miércoles, 11 de febrero de 2015

"Usos amorosos del dieciocho en España": el cortejo deja huella en la lengua...y en la vida de maridos, cortejos y cortejadas.

Comentario, en forma epistolar, al ensayo "Usos amorosos del dieciocho en España", de Carmen Martín Gaite. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Recordáis de mis tres entradas anteriores, las cartas de Rosita a su amiga Mariquilla, aquí tenéis la cuarta y última. 

La lectura del ensayo de Carmen Martín Gaite condujo mi loca imaginación hasta  una ficticia mujer del pueblo del XVIII que asiste, como espectadora muda, a una pequeña revolución femenina dentro de la aristocracia y alta burguesía de nuestro país: el cortejo. El cortejo fue una "tontería" pero abrió un mínimo agujerito que se iría agrandando: la libertad de la mujer para gobernar su vida. Y ya no habría vuelta atrás.

Rosita aprende a leer a escribir y tiene a su lado al dómine Juan que le regala un poco de la luz del conocimiento. Ya nada será igual para Rosita, es el poder de la educación, la clave de todo. Desgraciadamente, en la realidad, esa luz alumbrará muy poco a las mujeres del XVIII, y del XIX y del XX.

Madrid, a 23 de septiembre de 1795

Mi querida amiga Mariquilla:

Me dices que taces cruces de lo mucho que aprendo en ca la señora Baldomera, en este su palacete de Madrid, villa y corte de nuestro rey don Carlos IV, a quien Dios conceda larga vida. Y a la reina nuestra señora doña María Luisa de Parma y a nuestro bien amado Príncipe de la Paz. Sí, ya pienso que la que te lee mis cartas, doña María, mujer más buena y de toa la confianza, te habrá de desentrañar el sentido de mucho de lo que te escribo.

¡Cuantas palabras nuevas, amiga de mi alma! Don Juan me dice que lo del cortejo es moderno y lo del recato es tradicional. Creo que lo tradicional tes más familiar, que otra cosa no, pero a la iglesia sí acudes y seguro, seguro, que el cura de nuestro pueblo, don Roque, os cuenta de la vida recoleta, el retiro, el encierro, el recogimiento, la sujeción y la retentiva. To eso es el cuento que os habéis de aplicar las casadas, bueno a ti te lo aplica el boticario, cual cataplasma. Me lee mi maestro algunas cosillas de los escritores tradicionales, con los cuales no está de acuerdo, pero él dice que es preciso analizarlos y ver sus razones, fuera de toda razón.  Sí, ya sé ques un lío. Copio lo que escribe un tradicional pa que veas:
“A las mujeres se les debe eximir de empleos y ocupaciones incompatibles con la modestia y la retentiva del sexo”.  Así es, señor tradicional, retenemos  nuestros sentimientos y afectos, los ahogamos, no nos es lícito dejarlos que manen cual manantial.  No nos pongan en malas ocupaciones que dejemos de ser modestas y retentivas.
También me lee los escritos de los modernos pa los que to eso del recato es encogimiento, poquedad o pusilanimidad.  Sí, señores modernos, nos apocamos, nos encogemos, nos reducen al silencio, a la vergüenza, a fingir lo que no sentimos, no hay otra. De lo contario, la mala fama caería como una losa sobre nuestras cabezas. Y una vez que se despluma la gallina, no hay quien recoja todas las plumas. Mas ahora, dicen ustedes, que hemos de sacudirnos esos estorbos y ser despejadas. Despejo, desembarazo, desenfado, desenvoltura, soltura, soltar nuestra lengua, vivan las mujeres pizpiretas.  Libertad y a las mujeres, doble peligro...dirán algunos.
Mi señora, doña Baldomera, en su salón, sí habla de libertad, cómo no; aunque la regañe su confesor, mas con cuatro padrenuestros se lavan tos los pecaos. Le contaba a una amiga, la otra tarde, lo que desgranan los curas que ella conoce cuando se les habla de libertad pa las señoras: “libertinaje, licencia, liviandad, desvergüenza, descaro, insolencia y descoco”. Lo que mejor entendemos tú y yo es lo de la desvergüenza, que, de niñas, la palabra desvergonzada solía ir delante de alguna bofetá, o tirón de orejas.

Pero ahora la libertad es cosa buenísima y este mundo ya no ha de ser un valle de lágrimas. Hay que gozar y relacionarse, gritar a los cuatro vientos que viva la alegría y viva la sociedad, el buen gusto, el amor y la amistad. Creo que son ideas de los franceses. Don Frasquito lo leía en un libro, mientras yo le servía el chocolate de la jícara. ¡Qué pico se gasta el cortejo de mi señora! Ya nos gustaría a los pobres, que la vida fuera siempre una pradera de San Isidro, el día del santo, al aire y al sol, con mucho amor y buena merienda.

Alabado sea Dios, tal vez algún día nos llegue a los humildes la libertad esta que proclaman algunos ricos can leído. Me dice mi maestro que es bueno quellos empiecen, que llegará un día...aunque ya estemos en compañía de malvas y jaramagos. O en el cielo, vete a saber.
La libertad para las mujeres, pobres o ricas, tardará más. Las de arriba han empezao con el cortejo, un agujero por donde han conseguido salir del estrado, que antes, me lo cuentan las criadas viejas, to el día encerrás, apoltranás en los almohadones, esperando al señor esposo.
Lo del buen gusto, te cuento. To ha de ser más delicado y ligero. Los hombres han de afinarse, ni barbas de jabalí ni atavios del baúl del agüelo. Han de tener gracia pa cortejar, vestir, acicalarse y andar. Fuera to lo grueso y ordinario, to lo que termina en on o en azo: hombrón, hombrazo, chicarrón, chicazo...Ahora to ha de ser finura y fineza, lo macizo es disgustante, deguntant dicen los gabachos. Fuera lo rancio, lo grosero, lo rústico, lo añejo...que un currutaco fino precisa ser social, civil, civilizado...


Todo tie que acabar en ito, le verás alargar el chocolate a su madamita y ponerle un bizcochito en el plato pa quella  lo moje en la jícarita y se lo alargue a la boquita ¿Y los mariditos? Les sueltan indirectillas, si no quieren que les traten de ridículos, han de tragar con que su mujer pele la pava con cualquiera.

A mi majo Pepón podían ir con ese cuento. Y a tu boticario, mismamente, por mu viejo y chocho questé. Pelar la pava con otro, antes muerto. Es mucho hombre mi majo.

Hombres y mujeres se aplican en la ciencia del buen gusto y ya nada se llama con su nombre verdadero. Dicen de una marquesa que tie una granja y la llama "seminario del buen gusto acerca de los conocimientos y ensayos agrónomos". Los cerdos de esa granja olerán a agua de colonia y las vacas a jabón de olor. No te me rías.

Los del bando contrario, tienen también sus palabrillas. Que de vez en cuando, acude a la casa el director espiritual, ya sabes, el canónigo que confiesa a madama Baldomera. Ya sabes que donde hay´curas no pué faltar el chocolate. ¡Y los picatostes! Que la cocinera no da abasto. A lo que iba, el buen sacerdote acude una vez al mes a confesar a la señora. Y ahí va Rosita con la jícara y la fuente del pan frito. Y la señora se siente confortada con la confesión y las regañinas que vienen después. Que el padre Jacinto le afea su conducta en los salones, pero muy poquito, muy finamente. Que a los pater les importa una higa las tonterías de las madamas, siempre que lo hagan sin dar escándalo afuera. Los picatostes se han de servir sin escurrir, bien cargaditos de aceite y con mucho azúcar. Como le gustan al padre, dice...Así con la pesadez de la merienda, no hay lugar para muchos sermones. No sabe nada la madama.


Apunto en la cabeza las palabras del sermón: extravagancias, novelerías, esa alhaja perdida del recato que adornaba antes a toda mujer honrada, bla, bla, bla. Le da la absolución y hasta el mes que viene. ¿Qué cómo sé yo estas cosas? Yo no quiero oírlas, que es cosa sagrada la confesión, más el padre habla muy alto y yo tengo un oído de tísica. Y además he de estar al pie del cañón, digo de la chocolatera.


Y no sólo es el canónigo, que mi señor don Ciriaco conserva amigos viejos que no tragan con lo de los salones. Le visitan y se encierran durante horas en la salita más alejá de las habitaciones de la señora. Allí con los licores, se les suelta la lengua y...peleles, títeres, arlequines, muñecos, chuchumecos, saltimbanquis...to eso son los pisaverdes al estilo de don Frasquito. Proclaman que el hombre español ha perdío el sentido del honor, que estos arlequines han invadido las casas de importancia...pero don Ciriaco no ha de contener la invasión. Da la razón a sus amigos y aguanta en los salones, qué puede hacer si su mujer anda en la maroma del cortejo. Confiar en que no se caiga.


No, no le dice a sus amigotes la verdá. A don Ciriaco le parece de perlas que su señora tenga cortejo, como las duquesas, como la de Osuna talmente. Ahora me doy cuenta, que mi maestro me abre los ojos. Así, el cortejo Frasquito la tie entretenia, desde primera hora de la mañana. Y don Ciriaco va a donde le da la gana, a cazar, a sus negocios, a darle al naipe o a los saraos que sean de su gusto. Y como el currutaco paga perfumes, joyas, vestidos, tos los lujos...mi señor eso que se ahorra y lo invierte bien. Que con esto del cortejo, tos sacan tajada. Las manufacturas contentas, que hay que gastar para tener un salón. Muebles, alfombras, comida refinada, sedas, vajillas, to fino y de lo mejor.

¿Me preguntas qué saca un hombre que socupa en cortejar madamas? Te cuento. Don Frasquito es un hombre rico pero sin relaciones, no le conocía nadie, no es de familia de linaje. Ahora entra en las casas de importancia, trata con la gente principal y sus intereses van pa arriba. Este pisaverdes llega alto, ya te contaré. Le sale a cuenta acudir ca mañana a levantar a la señora y ayudarla a lavarse con agua de rosas. La cotilla abrochá y to el día con ella, que si paseos en carruaje, que si visitas, que si palique en el salón, que si música y tos a bailar.

Ligeros, traviesos, inquietos, vivarachos, tan fáciles de manejar, los cortejos son hombres tan distintos a los padres y maridos tradicionales. Son como uno de esos animalitos que se compran las damas pa entretenerse con sus grititos y muecas. Como un perrito faldero, un papagayo o un monito. Sí, como un mono con su inseparable espejo para ensayar sus gestitos una y otra vez, hacer monadas y monerías . O como una mona.



Y se han acostumbrao de tal manera a la palabra que ahora ya no se dice mona como burla sino como alabanza. "Es muy gitana y muy mona" dice doña Irene en "El sí de las niñas". "Mona mía" llama don Frasquito a la señora. Y le dice de su nuevo vestido que es una monería. ¡Con lo feos que son esos animalillos que yo he visto en el Botánico!

Ahora petimetres y petimetras son monos, pásmate, y también majos y majas, como palabra buena, que antes pa ellos majo era parecio a impertinente o chabacano, cosa mala.  ¡Pásmate! Estos señoritos se fijan en nosotros, los del pueblo, imagina.Y han sacao una nueva palabra que a mí todavía no me suena bien: guapa. Que antes guapo era rufián, chulo, bravucón...Ahora cantan: "¡Ay qué chula! ¡Ay qué bella! ¡Ay qué maja! es esta pulidita tonada". Se aburren y se visten de majos, ya ves tú. Porque un majo, con su aire de taco, tie salero, ques lo contrario del melindre, que es cosa dulzona y empalagosa.


 
Viven la vida como un continuo juego de salón. Hacen el grupo, hacen la rueda, juegan al pique...con el  amante, galán, pique o mueble, de todas esas maneras llaman las madamitas al señor cortejo. Ellas se muestran caprichosas y melindrosas. Siempre atentas a sus humores cambiantes, se sirven de las jaquecas o de los desmayos para ahorrarse respuestas o salirse siempre con la suya Una buena azotaina les daba yo, pues se portan como criaturas.

Seguiré contándote cosas, Mariquilla, que veo te gusta saber de lo que pasa por aquí. Cuéntame tú cosas del pueblo y de tu casa. Tu amiga que lo es y que no te olvida:

Rosita

Aquí termina la cuarta carta de Rosita. Espero que os haya gustado.

Ayer asistí a la lectura presencial que dirige Pedro Ojeda, en la UBU. Fue una reunión muy interesante y divertidísima. Mi lectura, y esta entrada, queda muy enriquecida con las palabras del profesor y las aportaciones de los lectores asistentes. Mayoría de mujeres. Hombres tres. Mujeres que no estamos dispuestas a perder los derechos que tan costosos han sido de alcanzar. Ni los derechos...ni la pensión. ¿Verdad Turri?

Y como dice Paloma Fernández Villa:

"Resulta increíble como de una tesis doctoral que a muchas de nosotras nos había parecido, larga, densa, repetitiva, incluso no pudimos terminar su lectura; tras los comentarios del grupo y las intervenciones de Pedro, resulta una obra interesantísima."

Un buen profesor consigue eso. Increíble pero cierto.

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

7 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas tardes, Abejita de la Vega:

Me han encantado las cuatro cartas de Rosita. Sería estupendo que Mariquilla tomase ejemplo de su amiga y aprendiese a leer y a escribir, para así –de primera mano- pudiese disfrutar del contenido de los escritos y le contestara expresando sus sentimientos y novedades, sin necesidad de María.

Siempre me llamó la atención la corte que se creaba alrededor de los personajes poderosos, compuesta por los que ya eran adinerados y revoloteaban alrededor de reyes y demás, por una condecoración o por estar en su compañía y servicio.

Seguro que la lectura presencial comentando este trabajo de Carmen Martín Gaite, con Pedro Ojeda -y tus cartas y demás aportaciones-, tuvo que ser interesante y divertida.

Abrazos

P.D.: Genial el enlace, que nos has dejado en la ilustración ‘Buen gusto’, y fantástico el Ditirambo respuesta firmado A.Dulón. Me ha hecho llorar de risa.

Bertha dijo...

Cuatro cartas que han hecho la delicia de poder leerlas.

-Tienes mucha razón que un buen maestro puede hacer maravillas, pero también la alumna en este caso; aporta lo suyo;)

.Felicitaros por estas lecturas guiadas que son una gozada y a ti en especial, por hacer especial todos tus aportes a estas lecturas.

Un abrazo Mª Angeles.
.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Esta Rosita ha crecido tanto que me parece que por nada se vuelve al recato por mucho que le extrañen las novedades...
Lo pasamos bien, desde luego.
A por la próxima...

Paco Cuesta dijo...

También los profesionales del cortejo eran minoría. Tal vez por eso se extinguió la especie.
Tal vez fuera que se cansaron de poner dineros.
Gracias

María Pilar dijo...

Donde esté un buen profesor... envidia de no haber estado ahí, pero me enriquezco con tus palabras y encima me lo paso bien leyéndote.
Un beso :)

Myriam dijo...

Fué una delicia leer tus cuatro cartas, María Angeles. ¡Gracias!

Besos

pancho dijo...

Vaya con doña Rosita, lo rápido que ha aprendido los arrumacos y marrullerías de la aristocracia.
Un placer leerte. Un abrazo