jueves, 3 de junio de 2010

"...querría que...desafiásedes a este rústico indómito y le hiciésedes que se casase con mi hija..."


Foto tomada en la exposición "Vistiendo el rito"

"...querría que antes que os escurriésedes por esos caminos desafiásedes a este rústico indómito y le hiciésedes que se casase con mi hija, en cumplimiento de la palabra que le dio de ser su esposo antes y primero que yogase con ella..."

Comentario al capítulo 2,52, del Quijote, el cual se publicará en "La acequia".

Donde se cuenta la aventura de la segunda dueña Dolorida, o Angustiada, llamada por otro nombre doña Rodríguez.

El narrador, la voz textual anónima, nos cuenta lo que el cronista Cide Hamete nos dice . Al parecer, una vez que don Quijote curó de los arañazos gatunos, la vida del castillo, tan regalada, le parece impropia de un caballero andante. Ha de pedir licencia a los duques, porque desea acudir a las fiestas de Zaragoza, para ganar el codiciado arnés reservado al vencedor, en las justas. Aquel día, sentado a la mesa de los duques, iba a poner en obra su intención, mas irrumpen dos mujeres enlutadas, como dos frascos de tinta.

¿Qué le pasa a este ordenador? Ventana emergente. Vaya, otra visita, a ver qué personaje secundario aparece ahora. Es una vieja conocida, con sus albas tocas y su negro hábito monjil. No, no se enfade por lo de vieja, doña Rodríguez, un placer verla de nuevo. Hable, hable, soy toda oídos.

Saludo a vuestra merced y leo el título del capítulo. Su autor estuvo acertado al llamarme “segunda dueña Dolorida o Angustiada” porque así es. Y mi hija, mi pobre niña, no lo está menos. ¡Ay, que desgracia la nuestra!¡Lo de Trifaldi fueron tortas y pan pintado! Le cuento:

Entro en la sala y me arrojo a los pies del caballero andante, mi tabla de salvación. Tendida, le beso repetidamente los pies. Suspiro, gimo, lloro. Todos están confusos. Los duques, tal vez, piensan que los criados han preparado una nueva burla,como ya tienen costumbre…

Me presento tan cubierta que nadie conoce mi identidad. Mas don Quijote,con presteza me levanta del suelo y hace que me descubra. Mi pobre niña, ay, la pobre imprudente que yació con aquel mal hombre, ay, también alza su espeso velo.

Admirados quedan los que me conocen y más mis señores, los duques. Saben que soy mujer pobre y discreta. Muy lista no soy, tonta tampoco. La desesperación me lleva hasta aquí.

Me vuelvo hacia sus excelencias y les pido licencia para departir con el andante caballero. Es mi única esperanza, ha de deshacer este tuerto. Mi señor, el duque, me la concede. Enderezo la voz y me dirijo a don Quijote, tal y como, pienso yo, se ha de hablar a un valeroso caballero andante. Lecturas caballerescas no me faltan, sé hablar en arcaico.

¡Esa sinrazón y alevosía que un mal labrador tiene fecha a mi fija.! Prometiome enderezar el tuerto que le tiene fecho. ¡Cuántas efes! Agora me llega la noticia que quiere partir deste castillo, en busca de las buenas venturas que Dios le depare.
Antes de que se me escurra, como una anguila, ha de desafiar al rústico indómito y forzarle a cumplir con la promesa que a mi hija fizo, antes de yogar con ella. Y ya se sabe que una vez de haber yogado, nada de lo prometido. No rima, pero vuestra merced me entiende.

Y con el duque no puedo contar, que es pedir peras al olmo. Y así lo digo delante de las ducales narices. Espero no ser castigada por mi atrevimiento.

Don Quijote responde, con gravedad y prosopopeya caballeresca. Se dirige a mí como “buena dueña” y, con exquisita cortesía, me exhorta a templar o enjugar mis lágrimas y a ahorrar suspiros; que él toma a su cargo el remedio de mi hija… fija, a la cual hubiera estado mejor no creer promesas de enamorados, lo que le digo yo.

Y, con licencia del duque su señor, está dispuesto a partir en busca del desalmado, para hallarle y matarle si no cumple. Es su oficio…

El duque, satisfecho, menos mal, da todas las facilidades. No hay que buscarlo, ni pedir licencia para desafiarle; que él le da por desafiado, se lo hará saber y acudirá al castillo, donde dispondrá de campo franco para combatir.

Don Quijote renuncia transitoriamente a su hidalguía para poder combatir con el dañador y le reta, en ausencia, en razón del mal que hizo con la doncella que ya no lo es, mi pobre niña. Cumplirá o morirá.

Luego cumple con el ritual retador: arroja un guante y el duque lo alza, aceptando el desafío, en nombre de su vasallo. Será dentro de seis días, en la plaza del castillo y con las armas acostumbradas de los caballeros: lanza, escudo y arnés.

Para la debida ejecución del desafío, he de poner el derecho de mi justicia en manos de don Quijote. Así lo hago de buen talante, pero mi hija disimula mal su disgusto y su vergüenza, aunque acepta. Eso de que se airee su desliz…

Nos retiramos y la duquesa da la orden de que no nos traten como a criadas sino como a señoras aventureras que vienen a pedir justicia. Nos alojan en un cuarto aparte y nos han de servir como a forasteras. Espantadas y enojadas están mis compañeras. Las oigo murmurar, dicen algo de la sandez y desenvoltura de la Rodríguez y su malandante hija. Son unas víboras…

Desaparezco.

(Sigue el comentario, aunque se vaya la Rodríguez)


(Sigue)

9 comentarios:

  1. La fotografía muy a tono con el capítulo.

    Besos

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  2. Ay, la dueña que se te ha aparecido de nuevo... Paciencia, querida Abejita. Besotes, M.

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  3. Esta dueña que se escapa al control de los duques y va por libre lo borda.

    La foto recuerda un tiempo no tan lejano. Cuando el cura daba la espalda a la gente con velo y sin velo en misa. Muy aparente.

    Un abrazo y a la espera de la siguiente entrega.

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  4. Esperemos que después de la marcha de don Quijote, no coloquen las maletas de entrambas mujeres en las puertas del palacio por demasiado independientes.

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  5. Algo tramará la duquesa al tratar con tanta delicadeza a la doña y su casquivana hija.

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  6. A esta mujer le queda poco tiempo para lucir. Como ahora es madre dolorida, la perdoanremos...

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  7. Cornelivs: Saludos.

    Pedro: arranqué y la perdoné, pobre, una madre es una madre.

    Asun: el sueño de la Rodríguez sí, ver a su niña de esa guisa, con esa toca tan abrigada y delante del cura.

    Merche: ya la conozco, un poco pesada pero buena gente.

    Pancho: la dueña tiene valor para ir por libre. Aquellas misas con el cura de espaldas y las mujeres con velo...qué tiempos aquellos.

    Alatriste: de momento las van a tratar como invitadas de honor, pero luego igual es como tú dices.

    Paco: la duquesa no para de tramar, qué ganas de reírse a cuenta del prójimo que tiene su pomposidad.

    Un abrazo amigos y gracias por visitarme.

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