viernes, 20 de agosto de 2010
Sancho, hazte galeote y Dulcinea quedará desencantada.
"...llegaron a la marina..."
Comentario al capítulo 2,63 del Quijote, publicado en "La acequia"
De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita de las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca
Escribo el título de este capítulo 2,63.
¿Qué le pasa a este ordenador? La pantalla no para quieta. Hace tiempo que no asoma, por aquí, algún personaje, de esos que habitan en el limbo de los secundarios y que, de vez en cuando, tienen a bien visitarme cuando escribo mi comentario quijotesco. Deben aburrirse mucho allí…
Sí, en una ventana emergente veo a un hombre sin camisa, con el rostro muy oscuro y curtido por el sol y el viento. Las señales, en su cuerpo, se cuentan por cientos. Cadenas, argollas, esposas, latigazos han dejado un rastro imborrable en su piel. Quiere hablar, escuchémosle.
Saludo a vuestra merced. Soy un personaje sin nombre y sin voz en ese libro que llaman el Quijote. Bueno, mi voz se limita a un “hu, hu, hu”, a coro, con mis compañeros de desgracia.
Me presento. Soy, fui, un galeote, un forzado de Su Majestad, condenado a galeras. Ya, ya sé que ese don Quijote, el principal del libro, dice que el rey no hace fuerza a nadie. Fui condenado a servir al rey por robar “una canasta de colar atestada de ropa blanca “ ¿Recuerdan?
Centrémonos en este capítulo. Soy el “espalder de la mano derecha”, en la galera capitana, la principal de las cuatro que guardan Barcelona de los piratas berberiscos. Marco el ritmo, de cara a los remeros. Sancho está sentado cerca de mí y tengo instrucciones precisas…no, no me adelanto.
Así era una galera.Barcelona disponía de cuatro: Sant Jordi, la capitana, Sant Maurici (o Maurícia), Sant Ramon (o Ramona) y Sant Sebastià.
Comencemos por el principio. Aquel día, por la tarde, todo está preparado, en las galeras, para recibir a ese don Quijote de la Mancha que dice ser caballero andante y su escudero, Sancho Panza. Un par de majaderos, que han sido motivo de burlas, por todas las calles de Barcelona. Les acompaña don Antonio Moreno, su huésped, con dos de sus burlones amigos.
Al parecer don Quijote iba hablando para sí, diciendo algo de una cabeza encantada y de una tal Dulcinea desencantada.
Al parecer, el general o cuatralbo tiene un especial interés en conocer a la famosa pareja. Está avisado de su venida y ha dispuesto un gran recibimiento. Hemos ensayado, incluso. Menuda farsa.
Cuando llega a la orilla, plegamos los toldos de las galeras mientras suenan unas chirimías.
Echan al agua un esquife dispuesto como para mujeres, con sus tapetes y almohadas de terciopelo. Cuando Don Quijote pone allí el pie, disparan el cañón de crujía de la capitana y lo imitan las otras tres.
"Arrojaron luego el esquife al agua", cuadro de Ana Queral.
"poniendo que puso los pies en él don Quijote disparó la capitana el cañón de crujía"
Ponen una escala, sube a la galera y los de la chusma saludamos, como a persona principal, con un triple “hu, hu, hu”.
El general le da la mano, le abraza y manifiesta estar viviendo un día señalado, por haber visto a quien encierra todo el valor de la caballería andante. Don Quijote le responde con no menos cortesía, alegre de ser tratado tan señorialmente.
Entramos todos en la popa y los del remo nos sentamos en los bandines. Pasa el cómitre y pita la señal de “fuera ropa”. Nos despojamos de las camisas y el tal Sancho queda pasmado. Y más todavía cuando ve plegar los toldos a tan infernal velocidad. Se sienta junto a mí y no imagina que va a volar sin alas.
Aunque pesa sus buenas arrobas, lo levanto en mis brazos, como a una pluma. Mis compañeros, en pie, esperan el turno para voltearlo. Va pasando de de banco en banco, tan deprisa que no nos ve, no sabe dónde está, se siente transportado por unos invisibles demonios. Lo dejamos en popa, molidos todos los huesos, jadeando, trasudando y sin saber lo que ha pasado. Creo que decía algo del manteamiento en no sé qué venta.
Don Quijote no está dispuesto a que le hagan lo mismo. Pregunta al general si es una ceremonia usada con lo novatos que entran en las galeras. Si es así, amenaza con “sacar el alma a puntillazos” a quien intente voltearlo, aquí está su espada. A éste lo levantaría tan fácilmente, qué lástima que no se deje.
Los galeotes dejamos caer la “entena” estrepitosamente. Sancho piensa que el cielo va a caer sobre su cabeza y se la protege, colocándosela entre las piernas. Don Quijote está pálido…Calladitos, izamos lo que antes amainamos, con la misma prisa y ruido.
El cómitre ordena que levantemos el ancla y salta con el corbacho, ahora empieza lo malo. Comienza a mosquear nuestras espaldas, de momento los golpes son flojos, y empezamos a adentrarnos en el mar.
Condenados a galeras. Recreación en el Museo Marítimo de Barcelona.
Sancho es hombre de tierra adentro y piensa que los remos son pies colorados que se mueven, cosas encantadas…
Mas el mentecato se pregunta, con más razón que un santo, que han hecho unos desdichados, como nosotros, para que nos azoten así. Y eso que sólo ha visto los de mosqueo.
También se cuestiona como el cómitre se atreve a azotar a tanta gente. Y saca en conclusión que esto es el infierno…o el purgatorio. ¡Así se habla!
Lo que no se imagina el escudero es lo que se le va a ocurrir, ahora, a su amo. Y le pide, nada menos, que se desnude de medio cuerpo arriba y se coloque con nosotros a remar y a recibir azotes. Y no sé qué del desencanto de Dulcinea. Y el sabio Merlín que va a contar cada azote, bien dado por el de crujía, por diez de los que él se ha de dar.
No comprendo nada, sólo entiendo la palidez del rostro de Sancho.
El general escucha, atónito, eso de los azotes y está a punto de preguntar. Pero el oficial marinero anuncia que Monjuí está haciendo una señal de peligro. Hay un bajel de remos por el lado de poniente. Debe ser un bergantín de cosarios de Argel.
Así era un bergantín.
Todo se pone en marcha para cazarlos. Las otras tres galeras reciben órdenes de la capitana. Dos irían por mar y la otra iría tierra a tierra; así no se escapará.
Remamos con furia, como si volásemos. Los que salieron a la mar, a dos millas, descubren al bajel que intenta escaparse, confiando en su ligereza. Mas la capitana es aún más ligera y les vamos entrando. Los del bergantín comprenden que no pueden escaparse y, al parecer, su arráez quiere que se entreguen.
Cuando ya están muy cerca, dos turcos borrachos dan muerte a dos soldados de los nuestros, con sus escopetas. El general, lleno de rabia, ordena embestir con furia y, en un primer momento, se nos escapan. Sin embargo, a media milla les alcanzamos y se les echa la palamenta encima y los cogemos vivos a todos.
Volvemos las cuatro galeras a la playa, con la presa. Mucha gente espera, quiere ver lo que traemos. Fondeamos cerca de tierra y nos dicen que el virrey está en la marina. El general ordena traerle en el esquife y amainar la entena para ahorcar al arráez y treinta y seis turcos más. Pregunta quién es el arráez y responde uno de los cautivos, en castellano, mostrándole a un bellísimo mozo, como de veinte años. ¡Qué miradas las de algunos del barco!
El general le dirige preguntas airadas. No puede oír la respuesta porque, en ese momento, llega el virrey. La caza ha sido buena y el cuatralbo ha de ahorcarlos a todos por haber matado a dos de sus soldados.
Arráez de bergantín corsario, profe de Instituto...Genial Forges.
El arráez lleva las manos atadas y el cordel a la garganta. El virrey se ablanda, al ver su belleza. Buena carta de recomendación es la hermosura. Le viene el deseo de escusar su muerte y pregunta si es turco, moro o renegado. Y, en lengua castellana, contesta que nada de eso, que es mujer cristiana.
El virrey queda incrédulo pero admirado. El mozo suplica que le dejen contar su vida, antes de ejecutarlo. El general le dice que diga lo que quiera, pero que no espere alcanzar perdón. Y así lo hace el “lastimado mancebo”.
Me despido de vuestra merced y doy la voz al bello arráez.
Un abrazo para todos de María Ángeles Merino Moya.
Pedro Ojeda dijo en "La acequia":
"Abejita de la Vega cede su voz, en esta ocasión, a un secundario que tiene poca pero, a la luz de esta entrada, es un hombre de cultura y entendimiento fino. Y que ilustra con mucha precisión y acierto documental su comentario."
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Jopé Abejita ¡cuánta información naútica! Leo que se te ha presentado otro personaje secundario en tu ordenata. Seguiré su trayectoria. Besotes, M.
ResponderEliminarEn esta ocasión "la chusma" ha sido hasta cierto punto protagonista.
ResponderEliminarSegún avanza el Quijote, te superas en tus entradas.
ResponderEliminarMª Ángeles, muy acertado el "romancero" porque lo mío no guarda la medida ni la rima.
Voy por libre y así me va.
Besos
Este galeote no nos dice el por qué de su condena, pero por esta entrada, debió ser un hombre de mucha cultura y fino entendimiento, sin duda.
ResponderEliminarAy madre, que vuelve al ataque todo el vocabulario náutico que me ha traído de cabeza en este capítulo.
ResponderEliminarMerche: me puse la gorra marinera y a por el comentario. Se me presentaron dos, me han cogido cariño estos de la segunda fila.
ResponderEliminarPaco: pobre chusma, la palabra suena fatal.
Kety: el arte ha de ser libre, como tu Quijote en verso.
Pedro: sí lo dice, nos refresca la memoria acerca de una cesta con ropa. Es culto porque fue estudiante sopista en Salamanca. Gracias en su nombre.
Asun:nos ha traído de cabeza a todos, estamos hasta la palamenta del cómitre, el arráez y demás-
Un beso y gracias por la visita.