sábado, 28 de noviembre de 2009
"...debe de tener hecho algún concierto con el demonio de que infunda esa habilidad en el mono ..."
Monito flautista en un canecillo románico de Santa María de la Oliva (Navarra)
Un simpático diablo en un canecillo románico de San Pedro de Tejada (Burgos).
Estaba buscando imágenes para el comentario al capítulo 2,25 del Quijote, pero se me ha aparecido Sor Austringiliana y me ha llevado hasta una página web de canecillos románicos, de sus tiempos...
Segunda parte del comentario al capítulo 2,25 del Quijote , publicado en "La acequia"
En esto, entra en la venta un extraño personaje. Lleva un parche verde que le cubre un ojo y parte de la cara, probablemente comida por algún mal. Va razonablemente vestido: todo de gamuza, medias, greguescos, jubón; pero… su aspecto es de grandísimo bellaco. Pregunta, a voces, si hay posada. Para el mono adivino y el retablo de Melisendra siempre tiene sitio el ventero, que la gente pagará por verlos y los beneficios se reparten. Aunque esta vez Maese Pedro, que así se llama el del mico, se conforma con cubrir gastos.
Más importante que el duque de Alba, no dice nada este huésped. Precisamente, uno de mis proyectos es dar a la estampa una breve relación, unos mil folios, sobre quién ha de dejar pasar a quién, cuando un grande de España coincide ante una puerta con otro grande. El de Alba no cederá ante nadie. Perdonen la digresión.
El tuerto sale de la venta, tiene fuera el retablo y el sabio animalito. Don Quijote aprovecha para preguntar por el Maese. Resulta ser un famoso titiritero que ahora anda por aquí, la llamada Mancha de Aragón. Sus atracciones consisten en un retablo de títeres más un diabólico simio que contesta preguntas, al módico precio de dos reales. En realidad, podrán vuestras mercedes imaginar, las responde su amo por él, después de que el bicho haga el ademán de decírsela al oído.
El ventero nos proporciona más información: buena vida, riquísimo, galante,” bon compaño”, hablador, bebedor y …¿todo ganado con el mono y del teatrillo? Tal vez, en mi nutrida biblioteca, halle la solución a mis dudas, dado que aquí hay algo que no me cuadra.
Maese Pedro vuelve a la venta con su carreta y su famoso mono. Es grande, sin cola y con el trasero pelado; pero tiene cara de bueno. Don Quijote se dirige a él como “señor adivino” y le pregunta “¿qué peje pillamo?”. La traducción es más o menos: qué ha de ser de nosotros. Recuerdan vuestras mercedes cuando dijo “espirlochería” y “felice”. ¿Qué le darían a este hombre en los itálicos estados? ¿Sirvió tal vez al Rey? ¿El ventero también?
Sancho toma, de mano su señor, los dos reales para la simiesca consulta; pero Maese Pedro advierte que el animalillo no sabe nada del futuro, conoce sólo lo pasado y algo del presente. ¡Valiente adivino! ¡Voto a Rus! Sabrán vuestras mercedes que Rus es un riachuelo que pasa cerca de aquí, es un dato erudito recogido en uno de mis trabajos impresos…Perdonen la digresión.
Sigamos. Puesto que sabe las cosas presentes, el escudero pregunta al mono qué hace, en ese mismo momento, su mujer Teresa Panza. Maese Pedro no quiere tomar dinero hasta realizar el servicio. Da con la mano derecha dos golpes sobre su hombro izquierdo y el mono se sube sobre él. Simula que le habla al oído, castañeando muy deprisa los dientes. Unos pocos minutos después, el animal se posa en el suelo. El del parche se arrodilla ante el andante, abrazándole las piernas, citando su nombre completo de don Quijote de la Mancha y recita un panegírico tan hiperbólico que nos deja a todos con la boca abierta, esperando el desenlace de todo aquello.
Y, a continuación, se dirige al “mejor escudero” para informarle de su mujer Teresa: “está buena”, rastrillando lino y entreteniéndose con un jarro de vino, de no pequeña capacidad. La respuesta satisface a Sancho, buena mujer, tan cabal y tan de pro como cierta andariega giganta, un poco celosa, eso sí. Y aficionada al buen vinillo…Eso no es pecado, yo mismo, un gran humanista, cuando estoy escribiendo uno de mis doctos libros, tengo cabe mí un jarrillo de Valdepeñas que quita el sentido. O de Arganda…Por tercera vez, perdonen otra digresión. (Continúa)
Un abrazo.
María Ángeles Merino dio voz al "primo".
¿Monito flautista? ...si Freud levantara la cabeza...
ResponderEliminarEstoy con MOSCA. Eso de la flauta, nada monada... Pero me sorprende que no la hayan borrado con el tiempo como hicieron con muchos canecillos románicos que eran MUY eróticos.
ResponderEliminarEspero tu segunda visita, primo. Muchos besotes, M.
Ay, madre: qué monos, esta Sor...
ResponderEliminarEste titiritero viene mejor preparado que los de la cabra de ahora. Trae servidumbre, pero no cabra, trae un mono que sólo ve para atrás, con el retrovisor.
ResponderEliminarCuando el diablo no tiene que hacer, con cualquier cosa se entretiene...
Moscaaaaa: qué alegría, bueno, la flauta del monito es demasiado flexible y parece otra cosa,pero es monito y flautista. Freud, Freud...
ResponderEliminarMerche: flauta es, parece otra cosa, cierto.Los canecillos románicos quieren simbolizar el pecado, la lujuria, son moralizantes. Así que esos que los borraron hicieron un pan como unas hostias, con perdón.
Pedro: menuda es la Sor, parece ermita pero es catedral. Mono, mono.
Pancho: este titiritero está preparadísimo, sabe latín.
Un beso a todos