domingo, 20 de enero de 2019

"Los cuatro jinetes del Apocalipsis" de Vicente Blasco Ibáñez. Una novela escrita con emoción.


Lectura de verano


-No sé lo que te pasa, María Ángeles. Lees pero no escribes, no es que te vayan a dar las uvas, sino que ya van veinte días desde las campanadas y todavía no has sido capaz de escribir un comentario sobre el libro de diciembre: Los cuatro jinetes del Apocalipsis de Vicente Blasco Ibáñez. Una saga familiar con sus ingredientes folletinescos, ya sabes:

Es la historia de dos familias, los Desnoyers franceses y los Hartrott alemanes, con un tronco común, pues ambas descienden del español don Julio Madariaga, un "estanciero" enriquecido en el campo argentino. Su hijas, Luisa y Elena, se casarán, respectivamente, con el francés Marcelo Desnoyers y  el alemán Karl von Hartrott. Tras la muerte de don Julio, los Desnoyers se instalarán en Francia y los Hartrott en Alemania. Estallará la guerra y serán enemigos, combatiendo en bandos opuestos. 



Bien leído lo tienes, que este verano te lo llevabas a las terrazas y a las arboledas donde sueles pasear. Y ahora me consta que estás con su relectura, le das vueltas y más vueltas, a pesar de que no es una lectura difícil, un poco larga, eso sí, tampoco es Guerra y Paz


Lectura de invierno.
-Se vive la inmediatez, se palpa que el autor escribe sus páginas mientras están sucediendo los hechos. Un autor comprometido, además. Las escribe en 1916, cuando el resultado de la guerra es incierto, pero no importa. Blasco Ibáñez consigue  transmitirnos la emoción que está viviendo y  no se para en sutilezas, se muestra "más bien visceral y de trazo grueso". A pesar de los brochazos, la pintura de la Gran Guerra no deja de ser magnífica y dotada de un enorme dinamismo. Es el ritmo: con un ritmo trepidante, mete de cabeza al lector en las calles de París, en los campos del Marne, en el castillo de Villeblanche, en las trincheras...

Vamos a la estación de tren para acompañar a los que van a la guerra, por ahí asoman los crueles lanceros "hulanos", la invasión, los fusilamientos, la lluvia de vísceras humanas y los bosques arrasados, las mujeres se esconden con más motivo, los invasores se llevan los tesoros tan atesorados del castillo, un trozo de queso y pan duro para un millonario, la oscuridad en las trincheras y el tremendo ruido de las explosiones, barro y sangre...Cierro el libro, escribo sin escribir, esas vueltas que dices que doy. Abro el ordenador, nada. Son causas ajenas a la lectura, ahora parece que voy arrancando.



-Decías que te parecía un novelón de los de antes, de cuando los desocupados burgueses, apoltronados junto a un buen fuego o en un jardín florido y ameno, al menos así lo imaginabas, pedían un grueso tomo para disfrutar de largas horas de lectura, sin demasiadas complicaciones y en sintonía con sus gustos.

-Y que ahí estaba el novelista para satisfacerlos, un narrador eficaz que consiguió un público internacional, un buen cazador de lectores. Una historia de pioneros en el Nuevo Mundo, una de amantes que viven un amor secreto en París, "una novela de París", el hijo heredero que no sintoniza con las ilusiones del padre, una familia dividida...Blasco Ibáñez va dando a los lectores raciones de lo que les puede gustar, al mismo tiempo que los va acercando a la guerra, con esa emoción y ese ritmo. 

-En España pasó desapercibida pero, en Estados Unidos, la versión traducida al inglés fue el libro más vendido en 1919, lo cual le hizo célebre en los países vencedores de la Primera Guerra Mundial. Y aún más en 1921, con la versión cinematográfica protagonizada por Rodolfo Valentino, una película muda, con escenarios de papel, que alcanza a expresar lo esencial de la novela. 


-Pero yo soy una lectora del siglo XXI, ni burguesa ni desocupada, y, al principio, me impacientaba: que si Julio y Margarita amándose a escondidas en París y buscando dinero para su divorcio, que si los extensos campos argentinos con el gaucho y su amor a la tierra, a ver si empezaba la guerra de una vez...Me parecía un tanto panfletaria, qué crueles los alemanes y qué razonables los franceses, y buscaba zarandajas psicologicas, qué planos me parecían algunos personajes. Disfrutaba leyendo, el narrador era eficaz. ¡Y la eficacia no es grano de anís! 



-¡Ni ganar dinero es grano de anís para un escritor! Blasco Ibáñez, arruinado por el fracaso de sus colonias agrícolas en Argentina, regresó a París en 1914, donde conoció el estallido de la guerra y adoptó una actitud combativa a favor de la causa aliada, con sus artículos periodísticos. Al mismo tiempo comenzó la novela que le dio fama y dinero, según él como un encargo del presidente francés Poincaré: "quiero que vaya usted al frente pero no para escribir en los periódicos...Vaya como novelista. Observe, y tal vez de su viaje nazca un libro que pueda servir a nuestra causa"Y fue y observó magistralmente y, como un "soldado de la pluma", armó Los cuatro jinetes del Apocalipsis con las vicisitudes de la familia Desnoyers-Hartrott que van desembocando en la que después se llamaría Primera Guerra Mundial, como los ríos en el mar: de París a Argentina y de Argentina a París y de París al Marne y a las trincheras. ¿Acartonados?


-Espera que te cuento.  Leía y las cosas iban encajando como las piezas de un puzzle y lo que me parecíó al principio peregrino o superfluo adquiría su razón de ser.  Y veía que algunos personajes no podían ser sino un poco planos y acartonados para luego darles el gran giro, porque así es la guerra, todo lo cambia, a todos cambia. Así, el pintor falsamente bohemio y bailarín de tangos dará en héroe mientras su frívola amante, antes centrada en conseguir un ventajoso divorcio, pasará de abnegada enfermera a fiel esposa. 


-¿Panfletaria? 

-Sí, en el sentido de propaganda política, había de servir a la causa aliada y francófila, con la que don Vicente estaba comprometido, en contra de sus paisanos, mayoritariamente germanófilos. Las palabras del "primo de Berlín", Julius von Hartrott, no han de dejar duda al lector. Escucha: 

"Los dolicocéfalos representaban pureza de raza, mentalidad superior. Los braquicéfalos eran mestizos con todos los estigmas de la degeneración. El germano, dolicocéfalo por excelencia, era el único heredero de los primitivos arios."

"La tierra iba a ser feliz bajo la dominación de un pueblo nacido para amo. El Estado alemán, potencia tentacular, eclipsaría con su gloria a los más ilustres imperios del pasado y del presente. Gott mit uns (Dios es con nosotros)."



"Quedará París, quedarán los franceses porque un pueblo no se suprime fácilmente; pero ocuparán el lugar que les corresponde. Nosotros gobernaremos el mundo; ellos se cuidarán de inventar modas, harán agradable la vida del extranjero que los visite, y en el terreno intelectual les estimularemos para que eduquen actrices bonitas, produzcan novelas entretenidas y discurran comedias graciosas...Nada más..."

-Alemania ha buscado y provocado la guerra. Militarismo, supremacismo, imperialismo, racismo, "ismos" que componen el credo arrogante del primo, un profesor de la casta intelectual que defiende lo que llaman "Kultur". Una "organización espiritual del mundo" que justifica "el salvajismo sangriento" cuando sea necesario y que será impuesta "a cañonazos". Nada que ver con la civilización a la manera francesa, como la describe Tchernoff, el amigo ruso de Julio Desnoyers: "el afinamiento del espíritu, el respeto al semejante, la tolerancia de la opinión ajena, la suavidad de las costumbres."

-Después de escuchar eso, entendemos mejor que Alemania hiciera dos guerras en un siglo. Y no me extrañaría que algunos vieran nazis con cruces gamadas en vez de soldados del Káiser con su característico casco prusiano con pincho. Como en la segunda versión cinematográfica, la de 1961, con Glenn Ford. 

-¿Y qué me dices del título? ¿Por qué Los cuatro jinetes del Apocalipsis

-Procede de una visión profética de la Biblia, en su último libro, el Apocalipsis, el que describe el fin de los tiempos. Es un relato muy misterioso que ha dado lugar, a lo largo de los siglos, a muchas interpretaciones. El autor es Juan, "el soñador de la roca marina de Patmos". 



-Blasco Ibáñez no era una persona religiosa, pero la metáfora de los cuatro jinetes le sirvió para expresar el infierno que todas las guerras traen consigo. La puso en boca de Tchernoff, un ruso, un "revolucionario místico" y visionario. 

"Todo lo había presentido Juan. Sus delirios, ininteligibles para el vulgo, encerraban el misterio de los grandes sucesos humanos."


"...el mundo verá correr por sus campos los cuatro jinetes enemigos de los hombres...los que preceden a la Bestia...la del Apocalipsis...siete cabezas...en las cabezas del monstruo: blasfemias contra la humanidad, contra la justicia, contra todo lo que hace tolerable y dulce la vida del hombre..."

-"Los cuatro jinetes precedían la aparición del monstruo". Cabalgaban sobre un caballo blanco, un caballo rojizo, un caballo negro y un caballo pálido. La Peste, la Guerra, el Hambre y la Muerte. "La pobre humanidad, loca de miedo, huía en todas las direcciones". 




-Tchernoff decía haber visto sus terribles ensueños "en un libro precioso". Era "Apocalipsis um figuris", un texto latino con grabados de Durero. Tres hombres, el ruso, el francés y el español, quedaron admirados ante la lámina que representaba a los jinetes aplastando a la humanidad. De pronto oyeron un ruido de alarma y gritos. El ruso tuvo un presentimiento: es mi vecina, la alemana, tal vez se ha matado, no, alguien la ha empujado. ¡Los jinetes! 



-Es el capítulo más extraño de la novela. Lo que no cabe la menor duda es de que cada vez que hay guerra en el mundo cabalga "el suplicio de la humanidad". ¡Tantos apocalipsis a lo largo de la historia! 

"Aunque la Bestia quedase mutilada, volvería a resurgir años después, como eterna compañera de los hombres."

-¿Eterna? ¿Sería posible que acabaran las guerras para siempre?

-Una buena reflexión. Si sería posible "la santa fraternidad de unas gentes de las más diversas procedencias unidas por el trabajo, la abundancia y la falta de ambiciones políticas". 

-Bueno, por fin vas a dar a la tecla de "publicar", María Ángeles. Tu primera entrada del año. 

-¿Con quién he estado hablando?

-Contigo misma, con quién va a ser. 

-No dejéis leer la novela si aún no lo habéis hecho. El martes nos reuniremos con los compañeros de lectura del club presencial Alumni UBU en el Instituto Castellano Leonés de la Lengua, en una sesión conjunta con el aula de Historia. Estaré allí con mi libro de notas y podré contaros. Todavía hay mucho que hablar sobre Los cuatro jinetes del Apocalipsis. 

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino


11 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Gracias, Mª Ángeles. Seguro que solo es un pequeño bache y no tardarás tanto en volver a publicar aquí. Espero tu reseña de la reunión del martes, claro. Un beso.

la seña Carmen dijo...

¿Y dónde está Austri? ¿Le has dado vacaciones?

Bertha dijo...

-Nunca es tarde si la dicha es buena.Nos alegra y mucho, estas entraditas tan curradas, ya que esta sola ante estos personajes.

Blasco Ibañez: casi todo lo que ha escrito se ha podido ver en pantalla.

De las dos versiones me gusta más la antigua.Si que tengo que admitir que me pareció muy larga

Un fuerte abrazo.





Ele Bergón dijo...

Por fin te salió. A veces lo que más cuesta es lo que se saborea mejor. Se nota que te ha gustado y que le ha hincado bien el diente en todo, aunque yo infiero de tu escrito, que también te han surgido contradicciones. Quizás este equivocada.

Se ve muy bien el gran trabajo que has hecho.

Besos

Sor Austringiliana dijo...

Austri está desaparecida, Carmen. La llamo y no me contesta. No quiero pensar que se haya hecho de otro club de lectura, la muy traidora.
Alguna contradicción, así es, Luz Ele Bergón. El libro me gustó, no entendía por qué no me salía el comentario. Ayer rompí y me quedé tan a gusto.
Bertha, tienes razón, la primera versión cinematográfica, muda y todo, es mucho mejor que la segunda, muy poco fiel a la novela. Para mí es una alegría que leáis mis entradas curradas.
Pedro Ojeda: así lo espero. Mañana habrá que tomar nota, será una reunión doblemente interesante.

Besos, amigos.

pancho dijo...

Fantástico comentario, de los mejores que te he leído, y eso que dices que no estás en plena forma. Ánimo que no hay mal que cien años de soledad dure...
Venía a ver lo de Luis Alberto de Cuenca y vi este soberbio análisis.
Un abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

Gracias, Pancho, por tus palabras.
Voy escribiendo.
Un abrazo

Paco Cuesta dijo...

A esto le llamo yo emplearse a fondo. Don Vicente era Don Vicente para lo bueno y para lo menos bueno.
Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...


La novela termina en un campo de cruces. Marcelo Desnoyers ha perdido a su hijo Julio, el que pasó de muñequito bailarín de tangos a heroico soldado en embarradas trincheras. Reflexiona, no hay consuelo para él, y vuelve la vista atrás a la vida en los campos argentinos, la del Centauro Madariaga, donde "la santa fraternidad de unas gentes de las más diversas procedencias unidas por el trabajo, la abundancia y la falta de ambiciones políticas". No, sabemos que aquello no era así de idílico.
Blasco Ibáñez no sabe cómo acabará la guerra, pero está seguro de que volverán a galopar los cuatro jinetes que preceden a la Bestia, "eterna compañera de los hombres": la Peste, la Guerra, el Hambre y la Muerte. No se equivocó.
Hemos leído una buena novela, pero no es la historia. Una novela de propaganda, la perspectiva no engaña: es la visión francófila. Nos lo contextualizó muy bien la profesora Carlota Martínez Sáez: no es que solo Alemania quisiera la guerra, la guerra la querían todos y cada uno iba a obtener algo. A Francia, la pobre Francia, le dolían mucho Alsacia y Lorena.
A mí, personalmente, me ganó por su ritmo y su emoción. ¡Dos veces!
Ahora vamos a leer poesía.

Miguel Díaz Hermoso dijo...

Corrijo el nombre del precioso libro de grabados de Alberto Durero: el título, en latín, es Apocalipsis cum figuris. Se ha arrastrado la errata presente en la propia edición de la novela de Vicente Blasco. Así queda clara la preposición latina seguida de ablativo plural.

Abejita de la Vega dijo...

Gracias, Miguel Díaz Hermoso, por la corrección. Un saludo.