viernes, 26 de febrero de 2010
La Dueña Dolorida y la infanta por antonomasia: Antonomasia.
¿Reconocéis a esta dueña?
"Mujer embarazada", pastel, 2004
Segunda parte del comentario al capítulo 2,38, del Quijote, publicado en "La acequia".
Vuestra merced tenga paciencia, que todo llega en esta vida.
La condesa Trifaldi comienza situándonos en su país : Candaya. No, no lo busque vuestra merced en mapa alguno, no lo encontrará. No indague acerca de la gran Trapobana ni del cabo Comorín. Son fruto de mi imaginaria Geografía.
Pues…de allí es natural la reina doña Maguncia, viuda del rey Archipiela y madre de la infanta Antonomasia, la cual fue educada bajo la tutela de la dueña Dolorida, como más antigua y principal que es. De algo sirven los trienios, en el palacio candayés...
Y, aquí,para crear el discurso de la Trifaldi,lo tengo fácil. Echo mano de aquellas narraciones en las que, indefectiblemente, había una vez una princesa hermosísima, perfectísima y discretísima. Por supuesto, la más bella del mundo; título que seguirá ostentando ahora, si la parca envidiosa no ha segado, con su guadaña, el tierno tallo de su vida. Mas no, no permitirán los cielos tamaño desaguisado; que los cielos ya han hecho de las suyas.
Y, como sucede en los cuentos, un número infinito de príncipes , naturales y extranjeros acuden al reino, para pedir su mano. Y quedan prendados de la bella princesa. Ni uno, ni dos, ni tres, ni mil…infinitos.
Mas el elegido va a ser un bizarro mozo que despliega sus gracias y habilidades: baila, hace hablar a la guitarra, compone versos e incluso hace jaulas para los pajarillos.
Una alhaja, muy capaz de engañar a una tierna doncellita. Pero el ladrón no tendió sus amplias redes a la niña, no. La atrapada fue la Dolorida, ella entregó las claves de la virginal fortaleza, al llamado don Clavijo.
Con unas coplas que oyó cantar al malandrín, qué vergüenza, Dios mío. Esa de la dulce mi enemiga…se derretía de gusto.
Acertó Platón, hay que desterrar a estos poetastros. Espinas blandas, rayos que hieren, muerte tan escondida, ven. ¡Ay estas seguidillas! Azogue para los sentidos, desasosiego para el cuerpo, música que hace brincar el alma…Que destierren a estos trovadores que embrujan a las incautas doncellas. No, que la culpa no es de las jóvenes sino de las viejas y bobaliconas dueñas que, fácilmente engañadas, permiten que la llave abra la escondida cerradura. ¡Ay, don Clavijo!
Los escritos son un compendio de imposibles: vive muriendo, arde en el hielo y el majadero parte y se queda a la vez. En los libros de la biblioteca, aprendí que todas esas sinrazones son paradojas. ¿Paradojas? ¡Disparates!
¿Y qué podemos decir de lo que prometen? Un fénix, una corona, perlas, oro, un mágico bálsamo. Poco cuesta alargar la pluma y prometer imposibles.
La Trifaldi habla de faltas ajenas, teniendo tanto que contar de las suyas. Su simplicidad no advirtió que, desembarazando el camino a don Clavijo, se embarazaría la pequeña Antonomasia. No fue una sola vez la que yacieron juntos, actuando ella de medianera. Eso sí, como legítimo esposo. ¿No entienden nada? Les explico.
La infanta había firmado, previamente, una cédula en la que declaraba ser esposa del Clavijo. La dueña, creyéndose muy lista, lo redactó convenientemente. Sin este papelucho, jamás hubiera consentido…
Sólo ve un daño en esta coyunda y es la desigualdad de condición social. ¡Una heredera del reino con un simple caballero!
La maraña está encubierta hasta que se descubre la hinchazón del vientre de Antonomasia. Don Clavijo pide, ante el vicario, por su mujer a la princesa, en fe de la cédula firmada.
El vicario ve el documento, confiesa a la chiquilla que confiesa de plano y la deposita en casa de un alguacil de corte, alguacil pero honrado.
Sancho se extraña de que en la lejana Candaya haya como aquí: sus alguaciles, sus poetas y sus seguidillas. ¡Qué desilusión!
La señora Trifaldi nos hace bostezar, no acabará nunca su relato, se va por las ramas. Creo que, a eso, se le llama digresiones. Y es Sancho el que le pide que se dé prisa. Así lo hará, dice…No sé yo...
Un abrazo para los que pasáis por aquí.
María Ángeles Merino.
Me ha encantado tu explicación de la cédula. Gracias. Por cierto, aunque en mi resumen digo que TUCCI nos encontrará Candaya en el mapa, lo hice en broma porque sé que es un lugar ficticio. Besotes, M.
ResponderEliminarVaya, parece que a este mayordomo no se le pasa la malquerencia con las dueñas. Hará buenas migas con Sancho, seguro (de las de comer también).
ResponderEliminarMe gusta lo que pones de la pobre Dolorida que entregó las claves de su virginal fortaleza...
ResponderEliminarsimplemente la pobre se enamoró...
ResponderEliminarheheheheh
ResponderEliminarMerche: ya supuse que lo de Tucci buscando Candaya en el mapa era una broma. Pero, en la época de Cervantes, los mapas no estaban al alcance de casi nadie y,probablemente , algunos lectores pensaron en Candaya, Archipiela y cabo Comorín como lugares lejanos pero reales.
ResponderEliminarPedro: el mayordomo es misógino, además de dueñofobo.
Myr: sí, se las entrega a Clavijo. En una mentalidad no demasiado antigua, era así. Se enamoran la niña Antonomasia y la dueña , las dos del mismo cantaseguidillas.
Gracias amigos , un abrazo candayés.
ABEJITA:
ResponderEliminarAmigo, mayordomo de los Duques, ¿qué sería de ellos sin usted?. Les ahorra un sustancioso dinerillo, porque, ¿cuánto vale su trabajo?: escribir los guiones, interpretar los papeles más difíciles, dirigir al resto del personal. La verdad es que usted vale su peso en oro.
Pero gaste cuidado al interpretar a una dama, afine la voz, tome huevos crudos en ayunas, le irá bien. Siéntase femenina, aunque la voz le salga algo ronca; pero no diga que es criado, sino criada...ahí metió la pata, por suerte reaccionó rápido.
La verdad sea dicha, que el papel de Dueña Dolorida le ha salido bordado. Estoy asombrado con su imaginación, aunque con la ubicación geográfica del reino de Candaya, se ha pasado tres pueblos. Y no menos con los nombres de los padres de su pupila y los padres de ésta.
Mira que ponerle doña Maguncia a la pobre Reina; Archipiela no suena tan mal, suena a estar muy lejos y rodeado de agua, espero que sepan nadar.
Vaya papelón que ideó para solicitar el brazo de don quijote. La trama no tiene desperdicio:
Su niña Antonomasia, le salió guapilla de más, ¿no?. Creo que es usted bastante envidiosa, quería quitarle los novios a la niña. ¿Pero dónde va usted, si no es más que una vieja pelleja?. Se hizo la lista, resultando ser tonta del bote. Ahora me viene con que hay que desterrar a este tipo de poetas como dijera Platón...¡pues no haberlo escuchado a tan poca distancia!!, se lo tiene merecido. A ver cómo le va a explicar
ahora a su señora Maguncia que la niña está más preñada que una gata; que los primeros meses puede enfajarla, pero luego la cosa tiene que salir por donde sea.
Venga, arregle los papeles para que se casen estos tortolitos; y para otra vez, que le sirva de escarmiento: no quiera mojar la sopa en el caldo de otra.
Te lo curraste como de costumbre Abejita, un abrazo.
Antonio: tu comentario es genial.Es una pena que se quede aquí. Lo pongo en una entrada nueva.
ResponderEliminarUn abrazo