jueves, 28 de marzo de 2013

"...ya no la debes tocar. Es la Salvadora"



La mujer que curiosea podría ser la Ignacia o la Salvadora, ya más mayorcita..

 Comentario de algunos contenidos de la novela "Aurora Roja", de Baroja. Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Hola de nuevo, Manuel Alcázar, personaje barojiano!

Mi anterior entrada comenzaba con el barrio "sepulcral" en que ahora vives, rodeado de cementerios clausurados. Entré en tu casa y te sorprendí hablando con el apañado vecino, el Rebolledo hijo, en su taller de electricista, en la parte baja de tu vivienda. El muchacho, al que no le disgusta nada la Salvadora, te tira de la lengua; el primer tirón va de economías, el segundo aterriza en tus sentimientos hacia ella.


Caían gruesas gotas sobre los charcos y la melancolía del día gris te empujaba a las confidencias. ¿Casarte? Cariño, agradecimiento, amor...no estás seguro de tus sentimientos, acaso Salvadora te quiera como al gato, porque eres de casa...No digas tonterías, Manuel. La Justa no te quería, no le des más vueltas.


Esa misma tarde de charcos recibes la visita inesperada de  un joven "con ligero acento extranjero", seguido de un perro lanudo. Es tu hermano Juan que dice venir de París, hace quince años que no os veis y le cuesta reconocerte. Has cambiado mucho, él no ha cambiado tanto, a pesar de su aspecto de artista bohemio.


"Azorado" con la llegada imprevista, le acompañas al piso principal. Los habituales a la tertulia del taller presencian, con asombro, tu "entrevista" con aquel desconocido de sombrero puntiagudo y pelo largo. Tu hermana Ignacia, la Salvadora, Rebolledo padre, Rebolledo hijo,y el señor Canuto acompañado de su "fraseología" peculiar. "Tipos raros, buenas personas" te acompañan ahora, en tu tiempo de ocio. Tus vidas de "randa" y  timador de casino quedan muy lejos.

Encarrilaste tu vida. Baroja emplea un capítulo entero´ en dar una vuelta repentina y rápida a tu pasado, algo que los literatos, y ahora los del cinematógrafo, llaman analepsis. Qué incómodo para Juan y para ti, os paraliza subiendo la escalera.

Ya en el capítulo siguiente, llegas arriba y abres la casa, entráis en el comedor. Mientras tú piensas a qué vendrá este, tu hermano califica como bonita tu sencilla casa, le cautiva "el cuartito limpio" y el aparador con las botellas ordenadas. Por fin sube la Ignacia, tu hermana se siente egoistamente  inquieta y se alborota con la presencia del perro Kiss. Por cierto, que el peludo va a tener también sus aventurillas con los canes golfos de la calle Magallanes.


Por fin, entra la Salvadora y Juan no puede evitar un movimiento de sorpresa, algo especial tiene esta mujer. La presentas así:

"Es una amiga que vive con nosotros como una hermana"

Tus palabras, tan rebuscadas, te avergüenzan y se lo contagias a tu "amiga como una hermana", la conversación languidece. Entra el hermanito de la Salvadora y se pone a jugar con el perro. Juan le acaricia y no pregunta quién es, la Salvadora se pone como una amapola , balbucea un pretexto y sale del cuarto.

Os quedáis solos los tres hermanos y le preguntas "maquinalmente" qué ha sido de su vida estos años. Lo de la deserción del seminario ni lo oyes, tan preocupado estás por la turbación de la Salvadora. Os relata sus "recuerdos de hambre y bohemia": apuntador en una compañía de cómicos, compañero de un vagabundo retratista, restaurador, artista en Barcelona...Su vida de obrero de joyería en París, mientras realiza su aprendizaje artístico en el Louvre y en el Luxemburgo. Y crea con entusiasmo. Y adquiere cierta gloria con su obra "Los rebeldes". Y ahora ya tiene "encargos suficientes para poder vivir con holgura". Esta ha sido su vida.




Os habla calurosamente y lo escucháis con frialdad. Rodin, Meunier, su intención de crear un arte social para las masas, sin mezquindades burguesas. Ignacia y tú, como si os habla en una lengua extranjera.

Juan quiere esculpir un busto de Salvadora, para presentarlo en la Exposición. ¿Por qué? Así ironiza el escultor con su ruborizada modelo:

"Porque tienes una cara especial. No eres como nosotros, por ejemplo, que siempre somos guapos,elegantes, distinguidos...; tú no, un día estás fea y desencajada y flaca, y otro día de buen color, y casi casi hasta guapa."

Salvadora posa mientras cose, con un gatito rojo en el regazo y eso les permite hablar de ti. Él...que si Manuel anduvo en algunas épocas hecho un golfo, ella... que ahora está muy bien... no sale de casa nunca, él...se figuró que estabáis casados, ella "pues no". Y él remata que acabaréis casados porque "Manuel no podría vivir sin usted. Está muy cambiado y muy pacífico". Recuerda anécdotas de vuestra infancia, tu audacia y valentía con aquel chico mayor que trajo una mariposa clavada con un alfiler; menuda paliza te dio por arrancárselo y tirarla por la ventana.

http://dondeelcorazonmelleve-irema.blogspot.com.es/2011_02_20_archive.html

Por fin, un día te quedas contemplando la estatua y murmuras:
"ya no la debes tocar. Es la Salvadora". Tú bien lo sabes, Juan ha encontrado la expresión:

 
"Era una cara sonriente y melancólica, que parecía reir mirada de un punto, y estar triste mirada de otro, y que sin tener una absoluta semejanza con el modelo, daba una impresión completa de la Salvadora."
Emperatriz romana
 
Juan está contentísimo, su busto tiene algo de emperatriz romana; de su escultura se ha de hablar, ha de llevarla a la Exposición. Se empeña en convidaros al teatro. Ignacia y Salvadora no quieren ir, tú tampoco tienes ganas, sientes  miedo ante el centro de Madrid de noche, temes encontrarte con tu vida de antes porque eres "un hombre que no tiene energía para nada...hago lo que hacen los demás".


Teatro Apolo

Y así va a ser, en la puerta del teatro Apolo  vas a encontrarte con tu antigua amiga la Flora, que te da noticias de  viejos conocidos. La Justa está en un burdel, "hecha una jamonaza", se da al aguardiente...no hace más que beber y engordar".
Cuadro de Botero

Luego te encuentras con Violeta, la amante de tu primo Vidal, envejecida, medio paralizada y medio ciega, hecha una piltrafa humana. Le das todo el dinero que llevas encima y sientes alivio al llegar a casa:

"En el comedorcito, a la luz de la lámpara, cosía la Ignacia, y la Salvadora cortaba unos patrones. Había allá un ambiente limpio, de pureza."

"Mujer cosiendo", Renoir.
 
 Y les cuentas no lo que has visto en el teatro, sino lo que has visto en la calle.

Tendrás un encuentro con la Justa, desafiante, en el merendero del Partidor, en Cuatro Caminos, donde os invita Juan a merendar, para celebrar su éxito en la Exposición:


"—¿Quién es esa que está contigo? ¿Tu querida?—y señaló a la Salvadora.
—No.
—¿Tu novia?... Chico, tienes mal gusto. Parece un fideo raido."  

La Justa tiene un aspecto de bestialidad repulsiva, ahogada en gordura. Dedica miradas de basilisco a la Salvadora. Al final, cansados de impertinencias, las de la Justa más las de sus compañeras y dos señoritos , os retiráis.

"—¿Por qué me mira así esa mujer?"
 
Y la Salvadora te hace esta pregunta sonriendo. Es la sonrisa de una mujer que se sabe victoriosa.
Foto tomada en el merendero del Partidor de Aguas.
 
Quieres tener taller propio, ser autónomo dicen ahora. Recibes ayuda de tu hermano Juan, las mil pesetas de la tercera medalla, a pesar de ciertas desavenencias porque Juan te reprocha tus ambiciones burguesas. Las mujeres de la casa te animan a pedir ayuda a Roberto Hastings, para comprar una máquina y tipos nuevos, por quince mil pesetas. Y tu viejo amigo confía en ti, acepta asociarse contigo y te ayuda a comprar la impresora y las cajas. Instalas tu propia imprenta. Nunca lo hubieras pensado de aquel iluso que soñaba con una gran herencia, en la pensión de doña Casiana.
 
Pero caes enfermo, por la fatiga y las preocupaciones. Y allí estará ella para cuidarte amorosamente, como al gato, porque eres de casa.

"Entraba la Salvadora y mullía el almohadón ó le preguntaba si necesitaba alguna cosa, é inmediatamente Manuel sentía un agradecimiento tan grande, que hubiera querido exponer su vida por ella..."

Eres ya un triunfador, en lo profesional y en lo amoroso. Seguiremos  tu trayectoria. Entrarás en la tertulia dominical anarquista de la taberna "La aurora", en Areneros.Tu hermano Juan no coincidirá con tus puntos de vista. El narrador no será muy objetivo, este don Pío es muy suyo. Hasta la próxima entrada, Manuel, la última, será la bomba.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:


María Ángeles Merino


Las palabras textuales de la obra:

http://es.wikisource.org/wiki/La_lucha_por_la_vida_III

jueves, 21 de marzo de 2013

"Me tiene, creo yo, algún cariño, porque soy de la casa, como al gato; pero en lo demás..."

"La Pradera de San Isidro", Goya, 1788.
Vista de Madrid desde la Pradera de San Isidro en 1905.
"El paisaje exacto del Madrid que había contemplado muchas veces Pío Baroja".

Comentario a algunos contenidos de la novela "Aurora Roja", de Pío Baroja, primera parte. Para la lectura colectiva de "La acequia", de Pedro Ojeda.

¡Hola de nuevo, Manuel Alcázar!
 
Después del prólogo, enteramente dedicado a tu hermano Juan, Baroja vuelve a ocuparse de ti y comienza por tu casa y su entorno. Ahora, vives en una calle con más méritos que ninguna para recibir el título de"sepulcral y fúnebre" .
 
Cuatro y escalonados. El más cercano para ti, el Cementerio General del Norte, con su capilla neoclásica que fue parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, también abandonada y con el letrero borroso; todo obra del arquitecto  Juan de Villanueva, el del Museo del Prado. No es cosa de poca importancia, Manuel.


A continuación, las  Sacramentales de San Luis San Ginés y la Patriarcal . Más allá del tapial, "se veían en un cerrillo las copas puntiagudas de los cipreses del cementerio de San Martín".


 


Veamos la retorcida y paradójica comparación:


Dejemos la calle Ceres y los terribles "sublimados corrosivos", mercuriales, remedios para la sífilis peores que la enfermedad. Baroja no olvida su práctica médica y habla con total familiaridad de "cristalinos", escrófulas, tercianas, anemias, ictericias...Y ahora la  digresora soy yo; al igual que tu creador, quería ponerlo y lo he puesto.
 


 Vamos ya a tu casa. Es pobre y vieja, pero tiene "fisonomía propia", es una casa que nos sonríe:
 


Nada que ver con aquel cuartucho anodino en que vivías, con "con una cama, una silla rota de paja y una estera, colgada del techo, que hacía de puerta".

En la parte baja de tu "casuca", un rótulo anuncia pomposamente: "La antiséptica, peluquería artística". Otro letrero reza: "Rebolledo. Mecánico electricista. Se hacen instalaciones de luces. Timbres, motores, dinamos". El barbero y el electricista, los Rebolledos, son viejos conocidos  del Corralón, de cuando "La busca".

 
 
 
Ahora son tus inquilinos, vecinos y compañeros de tertulia en torno al brasero. Gente modesta y muy trabajadora. ¿Te acuerdas de la dentadura postiza que se fabricó Rebolledo tallando un servilletero?

La parte alta de la casa se nos muestra atestada de flores. Ahí arriba resuenan los pasos incansables de la Salvadora, ya nada recuerda a la huérfana esmirriada que malvivía en un camaranchón debajo de una escalera, robando para su hermanillo chico.

 
Tampoco es ya la mujer despótica que os traía a Jesús y a ti por el camino de la amargura del orden, la limpieza y el ahorro. Ahora se le ha dulcificado el carácter, aunque conserva su amor al trabajo:

"... la Salvadora y la Fea habían puesto, entre las dos, una tienda de confecciones de ropas para niños en la calle del Pez. La Salvadora iba todas las mañanas a la tiendecilla, y por la tarde trabajaba en casa. Luego se le ocurrió que podría aprovechar estas horas dando lecciones de bordado... al cabo de cuatro o cinco meses, iban, por la tarde, cerca de veinte chiquillas con sus bastidores a aprender a bordar."



Un tarde lluviosa de abril, estás con Perico Rebolledo, en su taller electricista. Te pregunta por la Salvadora, que si está mejor; tú le quitas importancia: nada, un vahído, trabaja mucho, se lo digo, no me hace caso...Tu vecino te tira de la lengua:"Vais a haceros ricos pronto. Ganáis mucho y gastáis poco."

Y tú que no sabes; "ésas", la Salvadora y tu hermana Ignacia, deben tener algún dinero guardado para emprender algo. A tí te gustaría tener tu propia imprenta, la Salvadora te anima; si le dices que venden algún local o alquilan alguna máquina, te hace ir a verlos. Porque ella cree que todo es posible con voluntad y paciencia. Tiene el empuje que a ti te falta, Manuel.


 

Comienza a llover, después de un largo silencio, Perico te dice que debes establecerte cuanto antes y casarte. Y tú te haces el sorprendido, preguntas que con quién. Tu vecino lo tiene claro: casarte con la Salvadora y "vivir al pelo"con ella. Y con el "chiquillo" y tu hermana Ignacia...

Tú confiesas: es rara, no la entiendes, piensas que te tiene algún cariño porque eres de la casa,
"como el gato; pero en lo demás..." ¿Qué pasará dentro de esa cabeza tan voluntariosa? ¿Por qué, a veces, su sonrisa es afilada como un cuchillo?
 

 



Perico te pregunta ahora abiertamente: ¿y tú? Y tú...que no sabes si las quieres o no.

Y, tu vecino, que te conoce muy bien, da en el clavo:




En esta muchacha de "·moño empingorotado"vi a la Justa.

Yo no estaría tan seguro del amor de la Justa, la hija del trapero...jugaba contigo, te mataba con aquellas miradas y luego nada...¿Qué habrá hecho con ella el Carnicerín? Enseguida lo sabrás...

Perico te obliga a aterrizar:


Lo reconoces, la Salvadora te salvó; ahora llevas una vida digna gracias a ella. Pero añades que "el cariño no es como el agradecimiento". Y el vecino te pregunta para que te preguntes a ti mismo:


Y tú:


¿Cariño o amor? ¿Como a una hermana, casi una madre?

Manuel, veremos si llegas a entender tus sentimientos.

Esa misma tarde vas a tener una inesperada visita...

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

 
Enlaces
 
 
http://madridafondo.blogspot.com.es/2013/03/retazos-de-madrid-por-pio-baroja.html#!/2013/03/retazos-de-madrid-por-pio-baroja.html
http://www.entredosamores.es/madrid%20antiguo/madridantiguo2.html#51
http://granvia.memoriademadrid.es/buscador.php?accion=VerFicha&id=39900
http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/2010/01/calles-desaparecidas-de-los-leones.html#!/2010/01/calles-desaparecidas-de-los-leones.html
http://www.entredosamores.es/barrio%20de%20maravillas/maravillas4.html

jueves, 14 de marzo de 2013

"... tiró el bulto al agua, y el manteo, el tricornio, la beca, los apuntes, la metafísica y la teología fueron a parar al fondo del río..."

"Aurora Roja"

Comentario a algunos contenidos de la novela "Aurora roja", de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Hola de nuevo, Manuel Alcázar!

Aquí estamos otra vez, para comentar la última etapa de tu inserción en el mundo obrero adulto. No, no presumas de protagonista, es evidente que a don Pío no solo le interesas tú. Baroja utiliza tus peripecias juveniles como eje para completar un magistral retrato de los estratos sociales más bajos, en su Madrid de comienzos del siglo XX. ´Y, en "Aurora roja", tu hermano Juan te roba protagonismo, incluso se permite la exclusiva del prólogo.


Sí, es cierto, en un primer plano de la "Lucha por la vida", seguimos tu largo camino por hacerte un sitio en la sociedad, desde aquel viaje a Madrid. ¿Recuerdas tus sentimientos cuando el tren llegaba a la Estación del Mediodía?

Sientes  “verdadera angustia; un crepúsculo rojo esclarecía el cielo, inyectado de sangre como la pupila de un monstruo; el tren iba aminorando su marcha; pasaba por delante de las barriadas pobres y de casas sórdidas”.

Cielo rojo. Cielo espectacular de Madrid.
Se acabaron para ti las "casas sórdidas", en "Aurora Roja" gozas, por fin, de la estabilidad que te faltó en las dos novelas anteriores de "La lucha por la vida". En "La busca", eres un adolescente al filo de la marginalidad. En "Mala hierba"no consigues incorporarte a una vida laboral ordenada y coqueteas con la delincuencia. 

Mijail Bakunin
Al final de ese segundo libro, tu compañero Jesús te expone la utopía anarquista y de ahí retoma el asunto el tercero, "Aurora roja", que se desvía en un prólogo titulado: "Cómo Juan dejó de ser seminarista". Tal vez, algún lector despistado no recuerde que se trata de tu hermano. Muy poco sabemos de él, hemos de remontarnos a los comienzos de  "La busca":

"... el rasgo característico de Juan, el hermano menor, era sentimentalismo enfermizo que se desbordaba en lágrimas por la menor causa."
 
Según aquel maestro que os enseñaba latín,  tu hermano "llegaría a ser algo". Para ti,  al contrario, el "medio dómine" auguraba lo peor. Recuerdas que el ideal de tu madre, Petra, tan religiosa, era que estudiarais para curas. Por eso os dejó  en casa de unos tíos, en un pueblecillo soriano, mientras ella se ponía a servír  en la pensión de doña Casiana y guardaba celosamente la soldada, con vistas a vuestros estudios eclesiásticos. Ni el uno ni el otro, la muerte le libró de disgustarse con lo de Juan.


Comenzamos la obra con una  introducción puramente narrativa, sin la declaración de intenciones  habitual en los prólogos; algo semejante a una novela corta o un cuento. Su contenido podría haber encajado convencionalmente en el capítulo tercero; pero Baroja prefiere comenzar la novela destacando el propósito firme de Juan de abandonar sus creencias, le interesa ofrecer desde el principio un retrato bien trazado de tu hermano. Su papel en la novela va a ser clave, al parecer.

Pío Baroja
Leemos. Juan y Martín, seminaristas, pasean y charlan el último día de vacaciones, inmersos en un paisaje otoñal, húmedo y triste. Visten ropa negra, a lo lejos se divisan "casas negruzcas", "torres más negras aún", bajo un cielo gris acero. Es el pueblo soriano que tú bien conoces.  Música de esquilas, campanas y el silbido de un tren. "Vámonos ya". "Niebla vaga y melancólica", "carretera, como cinta violácea, manchada por el amarillo y el rojo de las hojas muertas". ¿Dónde estarán pasado mañana?

"Las ráfagas de aire hacían desprenderse de las ramas a las hojas secas, que correteaban por el camino."


A vuestro creador le gustan las parejas contrapuestas. Martín es un mocetón alto, fuerte y alegre. Tu hermano  es "bajo, raquítico, de cara manchada de roséolas y de mirar adusto y un tanto sombrío"; y va a revelar al amigo su decisión de no regresar al Seminario. ¿Por qué?

 Dice que está decidido a no ser cura, no tiene vocación. no cree en nada, no quiere engañar a la gente como hace uno de sus profesores, el padre Pulpon; qué apellido más significativo. Martín manifiesta que tampoco él tiene vocación, pero su familia necesita un sustento; que si tuviera dinero no sería cura, trabajaría la tierra con sus propios bueyes, tal y como lo ha leído en Horacio.

Quinto Horacio Flaco

Los argumentos de Martín caen en saco roto. ¿De qué va a vivir? Tiene una beca, podría doctorarse, predicar, ser obispo. Ni hablar, aunque le prometieran ser Papa.

Su optimista compañero apuesta cualquier cosa que fue lo del padre Pulpon, un caso de pederastia, lo que le ha hecho decidirse. No, su respuesta es contundente, qué valor hay que tener para escribir esto en 1904:

"...he visto las porquerías que hay en el seminario; al principio lo que vi, me asombró y me dio asco; luego, me lo he explicado todo. No es que los curas son malos; es que la religión es mala.
...
-... Yo estoy convencido; la religión es mala, porque es mentira."

Tanto que, este prólogo sería amputado en ediciones posteriores a la guerra civil española, pero tú no sabes nada de eso, Manuel. En el ánimo de tu hermano también cuenta el temor a la venganza del cefalópodo padre; Juan fue el divulgador de lo que hacía con los alumnos de primero y, como se le da tan bien el dibujo, hizo una caricatura demasiado explícita. No puede volver.

Martín le pregunta por esos libros que han abierto tanto los ojos a su amigo. Manuel le cuenta  detalles minuciosos de "Los misterios de París, "El judío errante" y "Los miserables". Martín es tan ignorante que los relaciona con Voltaire, ha oído campanas y no sabe dónde.




El príncipe Rodolfo y Flor María, Fantina y Jean Valjean... La "fauna monstruosa" de esos libros baila una danza macabra ante los ojos del jovial Martín.

A los franceses le siguen los romanos: Marco Aurelio y César. Juan dice haber aprendido "lo que es la vida". Martín confiesa en un murmullo: "Nosotros no vivimos". Pero añade, sintiéndose de golpe  seminarista,  si habrá ahora un metafísico como Santo Tomás o un poeta como Horacio. Manuel afirma categóricamente que los habrá, no los conocen porque "no quieren que los conozcamos". Y sentencia:

"...los Horacios de ahora se conocerán en los seminarios dentro de dos mil años. Aunque dentro de dos mil años ya no habrá seminarios."

Seminario de Burgo de Osma (Soria)
Martín, pensativo, admira la valentía de Juan. Llegan al pueblo y se despiden. Ya no hay más voz que la de sus pensamientos:

" en el silencio de la noche apacible, sólo se oía el estruendo de las aguas tumultuosas del río al derrumbarse desde la presa."


 Tu hermano se va enseguida, tiene el equipaje preparado, se despide brevemente de vuestro tío, el jefe del apeadero.



Dibujo de Ricardo Baroja.

Toma el tren e inicia un viaje paralelo al que hiciste tú, pero Juan va a bajarse en el siguiente apeadero. Oye su yo interior, "el rumor confuso y persistente del río" y allá va:

"... tiró el bulto al agua, y el manteo, el tricornio, la beca, los apuntes, la metafísica y la teología fueron a parar al fondo del río... -¡Siempre adelante! -murmuró-."

Para escribir lo que viene a continuación, Baroja reelabora lo redactado para contar el viaje que  realizó en 1901 por tierras sorianas, en compañía de su hermano Ricardo. Ya, ya sé, Manuel, que a ti eso te da igual. Sigo.

Pasa la noche caminando, sin encontrar nadie, "al amanecer se cruzó con una fila de carretas de bueyes, cargadas de madera aserrada y de haces de jara y de retama; por delante de cada yunta, con la aijada al hombro, marchaban mujeres, cubierta la cabeza con el refajo."


"La diligencia", litografía de Ricardo Baroja.
 
Se entera por las mujeres del camino que ha de tomar. Acostumbrado a la monocromía eclesiástica, encuentra sorprendentes los matices de los árboles:
 
 


La personalidad de tu hermano queda bien definida en los encuentros que va a tener en este prólogo: con los guardas de un ojeo que lo acusan de robar una liebre, un cazador que le hiere con unos perdigones,  un vagabundo,  dos guardias civiles y un médico que aprecia sus dotes para el dibujo. Al escribir esto último, pienso que, tal vez, Juan tenga algo de Ricardo Baroja, el hermano de don Pío. Y, al final de esta introducción, apreciamos que no retrocede ante las dificultades:

"Los nubarrones iban ocultando el cielo... las ráfagas huracanadas rizaban la hierba amarillenta... el cielo se oscureció más; pasó una bandada de pájaros gritando...
Comenzaron a oírse a lo lejos los truenos... De repente, un relámpago formidable desgarró con su luz el aire, y al mismo tiempo, una catarata comenzó a caer de las nubes. El viento movió con rabia loca los árboles y pareció querer aplastarlos contra el suelo.
Juan llegó a la parte más alta del monte, un callejón entre paredes de roca. Las bocanadas de viento encajonado no le dejaban avanzar. Los relámpagos se sucedían sin intervalos; el monte, continuamente lleno de luz, temblaba y palpitaba con el fragor de la tempestad y parecía que iba a hacerse pedazos."

Admira la hermosura del espectáculo, sin miedo, sigue la luz de los relámpagos a lo largo del desfiladero, ha de  encontrar la salida; el corazón le late, apenas puede respirar. La tempestad huye, brilla el sol, aparecen jirones de cielo azul. Con un "¡adelante siempre!", sigue su camino. Es un San Pablo camino de Damasco, pero al revés; hemos asistido a una desconversión. Cayó del caballo.

"La conversión de San Pablo ", Murillo, Museo del Prado.

 Y va a llegar hasta tu casa, en Madrid. Y no te va a hacer mucha gracia. ¿Qué querrá este?

"Manuel estaba completamente azorado, la llegada de Juan le perturbaba por completo"

Seguiremos vuestra historia.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Enlaces utilizados:
http://es.wikisource.org/wiki/La_lucha_por_la_vida_III:_009

 

jueves, 7 de marzo de 2013

"Tú y yo, yo sobre todo, hemos nacido para ser ricos; pero ha dado la pijotera casualidad de que no lo somos"

"Orillas del Manzanares", Aureliano de Beruete, Museo del Prado.
 
Comentario a algunos contenidos de la novela "Mala hierba" de Pío Baroja, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

¡Hola Manuel! Y la compañía....

"Iba ya inclinándose el sol cuando el repatriado y Manuel se levantaron y fueron hacia Madrid"


Me despedí de vosotros en aquel atardecer,  camino de Madrid, desde un convento extramuros. Ahora, Puerta del Sol y Calle Mayor abajo, os sorprende una noche templada, realmente fantasmal:

"Hacía una noche templada, de niebla, de una niebla azulada, luminosa, que temblaba al soplo del viento; los globos eléctricos del Palacio Real brillaban entre aquella gasa flotante con una luz morada."

 
¿Morado republicano? Tal vez, vosotros a lo vuestro que buscar un lugar donde dormir sin sobresaltos. Bajáis "a la hondonada", junto a un melancólico Manzanares, entre llamaradas de churrería y parejas misteriosas. El repatriado te conduce a una arboleda cercana; allí, bajo un cobertizo, te acurrucas y te quedas profundamente dormido, con las manos en los bolsillos; ha refrescado.

"El Manzanares", 1908, Aureliano de Beruete, Museo del Prado.

Te despierta un "rumor chillón de cornetas", es la guardia de Palacio. "Palpitaba suave y gris el resplandor primero del día" cuando resuena el estampido de un arma de fuego. Es un joven que se ha suicidado, os dice un hombre de blusa que pasa corriendo. Os acercáis al lugar en que yace ensangrentado un muchacho bien vestido, con un revólver en la mano.


El repatriado conoce el procedimiento habitual rateril: se acerca al muerto, le extrae dos sortijas, oro y brillante, le quita la chaqueta y registra los bolsillos, no lleva dinero, le quita el reloj, más oro...

Tu reacción es huir de allí, ni hablar. Tu compañero araña un agujero en la tierra y entierra las joyas envueltas en un papel, "con una rapidez extraordinaria". Hay que esperar, "en la guerra como en la guerra", os echáis y os hacéis los dormidos. Ahí quietos, hasta que se lleven al muerto. ¡Menuda práctica la del antiguo soldado!

"Orillas del Manzanares", 1907, Aureliano de Beruete, Museo del Prado.

Queda el lugar desierto y desenterráis el botín. Propones ingenuamente llevar la sortija a una platería y empeñar el reloj. Ni una cosa ni otra, esos harapos os delatarían, iríais derechos a la cárcel. El repatriado conoce a un tal Marcos Calatrava, un experto que os sacará del apuro, un tipo raro pero muy eficiente.

Es, para vosotros dos, uno de los días más largos de vuestra existencia. Sentís un hambre canina, con el pensamiento puesto en la venta de unas joyas que os permitirían zampar a vuestro antojo. El miedo os impide satisfacer la necesidad, una horrible sensación. El oro no se come.


Esperáis a Marcos Calatrava en una taberna de la Calle Mayor, donde despacha habitualmente. Cuando llega, tu compañero le cuenta el caso. No hay problema, lo arreglará su "secretario". La cena tarda, con la "carpanta "que tenéis...No tarda en aparecer "un muchacho elegante, con botas amarillas, sombrero hongo y un pañuelo de seda en el cuello". ¡Tu primo Vidal es el esperado secretario!


No tarda ni diez minutos en realizar la gestión, vuelve con dos papeletas de empeño y unos billetes. El repatriado los reparte y te corresponden cinco duros. Como sois familia, Calatrava decide que cenéis aparte, tendréis que hablar. Tus tíos están bien, su hijo Vidal no los ve pero asegura que lo están. Le preguntas por el "Bizco", aquel randa, malvado compañero de algunas raterías. Vidal tiembla, no quiere ni oír hablar de él, lo buscan por el asesinato de Dolores "la Escandalosa".

Contemplas a tu primo: cabeza lustrosa, raya en medio y rizos. Te sorprende su gran aplomo de movimientos, su sonrisa de hombre guapo, su simpatía. Pero " sus ojos sagaces, falsos, descubrían la mentira de sus frases; no acompañaba a la afabilidad de su palabra cariñosa y de su sonrisa amable la expresión de sus ojos. En éstos no se leía más que desconfianza y cautela." No es posible mentir con los ojos.

¿Trabaja el "secretario"de Calatrava? Según a lo que llames trabajar: nada de taller, tres queridas, vive al pelo, de vez en cuando "se las echa uno de incomodado y se le arrima a una un par de bofetadas...". Ahora tiene una bonita chiquilla chalada por él, tanto que le regaló un reloj de oro. Y te quedas pasmado cuando añade que un marqués le hace el amor... Don Pío nos ofrece una magistral pintura del chulo... Además de las mujeres, trabaja de timador y te ofrece entrar en su mafia, lo que él llama la "combi". No sabes en la que te vas a meter.

Te lleva al teatro Romea a "una funcioncilla  estúpida, plagada de chistes absurdos y groseros, de la manera más sosa que puede imaginarse, entre las interrupciones y los gritos del público". Al fin  descubres que bajo los polvos de arroz de las artistas hay granos y roséolas. Te reencuentras con "vestales del arroyo",  la Chata y la Rabanitos; recuerdas tus tiempos de randa callejero, los del libro "La Busca".


En el piso de tu primo, te despojas de los harapos. La cama te parece tan blanda que tardas en dormirte. Despiertas a las doce:

 "Hacía tanto tiempo que la primera sensación de su despertar era de frío, de hambre o de angustia, que al encontrarse entre mantas, abrigado, en un cuarto estrecho y de poca luz, pensó si estaría soñando"

Te preguntas si habrá venido "la buena". Miras tus harapos, piensas que no pueden verte con esos pingajos, te echarían. Buscas refugio en la cama. Vidal te  saca de allí, te presta ropa suya que te viene grande; sus botas, por el contrario, te quedan estrechas y justas. Arrojas tus prendas viejas a un solar, tu primo recalca la facha de golfo que tienes.

Replicas que cada uno tiene facha de lo que se es. Y resumes tu curriculum vitae:

"Sí; he sido criado, panadero, trapero, cajista y ahora golfo, y no sé de todo eso lo que es peor."


Has pasado tanta "carpanta", pobre Manuel, que te arrojas sobre la media tostada del desayuno. Vidal te explica así la nueva etapa que vas a comenzar:

"Tú y yo, yo sobre todo, hemos nacido para ser ricos; pero ha dado la pijotera casualidad de que no lo somos. Ganarlo no se puede; a mí que no me vengan con historias. Para tener algo hay que meterse en un rincón y pasarse treinta años trabajando como una mula. ¿Y cuánto reúnes? Unas pesetas cochinas; total, na. ¿No se puede ganar dinero? Pues hay que arreglarse para quitárselo a alguno y para quitárselo sin peligro de ir a la trena."

Tu actividad laboral va a desarrollarse en casas de juego vas a entrar "en la comba" y ayudarás a desplumar a los pardillos. ¿Granujada? Tu primo te lo aclara:

"Hombre, eso depende de lo que tú llames granujada. ¿A engañar le llamas granujada? Pues hay que engañar. No hay otra cosa: o trabajar o engañar, porque lo que es regalarte el dinero, que te conste que no te lo han de regalar."

"Negociar y robar es lo mismo, chico. No hay más diferencia que negociando eres una persona decente, y robando te llevan a la cárcel."

De acuerdo. Entras en la "comba". Ejerces de timador en casinos infectos, comienzas una vida que  te hace infeliz y del pozo te sacarán Jesús y la Salvadora. Jesús con la doctrina anarquista y la Salvadora con su salvación doméstica. Vidal y el Bizco acabarán mal. Seguiremos hablando de tu salvación, Manuel.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Las palabras extraídas directamente del libro están tomadas de:
http://es.wikisource.org/wiki/La_lucha_por_la_vida_II:_080