jueves, 25 de octubre de 2012

"El lector de Julio Verne". "Mi padre no es un asesino"

 

“El río me pareció más manso, más turbio, los árboles polvorientos como troncos de leña vieja, y los rayos de sol que acertaban a filtrarse entre sus ramas para dibujar sombras de luz sobre la superficie del agua, un truco barato, sin gracia.”


Para Nino, el mundo ha perdido el color.

Aterrizó en el cortijo de las Rubias en el peor momento del duelo. Una cuartilla escrita a máquina, en las manos de Catalina,  “informaba del fallecimiento de Francisco Rubio Martín…que carecía de documentación en vigor…conducía un automóvil que no respondió al alto de un puesto de control de la Guardia Civil…en Ponferrada”. Paco, el hijo de Catalina, uno de los dos que tenía en Francia.

Le recibieron los ojos húmedos de Chica, asombro, miedo, miedo, cautela. Manoli con Pedrito, Paula con Pepe, Catalina “quieta y vacía, fría y exhausta, como muerta, doña Elena a su lado, Filo al otro”. Elenita escondió  la cara en la falda de su abuela “para acabar de componer una imagen tan perfecta de la desolación que parecía ensayada, casi teatral... personajes, actores, actrices, que representaran un papel o posaran para un cuadro, una Trinidad doliente, desgarradora, en aquel banco de mimbre”
Detalle del "Descendimiento de Van der Weyden"
Catalina le señaló con el dedo: “¿Qué hace este aquí?...os he dicho que no quería verle”. Esssste, osssss he dicho, todas las eses se clavan en Nino. Doña Elena: “¡Cállate Catalina!... Nino… vete, por favor, vete, vete ya”.Y Catalina: “eso, vete tranquilo, que aquí nadie te va a matar por la espalda, como mató tu padre a Fernando el Pesetilla”.


¿Ley de fugas?

 “La tierra se abría y yo caía, caía, caía entre piedras incandescentes que ardían dentro y fuera de mí”. Nino sentía algo que le quemaba, le mordía le devoraba. Percibía Catalina muy lejos, al otro lado de un abismo. La voz de doña Elena: “no sé cómo puedes ser tan dura, tan cruel…si no es más que un niño”. Nino, al fin, escuchó su propia voz y se asombró de  su sonido: “mi padre no es un asesino”.
Ella le replicó: "¡ah!, ¿no? pregúntaselo a Carmela, anda". Él repitió a gritos "¡no es un asesino!" hasta que Blas, el nieto de Catalina, lo derribó de un puñetazo. Nino se lo devolvió y Pepe los separó. El Portugués intentó detenerle pero salió y corrió, corrió hasta agotarse.
Ni piedad, ni esperanza, ni futuro para un niño como él.
Pasó un ´día encerrado en su cuarto sin hablar con nadie. Pepe vino a buscarle un día después.
Que si no vas a volver a hablarme en la vida, no, "tú y yo ni siquiera deberíamos estar juntos aquí". "¿No?... ¿Por qué? ¿Somos amigos?... ¿no? Sonrisa de Pepe. No, ya no. "¿Porque a mí me gusta Paula y tú eres hijo de un guardia civil? Justo". Pepe se echó a reír. Nino sintió nostalgia, iba a perder a Julio Verne, a doña Elena, preguntas y respuestas, el verdadero origen de "los cinco pelados" del maestro, cangrejos con un atrapamariposas, bocadillos con tomate, una casilla, un olivar, unos pocos animales, unos pocos amigos, pocas cosas bien ordenadas. Se le partía el corazón.


De aquí
No entiendes nada, Pepe se lo hace saber. Nino llegó a pensar que no había más camino para él, ha de pasarse al otro lado, será como Paquito. Antonino Pérez se limitó a aplicar la ley de fugas, Cencerro es un delincuente, son delincuentes las mujeres que venden huevos de recova, los que cogen esparto, los que coreaban "La vaca lechera", delincuente Fernanda la Pesetilla por no entregar a su marido, chivatos ejemplares, traidores legales, cobardes amigos de la paz y el orden. Aunque le repugne todo eso y dejará de leer, por supuesto.
No entiendes nada, Nino. El Portugués le revela la verdadera situación de Antonino Pérez, guardia civil. Si se hubiera negado a disparar sobre Pesetilla le habrían formado consejo de guerra, condenado a muerte o preso en una prisión militar. Tu madre tendría que matarse a trabajar para dar de comer mal a Pepica, Dulce sirviendo y tú de criado en un cortijo, trabajando por la comida y gracias.
Un mapa, una brújula para orientarse, un devocionario, el equipo de un guardia civil patriótico.
 Tu padre no es un asesino, "no mató porque quiso...le dieron una orden y la cumplió". ¿Cómo sabe eso Pepe?
El Portugués sabe muchas cosas. Los hermanos de tu madre fusilados en el 39, en Almeria. Un hermano y dos primos de tu padre también fusilados. Y tu padre no se enteró a tiempo, nunca volverá a Valdepeñas, su pueblo. Nunca será cabo, nunca obtendrá otro destino. Lo tienen en el cuartel de Fuensanta, "bien vigilado, por si tropieza, porque no acaban de fiarse de él, y él lo sabe. "
Antonino Pérez es guardia civil porque el 18 de julio estaba en un pueblo donde triunfó el Alzamiento, donde nadie conocía sus antecedentes, ni los de su mujer. Y pensó que alistarse era la mejor manera de que no le pasara nada a su familia. Y porque hizo la guerra en el bando ganador. Si hubiera estado en su pueblo, un jornalero sin tierras, todos los jornaleros sin tierras...sabemos donde lucharon. Razones geográficas, como tantos españoles.
El padre de Nino ganó la guerra, "ganó contra sus padres, contra sus hermanos, contra sus primos, contra sus cuñados, sus amigos...hasta hubiera preferido perderla...le destinaron aquí, a dos pasos de Valdepeñas de Jaén, de donde todos los vecinos se acuerdan de quienes eran los Carajitas...sindicatos de jornaleros...Frente Popular."
Nino entiende ahora muchas cosas. Un guardia civil rojo.
Un abrazo para los que pasáis por aquí de:
María Ángeles Merino

Las palabras en letra color naranja están extraídas directamente de la novela "El lector de Julio Verne", de Almudena Grandes, editorial Tusquets, primera edición, marzo 2012.

Esta entrada incluye fotos tomadas, con la cámara del móvil, en una exposición con motivo del centenario de la Guardia Civil en Burgos, en el Consulado del Mar, paseo del Espolón, en Burgos.

lunes, 22 de octubre de 2012

Llovía...y recibimos al ministro Wert.

Llovía
Llovía
Llovía


Llovía
Llovía
Llovía
Llovía. Pobreza cero decía la pancarta.
Llovía. Ante la catedral, pobreza cero.
Llovía. Los niños cambiaban cromos.

 
Esperábamos al ministro, en buena compañía. Recorto la foto, ya sabéis por qué.
 
Allá va el ministro, a inaugurar la nueva biblioteca.

Domingo, 21 octubre 2012, 12 de la mañana, en Burgos llovía. Llegó el señor ministro de Educación.

Leo en "El Huffington Post":

"Wert asegura tras recibir una nueva pitada en Burgos que las protestas no le afectan "lo más mínimo..."Si uno no es capaz de acostumbrarse a las protestas no vale para un cargo público", ha añadido a preguntas de los periodistas en la inauguración de la nueva biblioteca del Estado."
 
Sigo leyendo:

"El ministro ha realizado estas declaraciones en el interior del edificio de la biblioteca, mientras en el exterior un grupo de unas 200 personas le dedicaba una pitada como protesta por los recortes en Educación."
 

 No salgo de mi asombro:
 
"Sin embargo, Wert ha considerado "llamativo que protesten porque se abra una biblioteca", y ha considerado que sería mejor que estuvieran en su interior, "aprovechando sus fondos documentales y bibliográficos". "
 
Yo no protestaba porque se abriera una biblioteca, señor ministro.
 
¿Me hubieran dejado estar en su interior? ¿Estaba abierta al público? ¿Abren los domingos? Los amables señores de azul ¿me hubieran dejado pasar?
 
Aprovecharé sus fondos documentales y bibliográficos, señor ministro, pierda cuidado.
 
Llovía, llovía, seguirá lloviendo.

jueves, 18 de octubre de 2012

"El lector de Julio Verne". El dolor de las mujeres solas.


"¡Otra Margarita!", Sorolla.
En “El lector de Julio Verne” la voz del narrador, Antonino, es de un niño hombre; mas  la novela nos regala una sinfonía de voces femeninas. Sensibilidad de escritora mujer. El dolor de las mujeres solas.
La primera voz es la de Mercedes, la madre de Nino. Quién le habrá mandado salir de su Almería sin invierno. Mira que casarse con un guardia civil, sin posibilidad de traslado; vivir  en las habitaciones de un cuartel, junto a una sierra, andaluza pero heladora, donde anida el “maquis”.  Esperar el regreso del marido a las tantas, escarchado y roto, oír gritos y golpes tras las paredes de papel.   Ir a la compra, sentir las miradas de las mujeres de los detenidos o de aquellos a quienes aplicaron la ley de fugas. Vamos niños, todos adentro, no se puede salir. Así no se puede vivir. Besos y cuidados, una botella de agua caliente para el frío. La funda primorosamente cosida, un trozo de manta vieja, mucho más bonita que la de Paquito.

¿Ley de fugas?
Las hermanas de nuestro “lector”, la mayor Dulce y la pequeña  Pepica. Gritos, golpes, son películas, vamos a cantar. Dulce calmaba así a su hermano. Ahora, Nino se esfuerza en borrar  los miedos de Pepica. Vamos a contar mentiras, tralará.

La odiosa Michelina, la mujer del teniente, la que  mira por encima del hombro a su marido y no digamos a los subordinados. Su costilla, un oficial, va usted a comparar. La mamá de Sonsoles y Marisol, las “Mediamujer”, solteronas cursis; guapa y con mala figura la  una, fea y con buena figura la otra. Por fin, un hijo de terrateniente se ha  fijado en Marisol. Sonsoles emprende la fuga  lee novelitas rosas mientras nuestro Nino  hace “planas” mecanografiadas,  otra cosa no sabe, el método se perdió. Lee historias de chicas pobres y buenas que un día conocen a un millonario, etc, etc.

Pastora, la mujer del sargento Sanchís. Su pie deforme no le impide volverle loco de amor, la miel más dulce para ella. Nino es testigo, aquella ternura en el mismo hombre que amenazó a  una detenida con una impune violación. Esa forma de pintarle , voluptuosamente, una  a una, la uñas de los pies. Y de rojo, el pie bueno y el pie malo, los algodones entre los dedos. Nino no comprende, tiene diez años. Sanchís y Pastora no son lo que parecen.

Las mujeres de los que huyeron al monte. Madres, hermanas, hijas, novias, esposas. Miran temblorosas hacia la sierra. Les proveen de lo  necesario, a escondidas, cuando pueden. Se ganan la vida ilegalmente: recogen esparto, hacen “pleita”, van a la “recova”. Como la Filo, que vende  los mejores huevos recién puestos, la yema no se desparrama al freír. Los tendales y  su código: ropa tendida negra, ropa tendida blanca. Embarazadas, se confiesan adúlteras, su hombre no ha podido ser. Hubo una que confesó sinceramente la autoría, fue detenida.

Pleita, trabajo con el esparto.
Algunas ni en el monte. Mujeres de fusilados, pobrísimas, con muchos niños, no dan abasto, mandan al niño a la escuela sin camisa en el buen tiempo, así les dura más.  “Potajillo” recibió la reprimenda de un maestro cobarde.
 
Vamos al cortijo de las “Rubias”, tan rojas. Allí vive Catalina, con sus hijas, su nuera viuda, sus nietos, su amiga doña Elena y la nieta de esta. Catalina acumula en dos meses más desgracias que otros en toda una vida. Hijos muertos, marido muerto, cárcel. Se paseó por el pueblo con sus hijo agonizante, nadie quiso atenderlo, ni el médico, ni el veterinario, ni el cura, ni nadie.

Detalle del Guernica, Picasso.
Aliada con doña Elena, la maestra represaliada, la que también perdió a su esposo en la cárcel, un buen médico, murió de pena, tras las rejas. En el pueblo, unos dicen que Catalina exprime a Elena, otros que es Elena la que se aprovecha de Catalina. Las dos trabajan mucho y duramente. Comparten vivencias, dolor e ideología. Manos ásperas, las dos.
 
Nino vivió los meses más felices de su vida. Porque Doña Elena no se conformó con enseñarle mecanografía y taquigrafía, tras desempeñar la máquina. Le abrió las puertas de un mundo nuevo, el de Julio Verne y el  de los grandes libros. El legado que nos dejó Darwin, Cervantes, Galdós, Tolstoi, Bécquer...un tesoro antológico guardado en estanterías de cajas de fruta. No sólo los libros, doña Elena le cuenta historias maravillosas, le descubre que hay otras lenguas, que el mundo es muy grande más allá de Fuensanta de Martos. Porque Julio Verne no salió de Francia. Sabor a limonada y pestiños de limón. Felicidad.


Dos hijos de  Catalina escaparon a Francia. Uno de ellos vuelve, para rescatar a un compañero, consignas de partido. Es asesinado en tierra española y el día en que Catalina recibe la terrible noticia, ley de fugas, el hijo del guardia civil acude al cortijo, a su clase de todos los días. ¿Qué hace ahí ése? Una pregunta que Antonino no olvidará. Se sintió como un apestado.

Pepe le mostrará  la verdad de su familia, la condición "roja" de sus padres. Un guardia civil rojo, un "Carajita". Presos en un cuartel, nunca habrá ascenso, Antonino padre no saldrá de allí. No, Nino no eres "ése".


El equipo de un guardia civil "patriótico"

Descubriremos nuevos secretos en el mundo del "lector". Muchas cosas no son lo que parecen.

Por último, os diré que la  entrada presente está hecha al aire, sin mirar al libro; en contra de mi costumbre. Ejercicio de memoria.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Esta entrada incluye fotos tomadas, con la cámara del móvil, en una exposición con motivo del centenario de la Guardia Civil en Burgos, en el Consulado de Mar, paseo del Espolón, en Burgos.


jueves, 11 de octubre de 2012

"El lector de Julio Verne". ¿Para qué lee Nino? ¿Para qué leen los lectores?



De aquí

Esta entrada pertenece a la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. Es un comentario acerca de algunos contenidos de la novela "El lector de Julio Verne", de Almudena Grandes.

Una mancha roja en un cesto con retales azules. Nino lo toma, le da la vuelta, lee un nombre, Julio Verne, un título en dorado: "Los hijos del capitán Grant" Una ilustración a color le intriga, es un paisaje tropical y helado a la vez . Ante la pregunta de dónde lo has sacado, Pepe se para a pensar la respuesta. Alguien se lo dejó, se le debió caer, se lo encontró ahí fuera. No le puede decir si es bueno o malo, a Pepe no le gustan los libros, junta malamente las letras, asegura. Será mentiroso.

Nino le vio aquella vez escribiendo y consultando varios libros  abiertos sobre la mesa, eso no lo hace un casi analfabeto. Pero es 1947, vive en un cuartel, su padre es guardia, ha de actuar como si lo creyese así, le da miedo lo que podría contarle. Se la pide, le gustaría leerla..."pues llévatela".

Recordamos a Nino leyendo humildes novelas del Oeste, buscando respuestas. ¿Es su padre un cobarde cuando se oculta en el dormitorio? No, el vaquero que se aleja del salón es sensato, no cobarde. Libros que ofrecen modelos de comportamiento, además de evasión, claro. Que se lo pregunten al joven guardia Curro, en su hamaca liberadora.



 Ahora comienza una aventura lectura mucho mejor y  recibe unas absurdas clases de mecanografía, con una improvisada y ausente profesora que , a falta de método, le pone a hacer "planas". Sonsoles , la solterona hija del teniente, la "Mediamujer" fea y con buen tipo, qué crueldad la de los pueblos...se va a hacer recados o lee novelitas rosas mientras nuestro aventurero escribe "qwer" y "poiu", "asdf" y "ñlkj". Y cómo aprieta el libro contra su pecho , "como si su corazón fuera a explotar, incapaz de albergar ya ni un gramo más de emoción". Le cuenta, es una historia precioooosa de una viuda joven que da clases de inglés y un millonario y su hijo...demasiado azúcar.

Una novelita rosa

Nino lee "naufragios y tormentas´...caballeros de honor intachable y mercenarios, ruines...". Y,sin embargo, reconoce que no hay tanta diferencia entre las lecturas de Sonsoles  y las suyas. Ella lo hace "para cobrar por adelantado...una felicidad de la que tal vez nunca disfrutaría". Él "para soportar la calamitosa aventura de vivir en la casa cuartel de Fuensanta de Martos, en 1948" con unos "muertos de papel" que no dejan viudas. Los dos  huyen entregados a un desaliento, son cómplices, Nino no se quejará de la dejadez e ignorancia de la docente tenientilla. Literatura de evasión.
 
 
  ¿Y la escuela? ¿No  le ofrece acaso una aventura lectora? No, don Eusebio, el maestro es un hombre "débil, pequeño" que ha de ocultar su cultura tras los dictados pedagógicos del nuevo régimen. Tuvo que expulsar a su mejor alumno, aquel Elías "Regalito" que un día se fue con los del monte. Con él había hablado de " historia y de filosofía, de poesía y de ética", le había preparado para el Bachillerato; pero un mal maestro no merece el regalo de un alumno así. Y rompió con él, después de la bronca de don Eusebio  a un pobre niño, el "Potajillo", hijo de un fusilado, por asistir a la escuela sin camisa. Elías le replica, usted sabe que su madre " no da  abasto", por qué le maltrata usted, una persona decente, un buen profesor...
 
Los hijos del capitán Grant abrazan por fin a su padre y Nino no sabe cómo remediar la orfandad que dejan los libros que nos gustan. El maestro sólo presta libros a los mayores, tal vez si habla con él pueda leer algún otro libro de Julio Verne, de los que figuran en la solapa. 
 
 
Examina la cubierta de aquel tomo que le ha hecho tan feliz y descubre que la guarda tiene una esquina levantada. Mete el dedo y lo despega, dentro hay un papel que dice: "Sotero López Cuenca, Comerrelojes". Vuelve a pegar la guarda y se mete la culpa de Pepe en el bolsillo. Al día siguiente la rompe en pedacitos. ¿Es su amigo Pepe un chivato? No, si el libro no es suyo..., no es suyo, que no. Nino no ve las cosas claras, qué suerte tiene Paquito, ni siquiera se pregunta si su padre tiene algo que ver con las muertes de los del monte. El espíritu crítico no abandona nunca a un lector.
 
Pepe le pedirá el libro, ya sabe quién lo perdió, Nino sonríe, qué peso se quita de encima. El Portugués también sonríe, si le ha gustado tanto le puede conseguir otro.
 
Una semana después, le entrega los dos tomos de "La isla misteriosa"con volcán humeante y hombres astutos en la selva. Dice que se los ha prestado la Filo, son "un regalo comparable a la incertidumbre que me permitió seguir pensando todo, y nada".
 
Y, sin dar tiempo a la orfandad de los libros ya leídos y disfrutados, Pepe le regala, por su cumpleaños, "Veinte mil leguas de viaje submarino". Le habían dicho que era el mejor de todos.
 
 
En el cuartel siguen echando películas nocturnas. Nino continúa con sus tediosas clases de mecanografía hasta aquel día de la detención de  Filo, la amiga de Pepe, por el delito de recoger esparto en el monte. Aquella tarde, en la oficina del cuartel, Sanchís se desabrocha el cinturón y acerca su cara a la de Filo que se resiste a entrar en el calabozo. Nino está escribiendo las "planas"y siente un escalofrío mayor que los vividos de noche. No puede pasar aquello a plena luz del día. Debe elegir entre ponerse a gritar y salir corriendo. Puede evitarlo o aplazarlo, al menos. Entra, Filo, entra.
 
Menos mal que aparece Sonsoles y todo estalla "como un globo cuando roza la punta de un alfiler". Qué alivio. Se va, Sanchís le hace quedarse, va a  hacerle el favor de escribir a máquina la denuncia, le indica lo que ha de poner.
 
Se queda a solas con Filo, qué difícil es escribir aquello. "Así no vas a escribir a máquina en tu vida", le asegura. Le pregunta quién le enseña. Ella sabe, le enseñó la maestra doña Elena.
 
Y Filo ´habla con Mercedes, la madre de Nino. Y nuestro lector va a tener otra profesora de mecanografía y taquigrafía. Y, en el cortijo de las Rubias, con doña Elena, va a comenzar una aventura mayor, la de los libros más grandes.
 
Algunos de los libros de doña Elena.
 
Un tesoro. El Quijote, las Rimas y leyendas, Antonio Machado, el Lazarillo, Galdós...le esperan en una estantería hecha con cajas de fruta. Y las historias de doña Elena, "se sabía tantas que nunca se agotaban...una historia infinita que muchos adultos como ella y muchos niños como yo habían fabricado juntos a lo largo de los siglos, la historia de la sabiduria y la curiosidad..." Ulises, Newton, el Cid, Mozart, otras lenguas, poemas, romances... Nino descubre una forma diferente de mirar el mundo, la lectura lo ensanchará más y más.
 
Un niño de diez años que "nunca se sintió tan mimado, tan arropado, tan seguro". Nunca sería secretario ni oficinista, por mucho que mejoraran sus pulsaciones. "Doce semanas enteras de la mejor vida que había tenido jamás".

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Las palabras en letra color naranja están extraídas directamente de la novela "El lector de Julio Verne", de Almudena Grandes, editorial Tusquets, primera edición, marzo 2012.

jueves, 4 de octubre de 2012

"El lector de Julio Verne". Vamos a contar mentiras, tralará.

 

De aquí
Esta entrada pertenece a la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda. Es un comentario acerca de algunos contenidos de la novela "El lector de Julio Verne", de Almudena Grandes.

La voz del narrador suena muy  adulta cuando nos relata  las últimas horas del guerrillero Cencerro, aquella madrugada de un 17 de julio, entre gasolina, dinamita, tiros y “un río de papelitos verdes”: ciento cincuenta mil pesetas que le iban a llevar a Francia.


Billete de 1000 pesetas de 1946.

Dos horas más de tiroteo, dos vivas a la República y “arriba, parias de la tierra, en pie, famélica legión”. El teniente coronel, obviamente nunca ha cantado eso, midió mal el tiempo, les ha dejado elegir su muerte, ascenderán a la categoría de símbolos porque “hay muertes que valen muchas vidas juntas”. Cencerro y Crispín  vencen, se abrazan  “antes de suicidarse disparándose un tiro en la sien”. La sierra se llenará de niños llamados Tomás.


De aquí
Antonino no ve la muerte de Cencerro, mas sus asombrados ojos de niño son testigos del miedo y la tristeza de su padre; al que convocan, es una orden, para recibir con los peores honores al cadáver de Crispín. El himno será "Tengo una vaca lechera"."Tenía la cara desencajada, los labios apretados y una mirada extraña, turbia, casi líquida. Y tenía mucha prisa". Mira uno por uno a sus tres hijos y murmura "Largaos ahora mismo...No os pueden encontar aquí. Por vuestro propio bien". Y no pueden salir por la puerta, por la ventana...



Entonces recuerda que "no era la primera vez que mi padre desobedecía una orden". Aquel día en que, al volver de la escuela, se lo encontró "escondido en su dormitorio" y "madre me dijo que como se me ocurriera abrir la boca, me echaba de la casa para siempre y se hacía a la idea de que no me había parido". Nino, que todavía no ha comenzado su aventura con los libros de verdad,  busca el asidero en las novelas del oeste. En ellas, los pistoleros escondidos "no eran cobardes, sólo astutos".

Ese día en que ha de huir con la pequeña Pepa de la mano, Nino avanza "una hipótesis descabellada", la única que le cuadraba: "¿Es que padre es rojo, madre?". Porque "nunca me había parecido tan pequeño, y nunca tan grande". La idea absurda se desvanece, de momento, cómo se te ocurre Nino, un guardia civil rojo.

"La cuesta del molino viejo nunca me pareció tan empinada". El calor, el peso de la hermanita en brazos y sus temores...por su amigo forastero. "Sin saber por qué, yo temía que Pepe el Portugués fuera uno de ellos, y sin embargo, estaba en su molino y muy contento de vernos."

Pepe no mueve un músculo de más, estudia la cara de Nino, "como si no la conociera". "Lo han matado ". "Se ha matado él". El niño corrige al adulto que esboza una sonrisa y añade: "Eso lo has dicho tú".

Pasan los tres una buena tarde, entre risas y chorizos asados. Muchos años después, Antonino recuerda el sentido de "una manta roja tendida a secar a mediados de julio". "Para adivinar que la noche sería peor, no hacía falta más que mirarla a la cara".

"Noche eterna y espantosa". Las paredes del cuartel no guardan secretos: gritos, protestas inútiles, ruido de cuerpos, gritos, voces conocidas, alaridos, "letras largas", "estrépito de cuerpos cayendo como fardos", silencio y "llevaos a este y traedme al de antes". Pepa pregunta, no puede dormir, "No es nada, Pepica, una película...". Le miente como unos años antes le había mentido Dulce, la hermana mayor.

La niña llora y Nino escucha todo, mientras le canta lo de "vamos a contar mentiras". "Ahora que vamos despacio vamos a contar mentiras, tralará," no me peguéis más, si yo no sé nada", por el mar corren las liebres, por el monte las sardinas. Pepica se queda dormida, abrazada a su cuerpo "como un náufrago se abraza a una tabla".


Y Nino sigue cantando bajito: "salí de mi campamento, con hambre de seis semanas..." Lo hace para no escuchar la voz de su padre. "¿Por qué no nos dices lo que sabes?". "Cargadito de manzanas, tralará, y más ruido, más cuerpos cayendo...aquella vocal sola, larga, interminable...y caían avellanas, tralará, las verdades y las mentiras". Y la resistencia de los que pegan y de los que reciben golpes.

Vómitos en el patio. La madre de Nino le espera sentada en la mesa de la cocina: "Estarás contento...no me digas nada, Mercedes...no se puede vivir así". Mercedes no tendrá valor para mirar a la cara  "a los que acabáis de romper todos los huesos".

Nino se levanta, la puerta no estaba cerrada del todo. Ve llorar a su padre por primera y por última vez. "Tú no has estado en Martos, Mercedes, tú no lo has visto...yo estaba allí, quieto, callado, sin hacer nada, como la mierda de hombre que soy...".

"Madre" le pide"calla, calla" y envuelve al marido en los brazos, como un niño, se lo lleva a la cama.

Al día siguiente, hay que vestirse de domingo, es 18 de julio. Hay que seguir contando mentiras, tralará.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Las palabras en letra color naranja están extraídas directamente de la novela "El lector de Julio Verne", de Almudena Grandes, editorial Tusquets, primera edición, marzo 2012.