miércoles, 3 de septiembre de 2014

"El río que nos lleva": "Bueno, señoras, esto se ha terminado. No pienso acostarme con ese tío, conque vámonos."



Las hermanas Ruiz, Jesusa y Cándida (imagen de la película tomada de You Tube)


Comentario de algunas páginas de la  novela "El río que nos lleva" de José Luis Sampedro (Cátedra). Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. Todas giran en torno al personaje de Paula.

¡Hola! Aquí estoy de nuevo y les cuento.

Aquellas dos brujas, Jesusa y Cándida, las hermanas del cacique Benigno, me tenían preparada una sorpresa. Allí estaba, tras una puerta nueva. La abrieron y me empujaron suavemente hacia la parte de la casa oculta, pegada a las faldas del monte.

-"¿Ves muchacha? Aquí estarías como una reina si te colocaras en la casa. Duerme esta noche y piénsatelo."


La luna del armario, la cama enorme, los felpudillos, los lacitos de la lámpara, ¡uf! Me cegaba la luz estrellada sobre la colcha de seda roja. Qué asco tanto primor, aquel perfume dulzón...¿Pensarán que soy tonta? Sé donde se montan alcobas así...



Se fue la Paula modosita. Me revolví, fui de nuevo la Paula que saca las uñas:

"Bueno, señoras, esto se ha terminado. No pienso acostarme con ese tío, conque vámonos."

Hacían aspavientos, decían que "la pobre moza" se había vuelto loca de vivir en el monte. Y me cerraban la salida. Pedí paso y, no hubo más remedio, eché la mano al escote y saqué la navaja. Iban a salir, me iban a dejar encerrada. 



Fue todo de repente, una sombra cayó desde la tapia. Era el Encontrao que apareció en la puerta,  las hermanitas se hicieron a un lado, asustadas. Vino hacia mí y me preguntó si me habían "dañao". Ellas aprovecharon para salir y echar la llave, qué rapidez, las muy zorras. Por la ventana, Jesusa, qué valiente, nos gritaba:

-"Ahora veremos esas calumnias y ese allanar las casas honradas saltando tapias. Ahora darás cuenta a las autoridades, tú y tu amigo, ¡desagradecida!"

Corrió a llamar a su hermano, mientras Cándida nos animaba a  aprovechar la alcoba mientras venían a llevarnos a la cárcel, qué simpática. 


Pero yo ya no tenía miedo, sólo asco. Miraba a mi hombre, le preguntaba cómo llegó tan a tiempo. Se le atravesó don Benigno, "ese verraco" y sus atenciones, hasta arriba de "miel envenená". Me vio entrar y se quedó junto a la casa, esperaba algo y no sabía qué. Sintió hablar a dos mozas:

"La nueva ya está cayendo", decía una. "¡Cómo se les iba a escapar a las viejas!..."

Arrebatao, buscó una entrá por la parte datrás de la casa. Cayó mismamente por el patio. Yo sentía haberle metido en un lío de los gordos pero él no le daba importancia, alguien tenía que hacer frente a gente tan mala. Señalaba la habitación y decía: "¡Mira que esto!". 

Teníamos que salir, desde los barrotes insultaba a la Cándida que nos arrojaba sus palabras burlonas:


"Ahora, ahora abriré, ladroncillo de patios. A ti y a tu palomita. Ahora, en cuanto vengan con la red."



Y el Antonio que no es hombre tu hermano pa querer cogerme. Y ella que más hombre que tú, galán, ya lo verás. 

Se abrió la puerta que daba al patio. El Encontrao se echaba patrás, mudó la color. Eran los civiles, no llevaba papeles y era buscado.



De pronto recordé, ¡yo tenía papeles!, en la faltriquera, entre la falda y las enaguas. Se los di a Antonio que me preguntaba, con cara asombrá, de qué los tenía. Luego se lo diría. 

¿Os acordáis de aquel ganchero herido en el pie? Aquel que acompañé, camino de su pueblo, montado en el burro "Canalejas". Sí, fue el día en que conocí a Royo, el irlandés. No me acordé de devolverle los papeles cuando lo dejé con el carretero, camino de Villanueva. 

Cédulas


Golpeaban la puerta. Mientras las viejas abrían, el Encontrao echó un vistazo a los papeles:

"Había una resobada cédula personal a nombre de Miguel Cofrentes Agudo, jornalero, de veintiocho años, nacido en Checa. Y también un papel del Sindicato como ganchero."

Los guardó, la puerta se abría, los civiles nos mandaban salir. "Estaban en el patio las dos  hermanas, el Benigno y una pareja de la Guardia Civil". 

Ns cachearon. el Encontrao no llevaba armas, sólo una navaja de las que se usan en la tierra, una herramienta pa trabajar, no un arma. El Benigno insistía: "los papeles, guardia, los papeles". El guardía los leyó bien leídos mientras el otro civil miraba los míos; pero no le daba miedo el cacique. Preguntó qué había pasado, Jesusa saltó que si "ese ladrón" que entró por la tapia, les amenazó y "estaría en combinación" con una "mala pécora" que era yo.

Grité que era mentira y el guardia me mandó callar. La vieja desafiaba: "que hable". No sé qué decía de calumnias y gente honrada que ofreció ...techo, pan. Sí,  para una esclava de alcoba. Yo señalaba a los civiles: "¡Ahí, ése era el techo...Pasen, pasen todos  ver la cama de una criada en esta casa". 

Y pasaron y trataron de poner orden entre las acusaciones de uno y otro lado. Pero, ante mi sorpresa, no se llevaron preso a Antonio. Porque "cierto que había saltado la cerca", pero fue porque yo había pedido socorro. Solo le ordenaron que no abandonara la maderada por si volvían a interrogarle. Los del tricornio habían visto el brillo de la colcha, la alcoba tan bien dispuesta. No, no lo prohíbe la ley pero da que pensar.

El Benigno atacaba, mezclando la invasión de su casa con la muerte del perro y el discurso del Negro incitando a la violencia del pueblo. Yo no sabía nada de eso, los gancheros me lo contaron más tarde.


El perro de Benigno muerto en la plaza de toros (foto sacada a You Tube)

El Encontrao  y yo tomamos el camino del río. Cuando pasamos, había un perro destripao en mitad la plaza. Y  gente que rumiaba algo que había pasado. Y un muchacho que había contestado al Negro, como voz del pueblo. El Benigno estaría furioso, no olvidaría todo aquello, bien lo supe después...


El Negro y el muchacho que le sigue como "voz del pueblo"(foto sacada a You Tube)


De la mano de Antonio, caminaba olvidada de todo. Sólo cuando recordaba "aquella alcoba, con su perfume barato para tapar el sudor", me venía a la boca una bocanada, asco, mucho asco. En el cruce, el Encontrao pensó en esperar a los civiles, para darles las gracias. A mí me dio miedo, él me tranquilizó: que no pasara cuidado, que habían sido buena gente y, además, así verían que no les huía.

Cuando Antonio habló con los guardias, el primera contestó con una pregunta: "¿Usted cree que en el puesto no sabemos quiénes son los Ruices?". Me miró y añadió en voz baja: "Yo tengo una hermana, allá en mi pueblo. Tan guapa como esta moza". 

El primera sonrió cuando el Encontrao le dijo: "hemos tenido suerte con usté". Contestó: "Por ahora sí...Pero tenemos que dar parte. No se te ocurra dejar la maderada sin decir bien dónde vas".

Nos despedimos de la pareja de los fusiles y seguimos hacia el río, dando vueltas a las palabras del primera.

Seguiré contando. Solo me falta contarles por qué la broma del Cacholo me hizo tanto daño. Y así sabrán por qué huyo y de qué huyo. El secreto de Paula, la mujer en sombra.


Me despido de ustedes:

Paula

Un abrazo de María Ángeles Merino

Seguiremos con Paula. Y dejaremos las orillas del río que nos lleva en busca de un Quijote avellanado.

5 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

Vaya surtido de habitaciones, allende la frontera, y “qué gusto exquisito” para practicar el oficio más antiguo del mundo con los que pagan por algo impagable.
Maguer, dudo que el colorido de la que las hermanas tenían destinada para los juegos de Benigno, fuese como el de las fotografías.
Qué estupendo recurso la oportunísima aparición de los papeles para el Encontrao. Casi como su irrupción salvadora en la enrejada escena.
La broma del Cacholo, tan celebrada por el vecindario festero y sufrida –con motivo- por Paula.

Habrá que acabar y despedirnos de los gancheros, para unirnos a la próxima lectura.

Abrazos.

Ele Bergón dijo...

Qué bien le das la voz a Paula . Es muy certera creíble.
Ya ando por los sitios civilizados. Besos

Bertha dijo...

En la caridad entra la peste.Menudo par de brujas.

Mª Angeles: ya echaba en falta estas tertulias.

Besos feliz inicio de curso.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

y el caso es que este pasaje no es literatura...

María Pilar dijo...

¡Qué gran trabajo! Te felicito