Comentario a algunos contenidos de "La estafeta romántica", Episodio Nacional de Benito Pérez Galdós. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
Burgos, a 27 de noviembre de 2013.
Señora doña Pilar Loaysa:
He sabido de usted a través de doña Valvanera. En lo que
toca a Fernando Calpena, atienda a las
sensatas palabras de su amiga del alma. Que no habéis de esperar que se
le pase tan pronto el malestar, que la situación fue muy desairada y él la
vivió “con verdadero heroísmo”. Hay que equilibrarle, pero no en dos días ni
en cuatro. Que ella conoce bien vuestros arranques y pueden ser inoportunos.
Pobrecito, aún se ve atormentado por la ira, la amargura y el despecho. No os preocupéis, que la de Maltrana no le quita ojo. Y no habéis de temer que imite al joven Werther.
Él mismo dice “que ama su sufrimiento y no quiere desprenderse de él”. Se complace, eso sí, con un puntito masoquista, en contar la triste historia de sus amores con Aura, “como incendio repentino o como estallido de un volcán”, demasiado fuego.
Suicidio romántico |
Él mismo dice “que ama su sufrimiento y no quiere desprenderse de él”. Se complace, eso sí, con un puntito masoquista, en contar la triste historia de sus amores con Aura, “como incendio repentino o como estallido de un volcán”, demasiado fuego.
Y vuestra amiga tiene la clave, su
mal “no es otro que la desproporción monstruosa entre lo que piensa, siente o
sueña, y lo que le sucede. " El mal de los románticos…Y lo de Bilbao fue “caer desde la poesía más alta a una prosa
rastrera y tristísima”. Todavía sufre las magulladuras y los chichones.
El asunto de La Guardia debe esperar, aunque os conste “la
adoración y entusiasmo” que Demetria y Gracia sienten por el enfermito. Las
pretensiones de Rodriguito, el hijo de vuestra media hermana Juana Teresa, lo
complican “terriblemente”. Y Valvanera no quiere disgustos con su cuñada; tan lastimada en su amor
propio, tras la negativa de Demetria que no vio en su niño al “mejor de los
esposos”. Y que no ha renunciado a
convencerla, no. También están los Navarridas, don José María no tanto…pero
doña María Tirgo trabaja a la desesperada por enderezar el negocio de su amiga
de Cintruénigo.
Teméis por Calpena y la imagen del joven Werther es vuestro “fantasma perseguidor”, Dios perdone al Sr. de Göethe. Veis en Fernando a “un espíritu admirablemente preparado para la imitación”. Exhortáis a Valvanera, que "toda cautela es poca mientras dure el horrendo trastorno de una ilusión arrancada de cuajo”. ¿Os da miedo el romanticismo exaltado o la vulnerabilidad de vuestro “adorado tontín”?
¿Qué significa “romántica” para don Felipe? Lo tenéis muy claro: “es su manera personalísima de repudiar lo que se sale de lo vulgar y lo corriente”. Vuestro matrimonio, “veinte años largos de ansiedad y lucha, de persecuciones, de estudio sutil para sortear el carácter receloso, inquisitorial de Felipe”. La lectura ha sido el refugio, habéis leído mucho, desde los clásicos a los románticos; lo proclama la famosa carta apócrifa del poeta “sonámbulo”.
Demasiada cultura para una dama burguesa de la España de María Cristina con sus “muñoces” y su inocente Isabel, de don Carlos María Isidro asomando la boina roja por Arganda, de liberales contra absolutistas. Qué importa la historia, las Marías Tirgo de su tiempo a lo suyo: labores, libros piadosos y urdir matrimonios de conveniencia, pobre Moratín, para qué escribiría “El sí de las niñas”. Como dice Pedro Ojeda: "La historia es algo que pasa lejos".
Lloráis por la muerte de vuestra sirvienta Justina, por el recuerdo de aquel envoltorio blanco que hubo que llevar a criar a Vera, en la clandestinidad. La fiel Justina que atendió al recién nacido Fernando y veló por su crianza.
Pusistéis en marcha un mecanismo benefactor, en torno a Fernando Calpena. Se suceden las cartas, de doña Valvanera a doña Pilar, de doña Pilar a Valvanera. Escribís más que el Tostado, sois “la Tostada”, vos misma os colocáis el remoquete. Él no sabe nada del maternal resorte que tanto desea mejorar su condición social y económica, su felicidad, según vos la entendéis. El sacrificio es grande, debéis revelar vuestro secreto al “inquisitorial” marido. ¿Cómo lo tomará Felipe? Mal, lo tomará mal, como podríamos anticipar, pero al final se resuelve todo, esto es una novela, no la vida real. Al fin:
“Dame mil abrazos y besos, mi amiga del alma, y recibe con mis ternuras la feliz noticia de que mi problema está resuelto. Felipe me perdona, y consiente en facilitar todos los arbitrios legales… para transmitir a Femando una parte de mis bienes, por donación inter vivos, por... en fin, no sé cómo, pero ello será. Felipe decreta mi libertad, permitiéndome que dentro de algún tiempo, previas las gradaciones y habilidades convenientes, viva con Fernando fuera de Madrid. ¡Ay, qué felicidad, qué descanso tan dulce al término de este fatigoso viaje de mi vida! "
Sois “pura pólvora” y la impaciencia os pierde. Adoráis la personalidad de la mayorazga Demetria, veis en ella a una de las vuestras:
“Déjame, déjame que desahogue el ardor de mi alma. Luego me dicen revolucionaria, romántica. Sí, lo soy: quiero imitar a esa sin par niña, que odia, como yo, los raciocinios por papeleta, y cuando le han presentado la de su casamiento, la ha deshecho con garra de leona. ¡Esa, esa es la mujer que quiero para compañera de Fernando!"
No soportáis la idea de que se la lleve el "fantasmón" de vuestro sobrino, Rodriguito. Pero… ¿y Fernando? ¿qué le parecerá a vuestro “adorado tontín”? A ver si ahora un nuevo Moratín va a tener que escribir “El sí de los niños”.
De momento, se expresa así, muy comedidamente:
“Amada madre mía: …Deseo vivir y tener salud para gloria y felicidad de la que ha vivido padeciendo por mí; deseo agradarla en todo, amoldar absolutamente mis acciones a sus deseos. Acepto la explicación que se sirve darme de su plan referente a mi matrimonio con la niña de Castro-Amézaga, y le agradezco infinito que haya tenido en cuenta las razones que por conducto de Valvanera le expuse para no precipitar este asunto y someterlo a los trámites que me imponen la dignidad de todos y mi delicadeza. No haré, pues, manifestación alguna de propósitos matrimoniales, concretándome a pasar por La Guardia de regreso de Vitoria, en compañía del buen Hillo. “
Ya ve usted, no hará manifestación. ¿Se casará Fernando Calpena con Demetria Castro? “La estafeta romántica” nos deja con el interrogante, Galdós nos ha puesto la trampa. Hemos de ir a por el siguiente “Episodio nacional”.
Leemos que Juana Teresa se haya dispuesta a la indulgencia y al olvido, y a reconoceros a vos como "mujer ejemplar", siempre que seáis "comedida". Se despide de vos, con mil afectos, vuestra cariñosa hermana, bla, bla, bla. Valiente…urraca, vuestra querida media hermana. Cuidado con ella, no os fiéis.
Me despido de vos y os deseo que seáis muy feliz.
En cuanto a los lectores, ya sabéis: “Vergara”.
Un abrazo de.
María Ángeles Merino
Doña Valvanera piensa: “Si de acá echamos nuestro memorial y ellos fracasan nuevamente, verán en nosotros la causa del desastre, y no quiero decirte los disgustos que a Juan Antonio y a mí nos traerían las iras de Juana Teresa”. ¿Y si, por el contrario, ganan ellos la partida? Fernando, pobre, no soportaría un segundo desengaño. Además, no es airoso para un caballero “el quitar tan pronto la mancha de la mora madura con la verde”. Que Calpena no es un cazador de dotes.
Vuestra amiga os pide calma, que “los sucesos lleven su marcha natural” y déjalo de su cuenta. Ella será la acción y vos el pensamiento...Ella conoce “vuestro secretico de dos caras”, suplicio y gozo a la vez. El verdadero vínculo que os une a quien llamáis “adorado tontín”, “pobrecito mío”,“pobre niño mío”. Lo sé, Fernando Calpena es vuestro hijo. Os pregunta Valvanera si Juana Teresa sabe lo que ella sabe, le contestáis que…”lo cantarían los ciegos por las calles”. Descuidad, seré discreta.
Tras llorar “un poquito” abriendo viejas heridas, reís con el resultado de una broma que os ha salido del corazón. Pensáis que él también reirá cuando descubra vuestro juego. Le contaréis como sabéis tanto de todo lo que pasó “antes, en y después del entierro”, el de Larra. Yo también me pregunto cómo conocéis tanto de los poetas románticos y sus circunstancias no tan románticas, como el reúma de Espronceda, las penurias del guardarropa de los asistentes al entierro o el mimbre con que escribía Zorrilla, a falta de pluma… ¡Incluso os atrevéis con unos versos! ¡Qué ironía os gastáis, mi señora doña Pilar!
Y, a todo esto, Miguel de los Santos no pudo asistir al acto por no tener quien le prestara ropa de luto. Del juego de la carta falsa decís que os ha endulzado el alma, que os parece tener veinte años menos y le tenéis sobre vuestras rodillas, contándole lo del ratoncito Pérez. Una imagen de mujer con su pequeño que a vos os arrancaron unas criminales rigideces sociales.
Teméis por Calpena y la imagen del joven Werther es vuestro “fantasma perseguidor”, Dios perdone al Sr. de Göethe. Veis en Fernando a “un espíritu admirablemente preparado para la imitación”. Exhortáis a Valvanera, que "toda cautela es poca mientras dure el horrendo trastorno de una ilusión arrancada de cuajo”. ¿Os da miedo el romanticismo exaltado o la vulnerabilidad de vuestro “adorado tontín”?
Porque vuestro marido, Felipe, dio en llamaros romántica y vos proclamáis: “Yo acepto el mote, si romántico quiere decir revolucionario, porque... no te asustes... te advierto que yo lo soy. Me siento un poco masónica, quiero decir que prefiero los males de la libertad a los del orden”. Habéis llegado demasiado lejos con vuestra sinceridad y añadís: “esto es una broma, querida; no hagas caso”. No lo es, se os ha ido la pluma tras el corazón.
¿Qué significa “romántica” para don Felipe? Lo tenéis muy claro: “es su manera personalísima de repudiar lo que se sale de lo vulgar y lo corriente”. Vuestro matrimonio, “veinte años largos de ansiedad y lucha, de persecuciones, de estudio sutil para sortear el carácter receloso, inquisitorial de Felipe”. La lectura ha sido el refugio, habéis leído mucho, desde los clásicos a los románticos; lo proclama la famosa carta apócrifa del poeta “sonámbulo”.
Demasiada cultura para una dama burguesa de la España de María Cristina con sus “muñoces” y su inocente Isabel, de don Carlos María Isidro asomando la boina roja por Arganda, de liberales contra absolutistas. Qué importa la historia, las Marías Tirgo de su tiempo a lo suyo: labores, libros piadosos y urdir matrimonios de conveniencia, pobre Moratín, para qué escribiría “El sí de las niñas”. Como dice Pedro Ojeda: "La historia es algo que pasa lejos".
Lloráis por la muerte de vuestra sirvienta Justina, por el recuerdo de aquel envoltorio blanco que hubo que llevar a criar a Vera, en la clandestinidad. La fiel Justina que atendió al recién nacido Fernando y veló por su crianza.
Pusistéis en marcha un mecanismo benefactor, en torno a Fernando Calpena. Se suceden las cartas, de doña Valvanera a doña Pilar, de doña Pilar a Valvanera. Escribís más que el Tostado, sois “la Tostada”, vos misma os colocáis el remoquete. Él no sabe nada del maternal resorte que tanto desea mejorar su condición social y económica, su felicidad, según vos la entendéis. El sacrificio es grande, debéis revelar vuestro secreto al “inquisitorial” marido. ¿Cómo lo tomará Felipe? Mal, lo tomará mal, como podríamos anticipar, pero al final se resuelve todo, esto es una novela, no la vida real. Al fin:
“Dame mil abrazos y besos, mi amiga del alma, y recibe con mis ternuras la feliz noticia de que mi problema está resuelto. Felipe me perdona, y consiente en facilitar todos los arbitrios legales… para transmitir a Femando una parte de mis bienes, por donación inter vivos, por... en fin, no sé cómo, pero ello será. Felipe decreta mi libertad, permitiéndome que dentro de algún tiempo, previas las gradaciones y habilidades convenientes, viva con Fernando fuera de Madrid. ¡Ay, qué felicidad, qué descanso tan dulce al término de este fatigoso viaje de mi vida! "
Sois “pura pólvora” y la impaciencia os pierde. Adoráis la personalidad de la mayorazga Demetria, veis en ella a una de las vuestras:
“Déjame, déjame que desahogue el ardor de mi alma. Luego me dicen revolucionaria, romántica. Sí, lo soy: quiero imitar a esa sin par niña, que odia, como yo, los raciocinios por papeleta, y cuando le han presentado la de su casamiento, la ha deshecho con garra de leona. ¡Esa, esa es la mujer que quiero para compañera de Fernando!"
No soportáis la idea de que se la lleve el "fantasmón" de vuestro sobrino, Rodriguito. Pero… ¿y Fernando? ¿qué le parecerá a vuestro “adorado tontín”? A ver si ahora un nuevo Moratín va a tener que escribir “El sí de los niños”.
De momento, se expresa así, muy comedidamente:
“Amada madre mía: …Deseo vivir y tener salud para gloria y felicidad de la que ha vivido padeciendo por mí; deseo agradarla en todo, amoldar absolutamente mis acciones a sus deseos. Acepto la explicación que se sirve darme de su plan referente a mi matrimonio con la niña de Castro-Amézaga, y le agradezco infinito que haya tenido en cuenta las razones que por conducto de Valvanera le expuse para no precipitar este asunto y someterlo a los trámites que me imponen la dignidad de todos y mi delicadeza. No haré, pues, manifestación alguna de propósitos matrimoniales, concretándome a pasar por La Guardia de regreso de Vitoria, en compañía del buen Hillo. “
Ya ve usted, no hará manifestación. ¿Se casará Fernando Calpena con Demetria Castro? “La estafeta romántica” nos deja con el interrogante, Galdós nos ha puesto la trampa. Hemos de ir a por el siguiente “Episodio nacional”.
La última carta es de Juana Teresa a Valvanera, para cantar las cuarenta a su media hermana:
"Amiga y hermana: No tengo sosiego hasta no desahogar mis agravios contra ti, y hoy me decido a manifestártelos, que si en ello tardo más, de seguro reviento. Ya sé que tu casa es, como si dijéramos, el cuartel general de las intrigas fraguadas contra mi hijo y contra mí, lo que no entiendo, a menos que me demuestres la razón de querer más a tu sentimental y misterioso huésped que a tu sobrino, hijo de tu hermano, mi esposo, que santa gloria haya.”
Juana Teresa lo sabía todo y lo canta ahora. Y canta algo más. Sí, aquel príncipe polaco, 1811 y 1812, señor de Poniatowsky, el padre de Fernando, vuestro secreto al completo. Murió tempranamente, no complica la trama. Fue real...y napoleónico.
"Amiga y hermana: No tengo sosiego hasta no desahogar mis agravios contra ti, y hoy me decido a manifestártelos, que si en ello tardo más, de seguro reviento. Ya sé que tu casa es, como si dijéramos, el cuartel general de las intrigas fraguadas contra mi hijo y contra mí, lo que no entiendo, a menos que me demuestres la razón de querer más a tu sentimental y misterioso huésped que a tu sobrino, hijo de tu hermano, mi esposo, que santa gloria haya.”
Juana Teresa lo sabía todo y lo canta ahora. Y canta algo más. Sí, aquel príncipe polaco, 1811 y 1812, señor de Poniatowsky, el padre de Fernando, vuestro secreto al completo. Murió tempranamente, no complica la trama. Fue real...y napoleónico.
Leemos que Juana Teresa se haya dispuesta a la indulgencia y al olvido, y a reconoceros a vos como "mujer ejemplar", siempre que seáis "comedida". Se despide de vos, con mil afectos, vuestra cariñosa hermana, bla, bla, bla. Valiente…urraca, vuestra querida media hermana. Cuidado con ella, no os fiéis.
Me despido de vos y os deseo que seáis muy feliz.
En cuanto a los lectores, ya sabéis: “Vergara”.
Un abrazo de.
María Ángeles Merino