jueves, 22 de julio de 2010

El verde prado, la fresca fuente, don Quijote chantajea pero Sancho sortea.



Primera parte del comentario al capítulo 2,59 del Quijote, publicado en "La acequia"

Donde se cuenta del extraordinario suceso, que se puede tener por aventura, que le sucedió a don Quijote.

Una “fuente clara y limpia” les socorre del polvo, del cansancio y del susto, mucho susto…El agua refresca y hace cobrar el aliento ¡Aquellos toros descomedidos!

En una “fresca arboleda “se sientan caballero y escudero, mientras el rocín y el rucio pacen a sus anchas. Sancho extrae, de las alforjas, un tesoro de pan y queso; mas don Quijote, pesaroso, no come y Sancho, comedido, espera a su señor, hasta que el escudero, impaciente, se olvida de la cortesía y comienza a engullir pan y queso.

Don Quijote, sarcástico, le dice que coma, viva y... le deje morir a manos de sus pesarosos pensamientos. Si él nació “para vivir muriendo”, se ve que Sancho lo hizo “para morir comiendo”. Ahora que sus historias son impresas , respetándole los príncipes, solicitándole las doncellas…ahora que espera palmas, se ve pisado por inmundos animales. Considerando esto, no puede comer y se dejará morir de hambre, la peor muerte.

Creo que , en realidad, a don Quijote no le duelen tanto las coces y su breve huelga de hambre es una redecilla que va a tender al pajarillo Sancho. El chantaje emocional es una trampa que Sancho va a saber sortear.

Él mastica y desaprueba la actitud de su señor. Le aconseja bien: hay que tirar de la vida y la desesperación es gran locura. Coma un poco, échese un sueñecito sobre la hierba y volarán las pesadumbres.

Estas “filosofías” convencen a don Quijote que , seguramente, empieza a tener algo de hambre. Ahora es el momento de proponérselo. Él dormirá, y mientras tanto, puede Sancho apartarse, echar al aire sus “valientes posaderas” y azotarse un poquillo, con las riendas de Rocinante. Sólo unos trescientos o cuatrocientos azotitos de nada, y comenzará la cuenta atrás para desencantar a Dulcinea.

Sancho sabe parar a su amo. Tranquilo, mi amo, por ahora los dos echamos un sueñecito y Dios dirá. Tenga paciencia la encantada tobosina y verá a Sancho como una criba, cumpliendo lo prometido; que azotarse es “cosa recia” y precisa su preparación.

Don Quijote se lo agradece, come algo y a dormir los dos. El rucio y el rocín, compañeros inseparables, quedan libres para darse un atracón de jugosa hierba.
Y el verde colchón se pega a sus magullados cuerpos más de la cuenta y han de apresurarse para recorrer esa legua que los separa de una venta; que así la llama don Quijote esta vez , abandonando su antigua costumbre de llamar castillos a las ventas.
(Sigue)

Un abrazo para Pedro Ojeda y para todos los que pasáis por aquí. Sigo con el capítulo...

3 comentarios:

Merche Pallarés dijo...

Nuestro pobre Quijo está molido y depre. Espero tu segunda parte. Besotes, M.

Abejita de la Vega dijo...

Molido, depre y algo manipulador con el pobre Sancho.
Besos

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Este Sancho ya sabe mucho.