domingo, 17 de julio de 2011

" o esta ha de ser la más famosa aventura que se haya visto, porque aquellos bultos negros que allí parecen deben de ser y son sin duda algunos encantadores que llevan hurtada alguna princesa ..."


Comentario al capítulo 1, 8 del Quijote (continuación), publicado en "La acequia", en la entrada del día 3 de julio de 2008.


Los molinos quedan atrás y, de momento, me quedo sola , como un narrador decimonónico, de esos que todo lo saben y no dan su voz a nadie.  Sigo con el capítulo VIII y tengo a Sancho desesperado: que eran  molinos, que no  gigantes.


A callar, escudero, que si Don Quijote asegura que ha sido Frestón, será así; como le tiene tanta manía, le dio el cambiazo, para robarle  la gloria. Ahí está su espada, si es preciso. Temblad encantadores.



Y Sancho se lo cree todo o hace por creérselo, qué remedio. Como le ve  molido y  de medio lado, le pide que cambie de postura. Don Quijote está dolorido, lo confiesa ; mas un caballero andante no puede quejarse.




¡Alto! Hasta ahí podíamos llegar, Sancho reivindica su derecho a quejarse al más mínimo dolorcillo; a no ser  que eso de no quejarse abarque también a la escudería andante. Don Quijote se ríe y le da licencia para todos los ayes que se le presenten. 


Llega  la hora de comer, el caballero andante no tiene gana, pero el escudero tiene licencia. Así que Sancho camina, come y bebe muy a gusto. Mientras menudea tragos, vengan aventuras peligrosas.



Pasan la noche entre árboles. Don Quijote desgaja una rama y apaña una lanza, añadiendo el hierro de la que se quebró. El caballero no duerme, piensa en su señora Dulcinea, como los caballeros andantes de sus amados libros.



Sancho duerme de un tirón, arrullado por el vino de su estómago. Le da el sol en la cara, los pajarillos dan los buenos días, ni se mueve.



Su amo le llama, se levanta, da un tiento a la bota y se entristece al palparla. No va a ser fácil llenarla de nuevo.


Vuelven a su camino y llegan al Puerto Lápice, lugar pasajero y aventurero. Don Quijote advierte a Sancho Panza que no ha de poner mano a su espada para defenderlo, a no ser que los ofensores sean “canalla y gente baja”. Si son caballeros, en ninguna manera le es lícito; que así son las leyes de caballería.


Sancho responde que su señor será muy bien obedecido, no echará mano a una espada...que no tiene. Eso sí, para defenderse a sí mismo, no cuentan esas leyes.


¿Qué pasa aquí? Me parece que tengo visita, la pantalla bailotea…veo, veo ¡dos frailes!  Creo recordar que, efectivamente, ahora es el turno de  dos frailes de la orden de San Benito.
Alabado sea nuestro Señor Jesucristo. Saludamos a vuestra merced, señora nuestra. Somos, como voacé dice, dos frailes de San Benito. Vivíamos en el limbo habilitado para los personajes secundarios del famoso libro titulado “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”. Desde allí, no sabemos por qué malas artes del Maligno, fuimos transportados a este diabólico invento que llaman Internet. ¡Y llaman banda ancha a estos estrechos canalículos!




Nos han dicho que contemos la peligrosa aventura que vivimos con don Quijote. Montados en nuestras mulitas, bien protegidos con antojos y quitasoles, vamos por el camino real. Detrás de nosotros, viene el coche de una señora vizcaína que va para Sevilla. Buscamos la protección de su séquito, nada menos que cinco a caballo y dos a pie.


Ese loco de don Quijote nos ve y desvaría, dice que somos encantadores y que llevamos hurtada a una princesa. Y que es menester “deshacer ese tuerto”, no sabemos de qué tuerto habla…


Su criado parece más cuerdo, nos reconoce como frailes de San Benito y le aconseja prudencia. Pero su amo no le hace caso, se adelanta y se pone en la mitad de nuestro camino. Alza la voz, nos llama gente endiablada y descomunal y nos pide que soltemos a no sé qué princesas forzadas. ¿Endiablados y descomunales unos frailecitos como nosotros? ¿Forzar nosotros? ¿A princesas? ¡Ave María, Purísima! ¡Y nos amenaza con recibir “presta muerte”!


Admirados, le respondemos que no somos nada de eso, que no sabemos si en ese coche vienen forzadas princesas.


No se sosiega, nos califica de canallas, pica a su huesudo rocín y arremete contra mi persona. Lo hace con tamaña  furia  que hubiera acabado en el suelo muy malferido o muerto  si…si no me dejara caer de la mula, con anticipación.


 Mi valiente compañero que lo ve, a falta de espuelas, golpea con los talones y las rodillas a la mula, haciéndola correr  más que el viento. El criado de don Quijote me ve en el suelo y comienza a quitarme los hábitos.


Llegan en esto mis dos mozos y le preguntan por qué me desnuda. Les responde que aquello le toca legítimamente, como despojos de la batalla ganada por su señor. Los mozos no saben nada de batallas, le tiran al suelo, le arrancan los pelos de la barba y le muelen a coces.


No me detengo, subo al caballo, pico tras mi compañero y, sin querer saber nada más de don Quijote, sigo mi camino y me hago miles de cruces. No puedo contarle más, que pusimos mucha tierra por medio…nuestras mulas corren como briosos corceles, cuando es preciso.



Sin más que contarle, nos despedimos de vuestra merced, quede voacé con Dios. Antes de marcharnos, le diré que tenemos la sospecha de que ese Cervantes es un herejote erasmista. Nos pinta, injustamente, como si fuéramos unos cobardes ¿no cree? Dejémoslo, ya no podemos acusarlo ante el santo Oficio. Lo dicho, con Dios, señora María Ángeles.

Y yo, la que así se llama, dejo aquí el comentario. Seguiré con los vizcaínos...



Un abrazo para los que pasáis por aquí de:

María Ángeles Merino


Pedro Ojeda dijo en "La acequia":

"Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, continúa con el comentario del capítulo 8 de la primera parte del Quijote. No se libra su ordenador ni de ser poseído por dos frailes..."

6 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Y a mí que me hace gracia lo que le hizo a los frailes... (supongo las risas de los lectores de la época).
Cómo me gusta que continués con tu trabajo de comentario e ilustración del Quijote... y dando voz a los secundarios que te faltaban, por supuesto.

Euphorbia dijo...

Qué graciosos los frailecillos de las fotos, difícil tomárselos en serio si además van yendo por semejantes canalículos...

Merche Pallarés dijo...

¡Qué bien nos refrescas la memoria! Gracias querida Abejita. Besotes, M.

pancho dijo...

Ya pueden venir aventuras peligrosas después de vaciar la bota.

El que no cabe por la banda ancha de Internet (¿por qué con mayúsculas como si del gran señor se tratara?) es Sancho.

El capítulo te da excelente juego gráfico y literario. Y te quedan todavía los vizcainos...

Si tuviera un terreno para cultivar, me compraría esa mula de la foto.

Un abrazo

Myriam dijo...

ay que frailes más pícaros...y que pícaro nuestro Quijote...

Abejita de la Vega dijo...

Pedro: seguro que en la época de Cervantes se tronchaban viendo a un fraile maltratado, ahora no tiene gracia. Me quedan secundarios escondidos en los canalículos.

Euphorbias: son muy salados.

Merche: Quijo for ever.

Pancho: Sancho es el que más dificultades tiene, efectivamente. Don Quijote lo tiene más fácil. Los vizcaínos desean salir en pantalla, que esperen un poquillo.

Myriam: picaron a la mula y no pararon hasta llegar a Sevilla.

Besos y gracias a todos