Hace ya unas semanas que volví, pero hasta ahora no he podido ponerme a escribir el relato de la visita a la ciudad eterna. Una ciudad, todo sea dicho, en estado ruinoso, donde no puedes darle una patada a una piedra, no sea que tenga más historia que la que hayas vivido tú y tus ascendientes juntos, ni aún contando con todas tus reencarnaciones anteriores (caso de que tal cosa existiere)
Amanecía pues un 11 de Noviembre ... Bueno, en realidad no amanecía. Era de noche, porque a las 5 no estaba ni el que coloca las calles por las mañanas. Al Sol todavía le quedaban unas horillas para asomarse timidamente por levante, lo cual aconteció cuando la mosca volaba a 10000 pies (siempre me he preguntado de qué número) de altura.
El vuelo fue tranquilo, con un paisaje dominado por el mar azul salpicado de estratocúmulos de algodón... hasta que llegamos a las cercanías de Roma, donde un hermoso cumulonimbo se elevaba incluso por encima del avión, que traducido a la lengua de Virgilio, significa que parecía haber una lacteae magnvs tormento ("tormentón de la leche"), que el piloto tuvo que esquivar como pudo. Para tranquilidad de los lectores, no hubo problema en aterrizar, y lo más que pillamos fue el suelo mojado, y unas gotitas de camino al hotel una vez ya en firmis terra.
Llegado pues al lugar de reposo a eso de las 11, el conserje me comunica que mi habitación no estaba aún lista. Así que no tuve más remedio que dejar la maleta en la habitación de mis compañeros de viaje, y mientras ellos se iban a trabajar, yo me iba a visitar la ciudad. Cosas de la organización del trabajo, a las que por supuesto, no voy a poner pegas.
Virgilio, que era muy culto, lo contó en latín. Como ya no me acuerdo de mis clases de latín, lo contaré en mi latín vulgar: Salió Eneas por piernas de Troya, después que los griegos quemaran la ciudad de Ilion. Y tras un largo viaje (con descenso a los infiernos incluido, y que más parece una mala copia de la Odisea que otra cosa), llegó a las costas de Hesperia (que resultó ser Italia), y tras hacer un poco de guerra (que era lo que sabían hacer en aquellos tiempos), Eneas se estableció a la rivera del Tíber. Y después de Eneas, hijo de Venus (en aquella época a los dioses les daba mucho por el pvtis feriae y tenían hijos con el/la primero/a que pasara por delante), le sucedió su hijo Iulo (que en realidad se llamaba Ascanio, pero Virgilio le cambió convenientemente el nombre), y unas generaciones después, aparecieron Rómulo y Remo, que fueron criados por una loba (las cronicas dicen que no hay que buscarle doble sentido, a pesar de los precedentes familiares), y fundaron una ciudad rodeada de colinas llamada Roma, que fue una civilización tan poderosa como visionaria, ya que llegó a construir un acueducto en Hispania, justo por donde siglos después pasarían los coches de Segovia. Eso es puntería.
Tras un cuarto de hora paseando, llegué al Coliseo: una imponente construcción de 50 metros de altura. De la fachada externa, sólo la mitad es original. El resto se fue desmontando a lo largo de los siglos, como suele ocurrir. Por 12 eurillos, se puede visitar el Coliseo, el Foro Romano y el Palatino, que no me quedó muy claro que era esto último, pero me pareció algo así como la residencia del César, justo en el monte Palatino, a cuyas faldas están tanto el Foro como el Coliseo. Toda la mañana la pasé paseando entre ruinas, templos, columnas exageradamente altas, que darían mucho juego a Freud, y viendo a romanos disfrazados de romanos acosando a las turistas monas para hacerse fotos con ellos a cambio de modicvs pecvnio.
Me dio la hora de comer, pero ya que sólo tenía ese día para visitar Roma, y es una ciudad grande, me comí una pizza basura(que Virgilio calificaría vomitibvs ), de esas que te cortan un trozo, te lo calientan en el horno 1 minuto, y te la comes mientras sigues andando. Y así, paseando llegamos a este lugar, que tiene su historia:
Corría el año 1986, cuando la mosca y familia (léase, Ele Bergón) nos fuimos de vacaciones a Italia, y pasamos por Roma. Y al llegar a la Fontana de Trevi, Ele Bergón nos convenció a tirar una moneda a la fuente tal y como manda alguna de esas tradiciones que nadie sabe como surgen, pero que el alcalde de una gran ciudad endeudada suele agradecer. La excusa de tirar la moneda era "para volver algún día a Roma" (sic, más o menos). Bien, pues 24 años después, tan sólo la mosca ha conseguido regresar a Roma. Si no llegamos a echar la moneda...
Y la ruta siguió por la Plaza Navonna, el Panteón, ...y la Plaza de San Pedro. Lugar donde mora Mazinger 16, azote de lacteae radicalis et maleficvs lacteos magnvs ateo demoniae(demonios ateos radicales y malvados de la leche).
Lo primero que me llamó la atención al entrar fue la librería: se llamaba "Bendictus XVI", y anunciaba su opera omnia,"Teologia della Liturgia", por el módico precio de 55 euros.
Aunque dice la crítica que el argumento es muy predecible, y que está muy gastado ya (2000 años del mismo cuento terminan por aburrir). No creo ni que vea la película cuando la hagan.
Pero si algo hay que decir, es que no es cierto que estén anclados en el pasado: fíjense, como el Papamóvil crea tendencia, y la policía usa modelos similares para apatrullar la ciudad (Torrente dixit).
O qué decir de la guardia Vaticana, envidia de diseñadores de la Alta Costura. Por cierto, que cada vez que pasa un cura (y en Roma, aparte de piedras, hay curas a porrillo) los guardias se cuadran como si pasara el Sargento Chusquero.
Pero tampoco nos pasemos con la Guardia Vaticana, porque si algo nos enseña la historia, es que si un ejército no se molesta en camuflarse, hay que tenerle miedo. Mucho miedo.
Anno Dommini 191.. y algo. Primera Guerra Mundial. A las órdenes de Manfred Von Richstoffen, su escuadra aérea lucía colores llamativos, porque mariconadas las justas, y aquí no se esconde nadie. Que se escondan ellos, que nosotros somos muy machos. Y efectivamente, pasaron del camuflaje, Von Richstoffen pintó su avión de rojo chillón, y la escuadra del Barón Rojo fue de la más temible en la Primera Guerra Mundial. Pues con la Guardia Vaticana lo mismo: mariconadas las justas (y más sabiendo quien es el jefe)
Y ahora, la pregunta que todo el mundo se estará haciendo: ¿le dejaron entrar a esta irreverente mosca a la Basílica?
Sí. Entré. Sobreviví. Bueno, el agua bendita hizo un poco de burbujas, pero con mantenerme alejado fue suficiente.
Bueno, tras la experiencia religiosa esta de pasear por San Pedro, me volví al hotel, que por la noche teníamos cena. Una cena un tanto particular, en la que un sueco que vive en Valencia, y un ruso que vive en Barcelona discutieron de regionalismos hispánicos, como si ellos mismos fueran españoles.
La cena muy rica, y con unos anfitriones muy atentos que nos explicaron perfectamente el menú: comenzamos con un antipasto, que había para elegir "di terra" o "di mare". Que no es que te pusieran a comer poco de barro, o un tazón de agua salada, sino que eran entremeses o bien con lomo, jamón, etc... o bien con unas gambas, picoteo de salmón etc. Acompañado con Bruschetta, que viene a ser un pa amb tomaquet (nombre ingeniosísimo donde los haya, y también denominado "pantumaca" entre los incultos), pero con el tomate cortado en daditos (creo que ahí empezó el pique catalano-valenciano entre el ruso y el sueco)
Seguidamente, pasamos a la pasta, a elegir entre lasagna, o spaguetti con almejas. Para terminar con un plato de carne, o de pescado. Todo ello regado con un vino del país, y terminado con un chupito de Grappa, que viene a ser etanol puro rebajado con una pizca de agua, al estilo del orujo, ideal para pillarse uno de los habitualess magnvs pedalis asturiae patria qvuerida que desde Virgilio hasta Augusto gustaban de pillarse, pero que nosotros no nos pillamos, porque al día siguiente tocaba trabajar (sí, a mí también).
Y como el día siguiente fue de trabajo, y eso es muy aburrido, termino la crónica aquí. ¡Ave, bloguerus!
Amanecía pues un 11 de Noviembre ... Bueno, en realidad no amanecía. Era de noche, porque a las 5 no estaba ni el que coloca las calles por las mañanas. Al Sol todavía le quedaban unas horillas para asomarse timidamente por levante, lo cual aconteció cuando la mosca volaba a 10000 pies (siempre me he preguntado de qué número) de altura.
El vuelo fue tranquilo, con un paisaje dominado por el mar azul salpicado de estratocúmulos de algodón... hasta que llegamos a las cercanías de Roma, donde un hermoso cumulonimbo se elevaba incluso por encima del avión, que traducido a la lengua de Virgilio, significa que parecía haber una lacteae magnvs tormento ("tormentón de la leche"), que el piloto tuvo que esquivar como pudo. Para tranquilidad de los lectores, no hubo problema en aterrizar, y lo más que pillamos fue el suelo mojado, y unas gotitas de camino al hotel una vez ya en firmis terra.
Llegado pues al lugar de reposo a eso de las 11, el conserje me comunica que mi habitación no estaba aún lista. Así que no tuve más remedio que dejar la maleta en la habitación de mis compañeros de viaje, y mientras ellos se iban a trabajar, yo me iba a visitar la ciudad. Cosas de la organización del trabajo, a las que por supuesto, no voy a poner pegas.
Virgilio, que era muy culto, lo contó en latín. Como ya no me acuerdo de mis clases de latín, lo contaré en mi latín vulgar: Salió Eneas por piernas de Troya, después que los griegos quemaran la ciudad de Ilion. Y tras un largo viaje (con descenso a los infiernos incluido, y que más parece una mala copia de la Odisea que otra cosa), llegó a las costas de Hesperia (que resultó ser Italia), y tras hacer un poco de guerra (que era lo que sabían hacer en aquellos tiempos), Eneas se estableció a la rivera del Tíber. Y después de Eneas, hijo de Venus (en aquella época a los dioses les daba mucho por el pvtis feriae y tenían hijos con el/la primero/a que pasara por delante), le sucedió su hijo Iulo (que en realidad se llamaba Ascanio, pero Virgilio le cambió convenientemente el nombre), y unas generaciones después, aparecieron Rómulo y Remo, que fueron criados por una loba (las cronicas dicen que no hay que buscarle doble sentido, a pesar de los precedentes familiares), y fundaron una ciudad rodeada de colinas llamada Roma, que fue una civilización tan poderosa como visionaria, ya que llegó a construir un acueducto en Hispania, justo por donde siglos después pasarían los coches de Segovia. Eso es puntería.
Tras un cuarto de hora paseando, llegué al Coliseo: una imponente construcción de 50 metros de altura. De la fachada externa, sólo la mitad es original. El resto se fue desmontando a lo largo de los siglos, como suele ocurrir. Por 12 eurillos, se puede visitar el Coliseo, el Foro Romano y el Palatino, que no me quedó muy claro que era esto último, pero me pareció algo así como la residencia del César, justo en el monte Palatino, a cuyas faldas están tanto el Foro como el Coliseo. Toda la mañana la pasé paseando entre ruinas, templos, columnas exageradamente altas, que darían mucho juego a Freud, y viendo a romanos disfrazados de romanos acosando a las turistas monas para hacerse fotos con ellos a cambio de modicvs pecvnio.
Me dio la hora de comer, pero ya que sólo tenía ese día para visitar Roma, y es una ciudad grande, me comí una pizza basura(que Virgilio calificaría vomitibvs ), de esas que te cortan un trozo, te lo calientan en el horno 1 minuto, y te la comes mientras sigues andando. Y así, paseando llegamos a este lugar, que tiene su historia:
Corría el año 1986, cuando la mosca y familia (léase, Ele Bergón) nos fuimos de vacaciones a Italia, y pasamos por Roma. Y al llegar a la Fontana de Trevi, Ele Bergón nos convenció a tirar una moneda a la fuente tal y como manda alguna de esas tradiciones que nadie sabe como surgen, pero que el alcalde de una gran ciudad endeudada suele agradecer. La excusa de tirar la moneda era "para volver algún día a Roma" (sic, más o menos). Bien, pues 24 años después, tan sólo la mosca ha conseguido regresar a Roma. Si no llegamos a echar la moneda...
Y la ruta siguió por la Plaza Navonna, el Panteón, ...y la Plaza de San Pedro. Lugar donde mora Mazinger 16, azote de lacteae radicalis et maleficvs lacteos magnvs ateo demoniae(demonios ateos radicales y malvados de la leche).
Lo primero que me llamó la atención al entrar fue la librería: se llamaba "Bendictus XVI", y anunciaba su opera omnia,"Teologia della Liturgia", por el módico precio de 55 euros.
Aunque dice la crítica que el argumento es muy predecible, y que está muy gastado ya (2000 años del mismo cuento terminan por aburrir). No creo ni que vea la película cuando la hagan.
Pero si algo hay que decir, es que no es cierto que estén anclados en el pasado: fíjense, como el Papamóvil crea tendencia, y la policía usa modelos similares para apatrullar la ciudad (Torrente dixit).
O qué decir de la guardia Vaticana, envidia de diseñadores de la Alta Costura. Por cierto, que cada vez que pasa un cura (y en Roma, aparte de piedras, hay curas a porrillo) los guardias se cuadran como si pasara el Sargento Chusquero.
Pero tampoco nos pasemos con la Guardia Vaticana, porque si algo nos enseña la historia, es que si un ejército no se molesta en camuflarse, hay que tenerle miedo. Mucho miedo.
Anno Dommini 191.. y algo. Primera Guerra Mundial. A las órdenes de Manfred Von Richstoffen, su escuadra aérea lucía colores llamativos, porque mariconadas las justas, y aquí no se esconde nadie. Que se escondan ellos, que nosotros somos muy machos. Y efectivamente, pasaron del camuflaje, Von Richstoffen pintó su avión de rojo chillón, y la escuadra del Barón Rojo fue de la más temible en la Primera Guerra Mundial. Pues con la Guardia Vaticana lo mismo: mariconadas las justas (y más sabiendo quien es el jefe)
Y ahora, la pregunta que todo el mundo se estará haciendo: ¿le dejaron entrar a esta irreverente mosca a la Basílica?
Sí. Entré. Sobreviví. Bueno, el agua bendita hizo un poco de burbujas, pero con mantenerme alejado fue suficiente.
Bueno, tras la experiencia religiosa esta de pasear por San Pedro, me volví al hotel, que por la noche teníamos cena. Una cena un tanto particular, en la que un sueco que vive en Valencia, y un ruso que vive en Barcelona discutieron de regionalismos hispánicos, como si ellos mismos fueran españoles.
La cena muy rica, y con unos anfitriones muy atentos que nos explicaron perfectamente el menú: comenzamos con un antipasto, que había para elegir "di terra" o "di mare". Que no es que te pusieran a comer poco de barro, o un tazón de agua salada, sino que eran entremeses o bien con lomo, jamón, etc... o bien con unas gambas, picoteo de salmón etc. Acompañado con Bruschetta, que viene a ser un pa amb tomaquet (nombre ingeniosísimo donde los haya, y también denominado "pantumaca" entre los incultos), pero con el tomate cortado en daditos (creo que ahí empezó el pique catalano-valenciano entre el ruso y el sueco)
Seguidamente, pasamos a la pasta, a elegir entre lasagna, o spaguetti con almejas. Para terminar con un plato de carne, o de pescado. Todo ello regado con un vino del país, y terminado con un chupito de Grappa, que viene a ser etanol puro rebajado con una pizca de agua, al estilo del orujo, ideal para pillarse uno de los habitualess magnvs pedalis asturiae patria qvuerida que desde Virgilio hasta Augusto gustaban de pillarse, pero que nosotros no nos pillamos, porque al día siguiente tocaba trabajar (sí, a mí también).
Y como el día siguiente fue de trabajo, y eso es muy aburrido, termino la crónica aquí. ¡Ave, bloguerus!
Qué bella es Roma en cualquier estación del año.
ResponderEliminarYa veo que lo de la monedita ha surtido efecto, aunque han tenido que pasar unos cuantos años. Es muy probable que el proximo año, que ya esta muy cerca, lo hagamos el resto de la familia, tiempo al tiempo. Quiza tu moneda fue la primera en caer.
ResponderEliminarNo fuiste a ver la Via Apia, recuerdo que fue una de las cosas que mas me gusto de Roma. Supongo que no te dio tiempo. Cuando eras pequeño te gustaba mucho las estatuas de Julio Cesar. ¿ Viste alguna?
Si he visto las fotos, pero como no me has contado nada del viaje, pues ahora ya me he enterado bien, pero que muy bien.
Besitos de tu mami.
Pues no ví la Via Apia, ni la Plaza del España, ni entré a las catacumbas, me quede con ganas de visitar la biblioteca del vaticano... en un día, a poco da tiempo más que a pasear por la ciudad.
ResponderEliminarY estatuas, sí había una de Augusto, y otra de Trajano, (y su columna tambien, al lado del foro)...
Aunque lo que no he contado en la entrada es lo de cruzar las calles. Eso es una aventura total. Entre cruzar por un paso de cebra, y cruzar por donde no lo hay, no hay diferencia. Sobrevivir a los cruces en Roma es toda una hazaña
Julio, muy bueno tu reportaje romano: fotos, texto, latín macarrónico... La imagen del agua bendita burbujeante
ResponderEliminargenial...
Muchos besos para ti y la arañita convaleciente. Bueno, luego hay quien se hace un lío con los bichos voladores. Así que...un besazo para ti , el suertudo viajero hijo de Ele Bergón , y para Esther, su media naranja.´
De María Ángeles, sí....la abejita de la Vega.
¡Me encantan tus reportajes viajeros, Mosca! Lo que me he reido... Nunca he estado en Roma pero con tu crónica parece que ya la he visto. A ver si viajas más a menudo y nos lo cuentas... Besotes, M.
ResponderEliminar¡Sensacional crónica viajera! Si se les explicara asi a los Alumnos, estoy convencida que les gustaría muchísimo más..
ResponderEliminarBaci mille o Oscula multa..