miércoles, 4 de marzo de 2015

"Entre visillos". Elvira: "ver de golpe a sus pies una gran avenida con tranvías y luces de colores, y los transeúntes muy pequeños, muy abajo"


Homenaje a C. Martín Gaite en Salamanca.
 
"Elvira se quedó sola". Vamos ahora con Elvira, otra mujer entre visillos, otra "chica rara" que se resiste a ajustarse a los patrones marcados. Elvira lee, pinta y pasea sola. Y le gustaría elegir su vida.


Los balcones están cerrados, la madre de Elvira Domínguez lo ha querido así. Es muy importante que se note un "aire sofocante y artificial", el propio de "una casa de luto". Su padre, don Rafael Domínguez, el director del Instituto ha muerto. Sí, aquel por el que preguntaba Pablo Klein, el que vivía en la calle del Correo.

Pablo Klein según la versión televisiva de 1974. RTVE.

 Elvira oye el "runrún" de la charla insustancial de su madre con una visita: "Yo las envidio, Lucía, a las que son como usted...Yo, cuando se murió mi hijo...cada vez me ponía más gorda...una desesperación aquello. Parecía que no sufría una".
Las apariencias ante todo, no sólo hay que sufrir, es preciso dar muestras de ello. Es un fastidio engordar y que la gente piense que uno no sufre. Elvira había de estar año y medio sin ir al cine. "Para marzo del año que viene, no. Para el otro marzo. Eran plazos consabidos, marcados automáticamente con exactitud como si se tratara del vencimiento de una letra. Con las medias grises, la primera película. A eso se llamaba el alivio del luto."


Elvira va al despacho de su padre y mira un rato los lomos de los libros. Huele a cerrado. Se asoma al balcón y respira con fuerza. Huye al mundo de su infancia: 
 "De niña, ¡qué grande le parecía la calle, los arboles qué altos!...el miedo de perderse, el deseo también...una calle muy cerca de la casa por donde no se podía bajar...el barrio chino...¿por qué lo miras?...Cuando venía el buen tiempo, cantaban una canción todos los niños...Brincaban, crecían, volaban...Era muy grande la calle y estaba llena de maravillas."

 
Sigue en el balcón cuando llega Emilio, un amigo...o algo más. Busca a su hermano Teo, o la busca a ella. Le pregunta en qué piensa, si está triste. Lo peor es que ni siquiera está triste, está "embobada", se aburre, no piensa en nada, "no es vivir, vivir así". Le pide: "Cuéntame algo". Emilio está preocupado por el qué dirán: "Vámonos dentro. Hace frío...además no está bien que estemos aquí asomados puede pasar alguien".

Elvira estalla: "¿Y qué pasa, di, qué pasa? A ver si por estar de luto ni siquiera voy a poder hablar contigo en el balcón. ¿Es que estamos haciendo algo malo? Pareces mi madre."

Entran en la casa. Emilio quiere decir algo y no se atreve. Dice que se va, pero ella le hace sentarse en el sofá. Le ofrece tabaco, no, ahora no, que puede venir mamá. No puede fumar una mujer y menos si está de luto.

Elvira, Charo Lopez, en aquella version televisiva de 1974. Con su Emilio.

Elvira cruza las piernas "con voluptuosidad, arqueando los empeines". Emilio tiembla al encender el cigarro. No soporta que Elvira le coloque el letrero de "amigo de toda la vida". Protesta:

"...tú eres mala...Después de lo del año pasado...eso no me lo debes decir...Juegas conmigo...los días de la muerte de tu padre, me volvió  aparecer que me querías...A lo mejor te parece mal que te hable de esto."

No, a ella no le parece mal, le quiere mucho, "más que a ningún amigo". ¿Amigo? , le coge las manos y se las aprieta con desesperación. Se declara:

"Pero, Elvira, tú para mí lo eres todo y ¿yo que he venido a ser para ti? Esas veces que me miras de un modo distinto, dime ¿me equivoco? Dime nada más eso".

Elvira, al fin, le contesta, con cierta desgana, que no se equivoca "esas veces". Emilio mira a la puerta y le da un beso "brusco e inexperto" . Ella se queda inmóvil. Y remata con la palabra fatal: "¿verdad que somos novios?".


Elvira se suelta "como si despertara". Le pide que no diga esa palabra, mas  Emilio va más allá: "nos casaremos, nos tenemos que casar".

¡Acabáramos! Ahora ella  le pide "con una voz delgada y opaca" que no vuelva en algún tiempo. Y él, lo que tú quieras, "mi vida". Y pasa a asuntos más prosaicos, si comienza a preparar las oposiciones.  Y ella que ya lo pensarán, mejor que escriba. Le despide "Vete van a venir".

Emilio es ahora un hombre activo y entusiasta. Son y media, a menos veinte estará en su casa escribiendo "una carta que dure toda la noche". Qué estupendo, vuelve a vivir.

Elvira se deja besar otra vez con un "beso fugaz, medio mojado". Siente la puerta que él ha cerrado, oye el taconeo de sus suelas en el asfalto. Se asoma antes de cerrar el balcón. A Elvira le gustaría...

"Los árboles, la tapia, la tienda del melonero, ¿por qué no se alzaban como una decoración? Era un telón que había servido demasiadas veces. "

Elvira quisiera huir, harta ya de la misma función. Le gustaría cambiar el decorado:

"...ver de golpe a sus pies una gran avenida con tranvías y luces de colores, y los transeúntes muy pequeños, muy abajo, que el balcón se fuera elevando y elevando como un ascensor sobre los ruidos de la ciudad hormigueante y difícil. Y muchas chicas venderían flores, serían camareros, mecanógrafas, serían médicos, maniquíes, periodistas, se pararían a mirar las tiendas y a tomar una naranjada...irían a tomar un tranvía para llegar a su barrio que estaba muy lejos".


Elvira quiere volar en su balcón y llegar a la gran ciudad, donde las mujeres se ganan la vida y todo está lejos, nadie está pendiente de la vida del otro. Piensa en Madrid, como Julia, como Natalia, por diferentes razones. Madrid fascinaba a las chicas provincianas.

Llega su hermano Teo, la sorprende con los ojos cerrados, en el balcón. Le pregunta si se marea y si ha venido Emilio. No se marea, Vino Emilio, qué te ha dicho, nada.

"Durante la cena, hablaron de Pablo Klein. Teo había recibido una carta suya, dándole las gracias por su recomendación al director nuevo, que ya le había aceptado".

Elvira deja caer que Pablo "a lo mejor se encuentra solo aquí". Le gustaria que volviera por casa, Teo no le quiere forzar, no es muy simpático y da lo impresión de que lo del puesto de alemán le importa un bledo, parece poco serio.

Elvira repone: "Pues papá le quería, le quería mucho".

La madre se acordaba del padre de Pablo, de cuando vivió allí antes de la guerra, le llamaban el pintor viudo e iba con su hijo, un niño pálido, a todas partes. Gente rara, mal vestidos, "gente que no se sabe a lo que viene". Ni siquiera estaba claro que el señor Klein estuviera casado con la madre de aquel niño. Papá decía que era un pintor extraordinario, ya saben Elvira y Teo cómo era papá, no hablaba mal de nadie, todos le querían.

Elvira llora sobre el plato de postre y, antes de que arrecie el llanto, se va a acostar. Oye a su madre, si papá quería tanto a ese chico, debemos ser como una familia para él, tráelo a casa.

¿Cuándo ha conocido Elvira a Pablo Klein?

A Pablo Klein le había entrado curiosidad por conocer a la familia de don Rafael. Todavía estaba indeciso, no sabía si quedarse en la ciudad; pero tenía el presentimiento de que esa visita le ayudaría a tomar alguna decisión.

Entra en la casa, detrás de unas señoras que lo hacen con total confianza. Había grupos por el pasillo, personas que pasaban con sillas y otras que se despedían. Nadie le pregunta nada y avanza hacia una habitación grande. Sillas que se corren, mujeres alrededor de una mesa camilla, hombres sentados o de pie, apoyados en los respaldos. Una doncella entra con una bandeja y le parece que le mira con curiosidad. Le dan ganas de marcharse, camuflado entre unos que se van. Se están despidiendo de una chica de luto, en la puerta: "¿Para qué has salido, mujer, Elvi? ¡Qué disparate! Anda, anda con tu madre, la pobre".



Se siente como en medio de un teatro, en medio de una escena en la que no sabe bien cuál es su papel. Cuando está a punto de irse, se queda frente a Elvira que lo reconoce porque justo la noche anterior había estado mirando una foto en la que aparece Pablo con su padre, en Suiza, en un congreso.

"...por un cierto gesto que él tiene allí, los dos juntos, me pareció que habrían sido amigos en ese viaje y me puse a imaginar el tipo de amistad que podría haber sido...Me pareció que él vivía y que éramos amigos los tres. No pude dormir. Me moría encerrada en mi cuarto".

Elvira le cuenta que había estado a punto de ir a Suiza y eso ya no se podía remediar, lo que podía haber hecho en ese viaje y no hizo, la gente que ya no conocería. Piensa que un viaje le puede cambiar a uno la vida, que a ella ese año se la habría cambiado. Pablo le pregunta por qué no había ido, Elvira no contesta directamente.


Le explica a su manera. Si usted no vive aquí, no puede entender ciertas cosas. Como lleva tres días, no puede entender nada. Si le explica por qué no fue a Suiza se reirá, "dirá qué disparate". "Creerá que lo ha entendido, pero no habrá entendido nada". Sólo el que vive metido allí, puede llegar a resignarse y "puede llegar a creer que vive y respira".

Pero ella no, Elvira se ahoga, se desespera, no se resigna. Habla con rabia, excitada, como si la estuvieran contradiciendo. Pablo comienza a tener miedo de que les oigan. "Incluso parecía que ella se gozase en alzar la voz como si con sus últimas frases quisiera desafiar a alguna de aquellas personas, o tal vez  a todas ellas".

A Pablo se le ocurre decir que seguramente saca las cosas de quicio bajo el peso de su desgracia. Enseguida nota que se ha equivocado, lo ve en sus ojos furiosos.

Elvira le contesta airada. Que aquí tendría que estar usted diez días, a ver si se ahogaba o no se ahogaba. De la mañana a la noche, pobrecilla, pobrecilla. Venga suspiros, venga compasión y más compasión para que no se pueda uno escapar. Y compasión para el muerto, "compasión  a toneladas para todos, todos enterrados, el muerto y los vivos y todos". Un muerto no necesita compasión, por lo menos a
él...que lo dejen en paz.

Elvira llora con violentos sollozos. Se disculpa, no sabe por qué le ha dicho estas cosas, ni siquiera lo conoce, ignora lo que ha pasado. Su hermano Teo la lleva abrazada por los hombros, algunos la acompañan al círculo de las mujeres, alrededor de la camilla.

La dejan pasar como a una imagen santa en una procesión, pobrecita, pobrecita.

Imagen santa en procesión.

Qué teatro, debe estar pensando Pablo Klein. Pablo se sienta con Teo, ahora hay que hablar de la vacante de alemán, cosas de hombres.

Elvira escribe a Pablo Klein una sorprendente carta.

¿El mensaje de un náufrago?



¿Una declaración de amor?

¿Cuál será la respuesta de Pablo Klein?

¿Y el ilusionado Emilio?

¿Y la pequeña Natalia que no sabe que se ha enamorado?



Seguimos leyendo.


 
Un abrazo de:

 María Ángeles Merino

13 comentarios:

pancho dijo...

Qué bien nos cuentas las maniobras del acercamiento del chico y de la chica.
El luto, sobre todo el femenino, es una figura digna de estudio. A los chavales de ahora les parece la Edad Media. Se ha cambiado mucho en bastantes aspectos.
Esta semana no he tenido tiempo ni de respirar con tanta actividad de fin de trimestre en casa. A ver si empieza a menguar y puedo dedicarme a la novela un poco.
Un abrazo.

Bertha dijo...



Me ha encantado lo bien que describes sus estados anímicos.A ver, si Pablo se adapta a esa mentalidad provinciana y Elvira encuentra en él; un pretexto para que su vida tenga un sentido.

-Leyendo el protocolo de esos lutos.De verdad que eso era un vivir sin vivir; xD que fustrante un año y medio...

Un fuerte abrazo: aunque estamos en la segunda evaluación, siempre saco un huequecito para venir a deleitarme con tus aportaciones.

Myriam dijo...

Qué ahogo el de la pobre Elvira, y no es para menos, encima cpn ese luto... Yel otro que le da besos mojados, como un sapo...

Besos, María de los Angeles.

Myriam dijo...

Qué ahogo el de la pobre Elvira, y no es para menos, encima cpn ese luto... Yel otro que le da besos mojados, como un sapo...

Besos, María de los Angeles.

Myriam dijo...

Lo de sapo poque esa es la sensación que me transmite Elvira sobre él.

Myriam dijo...

Lo de sapo poque esa es la sensación que me transmite Elvira sobre él.

Anónimo dijo...

Ciertamente es inquietante la escena íntima entre Elvira y Emilio.

Yéndome por las ramas, me llama la atención de las novelas y pelis de ahora lo pronto que se quitan el luto ellas. ¡Si hasta a las niñas nos vestían de negro!

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¿Era Pablo la oportunidad que esperaba Elvira? Ella, que tenía todo para poder romper con aquello a lo que parecen predestinadas las mujeres de esa sociedad, termina casándose con un cierto despecho. No es tan noble Elvira como parece: en el fondo le gusta mucho dominar a los hombres que pasan por su vida.

Kety dijo...

Leí el libro hace unos años, tú me estás recordando pasajes que había olvidado.
Cómo han cambiado las costumbres. Hasta los sobres de las cartas eran diferentes cuando se estaba de luto.

Besos

Paco Cuesta dijo...

En la presunta aceptación de noviazgo hay mucho de ... como lo diría ¿tal vez resabio? Algo así como lo que ocurría en los bailes: ¿bailas? La aceptación o rechazo eran, en muchos casos ajenos al perfil del solicitante.

Pamisola dijo...

Buen análisis de esos momentos tan controvertidos para las mujeres,tiene que demostrar, y dar pena a la vez. Y sí, se aprecia algo de teatro en los comportamientos, casi todo por el que dirán.

Besos, Mº Ángeles.

Myriam dijo...

No era hipo, es que me salió la voz con eco, ecoooooo.. jajaja perdón ;-)

Besos

azumaradibaika@gmail.com dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.