jueves, 18 de julio de 2013

Teodomira Centeno: "como esas palomas o esas becadas, un fruto más de la naturaleza, vivo y espontáneo"



Comentario en torno a parte de la novela "El hereje" de Miguel Delibes, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

“En realidad, Teo había sido para él como esas palomas o esas becadas, un fruto más de la naturaleza, vivo y espontáneo…”

Para la señora Teodomira Centeno de Salcedo, también llamada Teo o la Reina del Páramo.

Muy señora mía:

Me dirijo a vuesa merced con respeto y cariño, tras acompañarla  hasta el atrio de la iglesia de Peñaflor de Hornija, lugar donde ha sido enterrada, aunque siga viva como personaje de ficción. Viva seguirá mientras haya lectores de "El hereje", es la ventaja de los de su condición.

Al parecer, unas horas antes, había pronunciado, en un momento de lucidez, el nombre de La Manga; solo dos palabras que vuestro esposo interpreta como el deseo de la Reina del Páramo de volver al páramo, nada que objetar.
Él se emociona cuando la carreta fúnebre se detiene en la explanada de la iglesia. Porque en el porche, esperan tímidamente braceros y pastores, rudos castellanos para los que vuesa merced constituye un símbolo: "puesto que no solo trabajó con las manos como ellos sino que lo hizo con más espíritu y más provecho que los hombres por lo que con justo motivo recibió el sobrenombre de Reina del Páramo". Y rodean el ataúd cuando el párroco reza un responso a la puerta de la iglesia. "Era una esquiladora como nosotros, dijo un pastor viejo, con la voz trémula, para quien el trabajo manual borraba el pecado de su condición adinerada".

El tío Ignacio, los viejos amigos de Cipriano, los amigos nuevos, sí esos herejotes, también asisten a tu funeral. Unos y otros miran a los campesinos como a "seres de otra raza o habitantes de otro planeta". Solo tú, Teodomira, has vivido a uno y otro lado del acompañamiento.

Ahondan la "huesa" que os había de albergar y aparece intacto vuestro padre, el Perulero. La sorpresa es general ante " el cuerpo desnudo, sin descomponer, el pene erecto y los ojos abiertos, inyectados y llenos de tierra". ¿Prodigio? No para vuestro párroco que conoce las propiedades de ciertos terrenos para demorar la corrupción. Que las tierras rojas sean leves con vuesa merced, señora.

Vuestro marido abandona Peñaflor, muy afectado por el hecho de que Segundo Centeno permaneciese "incorrupto y el sexo vivo, como si hubiese muerto con apetito". Al atravesar el monte de La Manga, la frente en el cristal del carruaje, evoca los paseos en vuestra compañía, en silencio y con los párpados entornados. Ha tomado una decisión.


De las tierras rojas a las tierras negras que le recuerdan sus charlas itinerantes con Pedro Cazalla. Un apretado bando de perdices arranca ruidosamente, en las novelas de Delibes vuelan perdices cuando uno menos se lo espera; con más motivo cuando cita los lugares donde don Miguel  dio gusto al gatillo.


 Y se reúne en Pedrosa con su rentero Martín Martín que le sigue por renuevos, majuelos y pinadas. De vuelta a casa, la mala nueva: "la señora Teodomira ha fallecido". "Salud para encomendar su alma" y se produce la misma escena que hace treinta y siete años, entre los padres de ambos, cuando murió la señora Catalina, la madre que vuestro Cipriano no conoció.

Y en la comida, vuestro esposo hace a Martín "una oferta tan inusitada  y generosa" que al rentero se le cae la cuchara, balbucea y no entiende. Se lo explica mejor: "la propiedad de las tierras la partiremos entre tú y yo, tú aportarás tu sudor y yo mi dinero. Los beneficios a partes iguales.". Y remata con una mentira: "era voluntad de la difunta". También desea mejorar los salarios de la "gañanía", Martín se lleva las manos a la cabeza, "el campo se hundiría". Cipriano no quiere renunciar a su largueza pero entra en razón, "había que estudiar las cosas despacio, con personas y abogados competentes"

¿Voluntad  de la difunta? Me hago cargo, vos ignoráis por completo todo eso. Pasasteis vuestros últimos días con la razón perdida, en el Hospital de Inocentes de la calle Orates y en el Hospital de Santa María del Castillo, en Medina del Campo.

De aquí partía la calle de Orates, por aquí desfilará Cipriano en triste procesión. 

No te atan porque puedes pagar vigilantes continuos. Sedada con filonio romano, tan  rico en opio que  provoca "visiones". Consumida, con la mirada vacía, sin hablar, dicen que sin sufrir, aunque te apalancan la boca con dos cucharas para darte de comer a la fuerza. ¿Cómo llegaste a tan lamentable estado, amiga Teodomira?


Adormidera, flor del opio, componente del filonio romano.
Cipriano Salcedo vuelve de una gira por Ávila, Zamora y Toro. Tú no conoces el motivo del viaje, no entiendes de conventículos ni de grupos cristianos por la Reforma del fraile Lutero. Le sorprende tu recibimiento con gritos y lágrimas en un increscendo. Poco a poco entiende tus reproches: olvidó  llevarse la bolsita con las escorias de oro y plata que el doctor recetó para la infertilidad matrimonial, ha anulado cuatro años de medicación...Él trata de convencerte de que una pausa de cuatro días no es significativa, que lo reanudaréis...

Porque la maternidad os obsesiona. Voceas, proclamas que no has vivido para otra cosa que para tener un hijo y ya no lo conseguirás por su culpa. Arrojas  objetos, gritas, le empujas, le dedicas "soeces vocablos escatológicos", le echas en cara la inutilidad de "la cosita". Te tapa la boca, le muerdes, te tumbas en la cama, rasgas telas, gozas con tu furia destructora. Por fin, consigue colocarte boca arriba y atenazarte las muñecas. Al sentirte inmovilizada, reanudas los insultos, preguntas por tu dote, buscas herir.



 La tensión va cediendo, tras dos horas de lucha. Te dejas acariciar, se resuelve una crisis nerviosa magistralmente descrita, seguramente con una buena base de documentación médica. Y solo para una novela...Perdona, Teo, que sigo contigo. Ahora lloras mansamente y él restaña tus lágrimas con el embozo de la sábana. No, no te ama pero es bueno y se compadece. Evoca los días de La Manga, piensa en lo que has sido para él: “En realidad, Teo había sido para él como esas palomas o esas becadas, un fruto más de la naturaleza, vivo y espontáneo…” Le desarmó tu sencillez, le gustaba verte esquilando ovejas...Así se gestó un extraño matrimonio, nada en común, no podía funcionar.

Pero aquella misma noche de la crisis, te despiertas y le amenazas con la tijera grande de esquilar, cuando Cipriano ya se había refugiado en la lectura de "El beneficio de Cristo". Proclamas que vas a esquilar su "maldito cuerpo de mono".


Lo hieres en el muslo. Ve el vacío en tus ojos y comprende que te ha perdido, te ingresan en el hospital de Orates. Te escaparás y te conducirán al de Medina. "El dinero es muy amable" pero no puede evitarte la brutalidad de los métodos entonces empleados. Impedir el suicidio a toda costa, el pecado más grave.

Una vez ingresada, Cipriano puede dedicarse a su actividad lanera y herético religiosa. Que si los Cazalla, que si Leonor Vivero, que si Ana Enríquez, ay Ana Enríquez con sus ojos azules...Pero te echa de menos: "era una costumbre en mi vida". Entre quehacer y quehacer te visita, no mejoras, tus ojos parecen mira hacia dentro. Pero aquel dia, de pronto, se avivan tus pupilas, tu boca esboza una sonrisa y musitas dos palabras: "La Manga". Horas después falleces, encuentran tu cadáver "sonriente como si a última hora la hubiese visitado Nuestro Señor". Tal vez sonreías paseando por tu querido monte. ¿Sí?

Ese mismo día, Cipriano llega al anochecer a Valladolid y entra en la iglesia de San Benito. Se siente culpable de tu estado y se exige a sí mismo  una reparación. El enorme tamaño del templo desierto invita a la soledad, aunque la llamita del sagrario "comunicaba una pálida impresión de compañía". Siente la presencia de Cristo a su lado, le abruma su pecado, su egoísmo, tu destrucción. Ofrece su sexualidad y su dinero, castidad y pobreza. De ahí vendrá el ofrecimiento generoso al rentero Martín y a los jornaleros.

Enoooorme iglesia de San Benito.

Antes de tu enfermedad habías pasado por varias etapas. La inmediatamente anterior es la consumista, intentas llenar el vacío de tu vida comprando lujo para la casa de la Corredera de San Pablo, con la complicidad de la tía Gabriela. Manteles, sábanas vajillas, muebles, cuadros; algo inaudito en una muchacha que vestía todos los días una saya vieja. Un escañil, una mesa y poco más; era suficiente.

Os casáis un 5 de junio, en la iglesia de Peñaflor. El templo adornado con flores silvestres, un banquete muy animado y , a los postres, tu padre, con sus calzas acuchilladas y su cachucha, se sube torpemente encima de la mesa e improvisa un sentimental discurso. Menos mal que la encopetada tía Gabriela no ha visto esto, la pobre sufría una oportuna indisposición. Al final, ya se sabe, vivan los novios, viva el cura y viva el acompañamiento. Y un zapateado, de remate.


Tuvisteis la etapa feliz de recién casados, con unas relaciones sexuales satisfactorias, a pesar de la diferencia de tamaños. Cipriano ascendía a tu cuerpo como a lo más alto de los Torozos, le llamabas "chiquillo", te reías, hablabais de las vicisitudes de la "cosita", de lo fuerte que era tu pareja a pesar de su tamaño, "como un toro". Un día se vio reflejado en la cópula de un sapo con una sapina, hembra grande y macho pequeño, la imagen se le quedó grabada amargamente. Porque vas perdiendo interés por la "cosita", a medida que pasa el tiempo y no llega el ansiado embarazo.


Crece en ti la obsesión por "desdoblarte". Todo en esta vida te hablaba de maternidad: los muñecos de la infancia, las parideras en el monte, los nidos de las urracas...No te servía de consuelo que Cipriano te comentara el caso de sus padres que tuvieron un hijo después de nueve años sin descendencia. Tuviste la suerte de que ya no te hicieran la prueba del ajo, paparruchas galénicas. A ti te tocó lo del brebaje de salvia y la abstinencia no sé qué días; mientras tu Cipriano debía tomarse las escorias dichosas. Tu doctor, buen conocedor de la obra de Vesalio, dejó claro que no estabas "opilada", es un consuelo.


Y , mientras crecía tu obsesión de tener hijos, tu Cipriano se obsesionaba con las dudas religiosas, se oía tres misas seguidas, se confesaba una y otra vez. Un cruce letal de obsesiones.

Creo que tu etapa más feliz fue la de Reina del Páramo, pelando una oveja y otra y otra; una burra de carga pero útil. Te desearía que recorrieses feliz  montes celestiales, rodeada de blancos corderos, de sedosas lanas. El cielo se parecería al monte de la Manga. Pero me falta la fe. Adiós, Teodomira. ¿Recuerdas vuestro primer encuentro?

"Entonces la miró de frente y ella le miró a su vez y, bajo su mirada intensa, dulce y afable, se enterneció. Nunca le había sucedido a Salcedo una cosa así...fuera de la expresión de sus ojos y de su presencia amparadora, no descubría en la muchacha  especial encanto..."

Dedicaré una última entrada a tu esposo, cuya muerte será mucho más dura, con serlo mucho la tuya.

Un abrazo de:

María Ángeles Merino

Un recuerdo muy especial a los que me acompañaron y guiaron por la Ruta del Hereje, en la ciudad de Valladolid, el día 13 de julio de 2013.

6 comentarios:

PENELOPE-GELU dijo...

Buenas tardes, Abejita de la Vega:

Qué bien has entendido a Teodomira. Una estupenda charla de mujer a mujer, comprendiendo también al bueno de Cipriano Salcedo.
Nuestro hereje, tenía que estar desconcertado por el cariz que tomaba la convivencia con su esposa.
De haber tenido descendientes, con la reina del Páramo tranquila, satisfecha y realizada como madre, él se habría amoldado a una relación incompleta.
Excelente, como nos acostumbras; de los mejores trabajos que te he leído.

Abrazos.

Paco Cuesta dijo...

Fuera de su entorno natural la "reina" sólo era dama de compañía.
Hermosa carta.
Un abrazo

Bertha dijo...

Una mente debil en un cuerpo sano; que pena porque si observamos el cambio en su vida fue muy drástico.Creo que aparte de su obsesión por ser madre tambien se daba cuenta que él no estaba enamorado...y la falta de interes en las relaciones por parte de Cipriano.

Un resumen muy bien logrado te felicito Mª Angeles.

Un abrazo feliz verano.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Qué hermosa carta la que le dedicas a Teo. Y qué acertadamente ilustrada...
Fue un placer estar en tan grata compañía el día 13.
Un beso.

Ele Bergón dijo...

Me quedé en la novela cuando Cipriano y Teodomira se casan, pero tu relato en forma de carta a la Centeno, me va descubriendo la relación entre ambos esposo, que sí creo algo leí y ha sido una sorpresa el saber que la rústica mujer muere.

También me sirvió mucho el paseo que dimos por Valladolid por la Ruta de El hereje, tan bien explicado y documentado con imágenes reales y en la compañía de todos vosotros.

Por cierto, la foto de la iglesia de San Benito te ha quedado estupenda.

Besos

Luz

Pamisola dijo...

Qué buena idea la de la carta, Ahí condensas toda lo importante de su vida. Muy curiosa, por no decir disparatada, la historia de esta mujer, que el autor introduce en la vida del protagonista con mucha inteligencia.
Me gusta mucho la primera foto, y opino igual que Luz, la foto de San Benito te quedó muy bien. Eres un sorpresa con tus entradas.

Bonito día, pasamos en mi pueblo, y en vuestra compañía.

Muchos besos, y buenas vacaciones.