miércoles, 25 de marzo de 2015

"El héroe discreto": "Un hombre no se debe dejar pisotear por nadie en esta vida"


Comentario parcial a la novela "El héroe discreto", de Mario Vargas Llosa, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Una frío atardecer de marzo, el sol cae sobre el puente de los malatos y alarga sus rayos hasta "El héroe discreto", tan ecuatorial. La novela del Nobel los recibe en un precario equilibrio. No te vayas a caer mientras te hago la foto. Haz de la barandilla tu banco sueco, quieta un momento. Aquí tienes el refugio del bolso, no es día de pasear y leer, no se pasan bien las hojas con los guantes puestos. Un puente más y a casa; son siete mil pasos, media vuelta y a por otros siete mil. A leer en el sofá, al calorcillo de la calefacción.


"El héroe discreto", guantes y podómetro.
 
¿A leer? En lugar de leer la novela, me pongo a leerme a mí misma, es decir, a escribir. Porque, en el gélido camino de vuelta, me habían acompañado mis amigos doña Josefita y Fonchito, personajes secundarios, que ya sabéis que son mi debilidad. Tenían muchas ganas de hablar, especialmente la doña.

La fiel, atractiva y rellenita secretaria de Felícito Yanaqué y el inteligente y sensible niño de don Rigoberto, el que ve lo que otros no ven. Se colaron en mi pensamiento y me contaron las cuitas de don Felícito y don Ismael, bajo su punto de vista. ¿Estarían escondidos en mi podómetro? ¿Será mi personal "realismo mágico"?



Porque yo veía a Josefita, con sus ojos pizpiretos, la blusa escotadísima y sus ampulosas caderas, objeto  del deseo libidinoso del cachaco capitán Silva. Y a Fonchito, con su uniforme y mochila de selecto colegio gringo. De vez en cuando, yo volvía la vista atrás, por ver si nos seguía algún Edilberto Torres.



Josefita no paraba de hablarme y aquí trato de reproducir su relato. Utilizo la cursiva:

-Será un placer conversar con usted, mi señora y lectora doña María Ángeles. Recordará que, aquel día mi jefe, don Felícito había cumplido con su ritual de la mañana, en el que no faltó el Qi Gong, esa gimnasia china tan lentorra, la ducha fría, la leche de cabra y la gotita de miel de canchaca.



Salió al bullicio de la ciudad, "todo igual a todos los días, desde tiempo inmemorial". Pero aquel día alguien había pegado un sobre azul en la puerta de su casa. La carta no llevaba firma sino un tosco dibujo que parecía una arañita.

Alguien tenía la desfachatez de ofrecerle protección a cambio de 500 dólares al mes, que "toda empresa exitosa está expuesta a sufrir depredación y vandalismo de los resentidos, envidiosos y demás gente de malvivir...". ¡Un chantaje en toda regla "con letra bailarina"! y sin faltas de ortografía nomás!



 Mi metódico patrón estuvo a punto de echarla al cubo de la basura; pero se arrepintió, la alisó y se la guardó. Recorrió el camino a la oficina dando vueltas a la carta, se sentía indeciso, pero seguro de que: "en ningún caso daría un centavo a esos bandidos". Porque don Felícito tenía grabado a fuego un gastado consejo de su difunto padre: "Nunca te dejes pisotear por nadie". ¡Qué testarudo debía ser el papacito!

Cuando llegó a la Empresa Narihualá, ya había dispuesto yo, como todos los días, en el escritorio, la lista de trabajo y el termo de café. Le pregunté el porqué de su  mala cara y me contestó lacónicamente: "problemitas". Se quitó el sombrero y el saco, los colgó, se sentó; se levantó y se los puso de nuevo. Me dijo que iba a la comisaria, a hacer una denuncia. Yo, asombrada, le pregunté que si ladrones, me contestó que ya me contaría.



Puedo imaginar, con el calor que hace en Piura, que llegaría ya asadito a la comisaria, con saco, chaleco y sombrero, para guardar la compostura. Al parecer, le atendió el sargento Lituma que, tras leer la carta, le dedicó unos comentarios que le sonaron a  burla. 



Que si las consecuencias del progreso, que si cuando Piura era pobre no pasaban estas cosas, que todo tiene un precio y el del progreso es éste, que si la ortografía del puta que escribió esto... Le tomaría los datos, había dos posibilidades: que el asunto no pasara de la carta o que fuera en serio, muy sagaz el poli. Que si contactaran para el pago...entonces sí, don Felícito debería comunicarlo a la policía. Que ésta actuaría...si la cosa se pusiera seria. El sargento iba apuntando los datos de mi jefe, cada vez más convencido de que la denuncia era una pérdida de tiempo. ¡Los cachacos no harían nada! Che guá.

Decepcionado, mi jefe se dirige a la Gallinacera, junto al río, su barrio. Desea consultar lo de la carta a la adivinadora Adelaida, la persona que Dios había puesto en su camino, para premiar sus esfuerzos y sacrificios en esta vida. Ella y el fallecido pulpero Lau, el chino. Así lo aseguraba don Felícito, qué fe tan ingenua en las predicciones de la mulatona santera.


 Todo fue porque acertó aquella vez que se disponía a conducir un camión con pacas de algodón, rumbo a Trujillo. Y la doña Adelaida le había rogado que no se trepara en el vehículo, mejorcito que no lo hiciera. Felícito no le hizo caso, tenía que ganarse los frejoles...Quiso la mala fortuna que un  ómnibus se estampillara sobre el camión. Y la buena que mi jefe salvara la vida, aunque con muchos huesos rotos. Che guá.


Camión sobrecargado, che guá.
 
Desde el accidente, todas las decisiones las consultaba con ella, incluso si era mejor un Chevrolet o un Ford, como si fuera flor de arena o manayupa.


Y le consultó, cómo no, lo de la carta amenazadora de la arañita. Adelaida tuvo su predicción y, angustiada, le pidió : "Dales eso que te piden, Felícito". La respuesta de él: "Un hombre no se debe dejar pisotear por nadie en esta vida. Se trata de eso, nomás, comadrita".

Ya lo ve, ni aunque se lo pidiera Adelaida. Y recibió la segunda carta, un viernes por la tarde, el día de la semana que visitaba a doña Mabel. ¿Qué cómo sabe una secretaria todo eso? Sabe mucho una secretaria...Mabel es su señora amante, ya sabe usted. Hace ocho años que le puso casita. Al principio, iba a verla dos y tres veces por semana, después sólo a los viernes, que la pasión iba declinando. Y los años creciendo.

¡Qué guapa se conserva doña Mabel! No ha engordado, parece una gimnasta, con su cintura ceñida, sus pechos erectos y el potito redondo y empinado que cimbrea al caminar.

Morena, de cabellos lacios, sí es bonita...así cualquiera, con todo el tiempo del mundo para cuidar su figura, su cabellos, su piel...¿Envidia? No, que se lo pregunten al capitán Silva, que en cuanto me ve me requiebra, nomás. Mis caderas le vuelven loco, lo sé, aunque gordita, no he perdido mi atractivo. ¡Qué cosas dice mi capitán que va a hacer conmigo! ¡Qué bruto! ¡Será si yo doy consentimiento, che guá!

Sé de buena tinta que don Felícito era muy feliz con Mabel. Le entregaba puntualmente su mensualidad, igual que a cualquier otro empleado, che guá. Que yo le veía apartar el dinero, el día de cobro. ¡Ay, pero Mabel no tenía que romperse la cabeza con los listados de viajeros! ¡Ni correr riesgos en las endemoniadas carreteras andinas!



A lo que íbamos, don Felícito no se presentaba jamás de improviso en casa de doña Mabel, la cual salía con otros hombres, sí, pero con discreción y sin humillarlo. El jefe lo aceptaba , consideraba que ella era joven y guapa. Y él  feo, bajito y avejentado cincuentón. ¿Qué cómo lo sé? Soy la secretaria, mi hijita, che guá.


¿Por qué no se casó con ella? Porque no podía abandonar a su esposa doña Gertrudis, como hizo su madre, aquella desnaturalizada que nunca conoció, que abandonó a su padre cuando él era un bebé de teta. A Gertrudis nunca la quiso, se casó con ella por obligación, debido a un mal paso de juventud, tal vez le tendieron una trampa...algo me contaron.

Sin embargo, fue un buen marido, trabajó como un esclavo sin tomarse ni un día de vacación, eso bien lo sé yo. No hizo otra cosa sino chambear, chambear, en una vida sin ilusión. Su amigo, el Colorado Vignolo le contaba sus acostadas y él se quedaba con la boca abierta.

Hasta que conoció a Mabel y descubrió lo hermosa que podía ser la relación con una mujer. Nada que ver con aquellos planecitos que le salían de vez en cuando. O las pocas veces que visitaba algún burdel. Sí, una secretaria se entera de los planes y burdeles del jefe. Che guá.




Decíamos que...recibió la segunda carta, un viernes por la tarde, el día de la semana que visitaba a su amante. Y fue en casa de Mabel donde, esta vez, colocaron el sobre, mi don Felícito vio amenazado así lo que él más amaba. Leyó:

"Usted ha cometido una equivocación yendo a la comisaría...usted nos está declarando la guerra. La tendrá...saldrá perdiendo. Y lamentándolo. Muy pronto tendrá pruebas de que somos capaces de responder a sus provocaciones...Aténgase a las consecuencias. Dios guarde a usted. "

Nos quemaron la oficina y tuve que pasar horas revisando lo que quedaba de los libros y papeles importantes, todo sobre una tabla y un tonel. Yo no me consolaba de tener que trabajar al aire libre, a la vista de todos, me parecía estar haciendo striptease. Se lo comenté al patrón que me comentó, divertido, lo contentos que estarían algunos de que yo les hiciera de verdad algo así, en especial el comisario, el capitán Silva de mis pecados. No perdía el humor.

Don Felícito pagó de su bolsillo un aviso en "El Tiempo". Se dirigía a "los señores chantajistas de la arañita", qué valor, y les hacía saber que nunca les pagaría el cupo que le pedían para darle protección. Que prefería que lo matasen, que las personas honradas no deben tener miedo a bandidos y ladrones, sino enfrentarlos hasta mandarlos a la cárcel, donde merecen estar. ¡Pensé que me lo matarían, che guá!

El aviso lo convirtió en famoso, la gente le paraba para felicitarlo, para pedirle autógrafos. Don Felícito no se envaneció. Lo único que le satisfacía era el cambio de actitud que percibía en el sargento Lituma y el capitán Silva. Este último dejó de hablar de los culos piuranos, el mío sobre todos, para interesarse de verdad en cazar a los chantajistas.




¿Y cuando secuestren a su adorada Mabel? ¿Se achantará y pagará? Seguiré contándole, señora mía. Su mujer e hijos no han conseguido ablandarlo. ¿Se arriesgará a perder lo que más quiere en esta vida? ¿Habrá sorpresas? ¿Engañan las apariencias? ¿Quién está detrás de la arañita? Seguiremos hablando, doñita.


Fonchito se queja, es su turno. Lo que me contó el hijo de don Rigoberto, la persona de confianza de don Ismael Carrera, protagonista de la segunda historia paralela...para la entrada que viene.

Dio mucho de sí mi paseo, a pesar del frío.

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

miércoles, 18 de marzo de 2015

"El héroe discreto": "Todo igual a todos los días, desde tiempo inmemorial"

Paseo por la carretera de Palacios de Benaver (Burgos).
 
Comentario inicial para la novela "El héroe discreto", de Mario Vargas Llosa, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

El sol más esperado, el verde más tierno y la novela de un Nobel. Paseaba por una solitaria carretera rural, en compañía de esta novela de don Mario Vargas Llosa, "El héroe discreto".


"El héroe discreto " en el páramo.

Y desde un páramo castellano viajé hasta Perú y la calle Arequipa, en Piura, en busca de un héroe, por las altas veredas. ¡Vivan las eres suavecitas!

Y, a continuación, estallaron las elles del estallido, del bullicio y de las calles llenas de gente. Era la hora, salió de su casa don Felícito Yanaqué, dueño de la Empresa de Transportes Narihualá.

Al mismo tiempo, el premio Nobel cogía a las agudas y las hacía bailar salsa Merecumbé, cogidas del brazo de las ches más dulces, sobre un papel en blanco.

Así pone don Mario a bailar las letras y los acentos.

Las ches melosas de la miel de canchaca, las melcochas, los chupetes, los chifles y las chucherías para churres churretosos. 

Melaza


Don Mario puso a pregonar su mercancía a los vendedores ambulantes  e instaló el ciego Lucindo bajo la casa colonial. Y escribió: "Todo igual a todos los días, desde tiempo inmemorial". Tal vez, al llegar aquí, soltó la pluma, o cerró el ordenador, pensando en que impone mucho escribir después de que a uno le den el Nobel. Y el Cervantes, el Príncipe de Asturias, el de la Paz en Alemania y el Premio Jerusalén. Muchos premios.


Pluma, ordenador...¿por qué dije pluma? Un poquito más y le adjudico la péndola de don Miguel de Cervantes, que en paz descanse...si le dejan.  Ordenador, sí, tal vez sea una "computadora" con manzanita. ¡Basta ya de digresiones imaginativas! Entra de una vez.


A lo que íbamos, Vargas Llosa nos transporta a una bulliciosa y próspera ciudad de ritmo rápido, escenario del heroísmo de un hombre hecho a sí mismo: Felícito Yanaqué, un pequeño empresario del Transporte, en Piura.


 Desde un autobús peruano

Su historia discurre en paralelo con la de Ismael Carrera, próspero hombre de negocios, dueño de una aseguradora, en Lima. Ambas no parecen guardar relación; pero los dos protagonistas coinciden en la heroicidad de llevar personalmente las riendas de sus destinos. ¿Podemos calificar como discreta a tamaña heroicidad?

Porque el metódico Felícito Yanaqué se aferra a un consejo, tópico viejo y gastado, heredado de su difunto padre, para enfrentarse a las misivas amenazadoras de unos chantajistas: "Un hombre no se debe dejar pisotear por nadie, en esta vida". Por su parte, Ismael Carrera rompe los convencionalismos de su clase y se casa con su empleada doméstica, nada más que para urdir una sorprendente venganza contra sus dos hijos holgazanes que celebraron anticipadamente su muerte cuando sufrió un infarto.

Felícito e Ismael se rodean de su corte de personajes. En Piura, el entrañable don Felícito tiene a Mabel como solícita amante, a Gertrudis, como esposa sosaina y beatona, y a sus hijos, el rubio Miguel y el morenito Tiburcio. Atención al rubito. En Lima, don Ismael, tiene a su esposa Armida, la antigua sirvienta, y a  sus retoños, las "hienas" Miki y Escobita. Adelanto que hay dos personajes bisagra entre las dos historias pero, desde la página 306, no puedo deciros si las historias terminan por enlazarse definitivamente.

No podían faltar algunos los viejos conocidos del mundo vargasllosiano, "los que se presentan delante de él cuando va a emprender una nueva escritura, para dejarse ver, como diciéndole al novelista: aquí estamos, míranos bien, no nos has aprovechado lo suficiente". Aquí tenemos al sargento Lituma, esforzado cachaco que no ha logrado salir de pobre, el de "Lituma en los Andes", "La casa verde", "¿Quién mató a Palomino Molero?" y "La Chunga".

 
No podía faltar el culto e imaginativo don Rigoberto, el de las novelas eróticas "Elogio de la madrastra" y "Los cuadernos de don Rigoberto". Le acompaña, como no, su amante esposa doña Lucrecia, con quien mantiene una complicidad especial y unas relaciones sexuales lúdicas y alegres.



Y su hijo, el preadolescente Fonchito, hijastro a su vez de la madrastra Lucrecia, hacia la que siente una atracción que raya con el incesto.
 

 
A Fonchito, le conocemos incluso como personaje de cuento infantil, "Fonchito y la luna", donde aparece como niño más pequeño. En la novela que estamos leyendo,  muestra una sensibilidad especial, ve lo que otros no ven y se muestra tan juicioso y angelical que nos enamora.

 
,Y además, Fonchito se encuentra repetidas veces con un personaje misterioso, Don Edilberto Torres, a quien nadie ha visto, sólo él; no sabemos si es fruto de su imaginación, o tal vez el diablo, o un espíritu burlón, o alguien real...¿Un tributo al tan cacareado "realismo mágico"? ¿Un homenaje a Edelberto Torres, el biógrafo de Rubén Dario, sobre el cual confeccionó su tesis doctoral? ¿El tercer héroe discreto? 


 
Todos estos personajes se mueven en un Perú ahora más próspero, tras aquellos tiempos en que estuvo muy "jodido". Según Pedro Ojeda: "en el que siguen reconociéndose las cosas de siempre pero hay también nuevas realidades y, sobre todo, una mirada quizá menos crítica ante su país porque su presente le guste más que su pasado".
 
Porque Vargas Llosa nos cuenta una Piura que despierta entre el bullicio del tráfico, hay coches...La gente va  a la oficina, al mercado, a llevar a los niños al colegio, a misa de ocho...Hay trabajo, se compran alimentos, los niños están escolarizados y las beatas pueden ir tranquilamente a misa de ocho. Pero muchos tienen que recurrir al comercio ambulante para sobrevivir y algunos son niños que no podrán ir al colegio. O a la mendicidad, vemos al cieguecito instalado con su tarrito de limosnas, como "desde tiempo inmemorial".
 
Vendedora de chifles o chips de plátano
 
Pero Felícito Yanaqué ha recibido una carta extorsionadora y el sargento Lituma dice tranquilamente: "Estas son las cosas del progreso, don...Cuando Piura era una ciudad pobre, estas cosas no pasaban...la culpa la tienen los ecuatorianos...el puta que escribió esto tiene buena ortografía". Felícito piensa: "Venir a sentar una denuncia era una pérdida de tiempo. Este cachaco no haría nada. Además ¿no decían que la policía era la más corrupta de las instituciones públicas?"
 
En la comisaria no hay fotocopiadora, Felícito sale a buscar un comercio donde le fotocopien la carta, está desolado, sólo le queda Adelaida, la santera adivinadora. Ella nunca le falló. Policia indolente, desmotivada e ineficaz, tal vez corrupta, falta de medios, mentalidad mágica. "Como desde tiempo inmemorial".
 
Después de averiguar qué es la canchaca, las melcochas y los chifles, creo tener claro qué prenda es una guayabera, me parece que se la puso Gabo para recoger su Nobel.




No sé en qué trabaja un pulpero, no creo que tenga que ver con los pulpos. Lo de "el puta" está claro, también lo del colerón y la cojudez, dado el contexto. El cachaco será un militar o un poli, dicho sin mucho aprecio. La cremolada de frutas debe ser cosa exquisita si es de El Chalán. Y lo de "che guá" parece una muletilla del lenguaje de por allí. Che guá. ¿Vale?

 
Los churres son los niños tengan o no churretes, el tamal debe de ser una especie de empanadilla de maíz y busco lo del "potito de chicha", que me suena a bebida alcohólica de por allí.


Cerraré el ordenador y enrumbaré hacia la calle, que tengo que comprar el pan. No me treparé en ningún coche, que está cerca la panadería. No creo que en el supermercado haya botellas de "Inca Kola", junto a las cocas y pepsis de toda la vida. Esta novela es una oportunidad de conocer la riqueza del léxico peruano.
 
En mi próxima entrada, cederé la palabra a dos personajes que me han caído bien. Para contar lo de don Felícito Yanaqué, vendrá su fiel  y atractiva secretaria, la señora Josefita. Para lo de don Ismael, tendrá la palabra al niño Fonchito, el angelical hijo de don Rigoberto, la persona de mayor confianza del señor Carrera, el de la aseguradora, él ve lo que otros no ven. Ya sabéis mi gusto por dar voz a los secundarios. 
 
Un abrazo de María Ángeles Merino que sigue leyendo "El héroe discreto", haga calor o haga frío, en el campo o en la ciudad, dentro o fuera de mi casa. El libro me ha atrapado, palabra. Y yo era de las que decía que Vargas Llosa no era mi debilidad.
 
Foto tomada una tarde heladora de marzo




miércoles, 11 de marzo de 2015

"Entre visillos": De la insatisfacción nace el que todos estén atentos a la vida de todos.


Ayer, martes, 10 de marzo de 2015, nos reunimos en la Biblioteca Central de la UBU, para nuestra lectura colectiva presencial, dirigida por el profesor Pedro Ojeda. Siguiendo mis notas, hago aquí una reseña, a mi manera, de lo que salió en una hora y media muy corta, interesante y amena.

 “Entre visillos “nos pinta una sociedad casposa llena de situaciones sin salida. ¿Existe hoy en día algo así? Parece ser que algo de todo eso permanece, que no ha desaparecido del todo. Alguien habla de barrios, de pueblos...incluso de la televisiva "vieja del visillo".
Nos ha llamado la atención la desesperación de estas chicas cuya única preocupación es casarse. Pedro Ojeda señala una insatisfacción general de los personajes que no se limita al género femenino. Y en una ciudad provinciana, al estilo de la película “Calle Mayor” de Bardem.

 
Una ciudad en la que no puede faltar un “tontódromo”, se solía llamar así, para verse y dejarse ver. Algo familiar para los que vivimos en Burgos, con nuestro Espolón y sus paseos de ida y vuelta desde el Morito al arco de Santa María. Y desde el arco al Morito y vuelta...Y lo más importante, el saludo en el encuentro con los chicos que interesan y que van en sentido contrario: ¡hasta luego!


Vista actual del Espolón, antiguo tontódromo burgalés. Ya no es lo que era.

Todos los presentes lo hemos vivido, más o menos, lo cual condiciona nuestra visión, tan distinta de la de un joven lector actual. ¿Empatizaría con la lectura de esta novela? Tal vez la lea y le parezca que “aquí no pasa nada”. Es una España muy oscura, difícil de entender con los valores actuales de libertad y vida propia.

Porque aquí se impone el “irse de casa” para poder hacer tu vida. Nos encontramos con un buen estudio de los estereotipos provincianos, la joven burguesía provinciana, con escasa representación de las clases populares. Y, dentro de ese ambiente, son los personajes “más raros” los que se dirigen a nosotros en primera persona: Natalia,  Pablo y Elvira, en su carta.

 
De la insatisfacción nace el que todos estén atentos a la vida de todos. En las mujeres es mayor pues son totalmente dependientes de los hombres.  Además, todo está prohibido. Son apenas tres meses en una ciudad provinciana, desde la vuelta del veraneo a un poco antes de Navidad. Nadie está satisfecho, impera la vulgaridad, las ideas comunes, la conversación vacía.



Los espacios son los propios de la burguesía: las casas con sus "fragmentos de interior", el Casino, el club del Aeropuerto, el Instituto aunque haya mucha "mezcla". Quedan excluidos los ambientes de las clases sociales bajas, aunque Elvira llegue al Barrio Chino en sus escapadas.

 
Hay que casarse, como Julia, como sea, no puede perder la oportunidad, aunque su novio Miguel muestre un autoritarismo intolerable, todos hemos conocido tipos como ése. Asoma el machismo, el “yo mando” de los hombres que aparece, todavía hoy,  en cuanto raspas un poco, como manifiesta con acierto nuestra compañera Carmen. Que el mundo ha cambiado desde que la mujer puede decir: “te vas con tu mamá”. Y que todas conocemos a novios como el de Julia...aunque no hayan sido los nuestros, afortunadamente. O como el de Gertru, Ángel, un tipo que ya ha volado y va a seguir volando, en sentido real y figurado, y se busca una chica jovencita y sumisa para someterla y poder seguir haciendo lo que quiera.
 
Julia está dispuesta a irse con su novio a Madrid y a romper con su familia. ¿Por amor o por necesidad psicológica, o física, de casarse?Y su hermana Mercedes, con disimulo, intenta robárselo, que la mujer no podía realizarse fuera  del matrimonio. La patética Mercedes ya se está convirtiendo en una solterona amargada que va soltando su hiel por doquier, la pobre.
 
 
¿Aparece aquí la Iglesia? Sí, ¡cómo no!, recordamos los pasajes de los seminaristas que han de retirarse cuando toca la campana del Instituto, para no ver a las chicas. Y el de Julia en el confesionario, ay Julita, Julita.
  



Julia y sus cartas a Miguel

Julia romperá el círculo. ¿Y Elvira? Elvira es un personaje contradictorio. Es una mujer diferente, atractiva y conflictiva. Necesita ser el centro. . Es muy teatrera, muy dramática. Se besa con el uno y con el otro.


 
Aparece Pablo y va por él; le escribe una carta de amor tremenda, cuando sólo le conoce de una ocasión, en el pasillo de su casa. Enrabietada porque Pablo no le hace caso, coge a Emilio y le propone matrimonio. Sabemos que le va a destrozar la vida. Nos habíamos puesto de su parte pero nos decepciona. Y decide integrarse en la sociedad provinciana, de la cual no va a salir nunca, cae en su propia trampa.
¿Nos gusta Pablo? ¿Es majísimo Pablo? Nos va a decepcionar. Aconseja a Natalia que estudie una carrera, en un discurso estereotipado que, sin embargo,florece, hace efecto, no por él sino por Natalia. Después comprobamos que ni se acuerda quién era Natalia, una alumna más. Porque a Pablo le importa todo tres pimientos. Es un profesor que comienza con una forma de dar clase muy abierta, sin exámenes, método que abandona en cuanto le llaman la atención. Es un intelectual frío y distante, que no empatiza. Quiere rescatar para sí la Salamanca de sus recuerdos de infancia; pero no va a ser feliz, es de otro ambiente. Aunque todos le abren las puertas, llega con cierto prestigio, de la mano del director fallecido; mas él no se encuentra a gusto.

Pablo con Alicia la chica pobre y con Natalia la chica rica y lista.

¿Y su alumna Natalia? Es el personaje más interesante porque es la única cuya felicidad no depende de su relación con un hombre, sino de sí misma. Es la gota de esperanza, todo lo demás es mediocre. Es una nueva generación, desde las primeras líneas está en contra del plan de vida que le pinta su amiga Gertru.
 
 
 
Reflexiona muy bien, percibe los cambios en su padre, el ídolo paterno se le ha caído, ahora es ella misma la que tiene que tomar las decisiones. La única manera de realizarse es la de quedarse soltera. No quiere pasar de la tutela del padre a la del marido, como era habitual.
 

Natalia con su padre

¿Y otros personajes?  El más humano es Rosa. A Pablo Klein le da igual que le vean con ella, le importa un rábano el qué dirán, pero no se enamora de ella, sólo busca tal vez compañía.

Rosa , la vocalista, hace de su vida lo que quiere, aunque sea dando tumbos, de pensión en pensión, de actuación en actuación. Sabemos que va a ir cayendo. Muestra las fotos de cuando era feliz, en el río de su pueblo donde se bañaban…¿El Jarama?
 
Un personaje que se nos había pasado por alto, la hermana casada de Gertru. Se ha casado por amor, ha roto con la familia, tampoco es feliz. Nadie está satisfecho en “Entre visillos”.  Volvemos a la insatisfacción general.  En realidad, no son muy desgraciados, viven una vida mediocre, pero no se dan cuenta. Los más infelices son los que saben que hay otro mundo.
Otro personaje del que nos preguntamos qué pinta es Alicia, la amiga pobre de Natalia. Sí, pinta mucho, porque Alicia tiene un proyecto personal de vida,  a pesar de las dificultades, todo un ejemplo para Natalia que la ha escogido sólo porque le falta Gertru. Alicia no puede estudiar una carrera, ni siquiera se puede plantear ser maestra de pueblo, lo cual sería su sueño; ante las dificultades económicas se propone hacer unas oposiciones a Correos o a la Renfe. Huirá de su ambiente, de su madrastra, de ese cuarto con ruido de secadores y olor a laca.  El pueblo está acostumbrado a tomar atajos.
Nos preguntamos si era triste aquella época. Lo triste hubiera sido vivir un ambiente así con conciencia crítica. Al no conocer otra cosa, no era tan triste como nos puede parecer a nosotros.  Y desde 2015, nos puede parecer más o menos triste, según nuestra forma de enfocar la vida.
 
La crítica nos puede parecer suave. Aparte de tener en cuenta la censura tan presente en aquella época, nos lo puede parecer por la forma tan acertada de contárnoslo. Pero no es suave en absoluto. Es la técnica de “poner un micrófono”, como en la novela “El Jarama” de Rafael Sánchez Ferlosio, Es la estética de un fragmento de vida, de un espejo.

Resulta inevitable comparar “Entre visillos” con “Nada”. Pedro Ojeda nos señala la atención y el estudio de “Nada” realizado por Carmen Martín Gaite. Carmen juega intertextualmente con la obra de Carmen Laforet. Las dos novelas comienzan con alguien que llega en un tren y nadie le está esperando. “Nada” es más truculenta: las referencias a la guerra civil, el primo loco, el hambre, las cucarachas. Y está focalizada en Andrea, la protagonista.

 
En "Entre visillos" ya no hay guerra ni hambre; pero la mayor diferencia está en la técnica del perspectivismo. “Entre visillos” es una novela coral, una “colmena”, la realidad nunca la vemos a través de un solo personaje, el mismo momento se nos cuenta desde distintas perspectivas y los lectores construimos la realidad. Algunos personajes nos ponen de su parte, tal vez luego cambiemos de opinión.


Por último, nos planteamos la universalidad de “Entre visillos”. Porque vemos claro que a un joven de hoy, o a alguien de otra cultura, le podría parecer que no pasa nada, que no cuenta nada. Pero la insatisfacción ante la vida es universal, “Entre visillos” tendría su papel, cumpliría su función de expresar un sentimiento compartido por muchos seres humanos.
¿Estamos satisfechos con nuestra vida? ¿Vivimos en un círculo cerrado o abierto? ¿Nos gustaría salir del círculo en que vivimos? ¿Nos atreveríamos?
“Entre visillos” nos ha llevado a la reflexión y al placer lector. Una buena lectura. Gracias a Carmen Martín Gaite que sigue vive en nuestro recuerdo.
Un abrazo de:

María Ángeles Merino