nos dan ganas de soplar a ver si algo se mueve.

"Fue aquél uno de esos largos días de mar encalmados y bochornosos que navegando a vela no tienen fin. Sólo de tiempo en tiempo alguna ráfaga cálida pasaba entre las jarcias y hacía flamear el velamen."


"Avizorado y errabundo" espera que la Niña Chole se deje ver sobre cubierta. "Desengañado", se sienta en la popa, a contemplar un  mar dormido. Pero los rizos de la estela bullen. ¿Hierven, se agitan, se mueven, no paran quietos?

 "Sobre el dormido cristal de esmeralda, la fragata dejaba una estela de bullentes rizos"

"Al declinar el sol se levantó una ventolina" y la fragata da "fondo en aguas de Veracruz". La contemplación del mar y  la ciudad de Veracruz le inspira esto:

"Vi la ciudad que fundaron, y a la que dieron abolengo de valentía, espejarse en el mar quieto y de plomo como si mirase fascinada la ruta que trajeron los hombres blancos"

San Juan de Ulúa
¿Racismo? Acompaño al protagonista en el recuerdo de aquellas lecturas infantiles "medio históricas, medio novelescas".

 "...en que siempre se dibujaban hombres de tez cobriza, tristes y silenciosos como cumple a los héroes vencidos, y selvas vírgenes pobladas de pájaros de brillante plumaje, y mujeres como la Niña Chole, ardientes y morenas, símbolo de la pasión que dijo un cuitado poeta de estos tiempos."


Una visión de la Historia de rancia enciclopedia escolar, unas selvas como las de una colección de cromos, para desembocar en la Niña Chole, "ardiente y morena". ¡Y aterriza en las Rimas de nuestro Bécquer! ¡Y lo llama cuitado! Gustavo Adolfo bubiera exclamado: "¡No es a tí, no!"

´Su "imaginación exaltada" le hace sentirse un conquistador, un Hernán Cortés quemando las naves. Triunfalmente dice:


" Yo iba a desembarcar en aquella playa sagrada... y al perderme, quizá para siempre, en la vastedad del viejo Imperio Azteca, sentía levantarse en mi alma de aventurero, de hidalgo y de cristiano, el rumor augusto de la Historia."

Cortés quema sus naves

Pero, en lugar de tan augusto rumor, oye un griterío  en  español, inglés y chino. Son los nuevos conquistadores, los buscadores de oro.

Oscurece y "el deseo ardiente" se metamorfosea en  "ansia vaga de amor ideal y poético".  Algo más puro y más valioso. Todo es calma en una bella noche literaria, la "noche americana de los poetas":

"Gime la brisa, riela la luna, el cielo azul turquí se torna negro, de un negro solemne donde las estrellas adquieren una limpidez profunda".


Acaba de bajar a su camarote cuando su esclavito mulato le avisa de que suba a cubierta, para ver a "un moreno que mata los tiburones en el agua con el trinchete". Es el "negro colosal" que "se sacude como un gorila" y "sonríe mostrando sus blancos dientes de animal familiar". "Un tiburón medio degollado" se balancea en cubierta. De repente rompe el cable y desaparece. Se oye una voz femenina, es la niña Chole, cruel e insensible.

Ofrece más dinero al negro para que cace el tiburón. Va a tener lugar un episodio sangriento que no pega ni con cola respecto al resto de la sonata, como si lo hubieran extraído a la fuerza de una novela de aventuras. El moreno no las tiene todas consigo pero, presionado por la Niña, se lanza a las oscuras aguas y:

"...salió a flote la testa chata y lanuda del marinero que nadaba ayudándose de un solo brazo, mientras con el otro sostenía entre aguas un tiburón apresado por la garganta, donde traía hundido el cuchillo... Tratóse en tropel de izar al negro...y cuando levantaba medio cuerpo fuera del agua, rasgó el aire un alarido horrible, y le vimos abrir los brazos y desaparecer sorbido por los tiburones. "


De aquí.

La Niña Chole arroja las monedas prometidas al agua y exclama : "¡Bien se lo ha ganado!". Aunque el marqués está horrorizado, una mirada y una sonrisa lo convierte en sumiso esclavo. Esta mujer no me gusta nada. En cuanto a él , calificaría su entontecimiento con una palabra grosera que nunca escribiría en un blog.

"Yo debía estar más pálido que la muerte, pero como ella fijaba en mí sus hermosos ojos y sonreía, vencióme el encanto de los sentidos, y mis labios aún trémulos, pagaron aquella sonrisa de reina antigua con la sonrisa del esclavo que aprueba cuanto hace su señor".

Desembarca con el alba, siente "terror de amar"; mas se siente débil como una débil mujer:


 "... llegado al trance de poner tierra por medio, siempre me habían faltado los ánimos como a una romántica damisela. ¡Flaquezas del corazón mimado toda la vida por mi ternura, y toda la vida dándome sinsabores!"



Cuando llega  a la playa en su esquife, acaba de varar otra embarcación. "Una mujer blanca y velada" salta a la orilla. Es ella, caerá en la tentación;  pero no ha sido el diablo quien le ha robado  la palma del mártir que nunca fue. Leo con una sonrisa irónica:


 "Hay mártires con quienes el diablo se divierte robándoles la palma, y desgraciadamente, yo he sido uno de ésos toda la vida. Pasé por el mundo como un santo caído de su altar y descalabrado."

San Sebastián con su palma.
¿Santo? De santo a "conquistador antiguo", "orgulloso y soberbio", como cierto antepasado suyo, ante "las princesas aztecas sus prisioneras". Con idéntica sonrisa leo:

"...y sin duda la Niña Chole era como aquellas princesas que sentían el amor al ser ultrajadas y vencidas, porque me miraron largamente sus ojos y la sonrisa más bella de su boca fue para mí."

Pero él supo" permanecer desdeñoso". ¿Desdeñoso? ¿Cómo puede ser tan cínico?

Coinciden en " aquella playa de dorada arena" los dos cortejos, sobre sus cabezas vuelan  pájaros de mal agüero:

 "... la Niña Chole entre un cortejo de criados indios, yo precedido de mi esclavo negro. Casi rozando nuestras cabezas volaban torpes bandadas de feos y negros pajarracos. Era un continuado y asustadizo batir de alas que pasaban oscureciendo el sol."

Pajarracos negros.

 Tocan a misa en una iglesia que está al paso, la Niña Chole antes de entrar en el templo le envía una sonrisa. Ahora lo remata así:

" ¡Pero lo que acabó de prendarme fue aquella muestra de piedad!"

De aquí
Se aloja en un venerable, muy venerable parador. Espera reunir una escolta y ponerse de camino en pocas horas. Desea llegar pronto a las tierras que fueron su mayorazgo. En los caminos mexicanos abundan los bandoleros, no es conveniente ir sin protección, aunque los asaltadores ya no son lo que antaño eran.

De pronto, aparece en el patio la Niña Chole, dando órdenes a sus séquito. Le envía "tres indias núbiles" con el recado de que junten las escoltas en el camino, pero no hay quien entienda a las muchachitas.

La Niña le recibe "con  voz de sacerdotisa y de princesa". Le comunica que  va a Necoxtla. "Haciendo una cortesía versallesca" responde que eso "está seguramente en su camino". Cuando la Niña conoce su verdadera ruta le ruega que siga su camino.

Camino mexicano.
La respuesta asombra a la Niña: "Tengo el propósito de secuestrarla a usted apenas nos hallemos en despoblado". 

Ella pregunta si son locos todos los españoles. Él, arrogante, contesta:
"Los españoles nos dividimos en dos grandes bandos: Uno, el Marqués de Bradomín, y en el otro, todos los demás."

Elle le mira risueña. Le dicen que todo está dispuesto para el camino. Harán parada en el convento de San Juan de Tegusco. Le advierte que va a reunirse con su marido, no vaya a ser que se balee con él. Si preguntan le dirán quién es el general Diego Bermúdez.

El marqués sonríe desdeñosamente. Ella le pide que le calce la espuela. Le calza el espolín y lo besa tan apasionadamente que ella exclama risueña:  "Señor, deténgase en los umbrales". Y deja caer la falda "levemente alzada".

El ruido de la fuente ofrece un alivio "en medio de aquel ambiente encendido".

"... la fresca música del agua me recordaba de un modo sensacional y remoto las fatigas del desierto y el delicioso sestear en los oasis"


 Las dos huestes se reúnen. Mercenarios, "antiguos salteadores...fatigados de la vida aventurera" que han de escoltarles "a través de los arenales de Tierra Caliente".


 La Niña Chole reaparece en el patio, él se acerca sonriendo y ella  "fingiéndose enojada, batió el suelo con su lindo pie". El marqués de Bradomín traduce, no le importa el camino...


Un abrazo para los que pasáis por aquí de:


María Ángeles Merino

Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"También tiene razón Mª Ángeles Merino al comentar la importancia del lenguaje como tema mismo de la obra en su reseña de lo que ocurre tras la subida al barco de la Nina Chole."

domingo, 11 de diciembre de 2011

"...aquella endiablada moza de Marcela..."

Las cabras sin los cabreros.

Comienzo a leer el capítulo 1.12. En el anterior, tuvimos por aquí los cabreros y don Quijote nos obsequió con un áureo discurso. Es que nuestro hidalgo  se embala cuando tiene el estómago lleno. ¿Os acordáis del tasajo y las bellotas? ¿Y de la música de rabel y de la ingrata Olalla? Ya, ya sé que estamos en el duodécimo.

"Estando en esto...". En esto estoy  cuando aparece en mi pantalla, tan acostumbrada a visitas quijotescas, un mozo de aspecto rústico. Tiene que ser Pedro, el del "bastimento", a juzgar por la cesta que trae al brazo.

Bastimento

Así es, señora mía. Pedro, cabrero y abastecedor de cabreros, para servirle. Saludo a voacé. Me envían los compañeros. Ellos me dicen que ya pasaron por aquí.


Pedro, el del bastimento.

Le cuento:

Aquel día, ese que cuenta el famoso libro, subo desde el aldea a la majada. Llevoles provisión de pan y noticias frescas. He de contarles lo de la muerte del pastor estudiante Grisóstomo, "muerto de amores, de aquella endiablada moza de Marcela, la hija de Guillermo el rico". Sabe voacé, la que va en hábito de pastora por esos andurriales.

"Esa endiablada moza de Marcela"

El desdichado de Grisóstomo muerto está. Y manda en su testamento que le entierren a lo moro, en el campo, al pie de la peña, la de la fuente del alcornoque; donde vio por vez primera a esa ingrata moza de Marcela. No, una moza de Marcela no; Marcela mesma.

Fuente de la peña.

Y manda otras cosas que los abades no han de cumplir, cosas de gentiles, sabe vuesa merced. Pero su amigo Ambrosio, pastor estudiante como el difunto, está dispuesto a cumplirlas. Sobre esto anda el pueblo alborotado:

-
Mira, ahí va Ambrosio. ¡Cómo moro quiere enterrarlo!

-¿Sabéis dónde piensan enterrar al difunto Grisóstomo?

-¡Cuándo se entere el abade!

-Me cuentan que al pastor estudiante lo ponen a escurrir...

Mira, ahí va Ambrosio. ¡Como moro quiere enterrarlo!
¿Sabéis dónde piensan enterrar al difunto Grisóstomo?
¡Cuándo se entere el abade!
Me cuentan que  al pastor estudiante lo ponen a escurrir.

Les digo que será cosa "muy de ver" y  "yo no dejaré de ir a verla". Ellos tampoco se quieren perder el entierro, junto al alcornoque. Echarán a suertes quién se queda junto a las cabras. No, no es preciso tal sorteo, hay un cabrero con el pie malo, él lo hará por todos.

Un extraño caballero, al que llaman don Quijote, pregunta por el muerto y la pastora. Ahora que vivo en el limbo de los personajes secundarios del famoso libro, sé  bien  quién es el "ingenioso hidalgo". Pero, en aquella ocasión, me hacía de cruces escuchando su discurso.


Le cuento lo que sé. El muerto es un hijodalgo rico que fue estudiante en Salamanca. Mu sabio, mu leído era el mochacho.  Anunciaba cuándo iba  a ser el "cris" del sol y la luna , si el año iba a ser abundante o "estil", lo que convenía sembrar...de to.


El señor don Quijote me corrige: que si eclipse, que si estéril, que si astrología es esa ciencia.

Y un día Ambrosio “remaneció vestido de pastor", despojándose de los hábitos  largos de escolar. Lo mismo hizo Grisóstomo, su compañero de estudios.

¡Ah! Se me olvidaba . El difunto era de  componer coplas, villancicos y autos que era un primor.



Cuando los del lugar vieron de pastores a los dos escolares no podían adivinar qué les había movido a tamaña bobería. Ya en este tiempo había muerto el padre de Grisóstomo y heredado su hijo muchos ganaos y tierras. Dueño soluto de to y  buena presona, pa mí que le aburría ocuparse de su hacienda y se puso a jugar a ser pastor como los de sus libros. Ya sabe: prados amenos, aguas como el cristal y to el día de palique con guapas pastorcicas.




Después se vino a entender que era para ir por esos despoblados en pos de esa Marcela, de la cual andaba enamorado. Don Quijote no me ha preguntado entodavía por la rapaza, pero yo le adelanto que no habrá oído nunca algo así, “aunque viva más años que sarna”. Y el viejo me replica, que diga "Sarra" y no sarna. Si sabré yo lo que dura la sarna. Un poco inritado, le cuento ahora quién es Marcela. A la manera de los cuentos, le digo que en nuestra aldea hubo un labrador más rico entodavía quel de Grisóstomo, al cual dio Dios una hija de cuyo parto murió su madre, la más honrada y bella mujer. De pesar muere el padre poco después y queda Marcela, huérfana y sola, en poder de un tío suyo sacerdote.

Sigo con que la niña creció tan bella, tan bella que enamoraba a los más , aunque su tío la guardaba con "mucho encerramiento". Y su fama se extendió muchas leguas a la redonda. Y rechazaba a todos los que su tío le proponía, que todavía no se sentía hábil para la carga matrimonial.


Pero hete aquí que la niña Marcela se viste un día de pastora  y se va con las zagalejas a cuidar su ganao. Y tos detrás, "ricos mancebos, hidalgos y labradores", tos de pastores, requebrándola por esos campos. Uno de ellos, nuestro difunto.
 
Y no se piense nadie que haya dado indicio de faltar a "su honestidad y recato", aunque viva sin recogimiento. Mira tanto por su honra que ninguno se puede alabar de "que le haya dado alguna esperanza de alcanzar su deseo". A todos trata "cortés y amigablemente", pero si les ve alguna intención, "los arroja de sí como con un trabuco".


Y con esto hace Marcela más daño que la peste porque atrae a los corazones y luego los hace desesperar. Por sierras y valles suenan los lamentos, por aquí cerca hay dos docenas de altas hayas, todas con su nombre grabado. Suspiran, quejan, cantan endechas, se quejan "al piadoso cielo".


Triunfa la hermosa y todos esperamos en qué ha de parar "su altivez". Quién ha de ser el que domeñe su terrible condición y goce de tantísima hermosura.

Todo lo que conté a don Quijote es verdad y creo que también lo de la causa de la  muerte de Grisóstomo. Aconsejo al viejo hidalgo que no falte al entierro, que no es más de media legua. Me contesta que en cuidado me lo tiene y que me agradece el gusto que le he dado "con la narración de tan sabroso cuento". 


No me gusta que se lo tome como un cuento y le replico. Mañana, en el camino, podremos encontrar quien nos cuente más "casos sucedidos a los amantes de Marcela". Yo no sé ni la mitad.

Le aconsejo que se vaya a dormir bajo techo, que el sereno puede dañarle la herida de la oreja, Aunque el romero masticado con sal es buena medicina, pienso.

Antes de retirarme, señora mía, le digo que aquí nadie desea vivir su verdadera vida. Los señoritos quieren ser pastores y los honrados hidalgos van de caballeros andantes. Y a los pastores de verdad , como nosotros, ciertamente nos gustaría vivir como los hijos de los labradores ricos, aunque haya que ponerse en hábito de  pastor y recitar endechas.

Me retiro. Quede voacé con Dios.


Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Sólo añadir que las imágenes de esta entrada pertenecen al Belén instalado en "Don Colchón", en la Avenida de la Paz, en Burgos. Y aprovecho para desearos Feliz Navidad con esta imagen del portal, del mencionado Belén.

Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino llega al comentario del capítulo 12 de la Primera parte del Quijote. Ya sabéis que su empeño es comentar los capítulos que se le quedaron en el tintero en nuestra lectura de la obra. En este caso con un magnífico secundario: el pastor Pedro y su visión de la historia de Marcela. No os perdáis las oportunas ilustraciones, tan de la época."