domingo, 15 de enero de 2017

Elemental, querido Potter

Esta no es una crónica de viaje más de la Mosca Cojonera de este blog, porque este no es un viaje de trabajo.

¡Es un viaje de placer de la Arañita Campeña y la Mosca Cojonera!

Pero, ¿a donde?. Pistas: Harry Potter, Sherlock Holmes y Jack el Destripador. Efectivamente, es la ciudad de Londres, el punto en común de estos tres personajes.

Han sido solo tres días, pero sin parar. Salimos de España un martes por la tarde... bueno, en realidad casi no salimos. La Arañita es propensa a pitar en los arcos de seguridad, y pitó. Pero en vez de pasarle un detector de metales, le hicieron un test contra sustancias peligrosas. Mientras a la Mosca le hacían el mismo test en la maleta y la  mochila.

Como decía, llegamos a Inglaterra un martes por la noche... bueno, en realidad casi no llegamos. En Inglaterra son muy modernos, y para pasar la frontera en el aeropuerto tienen unas máquinas que te leen automáticamente el pasaporte, te hacen una foto, y te dejan pasar. A menos que seas la Arañita, que entonces la tecnología conspira en tu contra y no te dejan pasar, sino que te obligan a enseñarle el pasaporte a un policía de carne y hueso.

Como decía, llegamos a nuestra pequeña habitación del hotel... bueno, en realidad casi nos quedamos en la calle. Debería decir que llegamos a la puerta del hot... No, no había puerta. Se entraba directamente a la recepción donde no había nadie. Sí había luz, pintura, y un mostrador a medio hacer porque estaban en obras. Tras cinco minutos de pánico, descubrimos que teníamos que entrar por la puerta de al lado, donde no había señal alguna de que fuera la entrada, pero habían improvisado una recepción.

Improvisados eran también los números de las habitaciones, con un post-it pegado en la puerta. Por las mañanas desayunábamos con Benito y Compañía, que pasaban con tablones de madera por los estrechos pasillos de camino al ascensor.

Día 1: Harry Potter y Sherlock Holmes

Como decía, amanecimos el miércoles en una calle cercana a Victoria Station, esperando que en cualquier momento apareciera Mary Poppins volando desde un engañoso soleado cielo con nubes dispersas, que en días posteriores se convirtió en frío, lluvioso, ventoso e incluso nevoso.
La primera visita fue sin embargo a las afueras de Londres, en Watford. Un ratito de tren, y luego un autobús para llegar a los estudios de la Warner Bros., donde se rodaron la películas de Harry Potter. La bienvenida te la dan en el comedor de Hogwarts, y a partir de ahí es pasear por todos los escenarios, viendo los trajes originales, coches voladores, equipos de Quidditch, escenarios al aire libre...
Tren a Hogwarts

Comedor de Hogwarts

Sala común de Gryffindor

Despacho de Dumbledore, director de Hogwarts

Pieza de ajedrez de la primera película. Iría ideal en los belenes de Ele Bergón.

Un puente

Maqueta del Castillo de Hogwarts

Comimos unos sandwiches, y por la tarde volvimos a la estación de Euston, desde donde andando cinco minutos se llega a la estación de King's Cross, donde está en andén 9 3/4 desde donde sale el tren a Hogwarts. Y una cola de gente para hacerse una foto empujando un carrito.
Desde ahí comenzamos una caminata hacia Baker Street, al 221B (que nunca existió), donde habitaba Sherlock Holmes junto con el Dr. James Watson.
Toc, toc. ¿Hay alguien ahí?
La ruta que seguimos la encontramos previamente en internet Tras las Huellas de Sherlock Holmes, fuimos parando en lugares como la consulta de Conan Doyle, su farmacia, y el lujoso Hotel Langham, donde Conan Doyle se tomaba el té de las cinco.
Entre paciente y paciente, Sir Conan Doyle escribía aquí sus relatos de Holmes

Como nosotros íbamos de pobres, nos conformamos con el hot chocolate de las seis en el Starbucks de enfrente. Con la tontería, llevábamos ya un buen paseo que nos llevó desde Baker Street hasta Oxford Circus, donde nos desviamos a ver la famosa Carnaby Street.
Carnaby Street. Mucha bulla y mucha gente

Callejeando un poco más, pasamos por el 7 de Saville Row, hoy día una tienda de trajes, pero que en su momento Julio Verne imaginó como la casa de Phileas Fogg (tristemente más conocido como Willy Fog por la juventud de hoy día)

Noche ya cerrada, el frío calando en los huesos, llegamos a Picadilly Circus y Trafalgar Square. Seguimos más abajo hasta llegar al río y uno de los tantos puentes, desde donde podíamos ver la gigantesca noria (London Eye) y el palacio Westminster con el Big Ben.
Y este último paseo antes de cenar, nos llevó a pasar por delante de la taberna de Sherlock Holmes. Ahí ya decidimos poner fin a un agotador paseo y volver al hotel. Andando.

Día 2: Westminster y la City

El día siguiente amaneció nublado. Y lluvioso. Día ideal para estar a cubierto. Subimos a Westminster andando, donde la Mosca pudo por fin, contemplar el Big Ben en todo su esplendor.
¡Big Ben sin andamios!

Me explico. La primera vez que estuve en Londres fue en 1990. Y el Big Ben estaba con andamios.

La segunda vez, fue en 1998, cuando fui a desvirtualizar a amigos que había hecho en un chat de internet. Y el Big Ben también estaba con andamios.

¡Y por fin a la tercera fue la vencida!

La mañana la dedicamos a ver la Abadía de Westminster, de la cual no tengo más que esta foto:
porque estaba prohibido hacer fotos dentro. Pero les cuento de palabra cosas que nos contaron por zapatófono (a la Arañita le encanta ir con zapatófono-audioguía que le cuente lo que está viendo). La abadía tiene más años que Matusalén, y tienen enterrada a un montón de gente allí. Entre enterrados y placas de recordatorio, al final vas pendiente del suelo para saber a quien estás pisando. Y te llevas sorpresas. Por mi parte (imagino que ustedes, queridos lectores, ya saben que la Mosca es físico y amante de eso que llaman ciencias naturales y/o exactas), ya sabía que me iba a encontrar la tumba de Sir Isaac Newton. Pues a su vera me encontré con:

Y por lo visto hay unos cuantos más que me perdí. Aunque sí que ví a Frank Whittle en una capilla dedicada a la RAF (Royal Air Force), y la Batalla de Inglaterra.

Pero no solo científicos hay allí. Por supuesto, muchos reyes y reinas de Inglaterra (Enriques, Eduardos, Marías,...), y un rincón que gustará a los literatos de este blog será el rincón de los poetas con Shakespeare, Dickens, Shelley, Lewis Carroll, Lord Byron...

La Abadía de Westminster es además donde se coronan los reyes de Inglaterra desde tiempos inmemoriales. Casi tantos como tiene el trono, que va a hacer 700 años. Un trono de madera que al verlo uno siente que rezuma historia por todos sus poros, ... y luego lo siente por quien se siente allí, porque tiene pinta de incómodo. La última vez que se usó fue en os '50 con Isabel II, primera vez que la ceremonia era televisada, y en las imágenes no se aprecia que le colocaran ni un triste cojincito para que sus reales posaderas aguantaran las 3 horas de ceremonia de coronación. A ella le tocó joven, con veintipocos años. Si alguna vez le toca a su hijo Carlos... en fin, dada su edad, esperemos que no esté sufriendo de almorranas en silencio.

Teníamos prevista un tour guiado esa misma tarde, pero finalmente lo dejamos para el día siguiente, porque no paraba de llover. Se estaba mejor tomando un hot chocolate en Starbucks. Hasta que por fin dejó de llover.

Para dar paso a la nieve. Y al viento. Y al frío.

Al menos con nieve, se puede pasear. Abrigado hasta el bigote, pero se puede. Por la orilla del Támesis, contemplando el Puente de la Torre, hacia el nuevo Puente del Milenio, un puente moderno, que además aparece en escenas de Harry Potter.
El Puente de la Torre. Estampa clásica

Torre de Londres

Ayuntamiento. Todo cristal. ¿Será la política de transparencia?

Puente del Milenio
A un extremo del puente encontramos la Catedral de St. Paul. Al otro, el treatro de Shakespeare.
Terminando ya el día, paseamos por la City. Una mezcla de edificios antiguos con modernos rascacielos de cristal. Una mezcla rara.
Llegamos hasta el mercado Leadenhall. Un mercado cubierto, escenario también de las andanzas de Harry Potter, pero donde nos pudimos cenar una buena pizza en un italiano regentado por un búlgaro.

La Torre de Londres, St. Paul y Jack el Destripador

El tercer día, comenzó con la luz asomando tímidamente entre las nubes, mientras en las noticias no paraban de hablar de la nevada del día anterior. Nevada que cuajó fuera de Londres, pero no en la ciudad. Tras desayunar (con cierto overbooking en el comedor), cojimos el metro hacia la Torre de Londres.

25 libras por cabeza, que aún escuecen. Pero lo cierto es que la Torre de Londres lo merece. Es el epicentro del asentamiento romano que dio origen a Londinium. Posteriormente, comenzó a erigirse una fortaleza, un castillo con varias torres y un foso que hoy día está seco.

El edificio más visible o reconocible es la «Torre Blanca». Era el edificio principal, y que ha tenido varios usos distintos, aunque los últimos han sido más de armería y/o polvorín. Actualmente, tienen una exposición con armaduras que pertenecieron a varios reyes.
Más interesante para la Arañita, fue el edificio que contenía las joyas de la corona... y cuyo interior no dejaban fotografiar. Diamantes, rubíes, zafiros,... Las joyas son usadas principalmente durante la coronación: una cuchara de oro, una aceitera, varios cetros, espadas, anillos, mantos... Y las Coronas, por supuesto. En plural, porque hay muchas. Parece ser que está la Corona que se usa durante la coronación, pero luego hay otra corona más de «diario». A ver, que la de coronación es muy bonita y tal, pero para el día a día, se usa otra que es más sufrida.
Del resto de la Torre de Londres, están cada una de las torres repartidas por las murallas con sus historietas. Casi todas de presos, porque una de las funciones de la Torre era esa misma. Presos que van desde acusados de hechicería, a presos ilustres como Ana Bolena, algún que otro Rey y Reina, curas católicos, y finalmente varios nazis, entre los que estuvo Rudolf Hess.

Con las historias de presos (que por cierto, como se aburrían se dedicaban a escarbar grafitties en las paredes, algunos con mucho arte), también hay historias de fugas. Por ejemplo, el primer intento de fuga, un príncipe o rey de Gales de cuyo nombre no quiero acordarme ni sabría pronunciar, lo intentó con todo un clásico: anudando las sábanas y descolgándose por la ventana, con tan mala suerte que las sábanas se rasgaron y la gravedad hizo el resto.

Luego hubo un par de curas. Uno emborrachó a sus carceleros, y se descolgó por la ventana usando una cuerda que consiguió esconder en el fondo de un barril. Este sí llegó al suelo vivo.
En la Torre Sangrienta se cuenta la historia de dos principes gemelos, hijos de Eduardo V, que fueron encarcelados por su tío, Ricardo III. Al poco, los niños desaparecieron sin dejar rastro. Un par de siglos después (1600 y pico), en trabajos de remodelación de escaleras encontraron un baúl con huesos que pertenecían a dos niños. Se sospecha que Ricardo III fue el responsable de su desaparición.

Como no, una Torre de la Tortura, con un par de aparatos para hacer que canten los mudos.

3 horas de torre en torre, hasta que decidimos salir para irnos a comer, porque aún teníamos que ver la Catedral de San Pablo (St. Paul).
La Catedral fue construida por un tal Wren, que quería hacer algo «distinto». Quería ante todo hacer una cúpula gigantesca, aunque para ello tuvo que recurrir a ciertos trucos. Desde fuera, se ve una estructura circular imponente. Pero es todo fachada. Por dentro, hay una cúpula interior más pequeña, que es lo que se ve desde abajo. Luego, una estructura cónica sirve para sujetar la estructura superior, y finalmente, el revestimiento exterior circular esconde el cono, y deja que desde fuera se vea una cúpula gigantesca. La visita a la catedral incluye una subida hasta lo más alto.

257 escalones. Por escaleras estrechas, en caracol. Llevaba la Arañita ya por lo menos 240. Pensábamos que ya habíamos terminado, pasamos un pasillo, y de pronto aparecen más escalones.

-¿¡Más!? - se quejó la Arañita Campeña. Y siguió subiendo.

Dos segundos más tarde entraron al pasillo nuevos visitantes, y mientras la Arañita y la Mosca subían las escaleras con la lengua fuera, se oyó un lamento:

-¿¡Más!?

Pero las vistas merecían la pena.
Vista a un lado del Támesis

Vista al otro lado del Támesis

A la bajada de la cúpula, literalmente nos echaron de la catedral. Porque ya estaban cerrando, no porque fueramos malos. Pero que sean las 16:30 y que te cierren una atracción turística es de juzgado de guardia. ¿Qué podíamos hacer hasta las 18:30, hora prefijada de nuestra siguiente visita?. Lo obvio: tomarnos un hot chocolate en Starbucks.

18:30. Estación de Aldgate East. Barrio de Whitechapel. Allí nos encontramos con una guía de Londres en Español que nos iba a relatar lo que hace ya más de 100 años hizo famoso a este barrio pobre, a una calle de distancia del mucho más rico barrio de la City.

Corría el año 1888, cuando una serie de crímenes sucedieron en este barrio. Hoy día se considera que son cinco las víctimas las que fueron asesinadas por Jack el Destripador, aunque en su momento la policía investigó hasta 16 casos de prostitutas estranguladas y apuñaladas. Pero nunca se encontró al culpable. Aunque hay quien sigue buscándolo. Hay una serie de personas llamadas «riperólogos» (del inglés «ripperologist», estudioso de Jack «the Ripper», aunque igual habría que traducirlo como «destripólogos») que siguen buscando y elaborando sus teorías (que acaban en libros vendemotos conspiranoicos).

En Whitechapel vivían los pobres, que apenas podían pagarse el alquiler de una habitación, y los muy pobres, que rara era la vez que se podían pagar una par de noches a cubierto. Currantes, currantes ocasionales, delincuentes, prostitutas... Era un barrio con calles estrechas, sin apenas iluminación, callejones, laberíntico, hedores insoportables, y que se estaba llenando de inmigrantes (polacos, rusos, judíos,...) al mismo ritmo que crecía la xenofobia (el típico «vienen a quitarnos el trabajo», que suena bastante familiar hoy día).
Se considera que son 5 las víctimas de Jack, aunque el número varía en función del riperólogo. Desde la (presunta) primera víctima hasta la quinta, los crímenes crecen brutalidad. Estrangulamiento, apertura en canal, vaciamiento de órganos internos, mutilación... e incluso canibalismo.

La policía tuvo muchos sospechosos, pero al final cerró la investigación en 1891 sin un culpable, mientras la prensa en vez de ayudar, se preocupaba más por vender periódicos que por contar noticias (lo cual no es muy distinto a hoy día). Una carta presuntamente llegada a un periódico, y firmada por «Jack el Destripador», reivindicando los crímenes y retando a la policía, es la que le da el nombre al asesino. Sin embargo, esta carta es falsa, y posiblemente escrita por un periodista.

Los crímenes terminaron bruscamente después del asesinato más salvaje de todos. ¿Por qué? ¿Murió el asesino? ¿Emigró? ¿Quedó satisfecho? Quien sabe...

El recorrido nos llevó por varias calles y callejones, visitando lugares relacionados con las víctimas, aunque en realidad quedan pocos edificios originales de aquel entonces. Según te van contando la historia, no puedes evitar elucubrar sobre qué tipo de persona podría haber sido Jack, te conviertes en riperólogo sin querer. Teorías hay para todos los gustos. Unas más creíbles que otras, pero todas prácticamente imposibles de probar.

Y así, entre elucubraciones, y con un frío que hasta Lord Kelvin estaría congelado, termina el periplo londinenes de la Arañita y la Mosca Cojonera.

P.D.: Cuando nos fuimos, la recepción del hotel comenzó a funcionar

P.D.2: En el aeropuerto, a la Arañita casi no la dejan volver. Problemas con la tarjeta de embaque en máquinas automáticas.

P.D.3: Esta entrada no ha sido patrocinada por Starbucks y su chocolatito calentito que tanto nos ha alivado el frío de Londres.

5 comentarios:

Ele Bergón dijo...

Algo sabía de vuestro viaje, pero no todo, claro. No sé cómo os dio tiempo a todo y además con lluvia, frío,viento, nieve. En fin sé que habéis vuelto contentos y felices y eso es lo que importa.

Besitos a los dos.

Abejita de la Vega dijo...

Gracias por tu crónica Mosca viajera y cajoneras, Julio Plaza del Olmo. Interesante y amena como suelen ser tus crónicas y ésta más festiva por no ser viaje de trabajo. Y de la patria de Su Graciosa Majestad, la pérfida Albión, tan hermosa y verde y tan británica, qué envidia me dais.
Un abrazo de María Ángeles Merino que no es la Aráñita no os liéis

Abejita de la Vega dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Myriam dijo...

Wooooooooow qué viaje!!!!

Casi que no, pero si y a todo trapo en ese clima!


Mira que he estado mil veces en Lo des, pero jamás hice el recorrido de Jack el Destripador!

Un abrazo.

Abejita de la Vega dijo...

En la entrada anterior, al despertar me encontré con un café de Starbucks y un donuts de colorines. Era una pesadilla de mi amiga Austri, tras la lectura de Don Quijote de Manhattan donde sale mal parado el Starbucks y otras cadenas de cómida rápida. Parece ser que tiran todo lo sobrante del día y nadie lo puede coger. La escritora crea un personaje que se salta la norma y se lo da a los sin techo.
Besos, Esther y Julio (Arañita y Mosca)