sábado, 3 de marzo de 2012

"Sonata de invierno": María Antonieta: "alma de santa y sangre de cortesana"

"Arlanzón en gris" (Burgos)

Comentario a mi lectura de "Sonata de invierno", de Valle Inclán, en torno al personaje de María Antonieta (edición de Leda Schiavo, colección Austral, 2000) Para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.

Las cuatro mujeres de las "Sonatas": la moribunda Concha, la ardiente Niña Chole, la mística María Rosario y ahora María Antonieta. Esta última, reencontrada por el de Bradomín en Estella, en medio de la tercera guerra carlista. Aunque, en la "Sonata de Invierno", las mujeres del pasado son dos, en realidad tres. Mas no adelantemos acontecimientos...

Don Carlos de Borbón sale de misa con todo su cortejo irreal.  Junto a la "reina",  “camina una dama de aventajado talle, cubierta con negro velo". Sin verla, el marqués adivina la mirada de unos ojos que le reconocen. El recuerdo viene y se va, como luces fugaces. ¿Quién es?

http://www.taringa.net/posts/arte/10078420/La-Pintura-En-Espana-Grandes-Pintores.html

Fray Ambrosio le conduce, con "intención ladina”, ante un decadente caserón con “gran escudo”, “rejas mohosas”, puerta entornada y zaguán. El fraile  deja caer: “Aquí vive la Duquesa de Uclés”. Bradomín sonríe y pregunta si la dama conserva su belleza. “Dicen que sí”…”va siempre cubierta con un velo”. ¿Por qué sonríe? ¿Conoce alguna mujer con ese título?


El marqués suspira. Siguen andando. Los días lejanos florecen en su memoria:

"¡Ay, eran las rosas y los versos de aquel buen tiempo, cuando mi bella aún era bailarina!"



Cuando  le decía “que era su cuerpo airoso como las palmeras del desierto, y que todas las gracias se agrupaban en torno de su falda cantando y riendo al son de cascabeles de oro”.  ¡La señora duquesa fue la bailarina Carmen! Todo un tópico.

De aquí

Ahora “es dama de la Reina Doña Margarita”. No sale “si no es para oír misa”. Al marqués le vienen tentaciones; los planes de Fray Ambrosio,  la Celestina en hábito frailuno, van por buen camino.

La ocasión se le va a presentar cuando, tras ser recibido por don Carlos, presente sus respetos a una "reina" doña Margarita que sólo desea sobrevivir:

"No es su corona lo que yo te pido que defiendas, sino su vida... ¡Que no se diga de los caballeros españoles, que habéis ido a lejanas tierras en busca de una princesa para vestirla de luto! Bradomín, vuelvo a decírtelo, estamos rodeados de traidores"


¡Otra mujer del pasado! Sus ojos se reencuentran ahora con María Antonieta,  condesa de Volfani, una de las tres damas que acompañan a "la Señora",  en la piadosa tarea de bordar escapularios, para los combatientes de  una causa perdida.

Se oye "el rumor de la lluvia en los cristales y el toque lejano de las cornetas". "La mirada de sus ojos negros y ardientes" hace latir el corazón del marqués "como a los veinte años".


María Antonieta se ausenta para ocuparse de los principitos.  "La Señora" aprovecha para expresarle  preocupación por su dama de honor. La encuentra triste, tal vez  tísica como sus hermanas y ..."¡la pobre es tan poco feliz con su marido!". La información precisa y un escapulario bordado, un regalo de reina.

"Detente" de la Tercera Guerra Carlista.


Aquella noche, en la tertulia, no consigue hablar a solas con María Antonieta. Sale de allí "con el vago temor de haberla visto huir toda la noche".

En la fría calle, le espera la sombra gigantesca y celestinesca de Fray Ambrosio. Siente latir su corazón al oír: “La dama consabida, dice que la vea esta misma noche, si puede ser”. "La Señora Condesa" le ha dado el aviso para "el Señor Marqués". El fraile se ríe grotescamente de sí mismo y de sus cicatrices:

“Es alegría de verme desempeñando estos oficios, tan dignos de un viejo guerrillero. ¡Ay!... Cómo se ríen mis diez y siete cicatrices...”



Una puerta se abre sigilosa. La doncella le conducirá. El fraile le lleva a un rincón, le clava en el hombro su "mano de esqueleto"; le pide cien onzas, el precio de la indigna tercería. Y lo peor de todo:

"Si no las lleva encima puede pedírselas a la Señora Condesa. ¡Al fin y al cabo, ella me las había ofrecido!"

El dinero nunca había danzado así en las "Sonatas".

El marqués echa mano a la espada, el "exclaustrado" ríe, no tiene escapatoria:

"No alce la voz, que pasa la ronda y podrían oírnos...Pero acaso, si ahora, fuese el cortejo de una casada..."


Se justifica. Es "un ardid de guerra", lo necesita para echarse al campo, ha de pagárselas ahora mismo. ¿Pedir amistosamente? Le daba vergüenza.

Al final, calla y se echa a la calle, sin cuidarse del chaparrón. La doncella tiembla, lleva al marqués ante su señora.

Sentada junto a un brasero, María Antonieta,"ojos tristes y sombríos, cercados de una sombra violácea", recibe a Bradomín.

"La chiquita piconera", Julio Romero de Torres.

Con palabras despegadas, dice no comprender la insistencia de esta noche. Él se siente herido y ataca: "es una historia de tu capellán". Ella insiste: me acechó "por orden tuya". Él ha de callar, no sería galante contarle "el ardid de Fray Ambrosio".

¡Tanto tiempo ausente! ¡Ni una carta! ¿Qué desea?

Él declara contundentemente: "te deseo a ti". "Sus bellos ojos místicos" le fulminan. Explotan sus temores de perder el favor real. Será arrojada de la estellesa y carlista corte de cartón.

¿Verdugo? No, el marqués intenta aplacarla con un "soy tu víctima" y un besamanos fieramente frustrado.

María Antonieta tiene algo de Concha, la de "Sonata de Otoño". Con las dos, el marqués vive el reencuentro con un amor del pasado, bajo circunstancias excepcionales.

 Aunque María Antonieta no sea una moribunda, estamos ante una mujer marcada por la enfermedad, no sólo en sus ojeras violetas. Teme  a  la tisis que mató a sus hermanas. Y el viejo marqués relaciona su condición de epiléptica, el llamado mal sagrado, con su apetencia sexual, algo que hoy suena extraño:

"María Antonieta era una enferma de aquel mal que los antiguos llamaban mal sagrado, y como tenía alma de santa y sangre de cortesana, algunas veces en invierno, renegaba del amor"

Sigamos escuchando al viejo marqués que tantas mujeres conoció:

"La pobre pertenecía a esa raza de mujeres admirables, que cuando llegan a viejas edifican con el recogimiento de su vida y con la vaga leyenda de los antiguos pecados"

Sigamos el cortejo. "En voz amante" él suplica: "¡María Antonieta!".  
Ha  de saber sus penas para poderla consolar.


Ella pierde "su hieratismo" y responde "con un arranque fiero y apasionado" :

"Cuenta tus ingratitudes: ¡Porque esas son mis penas!

Ya está: "La llama del amor ardía en sus ojos con un fuego sombrío que parecía consumirla: ¡Eran los ojos místicos que algunas veces se adivinan bajo las tocas monjiles, en el locutorio de los conventos!




María Antonieta ha recibido un mala noticia. Su marido viene a servir como ayudante del Rey. La Reina le impone que vivan una misma vida. Le pregunta si estaría dispuesto a que ella se repartiera. ¿Es que no le conoce? Bradomín gusta "aquellos escrúpulos como un encanto más, acaso el mejor ".

Y despliega toda la artillería sádica y masoquista:

"No se llega a viejo sin haber aprendido que las lágrimas, los remordimientos y la sangre, alargan el placer de los amores cuando vierten sobre ellos su esencia afrodita: Numen sagrado que exalta la lujuria, madre de la divina tristeza y madre del mundo."


A Xavier le saben a gloria las lágrimas de sus labios. Ella juega a ahogarle en su brazos, "un divino dogal" para él. Aprieta, aprieta. Sonríe, se sonroja, le advierte que va a ser exigente.



El marqués tiembla, o eso dice. Xavier no es el de las noches tropicales con la Niña Chole.



Ella se esconde entre los cortinajes del lecho, él la persigue. El de Bradomín ha de citar,  cómo no, a su instructor en estas lides amatorias. La vieja cama de nogal es el pretexto: allí dormían los castos" hidalgos matrimonios navarros" que llegaban a viejos sin saber nada de "aquella ciencia voluptuosa que divertía el ingenio maligno y un poco teológico, de mi maestro el Aretino"




Aquella noche, ella fue exigente "como una dogaresa". Él fue "sabio como un viejo cardenal que hubiese aprendido las artes secretas del amor, en el confesionario y en una Corte del Renacimiento"
Reconozco ignorar las costumbres de las dogaresas venecianas. De cortes renacentistas y cardenales, algo hay escrito por ahí...


Aquella noche María Antonieta rugió en sus brazos "como una faunesa antigua". ¿Cómo rugían las faunesas? ¿Qué eran las faunesas?

Y Bradomín que sentencia:
 "Divina María Antonieta, era muy apasionada y a las mujeres apasionadas se las engaña siempre. Dios que todo lo sabe, sabe que no son éstas las temibles, sino aquellas lánguidas, suspirantes, más celosas de hacer sentir al amante, que de sentir ellas"

Antes de que nuestro protagonista vague por las calles de Estella, en pleno deshielo, gocemos de  las palabras pintura:

"María Antonieta era cándida y egoísta como una niña, y en todos sus tránsitos se olvidaba de mí: En tales momentos, con los senos palpitantes como dos palomas blancas, con los ojos nublados, con la boca entreabierta mostrando la fresca blancura de los dientes entre las rosas encendidas de los labios, era de una incomparable belleza sensual y fecunda. Muy saturada de literatura y de Academia Veneciana."


María Antonieta: Una Venus de Tiziano, a pesar de sus achaques.
Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

Nota: las palabras en verde se han añadido a la entrada para enmendar un error. Gracias, Myriam.

14 comentarios:

Gelu dijo...

Buenas noches, Abejita de la Vega:

Había terminado mi trabajo de la lectura, pero -después de ver tu excelente entrada- voy a recomponer la mía. Te enlazaré, para no perderme nada.

¡ENHORABUENA! y ¡GRACIAS! una vez más.

Abrazos.

pancho dijo...

Fray Ambrosio es otra gran creación de Valle-Inclán. Un secundario que adquiere rango de personaje principal, como antes lo habían hecho el criado Brión, Don Juan Manuel o Polonio. Este fraile es muy astuto, le saca el dinero a la aristocracia para la Causa a cambio de los vicios.

Bradomín se reinventa a sí mismo con cada nueva relación. No defrauda en su donjuanismo.

Muy buena la relación del cuadro del brasero de Romero de Torres con la dama de la sonata que ruge como una faunesa que será -digo yo- el correspondiente en femenino del fauno

Detallado seguimiento de la protagonista femenina.

Un abrazo.

Paco Cuesta dijo...

El Fray hace bueno el dicho de: "Todo es bueno para el convento"

Delgado dijo...

"María Antonieta era una enferma de aquel mal que los antiguos llamaban mal sagrado, y como tenía alma de santa y sangre de cortesana, algunas veces en invierno, renegaba del amor"

El asunto de la enfermedad y el placer sexual, un placer mórbido y enfermo, fue asunto muy del gusto de los decadentes de la época. Como ejemplo Jean Lorrain, escribió un cuento titulado "El amante de las tuberculosas" donde un refinado hombre gustaba de acostarse con las mujeres que sufrían tal enfermedad al considerarlas más fogosas.

Buena entrada como siempre.

Un abrazo.

Myriam dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Myriam dijo...

En esta Sonata Valle nos trae tres mujeres:

1- La de velo negro, Duquesa de Uclés, antes bailarina Carmen, con la que Bradomín tiene una hija que no ve y que esta interna en un convento.

2- La Condesa Maria Antonieta, con su "mal sagrado" en la que se conjugan tanto la santidad como la fogocidad sexual y con la que efectivamente va a tener relaciones sexuales en este reencuentro.

3- La niña educanda Maximina de 14 años que aparece más adelante y que termina como anuncia en la primera página.

Todo un muestrario de conquistas que como dices, sumadas a las anteriores nos completan el cuadro del Marqués.

Un abrazo

Kety dijo...

Aunque a veces no comente, sigo las aventuras del marqués.
Como siempre Mª Ángeles, me descubro.
Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

Correo enviado a Myriam:

¡Hola Myriam!

Te envío este correo para agradecer tu comentario y aclaración. Lo he arreglado, más bien lo he remendado. He modificado mi entrada acerca de "Sonata de invierno", para desfacer el entuerto. Lo enmendado está con letras color verde manzana, ha tenido arreglo...más o menos.


Como decía Fray Ambrosio que la duquesa de Uclés era dama de la reina entendí que era María Antonieta. No me hubiera equivocado si hubiera leído lo siguiente...pero prefiero ir leyendo el libro muy poco a poco. Si lo leo de un tirón, a la hora de hacer el comentario...se me escapan muchas cosas y yo soy así...He pasado una buen tarde, de paseo por un parque de mi ciudad, releyendo la sonata y reconstruyendo a las dos mujeres:


Duquesa de Uclés, Carmen la bailarina, viuda , es dama de la reina pero no pertenece al trío que borda escapularios. Tuvo una hija con Bradomín, la monjita...


María Antonieta, condesa de Volfani, con marido vivo, aunque luego le da una especie de ictus. Tuvo una relación amorosa con Bradomin, después ausencias, cartas...hasta que se vuelven a encontrar en Estella.



Gracias, un besazo.

Myriam dijo...

¡Excelente y ahora clarísimo!. Me alegra mucho haberte sido de ayuda.

Un beso y muy buen fin de semana

pancho dijo...

¡Cómo sois! No se os va ni un detalle. Y eso que Valle es un maestro de la ambigüedad.

Un abrazo.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente tu paralelismo entre Concha y María Antonieta.
Veo que hubo confusión de amantes que aclaró Myriam. No me extraña, el mismo Bradomín ya no estaba para distinguir mucho y las unía a todas con su crueldad en el tratamiento...

Ele Bergón dijo...

Con las aclaraciones de Myriam y las tuyas y leer algunos párrafos contigo, vi claro que La Duquesa de Uclés no era María Antonieta y así lo corregí en mi entrada. Ahora tenemos que mirar si Maximina es la hija del Marqués o no, pues Myriam no está mucho de acuerdo

Valle es así. Hay que leerlo con calma y con lectura concentrada, pues de lo contrario no acabas de coger todos los matieces y yo reconozco que en esta Sonata tenía un poco de prisa

Me encata la foto primera del río y la nieve.

Besos

Kety dijo...

Mª Ángeles, tengo un regalo para tí, si te apetece.

Besos

Abejita de la Vega dijo...

Gelu: encantada de ser enlazada.

Pancho: un gran secundario Fray Ambrosio,un guerrillero ejerciendo la indigna tercería, con todas sus cicatrices. En cuanto leí lo del brasero, pensé en la Piconera, salen a relucir mis genes cordobeses.

Paco: todo para el cesto.

Delgado: qué decadentes eran los decadentes y qué morbosos.

Myriam: corregido.

Kety: siempre eres bienvenida por aquí.

Pedro: sí, estaba un poco para allá y las confundía...Gracias, Pedro. Concha y María Antonieta dicen que no, que no. Pero luego es que sí, que sí. Además de ser enfermas y recuperadas del pasado.

Ele: con mucha calma, que es muy enrevesado este escritor.

Kety: gracias por tu regalo, me apetece.

Besos a todos y perdonad el remiendo verde.