viernes, 11 de junio de 2010
"Abrid camino, señores míos, y dejadme volver a mi antigua libertad..."
Segunda parte del comentario al capítulo 2,53 del Quijote, que se publicará en "La acequia".
Sancho enalbarda el asno y…ventana emergente en mi pantalla, no es publicidad, es un viejo conocido. ¡El mayordomo! Le saludo, me imagino que viene a contarme cómo se despide, de su gobierno, el gobernador.
Así es, saludo a vuestra merced, mujer amanuense. Deseo transmitirle mi visión de aquellos hechos. Estoy con el secretario vizcaíno, el maestresala, Pedro Recio y otros muchos. Nadie dice nada, todos estamos con la boca abierta escuchándolo.
“Con gran pena y pesar” sube sobre su rucio, ya con su albarda. Nos encamina unas sabias palabras, quién lo iba a decir de aquel villano harto de ajos.
Nos pide que le dejemos volver a su libertad, a buscar su vida pasada, que la de aquí es muerte y no vida. Gobernar, dar leyes, defender ínsulas, ciudades, reinos…qué locura. No nació sino para arar, cavar, podar…Mejor le sienta la hoz que el cetro. Y cuánto mejor hartarse de gazpachos que someterse a un falso médico que le recete morirse de hambre, Lo de falso no lo dice Sancho, se me escapó de la boca, el duque sea benévolo con la indiscreción. Es capaz de mandarme apalear si se entera de que le privo de un átomo de diversión.
En verano desea acostarse a la sombra de una encina y, en invierno, bien arropadito con un zamarro de oveja sin esquilar en dos años . ¡Toma, y yo también! No quiere dormir entre finas sábanas ni vestir de martas cebollinas, qué gracioso el rústico. No, si a cambio, ha de estar a la sujeción del gobierno. No es tonto, no.
Así que nos quedamos con Dios y hemos de decirle al duque que…desnudo nació, desnudo se halla, sin blanca entró en el gobierno, sin blanca sale. Muy al contrario, ciertamente, de lo que suele ser usual por ahí.
Va a que el coloquen emplastos, para sus brumadas costillas, tan pateadas. Los escudos eran muy endebles…clavados hasta las asaduras. Pardiez qué cuchilladas le atizaron, gracias al cielo que se encogía, se encogía, como caracol en su concha.
Pedro Recio, doctor o lo que sea, le ofrece una medicina contra los golpes y le promete dejarle comer mucho y de todo. Sancho no admite la enmienda del Tirteafuera. Le contesta con un ¡Tarde piache! , a buenas horas. Se va y no quiere más gobiernos. Los Panza son linaje testarudo y no cambian de opinión.
Muy acertadamente compara su gobierno con las alas que para su mal, le nacieron a la hormiga. Ahora ha de bajar y andar por tierra firme, con sus modestas alpargatas. Cada uno en su sitio y que nadie se estire, en la cama, de lo que da de sí la sábana. Cómo se explica ése que yo llamaba el majagranzas. Y que le dejemos pasar.
Yo le digo, con la mayor cortesía, que de buena gana le dejamos ir, mas nos pesa mucho perderle, por su “ingenio y su cristiano proceder”. Y le recuerdo que todo gobernador ha de “dar residencia”, rendir cuentas públicamente,. Le animo a hacerlo y puede ir en paz.
Me contesta que puesto que va a verse con mi señor el duque, a él se la dará “de molde”. Y, saliendo desnudo como sale, no hay mejor señal para dar a entender que ha gobernado bien.
Recio también es de parecer que le dejemos ir, que al duque le ha de gustar infinito. Y si el duque está contento, nosotros también…Todos los presentes estamos de acuerdo y le ofrecemos todo lo que quiera para su regalo y comodidad.
Sólo quiere un poco de cebada para su rucio y, para él, medio queso y medio pan. Suficiente para un camino tan corto. Todos le abrazamos y él, llorando, nos abraza. Quedamos admirados de sus razonamientos y de su determinación. ¡Qué lección nos ha dado el señor gobernador! Esto último, con mis mayores respetos.
Un abrazo de María Ángeles Merino.
Pedro Ojeda dijo en "La acequia":
"Abejita de la Vega tampoco deja ningún pormenor sin relatar, pero quiero llamaros la atención del prólogo en imágenes y en intención que tiene su primera entrada sobre este capítulo, así como sobre la ilustración central. Después vuelve a tomar la voz nuestro viejo conocido, aunque no muy querido, mayordomo, para contarnos el final de la aventura de la ínsula. El Sanchico -del que sabemos gracias a Ele Bergón- está orgulloso de la honradez de su padre en el gobierno y se alegra de que haya terminado todo: piensa que va a sentar la cabeza como parece que lo hace él mismo este año."
Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0qriPzWc5
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No, no voy a echar de menos a este mayordomo...
ResponderEliminarYo tampoco... Besotes, M.
ResponderEliminarEs que el mayordomo tenía mala leche.....en fin una historia para olvidar...una brazo
ResponderEliminarLe han hecho la vida tan difícil que es normal que quiera volver a lo que conoce.
ResponderEliminarEste pobre hombre hubiera necesitado un Defensor del Gobernante.
Abrazos
Salir del gobierno sin blanca era tan inusual en la época de Cervantes como lo es ahora en forma de sueldos consolidados para el resto.
ResponderEliminarEstupendo comentario, nos introduces en el S. XVII con tu manera de contarnos la historia, perfectamente explicado todo; muy buena tu interpretación de las alas de la hormiga.
Un abrazo
Pedro: yo tampoco, es difícil que aparezcan secundarios tan desagradables como éste.
ResponderEliminarMerche: lo mismo.
Manuel: una central lechera entera.
Cosmo:no le han dejado vivir, pobre. Su vida de antes no era idílica, pero ahora se lo parece.
Pancho: igual que ahora, bueno ahora salen con pensiones vitalicias. Mis comentarios servirían a un psicólogo para analizarme, tan teñidos de mi punto de vista están.
Un abrazo a todos y gracias por visitarme.