domingo, 27 de marzo de 2011

"...se metía en los argumentos igual que si se sumergiera en un río de cabeza y se dejara llevar por la corriente"


"Viene la noche" (Foto tomada en Palacios de Benaver)

Comentario al capítulo segundo de la novela "Viene la noche" de Óscar Esquivias, desde la página 67 a la 103.

22 de diciembre 2006.

¡Hola Sara!

Como decíamos:

Pasas por delante de la vitrina que da al pasillo, observas a los niños que han nacido estos días. Olor dulce, "quietud de relojería", "corazones acompasados", tímidos pulmones...de momento. Una quietud opuesta al bullicio y al olor salado del paritorio. Tus manos recogieron a muchos de ellos y los pusieron sobre el vientre materno. Sientes algo parecido a un chispazo , tú también. El roce convierte el dolor en felicidad. ¿Añoramos ese contacto íntimo toda nuestra vida? ¿ Lo buscamos, infructuosamente, en el sexo?



Aquel patilludo, el novio de Carolina , mira extasiado a su bebé. Arregladito y con olor a loción, te reconoce, la mano, dos besos, gracias, gracias...y te da una caja de bombones, el dulce regalo habitual para las de tu goloso gremio.



Sales y coges el autobús. Consigues sentarte y sacas los dos librotes que te ha traido Mila. Son lo que tú esperabas: curas, militares, mancebías, "palabras mohosas" y Burgos cada tres líneas.



Consideras que a Benjamín le van a encantar, tan burgalés él, a pesar de ser tan madrileño. Se lo darás el día de Nochebuena, puesto que cenaréis todos juntos, en casa de tus padres.

No lo reconoces, pero la idea de esa cena de Nochebuena te desagrada profundamente. Desde que murió tu hermano aquel 11 M no soportas ninguna celebración conjunta, ni el ruido de un tren. Una mochila, un móvil, una simple locomotora...piensas en un atentado.



Te acuerdas de tus hábitos de antes. Ibas en metro y leías novelas. Ahora vas fabricando tus propias historias, observando a los viajeros. Sí, puedes vivir sin aquella ración de intrigas, adulterios o asesinatos. Estás pasando por una mala época, cuando la superes tal vez te interese otro tipo de literatura.

Llegas a casa y tienes la sensación de entrar en una cueva largamente deshabitada. Pero no, que ahí en el fregadero está la taza del desayuno de Jaime sin fregar. Esa imagen me resulta familiar.



Pelitos de la barba en el lavabo, olores cosméticos y una nota en el espejo. Te dice que come con su jefe y que tiene ensayo de coro. Te pregunta si cenáis hoy con sus padres, aunque lo da por hecho.

Te vas desnudando mientras el ibuprofeno se disuelve. Lo tomas y te hundes en las aguas densas del sueño.



Pero "un estampido brutal" te saca de los brazos de Morfeo; es Ruth, la vecina azafata deprimida, haciendo de las suyas.

Le ruegas. Por favor Ruth, acabo de salir de trabajar, me duele la cabeza, quería dormir un poco. ¿Podías hacer menos ruido?

La azafata se excusa y no desaprovecha la ocasión. Ha de contarte lo sucedido con tu Jaime, está avergonzada. Y va y te larga lo del "Arbolito de naranja". Y tiene el valor de confesarte que le propuso acostarse con ella. Te mira a los ojos y tú callada, sonríes. Os miráis, ella insiste, si no quieres saber lo que pasó. Y tú contestas que te lo imaginas. Un poco fría sí que eres, amiga.

Mientras tanto Jaime está con sus escaparates y con una sonrisa de oreja a oreja.



Hay que ver lo que ha disfrutado contándolo, sólo con una miajita de jactancia, a sus compañeros de trabajo. El ambiente del "arbolito", la proposición de la chica y su puja. Su audencia considera que el sexo oral no constituye infidelidad, Clinton hizo estragos. Le piden detalles acerca de Ruth y Jaime descubre lo poco que sabe de ella. Española de apellidos germánicos, fue una "deidad nórdica" que se hundió en la depresión y se cárgó de kilos.

Su jefe, ese que tu suegro llama "el tarado de Leandro Ubieta", el hijo de los de la vieja mercería, Andros para los amigos, asegura que hubiera preferido al gordo Malibú. Jaime le contesta que el muchacho es un horror, incluso para él. Siguen colocando bragas en el navideño escaparate que opta por el premio del Concurso de la Junta Municipal.



Mientras tanto, tu suegro se detiene ante un portal de la calle Topete. Es una vieja casa, con escaleras de madera crujiente y corredores exteriores en los que se abren las puertas de las viviendas, algo muy del viejo Madrid.



Allí vive Clarita, una señora de setenta años, viuda, jovial y muy sorda. Vive con sus mascotas, en una casa llena de peluches y estanterías repletas de cajas forradas con portadas del "Hola". Así de cursi es la buen señora.

¿Y qué relación une a Benjamín con Clarita? Es por temporadas: la busca en unas y la evita en otras. Es un asunto de alcoba, de cuartucho triste, húmedo y mal orientado. Corre las cortinas, Clarita se tiende en el colchón y nada de toqueteos; que al viejo le da asco tocar viejas, ya ves tú. Lo que le encanta es que Clarita le hurgue y juguetee con sus partes pudendas. Erección a media asta, bandera de luto, un abrazo y sus afamados besos. Sólo con recordarlos , cáensele los lagrimones al vejete. Dejemos esto que ni a ti ni a mí nos agrada...



Mientras tanto, consigues conciliar el sueño, ya era hora. Seguimos a Benjamín y a Clarita, que se ha empeñado en acompañarlo a la biblioteca, nunca ha estado en una. Chándal amarillo y chaquetón naranja, va discretita, contándole sus desencuentros con su hija Águeda.

Benjamín entra en la Biblioteca Central con aire seguro. Para los trabajadores es "un azote bíblico", una castigo divino.




El primer "encontronazo" con ellos fue al principio del tórrido verano madrileño, con el aire acondicionado estropeado. Devuelve "Rojo y Negro" y pregunta a un funcionario a partir de qué edad se prestan los libros, en la sección de adultos. Le contesta que a los catorce años y Benjamín considera que es un libro muy "cochinete" para tan tierna edad. Presentará una sugerencia por escrito, como le indica el bibliotecario.



Y añade que el libro está lleno de erratas y se ha permitido corregirlas. Y le muestra las páginas marcadas con rotulador rojo. Increíble, ha deteriorado el libro, tendrá una sanción. Se forma una larga cola y el acalorado trabajador, como no sabe que hacer, lo manda a dirección.

En el despacho, la directora pasa de saludarle dulcemente a metamorfosearse en "hiena rugidora". Benjamín se cohibe, ante la severa amonestación y la amenaza de retirarle el carnet. Para más inri, tiene que escuchar un encendido elogio a la obra de Sthendal.

Desde aquel día se hace amigo de un grupo de adolescentes que le aplaude a la salida. Lo lidera un tal Garcilaso Morris, poeta, cómo no, con ese nombre. Son enemigos de las fosilizadas y charlatanas novelas. Realizan incursiones por las estanterías y tachan con rotulador negro, línea a línea, las obras maestras. De vez en cuando, indultan algunos fragmentos. A Benjamín le parece una gamberrada, pero siente simpatía por esos muchachos, los "poetas", que le consideran uno de los suyos y le invitan a sus tertulias.

Pero Benjamín devora novelas y busca frases hermosas que ofrece a los "poetas", por ver si la indultan. El viejo se sumerge en los argumentos, como en un río, y se deja llevar por su corriente. Le apasionan los narradores torrenciales, como Víctor Hugo, lleno de digresiones de todo tipo.



También valora mucho la descripción de los sueños de los personajes, en eso Dostoievski es un maestro.

Los "poetas" se burlan de su enfangamiento en el lodazal prosaico. Hoy no están y siente alivio, no le apetece que le vean con Clarita, tan vulgar, la pobre. Devuelve su ejemplar de "Crimen y castigo", le ha gustado mucho y pueden inspeccionarlo, no lo deteriorado. Pero hay una errata, dice "cagar" donde debería decir "vagar". ¿No le hace gracia? Pues no, aquel hombre ni se sonríe ante el chistecito, le profesa escasa simpatía.



Antes de irse, se empeña en abandonar "Turris ebúrnea" en la sección de publicaciones periódicas. Le pillan y nueva bronca de la directora; mas esta vez se enfada: esta no es forma de tratar a un abuelo de ochenta y dos años. No se excite, dice la regañadora. Pues no me provoque,coño, contesta el regañado. Ahora se miran los dos con media sonrisa, se rompe el hielo y la voz de la dire se vuelve dulce; aunque no deja de advertirle que si se salta el reglamento, se quedará sin carnet. Se desean Feliz Navidad. La revistilla va a la papelera y desciende malhumorado hacia la planta baja, donde le espera Clarita.



Por si faltaba algo, a la salida está la garcilasiana panda. Su expresión de sorna, ante Clarita, martiriza a Benjamín. Desvía su atención ofreciendo a Morris una entrada para el "Mesías participativo", ya sabes, donde participa la coral de Jaime. El "poeta" acepta la entrada, le mola conocer el Auditorio. Tu suegro no puede disimular la alegría, no cuenta con el mosqueo de Clarita; ella no ha sido invitada porque no la quiere "lo suficiente". Chantajea emocionalmente a la pobre señora,que le pide perdón y´le felicita la Navidad. Se despiden en el metro, con un beso que atrae las miradas de los viajeros, vaya con la abuelita.

Vuelvo contigo, Sara. Te levantas de mejor humor, comes algo ligero y vas a la piscina. Allí te sientes feliz, entre la infantil algarabía ¿Para cuándo el tuyo?



En el vestuario, coincides con una embarazada, le preguntas de cuánto está, le pones las manos en el vientre, os miráis y sonreís. Creo que tienes sentimientos encontrados.

Jaime está ensayando con el coro "Alastor", en los locales de la asociación de vecinos, casi al lado del famoso "Arbolito de naranja". Son unas lonjas destartaladas donde se dan clases de lo más variado: informática. ajedrez, idiomas, grafitti y "diyís". Banderas anarquistas y republicanas, tablón de anuncios comabativo y bar ilegal.

Alastor es una coral compuesta por gentes variopintas, todos vecinos del barrio, muchos escapados de los coros parroquiales, por falta de fe o por escapar de la música litúrgica ratonera. Polifonía del Renacimiento y alguna del Barroco que suena aquí un poquitín revolucionaria, contagiada del ambiente.

La directora del coro se llama Vanessa, es una joven religiosa sin toca ni hábito, que pasa el día en un poblado marginal, confundida con los drogadictos. Cuando algo no suena bien, agita las muñecas como espantando los sonidos feos. Entonces, algunos callan y otros siguen, el sonido se deshilacha y esas hebras musicales producen un gran placer estético en Jaime, fascinado por la belleza de lo imperfecto. Escaparatista y artista, lo uno no quita lo otro.

Fueron seleccionados para intervenir en "El Mesías", junto con seis corales madrileñas, unos buenos solistas y el coro y la orquesta de Richard Egarr, nada menos. Mañana es el día de la actuación, están viviendo "una felicidad colectiva". Jaime , ya lo sabes, tiene también momentos malos, teme a la catástrofe. "El Mesías" es mucho para unos aficionados, hay algunos que no saben el do re mi.



Jaime llega a casa, casi a las once. Todos estáis callados. aquí ha pasado algo. Su padre le explica que han llamado de la Residencia Sacerdotal, han ingresado al tío Aurelio. Aurelio es el hermano mayor de Benjamín y el único vivo. Destartalado, demente y casi consumido, pero vivo.



Está como siempre, mal; pero tiene fiebre y lo han llevado al Hospital. Habrá que ir a Burgos, Jaime se queda sin lo que le hace tanta ilusión, disculpará su ausencia por fuerza mayor. Una voz entre doscientas cincuenta no se notará.

A Benjamín le hace mucha ilusión ver cantar a su hijo, es una de las pocas alegrías que le quedan. Tú, Sara, arreglas la situación. Mañana puedes viajar a Burgos, ves al tío, hablas con los médicos y si está para morirse, les avisas y cogen el primer autobús. Si no es así, vais al concierto y mañana viajáis.

Tu suegro aplude y te besa efusivamente. Así se hará. Irás en compañía de tu suegra, Teresa, que pude dejar el "reiki". Además, está en la luna y ni se acordaba del concierto. Una terapia de sanación natural, dice. Su marido, sarcástico, le dice que lo que le tienen que sanar es la "camota".

Benjamín no parece muy afectado por el empeoramiento de su hermano, ahora lo que le preocupa es la carta a Putin. Se lleva aparte a Jaime para preguntarle si ya la ha revisado. Sí, ya lo hizo y no ha cambió nada, ni siquiera los abundantes paréntesis. El viejo dice que le gusta este signo de puntuación, que son como los platillos de la frase. Atronará a Putin, ironiza tu marido.

Firma la carta. Ya verá Jaime qué contento se pone Putin. Saltará de alegría, seguro.

Hasta mañana, Sara. Viajarás en el autobús amarillo, por esa autovía que nos conoce. Yo sé que maldita la gracia que te hace el viajecito, pero quieres a Jaime, no hay duda.



Un abrazo para todos los que pasáis por aquí.

María Ángeles Merino

8 comentarios:

  1. Excelente texto, me ha encantado desde el principio hasta el final. Trabajo doble con la selección de ilustraciones tan ajustadas a los hechos de la novela y lo de la bandera a media asta.

    Entonces lo del Mesías participativo es real. ¿De dónde has sacado la última foto? La del cura con la cayada es auténtica.

    Un abrazo

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  2. ¡Marian, insuperable Entrada!
    Es una delicia volver a leer y recorrer graficamente el libro en tu compañia.. Te estoy muy, muy agradecida y por tu comprensión también ;)

    Muchos besos

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  3. Me ha llamado la atención -y mucho- la melancolía del texto, tan certera y tan acorde con la novela. ¡Y qué agudeza para las ilustraciones!

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  4. Jajajajajaja, muy buena la foto de la bandera a media asta.
    Y ese autobús... ¿De dónde has sacado esa réplica exacta? Eres una caja de sorpresas con esto de las imágenes. Genial.

    Ah, por cierto, creo que he reconocido a Jaime en el vídeo. :-D

    Besos

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  5. Te digo como Pancho, la foto del cura es total y la última del autobús me ha encantado. Sara es un personaje muy triste tal vez parezca más triste que el de Teresa o el de Benjamín porque ella es más joven. Biquiños,

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  6. Esquivias es un experto en perfilar el alma de los personajes. En eso se parece a Dostoyevski. Aunque yo las novelas largas no las he leído, sólo "El jugador" y "Memoria de la casa de los muertos". Veo algunas influencias en Esquivias, de Cervantes (que es obvio) y del ruso citado. Luego me gusta cómo cita a una retahíla de escritores, le´´idos por Benjamín. Buena excusa crear este personaje para mostrarnos el Burgalés su bagaje cultural.

    Mu chulas las fotos; y la del autobús encima del libro, dónde las pillao?? (estoy tan cansao que ahora escribo como lo voy pensando, sin ganas de corregir ortografía). ¿Qué pensará Abejita, maestra de adultos como yo, de este proceder??.

    Estoy acabando de leer el libro, pero no se´si podré publicar algo el sábado: "toy aturullao" jajaja

    Un beso abejita

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  7. Sorprendentes fotos. COncurso, autobus, etc

    ¡Vaya trabajo que te has tomado!

    Besos

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  8. Pancho: casi todo lo que cuenta Esquivias es rigurosamente real. mi cura también es auténtico. Sigo la tradición de las antiguas postales de Burgos, que siempre incluían un cura o una monja. Así como tengo una colección de atardeceres, tengo fotos de curas y monjas, con tood el respeto, sin que se les vea la cara.
    El día de la luna enorme, paseaba por el Espolón, era ya de noche, con una amiga. Vi a este viejillo y me dije: Aurelio, ya tengo a Aurelio. Le dije a mi amiga que se pusiera, que la iba a hacer una foto, aunque mi objetivo era el de la garrota. Recorté la media imagen de mi amiga y aquí está. Con todo el cariño para el ancianito, que conste.

    Martine: me gusta que me visites, me gustaría que abrieras el blog.

    Pedro: es verdad lo de la melancolía, aunque yo no estoy melancólica, es la novela...

    Asun: lo de la bandera a media asta es el símil más delicado que se me ocurrió. El autobusito era de mi padre, se lo regalaron cuando en su libro habló de la Continental. Ahora le faltan las ruedas de delante.
    ¿Dónde estaba Jaime?

    Aldabra: es un personaje con una pena, pero no es triste de condición. La vida nos machaca y pasas por una mala época, es lo que le ocurre a Sara, amante de su trabajo y de su marido, aunque no haya genitalidad.

    Antonio: Esquivias es un gran lector y convierte a Benajmín en un eco de sí mismo. Me imagino que un escritor aprende de todos y de ninguno en concreto. Lo del autobusito se lo explico a Asun. No te preocupes por la ortografía ni por la profesora esa de adultos.

    Myriam: es trabajo gozoso.

    Besos a todos y gracias por visitarme, perdonadme que os conteste tarde.

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