miércoles, 15 de junio de 2016

El doncel de Don Enrique el Doliente: "¡vive Dios que no quisiera que se quedase España sin tan gran trovador! y..."



El sábado pasado, mi amiga Austri y yo, dimos nuestro semanal paseo literario y, como el tiempo acompañaba, lo hicimos bajo "las infinitas hileras que flanquean el Arlanzón”, como escribió Óscar Esquivias. Hileras de chopos algodonosos, lo propio del mes de junio. Las pelusas no dejaron de acompañarnos mientras viajábamos a los tiempos de don Enrique III el Doliente, a finales del XIV, en un momento de relativa paz: "sólo con el rey moro de Granada sostenía una guerra, muy semejante en su lentitud y en sus largas treguas a la de Portugal".

Nuestro diálogo fue más o menos así:

-Mira, aquí dice: "Tal era el estado político de Castilla" y Larra no se va a detener más en "digresiones preparatorias". Nos ofrece un relato verosímil que no figura en las crónicas ni en las leyendas, mas "si no hubiese sucedido, pudo suceder". Vamos con él.

-Cada capítulo va precedido de un romance en sintonía con su contenido. Unos versos con sabor a juglar, una pequeña historia que nos deja un interrogante, cierto aire misterioso, para mantener la atención del público. 


-Como este del marqués de Mantua que "va a buscar la caza” “a las orillas del mare". Pero Larra lleva a sus engalanados cazadores a los espesos montes de Madrid, antaño famosos por su abundancia en caza mayor y menor. A dos leguas de una villa que "a finales del siglo XIV estaba muy lejos de ocupar el lugar preeminente que en la actualidad ocupa".


-Y se enreda en las malezas donde habitaba el oso feroz y no puede menos de ofrecernos una digresión geográfica, hoy diríamos ecológica, sobre “la destructora civilización de los siglos posteriores”. Los árboles sirvieron de pasto al "fuego insaciable del hogar", desapareció "la suntuosa guirnalda de verdura con que la Naturaleza quiso engalanarle" y hoy no ve Madrid "sino miseria y esterilidad", "en medio de un yermo espantoso".

- ¡En 1834! ¿Qué escribiría Larra hoy del yermo madrileño?



-No nos enredemos también nosotras. Comienza la novela a las orillas del Manzanares, “como a cosa de dos leguas de Madrid”. “El sol, rojo como la lumbre” marcaba el fin de un hermoso día de mayo. Acababa de practicarse el último ojeo y los monteros  esperaban en las encrucijadas, para precipitarse sobre el animal con el venablo, el placer privilegiado de los feudales señores. Las tiendas eran magníficas y la infinidad de reses colgadas daban muestras “de la bienandanza del día”. 



-En una de ellas, daban vueltas a un largo asador dos hombres. Miraban tan interesante operación otros dos, de diferente personalidad y condición social. El escritor, por fin, enfoca a dos personajes y su antagonismo. Las maneras francas y el traje del primero señalan su superior condición, es de buena familia aunque no pertenezca al primer rango. El segundo tiene en su rostro “no sé qué expresión particular de siniestra osadía”, una sonrisa continua que le daba “cierto aire de complacencia obligada” nacida de vivir entre superiores, unos ojos con un “no sé qué de talento y misterio”  y un pelo crespo y rojo que prestaba a su cara “cierta aspereza y aún ferocidad rechazadora”.

-Ese segundo personaje no parece de fiar. Ya tenemos a uno de los malos. ¿No? 

-Sí, es Ferrús, el juglar que sabe todo de todos y se define a sí mismo como “rimador favorito del pariente del rey”. Y el otro es Fernán Pérez de Vadillo, escudero de don Enrique de Villena, tío del rey y personaje real...que existió realmente, a parte de ser un Trastámara.


Vadillo estaba intrigado por la llegada de un palafrén que acababa de llegar de Madrid “devorando tierra”. Ferrús iba soltando la información que le convenía soltar. El palafrén era Hernando, criado del Doncel. Sospechaba que el Doncel estaba encargado por el conde de una comisión particular. El maestre de Calatrava acaso había muerto y don Enrique de Villena deseaba ocupar ese cargo, algo imposible para un hombre casado. Para el deslenguado juglar eso no era problema ya “don Enrique de Villena y su esposa doña María de Albornoz no son dos amantes”.



-Vadillo le mandó callar, alarmado. Ferrús bajó la voz para añadir: “nuestros señores no duermen juntos” y que bien lo sabía doña Elvira, esposa de su interlocutor y dama inseparable de la condesa. 

La reacción de Fernán Pérez fue de enfado, le llamó coplero y le instó a hablar con formalidad Su opinión era que no dejaría el de Villena de ser casado por no hacer vida en común con su esposa.

-Ferrús contestó con un refrán: “Decís bien, pero como allá van leyes…”. Le recordó la historia de don Pedro el Cruel, le sugirió un medio de compostura sin que muriese doña María, casos en que el divorcio..., que el rey Enrique no podría negar a su tío don Enrique de Villena, que el Papa no negaría una bula de divorcio...El conde quería ser maestre y Hernando tal vez trajera noticias de la salud de don Gonzalo de Guzmán, el maestre de Calatrava ya moribundo. 

-La señal de haber salido la pieza interrumpió la conversación. Como a un tiro de ballesta, contemplaban "un horrendo jabalí perseguido de una jauría de valientes canes". La fiera se escapaba, entre la sangre y las entrañas de dos de los perros. Gritaban los ojeadores, resonaban los cuernos, el jabalí se perdió en la espesura. Los cazadores ya se perdían en la lontananza cuando vieron salir de la selva a dos jinetes que a todo galope se dirigían a las tiendas. 

-Al leer lo del jabalí, he tenido la impresión de que me salpicaba algo de la sangre y de los menudillos de los perros. Y que el jabalí me iba a arrollar también. Me sentí aliviada cuando desapareció. ¡Qué colmillos los del animalito!



Ferrús ya sabía que la partida de caza se había acabado, que la llegada de Hernando traería novedades de importancia y él no pasaría la noche en el monte. El de Villena tampoco, soñando con ser maestre de Calatarava, la más poderosa orden militar.

Pero ¿quiénes eran los dos jinetes? Larra quiere mantener cierta intriga. 
-¿No reconocéis el plumero encarnado del más bajo?

-Sí; él es...

-Hernando es el otro.

Él es...fijate en las palabras de Ferrús:

-"Paréceme, gran señor, que harías bien en armarte mejor de lo que estás, porque ¡vive Dios que no quisiera que se quedase España sin tan gran trovador! y..."


-¿Un trovador? ¿Macías? ¿El Doncel?

-El caballero le ruega silencio y que le ponga la armadura. Dentro de dos horas estarán a las puertas de Madrid, entrarán en el cubo de la Almudena y se dirigirán al alcázar "que a la sazón reedificaba el rey don Enrique III en esta humilde villa". 


El de Villena, Ferrús y el misterioso caballero tienen asuntos que resolver allí. Doña María de Albornoz se extrañará de que la cacería haya terminado antes de lo previsto. No imagina los turbios manejos del Nigromante. ¿Y doña Elvira? Todavía no hemos hablado de doña Elvira que espera a su marido Fernán Pérez de Vadillo...Os anticipo que es el personaje más querido para Larra. 


Y María Ángeles no ha podido escribir más por falta de tiempo. Tiempo de exámenes y evaluaciones. Seguiremos, Austri.

Un abrazo de María Ángeles Merino

Y Austri.


14 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

(Menos mal que las pelusas, con estas lluvias, se han ido.)
El arranque es, en efecto, una puesta en situación directa, con esos personajes construidos a partir del enfrentamiento entre buenos y malos. No hay tibiezas en los sentimientos románticos, no...

Myriam dijo...

Me falta poco para terminar el libro que me gusta mucho. Jaja esta visto que a Larra mucho no le gustaría Enrique Villena, que era sin duda, un hombre culto. A saber como sería el personaje real!!! Pero que lectura más gratificante, con mucho ritmo y pasiones desenfrenada, casi.

Estoy segura de que Austri y tú se van a divertir mucho.

Besos


La seña Carmen dijo...

La verdad es que el personaje de Enrique de Villena habría dado para más matices. Parece, como apunta el profe, que el romanticismo hubiera sido decisivo a la hora de dejar al personaje en blanco y negro.

A medida que voy avanzando el personaje de Elvira me parece también dibujado a empellones, con altibajos.

Bertha dijo...

Yo llevo la parte más cómoda con vuestro aporte me entero y mucho.Me encantan esta expresiones tan nuestras que riqueza de vocabulario.Y también con tiempo escaso por las mismas circunstancias;exámenes evaluaciones.

Me encanta escaparme de vez en cuando a vuestros rinconcito.

Un abrazo y muchos ánimos.

Ele Bergón dijo...

¡Vive Dios! que no me acaba de enganchar esta novela.Voy por el capítulo Diez y no sé si será el verano y sus calores con mi consiguiente galbana que no avanzo y cuando leo no me concentro mucho. Lo seguiré intentando. A ver si entre tú y Austri me dais un empujoncito

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Tiene sus momentos estrella y...mucha paja, es verdad. Empujamos.

Abejita de la Vega dijo...

Escapa, que serás bien recibida. ¡Se acabaron las evaluaciones! Un respiro.

Abejita de la Vega dijo...

Los buenos buenos y los malos malos. Con Villena carga las tintas.

Abejita de la Vega dijo...

Nos divertimos, ya lo creo. Yo pensé que el libro no iba a gustarte, cierto antisemitismo...
Pasiones desenfrenadisimas.

Abejita de la Vega dijo...

Las pelusas siguen...Austri y yo seguimos con estos románticos tan románticos, nada tibios.

Myriam dijo...

De arrastre, de arrastre...
ese siniestro personaje se corresponde muy bien con los estereotipos anti...

Myriam dijo...

No falta nada: sinestro, pérfido, maipulador, avaro. brujo (diabolico?) además físico. Moliére hubiera aplaudido a Larra. Pero fuera de este nimio detalle ;-) sí, me gustó el libro. Y para mi una sorpresa, tenia a Larra por articulista. Besos

Abejita de la Vega dijo...

Es una imagen tópica muy burda. Desgraciadamente eran tópicos muy extendidos en esa época. Besos Myriam.

Abejita de la Vega dijo...

Es una imagen tópica muy burda. Desgraciadamente eran tópicos muy extendidos en esa época. Besos Myriam.