Comentario en torno al capítulo más extraño de "Sonata de otoño", de Valle Inclán (páginas 111-113 en la edición de la colección Austral). Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
En "Sonata de otoño", vivimos el último instante de Concha:
"Su cuerpo aprisionado en mis brazos tembló como sacudido por mortal aleteo. Su cabeza lívida rodó sobre la almohada con desmayo. Sus párpados se entrabrieron tardos, y bajo mis ojos vi aparecer sus ojos angustiados y sin luz"
El marqués de Bradomín permanece indeciso e inmóvil. Se desliza hasta el suelo, coge la luz, contempla "aquel rostro ya deshecho" y su "mano trémula" toca "aquella frente".
Aterrado, abre una ventana y mira en la oscuridad:
"El frío y el reposo de la muerte me aterraron...Pensé huir, y cauteloso abrí una ventana"
"Miré en la oscuridad con el cabello erizado, mientras en el fondo de la alcoba flameaban los cortinajes de mi lecho y oscilaba la llama de las bujías en el candelabro de plata."
Los perros aúllan, el viento se queja , las nubes pasan sobre la luna, las estrellas se encienden y se apagan . Desorientado, no sabe qué dirección tomar ; está atrapado en su laberinto interior:
"Los perros seguían aullando muy distantes, y el viento se quejaba en el laberinto como un alma en pena"
"...y las nubes pasaban sobre la luna, y las estrellas se encendían y se apagaban como nuestras vidas".
Ha de salir de la habitación y empujar la misma puerta que " momentos antes habían cerrado trémulas de pasión aquellas manos ahora yertas".
Anda a tientas en la oscuridad, en silencio; él oye ruidosamente sus pisadas:
"...me aventuré en las tinieblas. Todo parecía dormido en el Palacio. Anduve a tientas palpando el muro con las manos. Era tan leve el rumor de mis pisadas que casi no se oía, pero mi mente fingía medrosas resonancias"
Temblor, agonía, miedo, muerte. Allá lejos, en la antesala, un terrorífico Nazareno, con su lámpara siempre encendida. Más miedo aún.
"...temblaba con agonizante resplandor la lámpara que día y noche alumbraba ante la imagen de Jesús Nazareno , y la santa faz desmelenada y lívida, me más miedo, más miedo que la faz mortal de Concha"
Tiembla, vuelve al umbral de la alcoba de Concha. Se detiene, algo llama su atención:
"...una raya de luz, que marcaba sobre la negra oscuridad del suelo la puerta de la alcoba donde dormía mi prima Isabel".
Tal vez Isabel se sobresalte al oír sus pasos. Ha de entrar y contarle todo. Pronuncia con voz apagada su nombre, no contesta, duerme. El ritmo de la respiración, un cuerpo que se adivina bajo la colcha, cabello negro sobre blancas almohadas. Xavier mira embelesado:
"En medio del silencio, levantábase y decrecía con ritmo acompasado y lento la respiración de mi prima Isabel. Bajo la colcha de damasco, aparecía el cuerpo en una indecisión suave, y su cabellera deshecha era sobre las almohadas blancas un velo de sombra"
Sus manos se posan "al azar sobre los hombros tibios y desnudos" de la durmiente. Tacto y temperatura , ¿al azar?
Grita su nombre, despierta sobresaltada, le pide que no grite, Concha puede oír.
Los ojos de Xavier se llenan de lágrimas y murmura inclinándose: "ya no puede oirnos". Al inclinarse, el roce de un rizo es el detonante de la tentación:
"Un rizo de mi prima Isabel me rozaba los labios, suave y tentador. Creo que lo besé".
El de Bradomín justifica su flaqueza, las tristezas lo arrastran, Concha lo sabía y le habrá perdonado:
"Yo soy un santo que ama siempre que está triste. La pobre Concha me lo habrá perdonado allá en el Cielo".
Isabel no escucha, está encantada de no haber echado el cerrojo. Tal vez ha envidiado secretamente a Concha. En lugar de exclamar un ¡por fin!, murmura sofocada:
-"¡Si sospecho esto echo el cerrojo!"
Y, Xavier le sigue la corriente, no quiere ni puede contrariarla. Un don Juan es un don Juan, no importa que sea "feo, católico y sentimental"; aunque todos coincidamos en lo inadecuado del momento. ¡Concha acaba de morir!
"¡Hubiera sido tan doloroso y tan poco galante desmentirla!"
Los santos resistían las tentaciones, pero no se las veían con fogosas primitas:
"¡Todos los Santos...pudieron triunfar del pecado más fácilmente que yo! Aquellas hermosas mujeres que iban a tentarles no eran sus primas. ¡El destino tiene burlas crueles!"
Isabel, entre besos, murmura:
"¡Temo que se aparezca Concha!"
Y, al oír el nombre de la muerta:
"Un estremecimiento de espanto recorrió mi cuerpo y apenas pude sofocar un sollozo..."
Isabel encuentra natural la actitud de su primo y piensa, o quiere pensar, que son "muestras de amor". ¡Ella nunca hubiera soñado con algo así!
A nosotros, los lectores, sí nos extraña este capítulo de la "Sonata de otoño! Tanto que se nos hace necesaria una segunda lectura, para ver si hemos entendido bien. Bueno, hablo por mí...
Pasamos la página, Xavier vuelve a ver "la faz amarilla y desencajada de Concha", siente terror y de nuevo le acude "la tentación de huir por aquella ventana abierta sobre el jardín misterioso y oscuro".
Y miró "con horror el cuerpo inanimado de Concha", tendido en su lecho. No, no puede estar ahí.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dice en "La acequia":
"Mª Ángeles Merino nos lleva con palabras e imágenes al capítulo central de Sonata de otoño, en el que el laberinto interior del Marqués se hace visible en el Palacio... "