Segunda parte del comentario al capítulo 2,65 del Quijote, publicado en "La acequia"
Entra jubiloso, pidiendo albricias al señor don Quijote, por la buena noticia, como antes se hacía. Está en la playa, informa. ¡No es poca la velocidad de aquel barquito! Y, acelerado, rectifica: nooo, ya está en la casa del visorrey y enseguida se presentará aquí. ¡La diversión sigue! Esto empezaba a decaer…
Detalle del cuadro de Ana Queral, publicado en la otra entrada.
"¡Albricias, señor don Quijote, que don Gregorio y el renegado que fue por él está en la playa !"
Don Quijote se alegra y está a punto de decir que le hubiera gustado fuera al revés y tuviera él que ir a Berbería, para dar libertad a don Gregorio y a todos los cristianos cautivos allí. Pero, enseguida, cae en la cuenta de su triste situación. Miserable, vencido, derribado, un año desarmado…Puede usar la rueca, cosa de mujeres, mas no la espada.
Sancho le dice que deje esas lamentaciones, que así es la vida: caerse y levantarse. No podía faltar un buen refrán:”viva la gallina, aunque con su pepita”. Nada de desmayos, levántese que ya viene por ahí don Gregorio con el renegado. Aunque le sacan de Argel con ropas femeninas, en el barco las cambia por unas de hombre. Se ponga lo que se ponga es hermoso sobremanera y su edad no pasa de los dieciocho, edad de ser codiciado…uy, qué peligro.
Ricote y su hija salen a recibirle. Mientras el padre lloriquea, la hija contiene sus sentimientos, qué frialdad. Gregorio y Ana Félix, dos bellezas juntas que ni siquiera se abrazan. Habla el silencio, los ojos leen en los honestísimos pensamientos del otro.
Cuenta el renegado cómo se las apañó para sacar a don Gregorio. Cuenta brevemente don Gregorio los apuros que pasó con aquellas mujeres maduritas con quien vivió, vestidito de mujer. Tal vez, el muchacho calle algo. Es tan discreto este mayorazgo.
Ricote paga generosamente al renegado y a los del remo. El renegado tiene que reconciliarse con la Iglesia, a base de penitencia y arrepentimiento público. Como si el pobre hombre no hubiera hecho suficientes méritos…¡Pobre renegado sin nombre!
El visorrey y don Antonio estudian de qué modo se podrían quedar, en España, Ana Félix y Ricote. Tan cristiana la hija y tan bien intencionado el padre. Don Antonio se ofrece para ir a la corte, la conoce bien y da a entender que, con favores y dádivas, se sortean las dificultades.
La respuesta de Ricote no puede ser más impropia de un morisco expulsado. Este discurso de una víctima dando la razón a sus verdugos es tan impensable que sólo se me ocurre pensar en eso de “al revés lo digo para que me entiendas”.
Ricote replica que con don Bernardino de Velasco, conde de Salazar, a quien encargó el Rey la expulsión, no valen favores ni dádivas. El buen hombre mezcla misericordia con justicia, pero como la mayor parte de la nación morisca está tan contaminada y podrida, tiene que usar el hierro al rojo vivo en lugar del bálsamo bebé.
"cauterio que abrasa"
"ungüento que molifica"
"como él vee que todo el cuerpo de nuestra nación está contaminado y podrido, usa con él antes del cauterio que abrasa que del ungüento que molifica"
Y, con prudencia, sagacidad, diligencia y miedos, ha llevado el peso de esta gran labor. Y no se ha dejado deslumbrar con las trampas moriscas, él siempre alerta por si alguno se le escapa. No quede por ahí alguna raíz que luego se convierta en frutos venenosos, en esta limpísima España. ¡Tremendas palabras las de Ricote!
"que como raíz escondida, que con el tiempo venga después a brotar y a echar frutos venenosos en España," Esta morera de la foto no da frutos venenosos, lo sé porque los he comido.
Como broche final proclama la “Heroica resolución del gran Filipo Tercero” y la prudencia de don Bernardino. ¡Tremendo decoro del personaje!
"¡Heroica resolución del gran Filipo Tercero, y inaudita prudencia en haberla encargado al tal don Bernardino de Velasco!"
Don Antonio hará las diligencias y el cielo verá. Don Gregorio irá con sus padres, Ana en su casa o en un monasterio y Ricote en la del visorrey. Ya está y el visorrey de acuerdo. Así se hará.
Llega el día de la partida. Don Antonio se va a la corte y don Gregorio a su lugar, despidiéndose de su Ana con mucho sentimiento de ambos. Dos días después, parten don Quijote y Sancho. Don Quijote sin armas y vestido de camino. Sancho tiene que ir a pie porque el rucio lleva la chatarra.
Un abrazo para todos de María Ángeles Merino
Pedro Ojeda Escudero dijo en "La acequia":
"Abejita de la Vega, que se lamenta de lo poco que nos queda de lectura, comenta el capítulo a partir de cómo se desvela la identidad del Caballero de la Blanca Luna y comprobando los ánimos de los protagonistas. Finaliza su comentario con el resumen de lo acontecido con la expedición que partió para salvar a don Gregorio, hasta la salida de Sancho, a pie. Las ilustraciones son ocurrentes y divertidas."
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¡Estupendo broche a este capítulo! Besotes, M.
ResponderEliminarPobres armas del caballero, a chatarra reducidas.
ResponderEliminarQué divertidas ilustraciones.
Lo que me ha gustado tu forma sarcástica de ilustrar la entrada...pero así es amiga...esto va acabando...besos
ResponderEliminarCentrados en la partida de don Quijote y Sancho, nos hemos olvidado de la separación de Ana, Ricote y Gregorio
ResponderEliminarEstupendo post, querida Abejita.
ResponderEliminarRegresé del fin de semana...!
Te mando un beso enorme.
Merche: gracias, broche para una joya cervantina.
ResponderEliminarPedro: no sirven para nada ya, son chatarra. Me divierto mucho buscando ilustraciones.
Manuel: sarcástica porque ese dscurso de Ricote es tan escandalosamente insincero. Pobres moriscos en manos de Bernardino y el Filipo ése.
Paco: se mostraba muy fría esa pareja pero se han desbordado al separarse.
Cornelivs: espero que hayas pasado un buen finde.
Gracias, amigos, por vuestros comentarios.