sábado, 30 de abril de 2011

"Yo creo que Jaime es un muchacho normal. Habrá nacido así y hay que apoyarle"



"Viene la noche", imagen tomada en Burgos, junto al Arlanzón, en el paseo de la Quinta, un día de lluvia. La utilicé ya en una triste ocasión.

Comentario al capítulo undécimo de la novela "Viene la noche", de Óscar Esquivias.

Lunes, 1 de enero 2007, Año Nuevo.

¡Hola Sara! ¡Vaya nochecita! ¿Verdad?

Tu Jaime se despierta, en medio de veloces pesadillas, con una tremenda resaca; te busca, no te encuentra. Ha dormido sobre una colchoneta, en la habitación de tu hermano Juan José. A su lado, en la cama del difunto, duerme Felipe, desarropado, babeante y con una "prominente erección". Anoche, se puso a vomitar en el búcaro nuevo.



Felipe estaba completamente borracho, así os lo confesó, se mamó a conciencia. Ya había regado de vómitos el tren cercanías destino Madrid y el taxi que le llevó a la casa de tus padres.



Daba pena verlo abrazado al jarrón, lloroso e implorando perdón,como si hubiera matado a alguien.



Felipe desea llamar a su casa, el "entontecimiento" no le deja. Tu padre llama a su familia, que, en esos momentos, ya estaba alarmadísima. No tenían idea de dónde podía estar. Lo habían buscado por todo San Fernando de Henares, habían llamado a todos los amigos, a los hospitales y , por último, a la policia. Les dicen que tengan paciencia y esperen, que están acostumbrados a ese tipo de "desapariciones", sobre todo en Nochevieja.



Una vez que reciben la llamada de Acacio, todo aclarado; pero tu padre no pierde ocasión de loar la arriesgada y sacrificada labor policial, regañando a la portavoz familiar, una tal Loli, por insultar a la policia. "La Nochevieja es una noche muy difícil para el servicio", si lo sabrá él.

Colgado a los hombros de tu padre y de tu marido, aterriza en la habitación museo de Juan José: fotos, diplomas, trofeos deportivos, escasos libros, muchos juguetes , pósteres del Real Madrid y material de "inglés. Le desvisten, quedan al descubierto sus cicatrices y su muñón de cangrejo.

Ya , ya sé que todo eso es muy doloroso para ti, Sara. Como no disponen de un pijama, no encuentran otra cosa mejor que una camiseta vieja de Juanjo, de sus tiempos de academia, gris con escudo y bandera. Otra igual para tu marido.

Mientras Felipe duerme tranquilo, tu Jaime no pega ojo. Da vueltas a la conversación de la cena, la frialdad con la que se despidió Benjamín, su mirada triste. ¿Decepción? ¿Reproche?

Mamá Julieta pasa la noche vomitando, ay el champán, nunca más.



Acacio reza su peculiar letanía, quejas y lamentos ora pro nobis, mientras chirrian los muelles de su cama.

Jaime se levanta, teme encontarse a solas con su suegro; mas ha de escapar de aquel cuarto "tórrido y maloliente". En la casa no hay señales de lo de ayer, el búcaro sólo contiene margaritas artificiales. Entra en el servicio, menuda meada, huele a alcohol. Ay, su cabeza. Mira por la ventana, ni un alma, sólo revoloteo de plásticos.



Alguien entra en casa, es tu padre , cielos. Trae churros y anuncia que va a hacer chocolate. El estómago de Jaime se revuelve de pensarlo. Como dice preferir algo más suave, Acacio le ofrece una infusión. Pero el olor de los churros le provoca nauseas, sale corriendo hacia el water; esta vez no vomita.



Se ducha en una bañera diminuta, de las de antes, con su correspondiente cortina de plástico atrapahongos y atrapapelos. ¿Cómo demonios se ajusta la temperatura? ¿Cuál es la llave de la ducha? Se enjabona, sale espuma y más espuma...¿qué clase de gel es éste? Al fin, consigue aclararse, aunque sale del mismo color que los langostinos de ayer.



En el salón, le espera una taza de manzanilla y una amistosa partidita de ajedrez con su querido suegro. Se ha agachado a recoger una torre negra, luego jugará con las negras. Olor a manzanilla, Acacio le ofrece chocolate , qué mala leche. Sabor amargo en la boca; sale corriendo hacia el cuarto de baño. Vomita y lo remata con bilis.



Se siente muy malito pero no se va a librar de tu padre; el cual no se aguanta sin hablar de lo vuestro, eso de "sin genitalidad". Está muy preocupado por vosotros dos. Lo que le manifestastéis ayer no le parece sano. Piensa que ,aunque decís estar bien, deberíais consultar a...Duda antes de pronunciar una terrible palabra: un psiquiatra.

Jaime proclama que no tenéis ningún problema, que os queréis y sois muy felices juntos; siente que esté tan preocupado y agradece su interés. Es vuestra vida.

Pero tu padre ni puede ni quiere entenderlo. Vale, no queréis hablar de ello y deseáis que calle. Jaime replica, no es eso, hay que respetar a dos personas adultas. Ahora Acacio quiere saber qué dice Benjamín al respecto. Y que si vais a separaros.

Que no, que este padre tuyo, tan espinoso, no ha entendido nada. Os queréis y vais a tener un niño. ¿Un niño? Se tapa el rostro y rompe a llorar, Jaime no sabe si está reprimiendo el llanto o la ira. Sí, está llorando, menudos lagrimones.

Cuando el llorón huye al baño, tu marido no sabe qué hacer. Pasea por el salón, mira el retrato de Juan José, se sienta a cambiar los canales del televisor. Lo de siempre, concierto de Año Nuevo en Viena o misa en el Vaticano.



Finalmente, se detiene en la triple bendición del Papa a los fieles. Se persigna, se siente mal, contempla la retirada del Papa, entre un pasillo de fieles turistas, más turistas que fieles. El coro canta "Noche de paz", precisamente.



A Jaime le vuelve la nausea y no le queda más remedio que vomitar en el sufrido búcaro burgalés. Después de quitar las flores, claro.

Mientras tanto, en la otra orilla de Bravo Murillo, tu suegra Teresa saluda al sol, embutida en su chándal fucsia. Benjamín desayuna, delante de la tele, con resaca champanera y de muy mal café. La misma misa, el mismo Papa avanzando por un pasillo, saludando sólo a los tiernos infantes, rehusando la mano de los adultos que se han de conformar con una cruz en el aire. O los bendice, o los exorciza o los aparta a manotazos. Vete tú a saber.

Benjamín dedica comentarios mordaces a los orondos cardenales y a las sonrientes monjitas. Ahora cambia de canal y carga contra la "murga" de esos "graciosos " vieneses, que suprimieron , en 2004, la marcha Radetzky, por respeto a las víctimas del maremoto de Tailandia. Precisamente Tailandia, un país llenito de "austriacos que violan niños a ritmo de polca". ¡Qué burradas dice este hombre cuando se enfada!



Como ves, está que no se aguanta a sí mismo y arremete contra todo lo que tiene delante.

Y , más chocante todavía, rompe la barrera de incomunicación que mantiene con Teresa para ¡pedirle opinión! Teresa, sorprendida, no sabe qué decir. Su hijo es normal pero "habrá nacido así y hay que apoyarle". ¿En qué quedamos?

Tu suegro, furioso, no quiere ni oír hablar de que su hijo haya nacido de una forma u otra. Su Jaime, tu Jaime, tiene un problema grave llamado...Sara. ¡Este viejo testarudo y machista! Lo siento, amiga.

Teresa entiende que a su hijo no le atraigan las chicas, pero de inmediato añade "ni los chicos". Está pensando en la posibilidad de un hijo homosexual, pero eso es algo que nunca reconocería.

El viejo refunfuña. ¿Que no le gustan las mujeres?. Y sorprendentemente evalúa : "a ningún hombre sensato le gustan" Y expone toda una teoría de los hombres como "reos, esclavos, galeotes" de las féminas.



La cruz de los pobres hombres. Y , en su caso, las mujeres han hecho de él lo que han querido.

¿Qué? Teresa, estupefacta, protesta, eso no es verdad.¿De qué mujeres está hablando? De ella, no, desde luego.

Balbucea, aclara que está hablando de su vida, pero antes de conocer a su legítima. Se casó tarde, ya muy toreado; no empecemos el año con reproches, que fluya la energía positiva. ¿Benjamín hablando de "energías positivas"? ¿No son esas las "brujerías" de tu suegra?



Positivo, eso es. Teresa le pide que piense algo positivo del hijo. Y Benjamín reconoce ahora, menos mal, que Jaime y tú os queréis; no como esas parejas, con hijos y todo, sin afecto, siempre hartas o enfadadas, como Acacio y Julieta, lo peor.

No, replica acertadamente tu suegra. Lo peor no es que dos no se quieran sino que haya dos y sólo quiera uno. No sabemos si el viejo capta la indirecta de su mujer. Medita silencioso, ha de huir, ya.

Sale de casa, Magaly no está. Se fija en un preservativo pisoteado, una huella del dios Amor que solía agradarle; pero que hoy mira con desagrado, pensando en su hijo.
Clarita, quiere ver a Clarita. Rumbo a la calle Topete.


Foto tomada de "En un acorde azul", de Ele Bergón.
Toca el timbre con insistencia. Clarita le saluda desde el balcón, muy contenta. Le besa en la boca, los periquitos cantan y Zapatero lo recibe festivamente.

Feliz Año, qué tal la cena,cómo no estás en Coslada. Clarita le cuenta que su cena fue un horror, se quemó el besugo, cenaron espárragos de lata con mahonesa de bote, patatas fritas, frutos secos rancios y dos botellas grandes de Coca Cola. Noche de pedos y eructos, como efecto de las gaseosas bebidas.



Menos mal que a la una vino el "guapetón" y "grandote" novio de su Águeda. No sabe si es búlgaro, rumano o polaco. Lleva más joyas encima que madre e hija juntas. El "guapetón" lleva a la hija a un cotillón y a la madre a su casa. Una bendición, así pudo dormir en su cama, con sus muñecas y sus animalitos. Por último, pregunta cómo le fue a él.

Benjamín le dice que su cena fue una catástrofe, que hubiera preferido una cena de eructos y pedos. Clarita está muy sorda y no se entera. Al final, tu suegro le dice que lo pasasteis estupendamente. Clarita envidia tanta felicidad.

Sara, lo vuestro sí es envidiable. Hasta otro día.

Un abrazo para todos los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino


Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, comenta los capítulos sexto y séptimo de Viene la noche con tanta gracia y tanto acierto en la ilustración, que nos lleva incluso a Michael Jackson (también sale el autor). El capítulo octavo lo ilustra con tanto acierto y trabajo, que por sí solas las ilustraciones resaltan el esfuerzo. En el resumen del capítulo noveno, quiero reseñar su forma de enfocar el atentado terrorista y la excelente perspectiva de la música como hilo de unión de la trilogía. Su comentario del capítulo diez (primera y segunda parte) de la novela recrea magníficamente la exploración en las relaciones personales y familiares que hace Esquivias. Finalmente, el resumen ilustrado de las fiestas navideñas es el de sus efectos físicos, como no podía ser menos. No os perdáis tampoco la dedicatoria que nos dirige Esquivias a todos gracias al esfuerzo de nuestra amiga."





sábado, 23 de abril de 2011

"Se puede ser perfectamente feliz sin él"


"Viene la noche" (imagen tomada en Palacios de Benaver)


Comentario al capítulo diez de la novela "Viene la noche", de Óscar Esquivias (segunda parte).

¡Hola Sara! Seguimos con la cena de Nochevieja.

Acacio, Jaime y Benjamín miran su reloj de pulsera. Tu suegro destapa la caja de los truenos cuando comenta que "no llega el novio de Juanjo". Tu padre corrige inmediatamente: "No era su novio. Eran amigos".´El enmendado se disculpa y hace la enmienda: "no viene el amigo de Juanjo". Tu padre no acepta retintines, apunta a Benjamín con su cuchillo pringado. Sólo eran amigos, un respeto.



Tu suegro va a decir algo, pero se contiene. Tras un silencio tenso, vas a intervenir "con voz aplomada y severa": "decir que Juanjo tenía novio no es faltarle el respeto". ¡Ya es hora de que alguien de esa casa le ponga las cartas boca arriba!

Tu padre mira a uno y otro lado, como si viera fantasmas, exclama "hostia" tres veces y te pregunta, airado, si viste alguna vez a tu hermano presentar a Felipe como su novio; si te dijo que era homosexual. Callas y él lo traduce por un no. A él se lo desmintió, que quede claro.

Tú le contestas que "no se atrevería a decir la verdad". Y Acacio confiesa que a él le parecía raro verlos siempre juntos, esas largas llamadas telefónicas, que se intercambiaran la ropa... Y estaba dispuesto a asumir lo que hiciera falta, que él no es un troglodita y se trataba de su hi jo.



Habló con él, le ofreció su apoyo y Juanjo le aseguró que era un amigo especial, pero sólo un amigo. Lo que tú dices, no se atrevió. Además, Juanjo siempre hablaba de tener niños. Y ,para Acacio, eso demuestra que algo le tiran las mujeres. Ay, qué atrasado de noticias anda este hombre.



Devora fieramente el marisco, os reta con la mirada. Tu madre sugiere hablar de otra cosa, no vayaís a recibir el 2007 con úlcera. Achispada, os propone un "brindisito" y da tres vivas al año nuevo. Chocáis las copas como autómatas. Julieta grita más alegrías, vivas y hurras por el pasillo; va a por más suministro de champán.



Vuelves a la carga, en el punto en que lo dejaste. Dices que "eso no quiere decir nada". Tu padre ya ha perdido el hilo y le explicas que no hay que acostarse con nadie para ser padre o madre. A tu progenitor eso le suena como si le dijeras que a los niños los trae la cigüeña. ¿Y cómo se hace entonces? Con sorna te dice que tú sabrás, que tú eres la experta en traer niños al mundo. Prepárate, porque ahora va a apuntar a lo que más te duele, a ti y a Jaime. Andas mañosa en ayudar a nacer a los niños ajenos, pero no muestras habilidad con los tuyos. Claro, que con esas teorías...



Amenazas con exponer más teorías y te pide que no le calientes la cabeza, que dejes de hablar de tu hermano. Que no, Acacio, que no, que ahora tu hija habla de ella misma.

Ahora tienes la ponencia en tu casa. Explicas que el sentimiento de maternidad no tiene nada que ver con la sexualidad, comportamiento que la mayoría de las veces lo que trata de evitar es la reproducción. Miles de parejas copulando y una sola está buscando el niño. La sexualidad es "un acto gratuito", sin más fin que sí mismo.

Julieta y Teresa se ponen a hablar de lo ricos que están los langostinos. No son bobas, asumen su papel de bobas, anuladas por su respectivas parejas. Mujeres de su tiempo, sólo desean que no haya gresca.



En ese momento, la imaginación de Benjamín vuela hacia esas miles de parejas copulando, iluminados por los fuegos multicolores del año nuevo. Piensa en la única, entre todas ellas, que busca tener un hijo.



Piensa en los burdeles iluminados por el neón y , ayudado por el champán, se construye su propio cuento de Navidad: una puta que decide ser madre y retirarse de esa vida, tan llena de actos "gratuitos". Bueno, no tan gratuitos...



Tras pensar en amantes solitarios, su pensamiento desemboca en Clarita y su hija, cenando juntas y lanzándose miradas de odio. Tal vez sea Benjamín "su único pensamiento luminoso" en esta noche de celebraciones obligatorias. La idea de ser "su cometa luminoso" le llena de vanidad. Hombres.



Tu suegro interrumpe sus ensoñaciones, para escucharte. Ya que Acacio te reprocha tu poca maña en tener niños , anuncias la posibilidad de tener pronto uno. Tu madre quiere darte un beso, menuda noticia. Teresa aplaude. Estas dos no se imaginan lo que viene después, incautas.

No, quietas, no hay que precipitarse. Es sólo un proyecto, tenéis dudas. Jaime y tú habíais pensado en adoptarlo en el extranjero pero a tí te gustaría parirlo y...



Ahora soltáis la bomba: "estáis buscando un método que no implique genitalidad" porque Jaime y tú renunciasteis hace años a tener relaciones sexuales. ´

¿Quéeeeeeeeee? Todos beben champán y comen langostinos compulsivamente. Cae un silencio espeso, Acacio pregunta si es una broma de cámara oculta, saluda con la palma extendida y se dirige a Jaime pidiendo que se lo explique, que no entiende nada.

Y Jaime, con su sonrisa permanente, se limpia tranquilamente con la servilleta y se dispone a resolver las dudas de sus suegro. Así es, no es ninguna broma. No os atrae el sexo, os repugna, os violenta. Ya lo sabíais antes de casaros, las relaciones anteriores sólo os habían dado insatisfacción y ansiedad. Ahora queréis tener un hijo y estáis valorando el método adecuado.

Julieta os da la enhorabuena, hay que celebrarlo, está "totalmente enchispada" y se cae de culo en la silla, al intentar ponerse de pie. Acacio le pregunta si celebra que su hija y su yerno se hayan vuelto locos.¨A continuación, clava su mirada en Benjamín y éste protesta: no me mires que yo no sabía nada.

¿Es algo religioso? ¿ Voto de castidad? No, no tiene nada que ver con la religión, dices.



Y expones tus ideas, las de la ponencia y tu padre te pregunta, sarcástico, si los asistentes tomaban apuntes o se reían. Es inútil, no expliques más, no lo van a entender.

Acacio tiene ardor de estómago y pide a gritos bicarbonato. Julieta se lo da disuelto en agua y sigue el interrogatorio.



Ahora que si estáis enfermos, que si habéis ido al médico. Y vosotros... que estáis perfectamente, que hay más parejas así, que no conocéis personalmente a ninguna, porque la gente es muy pudorosa, pero que en Internet...Ah, sí, Internet, donde salen niños desnudos, ya se queda Acacio más tranquilo...

Seguís comiendo, las cancioncillas alegres de la televisión suenan como música de funeral. Sólo se oye el ruido de las mandíbulas, crac crac.



De pronto, tu suegra deja caer que no es tan raro lo vuestro, que ellos tampoco tienen relaciones, que la última vez fue en el 2000. Benjamín enrojece como un langostino, que no Teresa, que no es lo mismo, que Jaime tiene treinta y cuatro años. Bueno, insiste, pero somos felices ¿verdad? "Felicísimos" remacha tu suegro.

Ahora es tu madre la que va a terminar de arreglarlo. A ellos también les pasa igual. A tu padre le da algo, qué chamulla su mujer. "Que nos pasa casi, casi igual" En el casi está el matiz, no ha dicho nada, alegría, alza su copa. Acacio no sabe donde meterse...

Y , en ese momento, suena el timbre. Es Felipe, el esperado. Estáis todos "borrachos como cubas, coloradotes y con dificultades para pronunciar con claridad". Pero qué curda tan triste. Benjamín tiene ganas de llorar. Padre e hijo evitan mirarse. Acacio está ausente, con los codos en la mesa y los puños en la barbilla.



Felipe tiene aire de bucanero: cabeza rapada pero con patillas, arete en una oreja y "el brazo mocho".



Chupa de cuero y vaqueros ajustados como mallas. Cada uno de vosotros le recibe a sus estilo; pero Felipe, seco y deprimido, "se deja achuchar en silencio" y da unos besos "duros y fugaces". Le sientan en el extremo de la mesa, frente al retrato de Juan José. No quiere comer ni beber nada, se siente mal.

El resto de la cena se hace interminable, masticáis concienzudamente y en silencio.

Se acercan las doce, cada uno ha de contar sus uvas. Julieta reparte los cuencos, gorritos y matasuegras. Os reunís junto al televisor, con el reloj de la Puerta del Sol. Suenan las campanadas, que en vuestra casa parecen "los aldabonazos del Juicio Final". Sólo tu madre consigue tragar la duodécima uva a tiempo, los demás tenéis uvas en el cuenco o en la boca cuando el sonido se apaga. Sopla su matasuegras, tira confeti, os besa, grita que viva el 2007, feliz año, alegría, alegría.



Felipe no ha comido ni una uva, le preguntáis si está bien, contesta afirmativamente, con la voz más lúgubre.

Fuera se oye el estruendo de la pirotecnia. Fuegos artificiales, coches veloces tocando el claxon, familias en el balcón. De todos vosotros, Julieta es la única que se esfuerza por representar el papel de persona feliz; reparte besos, salta y repite a gritos lo de feliz 2007.

¡Feliz 2007, Sara! Que se cumplan tus deseos de maternidad, en la modalidad que estimes oportuna.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino

jueves, 21 de abril de 2011

miércoles, 20 de abril de 2011

"Pese a...los helicópteros de la policia y a las imágenes de las ruinas del aparcamiento de la T4...hay gran ambiente de fiesta"


"Viene la noche"(foto tomada en Palacios de Benaver)

Comentario al capítulo décimo de la novela "Viene la noche" de Óscar Esquivias (primera parte)

Domingo, 31 de diciembre de 2006, Nochevieja.

¡Hola Sara! Ya sabes que...

Benjamín queda con Jaime, junto a la boca del metro, la de Estrecho.



Hay ambiente de fiesta, la gente va y viene aparentemente feliz, a pesar de la niebla, los revoloteos policiales y las multiplicadas imágenes de las ruinas del aparcamiento de la T4, en las tiendas de televisores.



Cuando llamas desde el aeropuerto, tu voz suena entristecida. Qué dolor te producen las palabras: atentado, bomba, desparecidos. Jaime irá a buscarte al aeropuerto, no quiere que vayas sola y menos en metro. Benjamín decide acompañarle.

Padre e hijo se besan y bajan al metro, qué suerte ha tenido Sara. En la parada de Tetuán, sube Walter Astorga, su señora esposa y uno de los chavales. Predica que Jesús es la Puerta, que quien por ella entre "será salvo" y "hallará pasto". ¿Pasto? ¿Hierba?



Y sigue con Isaías y con los hermanos ecuatorianos, sepultados en el aparcamiento, más inocentes que ninguna víctima; señala hiperbólicamente el hermano predicador.



Y no se pongan tristes, que la muerte no es el final y ahora ellos habitan, tan ricamente, en la Jerusalén celestial, en la Ciudad del Gran Rey, vestidos de blanco, coronados de oro, con las palmas del martirio, postrándose ante el Cordero. ¡Qué alegría!



El discurso de Walter resbala sobre Benjamín, antiguo admirador de esa oratoria optimista. Algo se le está cayendo a tu suegro.

Para remate, se ponen a berrear con palmas, pandereta y charango: "Nadie sabe la hooora a la que Jesús vendrá..." Destaca la voz desentonada de la esposa de Astorga, Benjamín se acuerda de San Pablo, tan contrario a los cantos femeninos en las iglesias.

Al viejo le impresionan las ruinas del aparcamiento de la terminal. Olor a quemado, fumarolas, sirenas y bomberos. Le vienen a la memoria las devastadoras imágenes del Madrid de la guerra civil. ¿O es que sigue la guerra civil? Le entristece saber que bajo los cascotes hay personas.



En la salida de pasajeros, hoy los familiares prolongan sus abrazos. Apareces y Jaime se arroja a tus brazos. Estáis vivos.

Volvéis en taxi, cogidos dela mano. Tu suegro, sentado delante, os observa disimuladamente, por el espejo. A ratos mira la carretera y se sorprende por la proliferación de esos burdeles con luces de neón. Uy, qué puta más guapa...



Vais a pasar la Nochevieja en casa de tus padres. Vosotros dos ya estáis allí, vestidos de tiros largos, cuando llegan Teresa y Benjamín, a las nueve y media, con media hora de retraso, algo que tu espinoso padre les recuerda, señalando la esfera de su reloj.



Tras las disculpas, tus suegros entregan el regalito de Burgos, aquel búcaro que adquirió, por encargo, la peruana Dori. Tu madre , Julieta, algo achispadilla ya, se ve obligada a pronunciar una de las peores frases hechas: ¿para qué os habéis molestado?



Le parece bonito, le encanta, lo coloca entre la fuentes de langostinos,con unas margaritas de plástico, ay qué insulto a las margaritas de verdad. Lo califica de "divino", vuelve a besar a los consuegros y les acerca el carrito de las bebidas. Hay que esperar a Felipe, el novio de tu hermano, que en paz descanse. Bueno, el amigo, el mejor amigo,que hay palabras que tus padres no admiten.







Felipe siempre fue muy impuntual, ya lo decía tu hermano Juanjo. No contesta al móvil, os sentáis a cenar, que hoy, literalmente, os van a dar las uvas. Peláis, coméis, chupáis, untáis con mahonesa y hay sitio para los duelos dialécticos.



Benjamín canta, guasón y a su manera, la canción del metro:" nadie sabe la hooora a la que Felipe vendrá..." Acacio le dice que está muy cantarín, que con esa voz podía haber sido seleccionado para el "Mesías participativo". Va a desembocar, maliciosamente, en lo que se divirtió en el viaje de vuelta a casa, con Clarita. Tu padre disfruta contándolo delante de Teresa , mortificando a Benjamín; el cual se defiende como gato panza arriba.

Esa Clarita es muy "peculiar". Bueno, lo que está es sorda. Sorda puede ser, pero no muda. No paró de hablar desde que montó en el coche hasta que llegaron a la calle Topete y "seguía cotorreando en el portal". "Es simpática, sí", concluye tu suegro, por decir algo.


Foto tomada de "En un acorde azul", de Ele Bergón.

Al llegar aquí, Teresa ya está mosqueada y pregunta quién es esa tal Clarita. Acacio se adelanta teatralmente: "¿No la conoces? ¡Pero si es muy amiga de Benjamín!" Benjamín, azorado, afirma que "es una y ya está". Después, nervioso, la define como una "loquita", a la que conoció en el Mercado de San José , con la que habla de vez en cuando.


Foto tomada de "En un acorde azul", de Ele Bergón.

Tu padre no está dispuesto a dejarlo así. Ahora le pregunta por su cicatriz de guerra, Clarita le habló de ella. Teresa, extrañadísima , pregunta si sabe esa mujer lo de la cicatriz. Tu padre, con mucha mala leche, da los detalles: en forma de siete y rasposa cuando la tocas.

Benjamín corta, ya está bien, qué sabrá ella de si raspa o no raspa. Pero Acacio no está dispuesto a soltar a su presa. Ahora mete en el ajo a Morris, el poeta. Cómo se reía el "guacamayo", lo de la cicatriz dio mucho juego.

Como era previsible, el viejo explota. ¿Está insinuando Acacio que se acuesta con ella? Suda, sus ojos son los de un basilisco.

Tu padre echa marcha atrás, ha ido demasiado lejos, no, de ninguna manera, cómo puedes pensar eso, sólo lo cuenta como una anécdota graciosa, nada más, no quería ofenderle.

Ahora es Teresa la que mete baza, insiste en lo de la cicatriz, antes de chupar la cabeza a un langostino. Benjamín capea el temporal, lo diría en el mercado, saldría el tema de la batalla de Leningrado.

Da un golpe en la mesa, la vajilla y la cubertería cobran vida. "Un cuchillo rueda por el suelo".



Tras su "¡A la mierda con Clarita!", todos os quedáis paralizados y silenciosos, mirando las cáscaras de los langostinos. La televisión a lo suyo.



Teresa rompe el silencio, no hay que ponerse así. Benjamín se disculpa, perdón, perdón, los nervios, pelillos a la mar y todos a brindar.

Seguís comiendo callados, tu padre sube el volumen del televisor y tu madre trae de la cocina más langostinos y más bichos marinos.



Todavía no ha venido Felipe, seguiréis comiendo y...Ahora te va a tocar a ti el ser la estrella.

Un abrazo para los que pasáis por aquí de :

María Ángeles Merino