Lectura de primavera "La marca del meridiano"
Comentario a algunos contenidos de la novela "La marca del meridiano", de Lorenzo Silva. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
Así es, no considero nunca al deber como algo opcional, por muy fastidioso que sea. Disculpen, se presenta, de nuevo, la sargento Virginia Chamorro, a las órdenes del brigada Rubén Bevilacqua. Junto con el guardia Arnau formamos un buen equipo. Sí, ya sé que lo tradicional en la Benemérita es la pareja...
Es horrible, el subteniente Robles no murió por ahorcamiento, fue algo peor. Lo torturaron salvajemente: quemaduras de plancha en el pecho, el abdomen y la espalda. Eso solo con levantarle la camisa, más abajo..."interrogatorio mariachi" dice Vila. "Desgarros en zona anal y perineal sugestivos de introducción violenta de objeto...". Paro cardiaco, a quién no se le pararía el corazón...Todo ello en la apacible Rioja.
Apacible Rioja, río Ebro a su paso por Briones
El capitán Reinares tomó medidas para que no se hicieran más fotos que las nuestras y ha mantenido a raya a la prensa. Aparte de eso, los asesinos podrían llevar móvil con cámara y flash, algo tan común hoy en día; tal vez retrataron al cadáver, para mayor escarnio... Vila conoce a la mujer de Robles, espera que no vea nunca la imagen de su marido muerto, en el puente. Confiemos en que no lo cuelguen en Internet, sería doble colgadura, como a Gadafi.
Consuelo, la viuda, llega a la Unidad riojana, ha hecho un viaje precipitado desde Barcelona, le acompaña su hijo, militar profesional, recién llegado de Afganistán. Unos sesenta años, alta, de aspecto descuidado pero imponente...En sus buenos tiempos, seguro que fue resultona, ya que no guapa.
Me choca su disgusto, en absoluto disimulado, ante la presencia del brigada Bevilacqua. La única cara conocida debería ser un alivio... El saludo no puede ser más áspero: "¿Qué haces tú aquí?". Rubén trata de templarla: "lo siento de veras, Consuelo...Lo de tu marido y lo que sea que te disguste de verme. Lo que hago es lo que me toca, por ser lo que soy. Me han mandado, en este trabajo no se elige."
No me extraña que a esta mujer la llamaran "la Sargenta". Qué carácter, después de la respuesta razonada y serena del brigada, todavía insiste: "¿Y no había otro?". La respuesta de Vila es contundente : "Es posible. Pero mi jefe pensó que yo era el mejor. Trataré de demostrarle que no se equivocaba. Y también a ti, si te dejas". Le da igual, ella a lo suyo. Todavía añade: "Francamente, preferiría que se ocupara otro".
Estoy segura de que Rubén saca fuerzas para la réplica: tú no lo organizas, tendremos que soportarnos, no sé qué te parece tan mal, agradezco la oportunidad, sabes que lo apreciaba, me esforzaré...A otra ya la hubiera frenado en seco.
Lo que dice ella, a continuación, me lo apunto: "...tengo mis motivos. Y deberías imaginártelos". No sé qué comparten estos dos , mas yo lo relaciono con lo que Vila me está ocultando. Por fin, desiste: "Bah, qué más da. Son lentejas, supongo."
Son lentejas, pero no tienes la opción de dejarlas, querida Consuelo. Qué burra, ni una lágrima, no mira a nadie a la cara, nos lee la cartilla y exige que te exige. Su hijo, un mocetón empequeñecido a su lado, no dice ni mu. Por fin, pregunta dónde está el cuerpo, ya era hora, hija. Lo llevarán a su pueblecito leonés, todavía tendrán que soportar un entierro rural castellano, "berlanguiano" diría mi brigada.
Después de "tendremos que hacerte algunas preguntas", Consuelo se suaviza y escucho, atónita, el diminutivo "Rubencín". Habló con su marido cuando salió de casa por última vez, después no la llamó en todo el día, ni siquiera por la noche, hacía ya mucho que se les había pasado "la tontería de novios". Un matrimonio más que enfriado, "un ten con ten y para de contar". Ni curiosidad por saber lo que estaba haciendo el subteniente, ni dónde. Por lo visto,ni le preocupaba el pensar que fuera algo peligroso.
Asisto, sin perder detalle, al interrogatorio, mi brigada no ha dejado de abastecerme de munición para una escaramuza que más tarde o más temprano le tocará librar. Insiste en que no tiene ni idea acerca de las "chapuzas" que Robles realizaba para ganarse un sobresueldo.
Al día siguiente, ante el cadáver, amortajado y compuesto, Consuelo suelta algo que hace sentirse muy incómodo a su hijo, el sargento de Infantería:
"Mírale...Bien plantado hasta el final. Viéndole así, hasta doy por bien pasados todos los disgustos que me dio. Por lo menos, los sufrí por un hombre que todas me envidiaban"
Ya tendremos ocasión de hablar con ella, más adelante, más tranquilos. Rubén la tranquiliza, no será un interrogatorio personal y la viuda responde: "Ay, muchacho, se te han puesto algunos pelos blancos, pero en el fondo sigues siendo un inocente. Todo es personal, al final".
Rubencín, muchacho, inocente...espero con curiosidad la próxima entrevista con la singular viuda. Será en su casa de Barcelona.
Allí la visitamos, poco después, en Sant Vicenç dels Horts, comarca del Baix Llobregat. En un barrio de viviendas unifamiliares que se desparraman por la montaña. Predomina la construcción de medio pelo...Robles no contaba con otra fuente de ingresos que el sueldo en la reserva, no podría costearlo sin rentas complementarias. A Vila le consta que las tenía, debíamos explorar su volumen. Ciento sesenta metros construidos en una sola planta, con sótano. No era de las más grandes.
Consuelo aparece al minuto de apretar el timbre. Sus pasos son cortos y desganados, viste ropa gastada y deportivas, lleva el pelo descuidado, es un anciana. Se aparta y nos invita a entrar, asumo el papel de exploradora y paso la primera. Me sigue, indeciso, Arnau. Vila se queda tras la viuda que no acepta la cortesía de caballero antiguo. Accedemos al salón comedor, una mezcla de muebles antiguos y modernos, algo de IKEA y su rincón: ordenador portátil nuevo e inmenso televisor.
Tomamos café y Consuelo se explica. Esta es "nuestra casa", rectifica "mía y del banco, ahora". Lo compraron hace diez años, cuando Robles considera que ya no le iban a mover más. No le hacían gracia los "catalinos", pero sus hijos ya estaban hechos y a Rafael le gustaba. No iba ella a aguarles la fiesta. Y si le hablan en catalán, que lo entiende, contesta en castellano, que ellos también entienden.
Vila decide meterse "en terreno farragoso". Le pregunta si le queda hipoteca aún. Con los ahorros, pagaron una parte, el resto a veinte años. Le quedan unas ciento veinte mil por pagar. Si ella no puede amortizarlo, sus hijos lo harán. Trabajan, tienen nómina corta pero fija.
Más farragoso todavía:
"Me dijiste en Logroño que hacía trabajos que le daban para sacarse un complemento a la paga de la reserva...Lo que me cuentas ahora me invita a interpretar que no le rentaban gran cosa"
Ella no es ninguna incauta. Responde: "Yo sé del dinero que traía y que me daba. Nada más". Entonces mi brigada se vuelve hacia la televisión: "esa tele vale un pico".
Consuelo lo reconoce, es de las más caras y Rafael la pagó a tocateja. Le resta valor, manifiesta que, desde que las hacen los coreanos , cualquier pelagatos puede poner cine en casa.
Los tres pelagatos presentes pensamos en la que tenemos en el salón.
¿Y el coche? El BMW fue un chollo, a través de uno que los trae de Alemania, lo que se dice siempre.
De pronto, se muestra fatigada por la insistencia. Con esos trabajos se permitieron algún capricho, mas no salieron de pobres. Ahora le pregunta si ha descubierto algo tan feo que no pueda contárselo.
Vila recuerda que es él el que manda y la informa de la obligación moral que tiene de responderle. Ella explota: "¿Vas a llevarme al cuartelillo?"
No, ya no hay cuartelillo ni es necesario. Lo que te está diciendo, Consuelo, es que le cuentes todo lo que sepa. Y añade algo que me gusta: "Mis compañeros son de mi absoluta confianza".
Ya hemos tomado el café, a la viuda no se le escapa el detalle de mi bloc y lo que llevo apuntado en él. Me mira de hito en hito con cierta inquietud.
Aquel jueves se llevó maleta, pensaba hacer noche. Bevilacqua da otra vuelta de tuerca, esta será la definitiva:
"Perdóname, Consuelo, pero, ¿tu creías de verdad que le daba solo para comprarte una tele grande y un coche de segunda mano? ¿O para comprarse él ese BMW de ganga traído de Alemania?"
Baja los ojos, le tiemblan las manos, suena la taza contra el plato. Ya está. Confiesa, le dio para algo más. Ha sido una tontería no decírnoslo. Se acaba de dar cuenta de que podemos mirar los papeles del banco y todo eso.
Respira hondo y habla mirando a Vila:
"En los últimos tres años, quitamos doscientos y pico mil euros de la hipoteca".
¡Casi nada! Se sincera: "Puedo decir que soy pobre, pero, sin ese dinero extra, acabaría deshauciada, como tantos ahora".
Doscientos mil euros de ahorro en tres años son de una dimensión económica que va mucho más allá del nivel corriente de los subtenientes, incluso de los que hacen chapuzas.
Consuelo está mucho más que nerviosa, pregunta si vendrá Hacienda por ella. Rubén ha de administrar su angustia, que le conviene, en una medida que no le haga sentirse indigno. Procura tranquilizarla: "No tiene por qué...Depende del fiscal y lo que haga el fiscal depende mucho de lo que nosotros escribamos en nuestros informes. Me conoces un poco, Consuelo. No empujaré para que te embargue Hacienda y te echen de tu casa. No es eso a lo que me dedico..."
No perseguimos a Rafael, ni a su mujer, sino a quien le hizo tal salvajada, lo tenemos claro los tres del equipo.
Todavía queda preguntarle por las llamadas que recibía su marido. Cuando le habla de una mujer exranjera que llamaba con frecuencia a Rafael, se queda quieta, como fulminada por un rayo. Se levanta y vuelve con un móvil. La foto de una mujer morena sonriente. Un día, mientras él estaba en la ducha, vio su móvil encima de la mesita de la entrada. Recibía en ese momento un mensaje, era la foto, solo tuvo que copiarla. No sabe nada de ella, solo que es joven, que en su alegría hay todavía algo de inocente y que una parte de su cuerpo no se debe a la Divina Providencia. Miro bien la foto, parece que la Naturaleza recibió una ayudita.
Así es la mujer de Rafael Robles, todo un carácter. El desdichado subteniente pasó al otro lado del meridiano y hubo un momento en que quiso volverse atrás. Y no fue posible. Drogas o prostitución, o las dos cosas. No les puedo decir, prefiero que lean a Lorenzo Silva, no a la mujer que no para de darle a la tecla del ordenador.
Virginia Chamorro, sargento de la Guardia Civil.
Un abrazo de:
María Ángeles Merino
Las palabras en naranja están copiadas directamente de: "La marca del meridiano", Lorenzo Silva, editorial Planeta, primera edición.