lunes, 13 de agosto de 2018

El mar un día me susurró al oído.



El mar un día me susurró al oído.
El cielo empezaba a perder el azul y en las aguas se intensificaba.
En su ronca voz de cólera incontenida en blanco sobre las rocas.
Nunca camino sobre tu playa, nunca de sus descalzos pies fueron tuyas las huellas.
Nunca hizo suya la playa de los te quieros.
Aprende de mi y borra todo lo que hasta hora llevas escrito en las arenas.
Acepta la senda del olvido.
Déjate envolver por mis olas te haré estatua de sal.
Acepta la senda de lo que ya no ha sido.
Bajo la última lagrima de luz, susurre al mar al oído.
Se irá la lluvia negra, el amanecer vencerá la bruma, tus aguas volverán a ser calmas.
Me sentarse en tu regazo y volveremos hablar ya de mañana.
Con el sol como testigo ha de ser otra mañana.
La mañana de todas las mañanas en las que empiezo escribiendo.

(Agustín Merino)

martes, 7 de agosto de 2018

Alquimista de los colores. Un poema de abril en agosto.



Abril (Agustín Merino).


Hay un mes en el año en el que el arco iris camina hacia atrás y vuelve a ser gotas de agua
Es la mágica lluvia de abril que todo lo inunda de color.


Alquimista de los colores.
Tratando de inventar un  color.
Tan mágico que aún cerrando los ojos  se pueda ver con el  corazón.
Que hechice cada día, y quieras volver siempre a mirarle.
Tal vez mareando las olas en azules.
Tal vez en florecidas flores.
Eternas danzantes del viento.
Tal vez los rojos que arden en pasión y rojas rosas.
Tal vez el amarillo nacido del sol y loco por la vida.
Y los  añiles de la noche profunda e insondable.
Tal vez el plata de luna que en nocturnas aguas riela,
no sé qué es mejor para hacer un mágico color.
Esmeraldas turquesas y aguamarinas.
O tal vez zafiros y rubis.
Quizá en las aves, más cercanas al cielo donde una de ellas lleva el nombre de paraíso.
El color que para ti invento ha de vestirse para cada ocasión.
Sumergirnos en olas con olor a espumas y mar.
A fragancia de música del silencio.
A perfume de tropical verde selva.
Con aroma de la esquina de la alegría, donde se cruzan la calle de los sueños con la travesía de los te quieros.
Este color solo ha de verse cerrando los ojos.
Es el color que tinta los sueños.
Y tus ojos al mirar harán el resto.
Nacerán cuando el crisol de tu mirar lo haga nacer en tus adentros.

(Agustín Merino)