viernes, 30 de abril de 2010

Se va abril y el lilo de nuestra compañera " Soco" está así. El mirlo lo celebra.



Mi compañera Soco lo plantó, donde no había tierra. Me cuentan que cavó y echó mucha, muchísima. Aquel "palito" luce así, en este abril que se va. El mirlo lo celebra, con su canto. En marzo , ella me enseñó a escucharlo.
En tu trabajo siempre hiciste, y haces, algo así, ¿no?

Plantar donde hay poca tierra y hacerlo florecer, ésa es la labor de un buen maestro.

Gracias, compañera, por abrirnos los ojos y los oídos.

Hambriento, débil, irritado y aguantando a un pelmazo.




Segunda parte del comentario al capítulo 2,47 del Quijote, publicado en "La acequia".

Se siente débil e irritado. Además, le molesta lo inoportuno de la visita, Estos “negociantes” creen que pueden presentarse a cualquier hora. Piensan, tal vez, que los gobernadores no necesitan descansar, que son de piedra y no de carne y hueso. Si le dura el gobierno, que no lleva trazas de durar, bien se lo tiene tragado, meterá en cintura a más de uno.

El paje puede dejarlo entrar. Pero, cuidado, no vaya a ser un espía o asesino, de esos que le rondan. No, no tema el señor gobernador. Parece “una alma de cántaro”, “tan bueno como el buen pan”. ¡Pan! ¿Ha dicho pan? Por Dios, que no se lo mienten…

Como Pedro Recio ya no está, Sancho se atreve a pedir algo para comer, aunque sea pan y cebolla. El maestresala le tranquiliza, en la cena podrá desquitarse. Dios le oiga.

Entra el labrador y pregunta quién es el gobernador. El secretario le responde que el de la silla, quién si no. El negociante se arrodilla y le pide la mano para besarla. Sancho lo tiene muy claro, cada uno en su estamento social, que se levante y deje eso del besamanos para los señores.

El negociante se presenta como labrador, natural de Miguel Turra. Lugar cercano a Ciudad Real, que Sancho conoce bien porque no está lejos de su pueblo.



Sancho le pide que hable y resulta ser un pelmazo. Alguien ha preparado su discurso inaguantable, para mayor tortura del hambriento gobernador. Y, como todo pelmazo que se precie, ha de contar su vida. Y éste la cuenta, la que fue y... la que pudo ser y no fue.

Muy católicamente casado, con dos hijos estudiantes: el menor estudia para bachiller, el mayor para licenciado. Y si a su mujer, preñada del tercero, no la hubiera purgado y matado un mal médico, tendría un hijo estudiando para doctor, qué menos.

El gobernador, con sorna, saca en conclusión que si su mujer no hubiera muerto, su interlocutor no sería viudo. Asiente el labrador y Sancho expresa su aburrimiento.A dormir.

Dice, que su hijo, el bachiller, se enamoró de Clara, la Perlerina, hija de un labrador riquísimo. Y, como toda la dinastía de los Perlerines, afectada de perlesía o parálisis. Y nos pinta magistralmente a la perla, digo a la doncella: tuerta, picada de viruelas, con la boca grande, la nariz arremangada, desdentada, con labios de tres colores. Y la chica le parece guapa, que su hija ha de ser.¡Qué perla oriental es la Perlerina!

Sancho le anima a seguir con el retrato, menudo postre si hubiera comido. Y sigue: encogida, con las rodillas en la boca, no se puede levantar, si pudiera daría con la cabeza en el techo, con las manos agarrotadas y las uñas largas y acanaladas. 


Ahora viene la pregunta clave “¿Qué es lo que queréis ahora?”


El labrador pide a su merced que le haga una merced de darle una carta de favor para su consuegro Perlerín, suplicándole que consienta en la boda , dado lo iguales que son en fortuna y naturaleza. Porque si la Perlerina es monstruosa, el novio es un endemoniado, con la cara abrasada y los ojos hechos fuente…Pero, a pesar del diablo, es un ángel. Y… un bendito si no se golpeara a sí mismo, en la cara. Menudo cuadro y menudo matrimonio, Cervantes ha cargado las barrocas tintas.

La paciencia de Sancho se agota, pero todavía encuentra fuerzas para preguntar si quiere otra cosa.

El “buen hombre” dice que no se atreve, “pero vaya, que, en fin”, lo va a decir. Sólo pide unos trescientos o seiscientos ducados, para que su hijo ponga la casa, sin depender de sus suegros.




Sancho se reprime un poco más y le anima a pedir otra cosa, que no le dé vergüenza. Pida por esa boca.El labrador manifiesta no querer más y el gobernador se levanta, agarra la silla y explota. ¡Cómo explota!

Y amenaza al “patán, rústico y mal mirado”. Si no se va de su presencia, romperá la silla en su cabeza.Y no se queda corto con los insultos: hideputa bellaco, pintor del demonio, hediondo, socarrón y mentecato. ¿Pedirle seiscientos ducados? ¿Dónde los puede tener? ¿Por qué se los había de dar si los tuviera? ¿Qué le importan a él los Perlerines? Hace un día y medio que tiene el gobierno y este “desalmado” piensa que ya puede tener seiscientos ducados. ¡Le ha llamado corrupto!




El labrador se va cabizbajo y temeroso de que la silla acabe estrellada en su cabeza. ¡Qué bien hizo su papel! A ver si se estira el duque...

Dejamos al colérico Sancho y volvemos con don Quijote, convaleciente de sus gatescas heridas. Cide Hamete promete contarlo veraz y puntualmente.

Un abrazo de María Ángeles Merino


Pedro Ojeda dice en "La acequia":

"Abejita de la Vega comenta por extenso la faena del médico al nuevo gobernador y sus tripas y no se le escapan ni los barquillos, para después aludir a la justa cólera de Sancho ante el labrador pesado. Que no se me pase comentar lo portuno de la serie de ilustraciones que viene publicando, obra de Ana Queral. También publica nueva nota del Sanchico -gracias a Ele Bergón-, que se barrunta ya que a su padre no le durará mucho el gobierno y que éste no mere tanto la pena como parece."

Soy consciente de que me "enrollo" demasiado. Pero es que todo me parece digno de comentario, es todo tan jugoso...incluso los barquillos, qué ricos estaban.Todo es tan sabroso...¿Cómo lo voy a dejar en el plato?

En cuanto a Ana Queral es todo un descubrimiento, esta artista mexicana dice en una entrevista: "A veces siento a Cervantes riendo conmigo y agradeciendo el tiempo que le dedico". Quijotesca Ana. Un abrazo, Pedro.

Un abrazo

jueves, 29 de abril de 2010

La desesperación de las tripas de Sancho.


"Mas lo que yo sé que ha de comer el señor gobernador ahora para conservar su salud y corroborarla, es un ciento de cañutillos de suplicaciones y unas tajadicas subtiles de carne de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión."

Primera parte del comentario al capítulo 2,47 del Quijote, publicado en "La acequia"

"Donde se prosigue cómo se portaba Sancho Panza en su gobierno"

Dejamos a don Quijote, en el lecho de dolor, recuperándose de heridas y arañazos. Cambiamos de escenario y ahora estamos con Sancho gobernador, que pasa del juzgado a un “suntuoso palacio”, en Barataria.

Lo conducen a una gran sala, donde va a comer. La mesa, “real y limpísima”, está dispuesta sólo para una persona. ¡Qué pequeñito se siente!

Suenan chirimías y, muy en su papel, recibe gravemente a los pajes que le dan agua a las manos. Sus jugos gástricos se preparan para una opípara comida. Su imaginación vuela hasta las “espumas” de las bodas de Camacho. Esto va bien, pero… ¿quién es ése de la varilla? ¿El que dirige a los músicos?

Levantan una “riquísima y blanca toalla”, lo que hoy llamamos servilleta. Asoman las frutas y diversos manjares. ¡Qué buen aspecto tienen! A ver si acaba el de la bendición, que los juicios rápidos dan un hambre…

¿Qué es esto que le ponen al cuello? ¡Un babero con encajes! Se siente como un niño de pecho, de esos de casa fina. Menos mal que llega el maestresala y le pone delante un plato de fruta fresca. ¡Qué refinados son los grandes señores! Fruta para comenzar la comida…

Apenas ha dado un mordisquito, cuando el de la varilla da unos toquecitos con ella, en el plato, el cual es inmediatamente retirado. Bueno, aquí viene otro manjar, listo para que dé buena cuenta de él. Pues no, visto y no visto, un paje lo alza, con tanta presteza, como el de la fruta.

Sancho les mira, cómo les mira. Y con sorna, pregunta si ha de comer haciendo juegos de prestidigitación.

El de la vara replica que se ha de seguir las costumbres insulares. Se presenta como médico y asalariado, al servicio de gobernadores, para cuidar su salud. Ha de tantear, bien tanteada, su complexión, para poder curarle, si cae enfermo. Para ello, lo más importante es impedirle comer los alimentos que este singular galeno “imagina”, sólo imagina, como dañinos.

¿Qué tiene de malo la fruta? Demasiado húmeda ¿Y el otro plato retirado? Demasiado caliente y especiado. Da sed y el que bebe mucho, gasta su “húmedo radical”, origen de la vida. Mucho cuidado tengan los varones con él, háganse cruces del disparate.
Por delante de un Sancho hambriento pasa todo lo que más le puede apetecer. ¡Qué bien sazonadas deben estar esas perdices asadas! No le harán daño alguno, se atreve a decir. El falso galeno ataca con su palabrería pseudohipocrática. De esas no comerá mientras viva, que el galeno cita, en latín y tergiversado, un aforismo que considera malísimo el hartazgo de perdices.

Sancho se muere de hambre y así lo manifiesta. Que diga “el señor doctor” qué manjares, de los de la mesa, le harán más provecho y menos daño. Por Dios, no los “apalee” más y denle de comer. No le nieguen la comida, que eso priva de la vida, no la aumenta…

El médico le da la razón pero sigue eliminando platos que se le ofrecen, tentadores, a la vista. Los conejos guisados no, por “peliagudos”. La ternera no, por ser asada y en adobo. De la olla podrida ha de abstenerse un primoroso y atildado gobernador. Canónigos, rectores, labradores en bodas…para gente tan vulgar está hecho ese plato “compuesto”; mucho más peligroso, a causa de sus muchos ingredientes. Aunque Cervantes no lo diga, suponemos que Sancho mira, con tristeza, la humeante olla podrida.

¡Por fin este espantajo le va a decir lo que sí puede comer! Algo muy sutil: un ciento de “cañutillos de suplicaciones”, unos barquillos , más unas tajaditas de membrillo que “le ayuden a la digestión” ¿Digestión? ¿De qué digestión habla este majadero? ¿La de los cañutillos? Que, por cierto, no aparecen por ninguna parte, tampoco las tajadicas .

Sancho no puede más, mira fijamente al médico y le pregunta su nombre y el lugar donde ha estudiado. Se presenta como doctor Pedro Recio de Agüero, natural de un lugar manchego llamado Tirteafuera y doctor por la universidad menor de Osuna, sin Facultad de Medicina, por cierto.

Sancho, al principio con parsimonia y luego amenazante, le insta a que se quite de en medio si no quiere que le mida los lomos con el garrote. Y, luego, lo probarán todos sus colegas de la ínsula, los que él entienda que son ignorantes, que su “saber natural “le hará distinguir a los ignaros de los sabios. ¡La magia de ser gobernador!

Insiste, que se vaya de aquí. Ahora amenaza con estrellarle una silla, en la cabeza. En su descargo, dirá que hizo un gran servicio a Dios y a la república: matar a un mal médico. ¡La de vidas que se pueden salvar! Y no quiere oficio que no dé de comer. Si no le dan de comer, ahí se quedan con su gobierno.

El doctor quiere “hacer tirteafuera” porque esto se pone feo. Pero, suena una corneta, viene un correo, debe ser importante. El sudoroso y jadeante mensajero pone, en manos de Sancho, un pliego que pasa a manos del mayordomo, espero que no sea el de siempre, para que lea el sobrescrito, el cual indica que se entregue en manos del gobernador, o de su secretario.

¿Secretario? Sancho pregunta quién es ése. Uno de los presentes se identifica como tal. Lo es porque sabe leer y escribir, pero no sólo eso. Además es vizcaíno. Y con esa añadidura, dice Sancho, puede serlo del emperador. Tal vez, aquí, desee Cervantes congraciarse con sus lectores vascongados. Recordemos que, el capítulo 1. 8, aparece un personaje que habla ininteligiblemente, “en mala lengua castellana y peor vizcaína”. Por aquellas bellas y verdes tierras también hay posibles lectores del famoso libro.

El “recién nacido secretario” lee y dice que es negocio para tratarlo a solas. Despejan la sala y lee la carta. El duque le comunica que unos enemigos suyos van a dar un asalto nocturno y furioso. Como no saben cuándo, hay que velar. También le informa de que, según sus espías hay cuatro personas disfrazadas para matarle, por envidia de su ingenio. Le aconseja que ande con cuidado y sobre todo…que no coma nada que le presenten. ¡Cómo crujen las sanchescas tripas al oír esto!

El duque termina su misiva, asegurándole el socorro si se ve en peligro. Y no le da más instrucciones, que “en todo haréis como se espera de vuestro entendimiento”. ¡Qué responsabilidad para los débiles hombros del inexperto gobernador”! La carta está firmada el 16 de agosto, a las cuatro de la mañana. Peligroso asunto ha de ser, si su señor vela a intempestivas horas. ¡Y firma como “vuestro amigo, el Duque”! No cabe duda, es su hombre de confianza. Atónito queda, no es para menos. Y los “circunstantes” más atónitos todavía. ¿Su amo amigo de un destripaterrones?




Sancho está decidido, hay que mandar al calabozo a Recio. Es el más sospechoso de quererlo matar...de hambre.

El maestresala, tal vez, haya recibido instrucciones, para impedir que la pobre víctima pruebe bocado. Y, en ese empeño, dice algo que suena muy raro, en esos tiempos de Inquisición. Le advierte que no debe comer de lo de la mesa, porque lo han preparado unas monjas” y detrás de la cruz está el diablo”.

No pude estar sin comer. En su desesperación, pide pan y unas uvas, nada menos que cuatro libras, el equivalente a 1814 gramos. Son muchas uvas, mas es lo que le pide su hipoglucémico organismo. Ingenuamente, piensa que, en esos sencillos alimentos, no puede venir veneno.

Se dirige al secretario para darle órdenes. Ha de comunicar a su señoría que Sancho acata fielmente sus órdenes. Para la duquesa, ay la duquesa, no se olvida de las cortesías, ahí va un besamanos. Y, a pesar del hambre, no se le borra la carta y el lío de ropa, que la señora prometió enviar a su Teresa. Tampoco se olvida de su señor don Quijote, a quien envía otro besamanos, porque vea que es “pan agradecido”. ¿Pan? ¡Dónde hay pan?

Que el vascongado añada lo que quiera, álcense los manteles y denle de comer, lo que sea. Con la tripa llena, lidiará con “espías y matadores, y encantadores”, lo que sea. Mas sin comer, no sabe si va a poder, siquiera, atender, a ese labrador negociante, y pelmazo, que le anuncia el paje.

(Continúa)

El haiku de la amapola (Luz del Olmo)


Una amapola sola (foto de Ele Bergón). Ver las amapolas que no están solas, en su blog.


Cada amapola
en sinfonía roja,
tiene su nota.
(Luz del Olmo)

Ver "En un acorde azul"

GRACIAS, AMIGA.


Gelu me envía este poema:

La amapola,
vestida de rojo brillante,
se sabe hermosa,
destacando orgullosa
en medio del verde.
La vieja piedra,
herida de tiempo y de erosión,
la contempla,
admirada de su belleza.
¡Pero será tan efímera!.
En su permanecer,
¡ha visto tantas como ella!.


GRACIAS, AMIGA.

Feliz Cumpleaños Abejita




Para nuestra muy querida y amada mançeba / que fácese llamar Abejita de la Vega:
(coño, ¡si rima y todo! ¡Aprende, L Bergón!)


En aqueste día tan especial do celebras la tuya cuatri...quincua...(ejem...) vigésimopoca onomástica, no podíamos dejar pasar la oportunidad que nos brinda aquesta demoníaca tecnología obra del maligno que fácese llamar internete, y desearte que disfrutes de tan especial jornada desde que el Sol salga, y hasta que la Luna se ponga en el horizonte opuesto.



Los tuyos amigos, (fidalgos e animales) del Campo Real y de Caravaña (*) esperan que sepas celebrarlo como es debido con una tarta de dos pisos, y las velas justas y necesarias, que de sobra sabemos no llegan a treinta.




(*) (que si Cerbantes firmaba con b, por qué no nos vamos a tomar nosotros también licencias)

lunes, 26 de abril de 2010

Mientras mi padre sigue siendo un buen gobernador y yo su hijo, el larguirucho parece que no quiere enamorarse de la tal Altisiodora.


Ele Bergón dice:

Hola troncas, incluye también a los troncos.

En primer lugar muchas gracias a tucci, jan, cosmo, asun, pancho kety merche y superprofe por vuestros comentarios de hace una semana. También las gracias para los habituales que no estáis nombrados porque dice mi madre “Sanchico, es de buen nacidos, ser agradecidos”.

Mientras mi padre sigue siendo un buen gobernador y yo su hijo, el larguirucho parece que no quiere enamorarse de la tal Altisiodora (vaya nombrecito ¿será una Isidoro alta?), pero yo creo que en el fondo le pone aunque el no quiera. Sigue con su perra de que solo quiere a la tal Dulcinea, pero yo creo que podría dejarse de tonterías y aprovechar la ocasión. Si le da por la poesía y por la música ....eso me indica que si que si, que la Isidora alta le gusta. Por cierto ¿que quiere decir eso de que con las honestas se casan? No lo acabo de entender.

Anda que la que le lían el duque y la duquesa es buena . Los cencerros, los gatos, los gatos con cencerros y el Alonso se queda pasamao. A ver, él y todos porque yo creo que en este caso se han pasao. Menos mal que mi padre estaba en su ínsula que si no seguro, seguro, que algo le toca. En esta ocasión me da pena el Alonso y eso que no me cae muy bien, pero lo imagino con el gato en la cara y … no me gusta nada y la tal Altisidora a curarle y echar mas leña al fuego.

En mi familia estamos esperando como agua de mayo, la carta de mi padre que no llega y digo yo: ¿No hubiera sido mas fácil y rápido mandar un SMS o un e-mail o poner algo en el muro de facebook o twenty e incluso y mejor dejar un pequeño comentario por aquí? ¡Ay! que mi padre todavía tiene mucho que aprender de las nuevas tecnologías y mas ahora que ha llegado a gobernador.

Choque de manos troncos que incluye a las troncas.

El Sanchico.

domingo, 25 de abril de 2010

Mañana de abril, en Palacios de Benaver (Burgos)








Mi paseo de esta mañana, en Palacios de Benaver. Todo florece, todo verdece, el río Ruyales canta a dúo con los pajarillos. Mi perro, Curry, disfruta de la mañana soleada, a pesar de sus achaques.
Mas la estela epigráfica está ahí, para recordarnos que , en ese mismo lugar, murió un hombre , en 1859, un día de mayo. Vida y muerte.

viernes, 23 de abril de 2010

¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!"


El historiador Manuel Fernández Álvarez, recientemente fallecido, dedicó toda su vida a la historia de la época en la que transcurre la existencia del autor del Quijote. En el último capítulo de su libro "Cervantes visto por un historiador" (Espasa Calpe, 2005), escribe:

"Los días finales del genial escritor lo podemos evocar muy bien por el Prólogo a su obra póstuma, "Los trabajos de Persiles y Sigismunda". Agotado por el esfuerzo, enfermo de hidropesía, con problemas en el sitema circulatorio, Cervantes trata de descansar en Esquivias, el pueblo de su mujer. Corriendo el mes de marzo de 1616, y encontrándose cada vez más maltrecho, regresa a Madrid. En el camino le ocurre con toda probabilidad el último suceso que le conmueve y que, de estar más sano, le hubiera confortado: el tropiezo con un admirador ingenuo, que se abalanza sobre él para expresarle todo su aprecio. Se trata de un estudiante desastrado en el vestir, del típico hombre que sólo vive para los libros. Montado en una burrilla, da voces a Cervantes y a los que con él iban, para que le aguardasen y le permitiesen ir en su compañía." (Manuel Fernández Álvarez,"Cervantes visto por un historiador")

Este es el Prólogo:

"Sucedió, pues, lector amantísimo, que, viniendo otros dos amigos y yo del famoso lugar de Esquivias, por mil causas famoso, una por sus ilustres linajes y otra por sus ilustrísimos vinos, sentí que a mis espaldas venía picando con gran priesa uno que, al parecer, traía deseo de alcanzarnos, y aun lo mostró dándonos voces que no picásemos tanto. Esperámosle, y llegó sobre una borrica un estudiante pardal, porque todo venía vestido de pardo, antiparas, zapato redondo y espada con contera, valona bruñida y con trenzas iguales; verdad es, no traía más de dos, porque se le venía a un lado la valona por momentos, y él traía sumo trabajo y cuenta de enderezarla.

Llegando a nosotros dijo:

-¿Vuesas mercedes van a alcanzar algún oficio o prebenda a la corte, pues allá está su Ilustrísima de Toledo y su Majestad, ni más ni menos, según la priesa con que caminan?; que en verdad que a mi burra se le ha cantado el víctor de caminante más de una vez.

A lo cual respondió uno de mis compañeros:

-El rocín del señor Miguel de Cervantes tiene la culpa desto, porque es algo qué pasilargo.

Apenas hubo oído el estudiante el nombre de Cervantes, cuando, apeándose de su cabalgadura, cayéndosele aquí el cojín y allí el portamanteo, que con toda esta autoridad caminaba, arremetió a mí, y, acudiendo asirme de la mano izquierda, dijo:

-¡Sí, sí; éste es el manco sano, el famoso todo, el escritor alegre, y, finalmente, el regocijo de las musas!

Yo, que en tan poco espacio vi el grande encomio de mis alabanzas, parecióme ser descortesía no corresponder a ellas. Y así, abrazándole por el cuello, donde le eché a perder de todo punto la valona, le dije:

-Ese es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo, señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguno de las demás baratijas que ha dicho vuesa merced; vuelva a cobrar su burra y suba, y caminemos en buena conversación lo poco que nos falta del camino.

Hízolo así el comedido estudiante, tuvimos algún tanto más las riendas, y con paso asentado seguimos nuestro camino, en el cual se trató de mi enfermedad, y el buen estudiante me desahució al momento, diciendo:

-Esta enfermedad es de hidropesía, que no la sanará toda el agua del mar Océano que dulcemente se bebiese. Vuesa merced, señor Cervantes, ponga tasa al beber, no olvidándose de comer, que con esto sanará sin otra medicina alguna.

Eso me han dicho muchos -respondí yo-, pero así puedo dejar de beber a todo mi beneplácito, como si para sólo eso hubiera nacido. Mi vida se va acabando, y, al paso de las efeméridas de mis pulsos, que, a más tardar, acabarán su carrera este domingo, acabaré yo la de mi vida. En fuerte punto ha llegado vuesa merced a conocerme, pues no me queda espacio para mostrarme agradecido a la voluntad que vuesa merced me ha mostrado.

En esto llegamos a la puente de Toledo, y yo entré por ella, y él se apartó a entrar por la de Segovia.

Lo que se dirá de mi suceso, tendrá la fama cuidado, mis amigos gana de decilla, y yo mayor gana de escuchalla.

Tornéle a abrazar, volvióseme a ofrecer, picó a su burra, y dejóme tan mal dispuesto como él iba caballero en su burra, a quien había dado gran ocasión a mi pluma para escribir donaires; pero no son todos los tiempos unos: tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta, y lo que sé convenía.

¡Adiós, gracias; adiós, donaires; adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida!"

Tomado de:
cervantes.uah.es/Persiles/persilpre.htm


Espero que hayáis pasado un feliz Día del Libro, de Castilla y León, San Jorge...

Mi homenaje a Cervantes, en su día. También al historiador Fernández Álvarez, el cual comparte , en mi perfil, en el apartado de libros favoritos, un lugar junto a Miguel de Cervantes y Miguel Delibes.

Pedro Ojeda dijo en "La acequia":

"Abejita de la Vega comenta el capítulo llenándolo de gatos y cencerros, como corresponde. Después publica la nota del Sanchico, gracias a Ele Bergón: el chaval es una nueva generación en las cosas del amor, hasta que crezca... Pero antes ha hecho un excelente paréntesis para regalarnos un emotivo recuerdo del historiador Manuel Fernández Álvarez, recientemente fallecido y que en sus últimos años se convirtió en uno de los mejores divulgadores de la historia española a través del difícil género de la biografía, enlazándolo todo con la celebración del día del libro."

Leer más: http://laacequia.blogspot.com/#ixzz0mKSVo2R3
Under Creative Commons License: Attribution Non-Commercial No Derivatives

Gracias, Pedro, por tus palabras. Esta vez me ha ayudado el profesor Fernández Álvarez, autor de excelentes y amenas biografías de personajes históricos. Ya no me queda ningún autor vivo, en mi perfil. Pensaré en alguno que lo esté.

jueves, 22 de abril de 2010

"Espanto cencerril y gatuno"



El gatito "que se ocultaba en una casa de de Pardilla" (Burgos). Foto de Elvira, amiga de Ele Bergón.



La voluptuosa gata preñada de Palacios de Benaver(Burgos)



Uno de los hijos, el rubio,que tuvo la de Palacios de Benaver.




El gato solitario que inspiró a Kety.



El curioso gatito de Citores del Páramo (Burgos).





Un gato capaz de sobrevivir en el jardín de un I.E.S. Famélico y huidizo.





Otro del I.E.S., tan famélico y huidizo, como su compañero.



Gatos y cencerros. Mis gatos blogueros: Beny ,Rubio, Solo, City, Dieguito, Marín y Pardillo. Recordad: la gata preñada de Palacios de Benaver, su hijo rubio, el gato solo que inspiró a Kety, el de Citores del Páramo, los dos del "Insti" y el gatito de Pardilla (el pueblo de Ele Bergón). Mi cordel de mininos y cencerros.

Comentario al capítulo 2,46 del Quijote,publicado en "La acequia".

Del temeroso espanto cencerril y gatuno que recibió don Quijote en el discurso de los amores de la enamorada Altisidora

Los pensamientos son pulgas que no dejan dormir al “gran don Quijote”. La música de Altisidora, o mejor dicho la letra, eso es lo que no le deja sosegar un punto; punto que se suma a los que se escaparon, enloquecidos, en sus pobres medias verdes. A pesar de la mala noche, tan larga cuando no se duerme, la mañana llega con presteza.

Nuestro caballero abandona las blandas plumas, se viste su traje agamuzado y se calza con las botas que camuflan los puntos fugitivos. Mantón de escarlata, montera verde plateada y tahalí con tajadora espada. El rosario en las manos y, con gran empaque y contoneo, sale a la antesala, donde esperan ya los duques. Pero antes ha de pasar por una galería donde Altisidora, con su amiga, espera el momento de desmayarse. Ahora viene, desmáyate compañera. ¡Ya puedes caerte, sin miedo a desnucarte! Aquí está tu fiel amiga, para recibirte en sus amorosas faldas. ¡Aire, hay que darla aire! Desabrochémosle el corpiño o hagamos intención de hacerlo…

Don Quijote manifiesta saber la causa de esos vahídos. En el fondo, se siente orgulloso de su éxito entre las féminas. La fiel amiga protesta. A la sanísima Altisidora, nunca la ha oído un ¡ay! ¡Mal hayan los caballeros andantes desagradecidos! Esta mujer habla como un romance… Le insta a que se vaya, para que, la criaturita, pueda volver en sí.

Don Quijote se conmueve ante tan peculiar admiradora. El desengaño será el remedio. Que le pongan un laúd, que él consolará a la doncella, o sea…a desengañarla. No vayan a pensar mal…o bien.

Se le ha de proporcionar el laúd, opina la fingida desmayada, que la música de don Quijote no será mala…para reír un ratito.

A las dos, les falta tiempo para dar cuenta a la duquesa de lo que pasa. Ésta, muy alegre, concierta con el duque y sus doncellas para reír, sin hacer daño. Sana diversión, nada más.

El día ha sido corto para los duques, qué entretenidos los ha tenido don Quijote, con tan “sabrosas pláticas”. Y, la duquesa, tiene tiempo, además, de enviar al paje que hizo de Dulcinea, hasta la casa de Teresa Panza, con la carta de su marido y un lío de ropa. Ha de fijarse bien el emisario, puesto que ha de contar, después, todo lo que pase con la gobernadora, con pelos y señales.

Llega la noche y don Quijote se retira a su aposento, donde alguien ha dejado una vihuela. Aunque no es exactamente lo que pidió, no hay problema para templarla.

Abre la reja, al oír a su auditorio, expectante en el jardín. Afina el instrumento lo mejor que sabe. Se aclara la voz y se pone a cantar el romance que ha compuesto, para esta ocasión, con voz “ronquilla” y “entonada”.

La dedica un sermoncillo tradicional. “La ociosidad descuidada”, ése es el culpable de las “amorosas ansias” que sufre Altisidora. El antídoto: estar siempre ocupada, cosiendo, bordando…Perdone que le interrumpa, autor de los versillos; que en mi modesta opinión, dar puntada tras puntada no impide, a la imaginación, seguir su curso. Sí, ya sabemos del refrán:” para la doncella honesta, el hacer algo es su fiesta”.

Los andantes caballeros no se casan con las “libres”, con ésas sólo pasan el rato, requebrándolas. Se casan con las recogidas, honestas y alabadas. Ya lo sabes, pequeña Altisidora. Si no lo haces así, te quedas para vestir santos.

Hay amores efímeros que no dejan huella en el alma. Y no intentes competir con Dulcinea, que fue la primera y su huella es imborrable. Y el enamorado más firme, ése es don Quijote.

Altisidora escucha el canto, junto a los duques y casi toda la gente del castillo. En el jardín no debe caber un alfiler.

De pronto, algo se descuelga desde encima de la reja y cae a plomo sobre el de la vihuela. Un cordel con más de cien cencerros y, tras ellos, un enorme saco de gatos, cada uno con su cencerrito en el rabo. Menudo trabajo cencerril han tenido: atar más de cien cencerros a cien rabos de gato.

El ruido sobresalta, incluso, a los autores intelectuales de la broma, léase los duques.

Don Quijote se queda pasmado, mirando a dos o tres gatos, que entran por su reja y como, enloquecidos, al buscar la salida, apagan las velas. Mientras tanto, no cesa la música producida por el cordel de los grandes cencerros, un nuevo instrumento de cuerda. Los que no están en el busilis, están suspensos y admirados.

El caballero andante se levanta y echa mano a la espada, tira estocadas por la reja y manda fuera, a grandes voces, a los “malignos encantadores”. Se vuelve hacia los gatos del aposento, les tira cuchilladas y los mininos escapan por donde entraron. Mas hay uno, rezagado, el cual se ve tan acosado que le salta a la cara, muerde, araña y no tiene piedad de sus pobres narices.

Don Quijote, muy dolorido, da grandes gritos. El duque y la duquesa acuden a la estancia, abriendo con la llave maestra. Ven al pobre caballero intentando arrancar al gato estampado en su cara. Acude el duque a “despartir” la pelea, mas no lo consiente el arañado. Que no se lo quite nadie, dejadle solo, que este “encantador” ha de enterarse quién es don Quijote de la Mancha.

El gato no entiende de Quijotes ni de Manchas. Gruñe y aprieta, con saña hasta que, el duque, consigue arrancarlo de las narices caballerescas y lo arroja fuera.

El rostro del arañado es una criba, mas lo que más le duele es que no le han dejado “fenecer la batalla”. Le traen un carísimo remedio, el aceite de Aparicio. La misma Altisidora le pone las vendas, mientras le recrimina. Todo esto le sucede por duro y pertinaz. Y ruega a Dios que, a Sancho, se le olvide azotarse. Así Dulcinea no saldrá de su encanto y nunca la gozará don Quijote, mientras ella viva, que le adora. ¡Qué víbora!

El de las vendas, no dice nada, sólo suspira profundamente, se tiende en el lecho y da las gracias a los duques, por su buena intención. Éstos le dejan descansar y se van, pesarosos. Se les ha ido la mano, la burla ha sido demasiado pesada. El burlado pasa cinco días en cama, y allí le sucede...¿otra aventura?

Mas el historiador lo deja ahora en suspenso, para acudir al gracioso gobierno de Sancho Panza.

Un abrazo de María Ángeles Merino

lunes, 19 de abril de 2010

Mi padre no solo es gobernador que además es un buen buen gobernador.


Una imagen de un Sancho Panza demasiado bigotudo.

Ele Bergón dijo:

Hola coleguis.

Qué despiste, se me había olvidado comentaros esto de que mi padre es ya gobernador de su ínsula , con la alegría que me ha dado y con lo importante que me siento siendo el hijo de un gobernador, pues eso, que no me he acordado de vosotros. He estado todo el día repitiéndolo por ahí, a las primeras que se lo he dicho han sido a mi madre y a mi hermana y no lo querían creer, me decían que eran cosas mías para darme importancia. Pues no, es verdad. Mi padre no solo es gobernador que además es un buen buen gobernador. ¡Que manera de repartir justicia! Si señor, así se hace. Mi Churri Nerea y yo lo hemos estado celebrando por todo lo alto y es ahora cuando recuerdo que no lo he comentado con vosotros. No se si el superprofe lo podrá poner.

Bueno, pues eso, que hoy, si, si que estoy muy pero que muy contento

Choque de manos y cuidadito con el hijo del gobernador.

(Solo me queda una pequeña duda, no ser´a otra burla de los duques? Bah, prefiero no pensarlos)

El Sanchico

sábado, 17 de abril de 2010

¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo !




"¡Justicia, señor gobernador, justicia, y si no la hallo en la tierra, la iré a buscar al cielo !"

Cuarta parte del comentario al capítulo 2,45 del Quijote, publicado en "La acequia".

Después de sentenciado el pleito de la caña, se le plantea otro: el de la mujer supuestamente forzada.
Me ha costado encontrar una mujer que quisiera hacer un papel así. Pregunté a las de la cocina, a las fregonas, a las mozas de cántaro y a todas las sirvientas. Ninguna estaba dispuesta, todas temen la reacción de su padre, de su prometido, de su esposo…

Así, he tenido que recurrir a una mendiga que encuentro , a las puertas de la iglesia. . Le pregunto a la vagabunda si está dispuesta a ello, a cambio de unas monedas. La mujer acepta encantada y pido , a una sirvienta, me haga la merced de peinarla, lavarla y vestirla, sin esmerarse demasiado. Y esos cabellos enmarañados son un nido de piojos. La instruyo convenientemente, comprende muy bien, a pesar de su condición de pobre y de mujer.

Tiene que entrar en el juzgado, enganchada a un lacayo, el cual va vestido como suelen vestir los ganaderos ricos. Entra dando voces, pidiendo justicia, al señor gobernador. Cuenta su caso: el hombre la ha cogido en el campo y se ha aprovechado de su cuerpo, haciéndola perder lo que llevaba veintitrés años conservando y defendiendo.

Sancho se vuelve al hombre para que responda a la acusación de aquella mujer. Se presenta como “un pobre ganadero de cerda” que acaba de vender, en Barataria, cuatro puercos. No se olvida de pedir perdón por la palabra, ni de recordar las “alcabalas y socaliñas” que ha tenido que pagar. Se vuelve a su aldea y, en el camino, se topa con esta “buena dueña”. ¿Dueña? La Rodríguez, que está allí, mira al ganadero, con una mirada de basilisco. A lo que vamos. Dice el de los guarros que el diablo hizo que yogasen juntos. La paga, mas ella no queda satisfecha. Asegura que la forzó y no le deja en paz, hasta traerle aquí.

El gobernador le pregunta si lleva dinero en plata, el ganadero contesta que hasta veinte ducados. El escudero nos deja a todos boquiabiertos., cuando le pide que saque la bolsa de las monedas y… ¡se las entregue, sin más ni más, a la querellante!

El ganadero se los da temblando. Los toma la mujer que se va más contenta que unas pascuas, haciendo mil reverencias y ruegos a Dios por este gran gobernador. Mira si son de plata,las muerde, qué desconfiada. Sale del juzgado.

¡Cómo llora el ganadero! Creo que ha seguido mi consejo de poner un poco cebolla en un pañizuelo. ..Pero pronto ha de enjugárselas, que el gran Sancho le ordena que vaya tras la mujer y le quite la bolsa a la fuerza. Y que vuelva con ella…

Como un rayo va a hacer lo que se le manda. Todos estamos suspensos, a ver en qué para todo esto. Muy poco después, vuelven el hombre y la mujer. Ella con la saya levantada y la bolsa en el regazo. Él luchando por quitársela, imposible. ¡Cómo la defiende! ¡Qué fiera! Tal parece que la bolsa fuera de piedra imán… Vocea, pidiendo justicia a Dios y al mundo. Dice al señor gobernador que este “desalmado” le ha querido quitar la bolsa.

Sancho le pregunta si se la ha quitado. A lo que ella contesta que antes se dejara quitar la vida. ¡Buena es ella! Ni con tenazas, ni con martillos, ni con mazos, ni con escoplos…ni las garras de los leones. Antes le quitaran el ánima… ¡Qué bríos los de esta mujer!

El ganadero se rinde…Entonces Sancho nos vuelve a asombrar cuando pide la bolsa a la forzuda forzada, la cual se la da. Y , en tono de reprimenda,se dirige a la “esforzada no forzada” . Le asegura que “si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza.” ¿De dónde saca este labriego analfabeto estas sabias palabras?

Ordena a la de la bolsa que no aparezca más, por esta ínsula, a menos de seis leguas. Y la amenaza con una pena de doscientos azotes. “Churrillera, desvergonzada y embaidora”son los tres bellos adjetivos con que la califica. Y se va, “cabizbaja y mal contenta”.Ha ido por lana y ha salido trasquilada.

Ahora se dirige al “buen hombre”, que ande con Dios y con su dinero…y que no yogue con nadie. El “buen hombre” le da las gracias muy torpemente, no puede hablar…

Los “circunstantes” quedamos admiradísimos de los juicios y sentencias del gobernador. No nos esperábamos que el escudero tuviera algo más que serrín en la sesera.

Bien notado todo esto, lo escribo para el duque, que con gran deseo lo está esperando. De la que no sé nada, es de la duquesa. Tal vez esté en sus aposentos, o tal vez haya presenciado todo esto, bien disimulada entre el gentío, disfrazada de labradora.

Desaparezco, no se irrite conmigo, mujer amanuense. Con Dios.

Un abrazo de María Ángeles Merino Moya.


Pedro Ojeda dice en "La acequia"

"Abejita de la Vega inicia su comentario del capítulo con una oda en imágenes al sol, como si fuera nuestro narrador, pero cuando nos va a contar un recuerdo infantil vuelve la voz del mayordomo, ahora espía de los Duques. Pero las evocaciones de nuestra infancia insisten hasta que brotan. Pero no hay recuerdos con los que no pueda un mayordomo servil, aunque gracias a él vemos una abejita hacendosa. Termina su relato el mayordomo, que se pregunta por la Duquesa, de la que no sabe nada. Después publica la nota del Sanchico, gracias a Ele Bergón, que está bien orgullo de su padre."

Este mayordomo es peor que un virus, o le das la voz , o provoca una tormenta en el ordenador. Menos mal que, en el capítulo que viene, no está. Gracias, Pedro, por seguir tanto a la "hacendosa abejita" como al mayordomo director de escena. Y a Sanchico, claro...


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viernes, 16 de abril de 2010

"Paréceme que en este pleito no ha de haber largas dilaciones, sino juzgar luego a juicio de buen varón"



Abejita con tijeras, paño y caña. No tenía escudos de oro...

Tercer parte del comentario al capítulo 2,45 del Quijote, publicado en "La acequia".

Pero no lo voy a poder contar. Voy a tener que dejar hablar al mayordomo o no dejará en paz mi ordenador, es peor que un virus. Hable vuestra merced, le escucho atentamente.

Saludo a vuestra merced,mujer amanuense. Le contaré como fue el gobierno del tal Sancho. Le acompañamos hasta uno de los mejores lugares del señorío de mi señor, valga la redundancia: unos mil vecinos. Le decimos que se llama ínsula Barataria, puesto que bien barato le ha salido el cargo. El regimiento del pueblo sale a recibirlo a las puertas, puesto que se trata de una villa cercada. Tocan las campanas, los vecinos muestran su alegría y lo llevan hasta la iglesia mayor a dar gracias a Dios. Le entregan las llaves, de acuerdo con el ceremonial que conmigo han ensayado. Lo que me costó que lo dijeran todo seguido y sin reírse.

El “perpetuo gobernador” es gordito, pequeño, barbudo y viste con un ridículo atuendo leonado. Su figura llama la atención de los que no saben nada de la farsa e , incluso, de los que los que conocen el “busilis”.

Lo sacamos de la iglesia y no paramos hasta que posara sus valientes posaderas, en la silla del juzgado.

Le hago saber que, según una vieja costumbre insular, el que toma posesión de Barataria, ha de responder a una pregunta dificultosa, para que el pueblo compruebe el mucho o poco ingenio del nuevo gobernador.

Sancho mira y remira unas grandes letras que hemos puesto en la pared. Como no sabe leer, pregunta qué son esas “pinturas”. Le contesto que el epitafio dice, tras la fecha, que el señor don Sancho Panza tomó posesión de esta ínsula. Sancho pregunta por ese tal “don Sancho Panza” y le contesto que no es otro sino el sentado en la silla. Me replica que él no tiene don, ni en su familia lo ha habido. Es Sancho Panza “a secas”, sin “dones ni donas”. Y si hay muchos dones, ya se encargará él de eliminar el sobrante, que tantos dones molestan cual mosquitos. Cuando se enteren algunos que no se apean del don ni del doña…aunque ya se sabe que don sin din…

Me pide que le haga la pregunta que ha de responder pero, en ese momento, entran dos hombres, uno de labrador y otro de sastre, con sus tijeras. Ambos saben bien lo que han de decir y hacer, que esta farsa es cosa mía. Mi trabajo me costó convertir a los lacayos y a las fregonas en comediantes. Me vino a la memoria un viejo cuento, uno de los que contaba mi abuela, junto al fuego, durante las largas tardes invernales.

Habla el fingido sastre y cuenta que el labrador, allí presente, le muestra un pedazo de paño, preguntándole si hay para una caperuza, a lo que responde afirmativamente.

Como, los de este oficio, arrastran cierta fama de apañadores de paño; el cortador imagina lo que el campesino imagina: que le quiere hurtar una parte. E imagina bien porque, a continuación, pregunta si hay para dos. Le dice que sí y va añadiendo síes hasta llegar a cinco. Corta y cose las cinco y el sastre las tiene listas, cuando el labriego pasa a recogerlas. Y se las entrega; pero, se niega a pagarle la hechura, exigiéndole que le pague o devuelva el paño.

Sancho, muy en su papel de juez, pregunta, al cliente del sastre, si todo es así. Y así es, mas el sastre ha de mostrar su trabajo.

De debajo de su capa, asoma una mano, con cinco caperucitas, cada una cabe en un dedo. Y se las han de pagar, cómo no, que del paño nada ha quedado. Cómo nos reímos todos...

Al gobernador le parece un pleito sencillo y breve, basta el “juicio de buen varón”. Así sentencia: el sastre se queda sin hechuras y el labrador sin paño. Las caperuzas, para los presos de la cárcel; aunque no sé qué harán con ellas, por mucha imaginación que yo le ponga.


A continuación, se presentan dos criados, de los más ancianos del palacio. Van a hacer un papel, de eso precisamente…de viejos. Han ensayado bien lo que han de hacer y decir, mas les hago señas para que no me miren tanto.Soy el director, pero no ha de notarse.

Uno de ellos lleva una cañaheja por báculo, el elemento clave del fingimiento. El “sin báculo” expone su caso : prestó diez escudos de oro al otro, el cual se niega ahora a devolvérselos , diciendo que nunca tal cantidad le prestó y que ,si así fue, ya se los ha devuelto. Por ello, pide a Sancho le tome juramento y, si jura que los ha devuelto, él se los perdona, ante la justicia humana y la divina.

El gobernador baratario, con la vara hacia arriba, le pregunta qué dice a esto, al del báculo. Éste confiesa que, efectivamente, recibió los escudos, en préstamo; mas le pide que baje la vara, para jurar que ya se los ha pagó. Sancho la baja y el moroso da el báculo al acusador, para que se lo sostenga, mientras jura. Pone la mano en la cruz de la vara y jura ser verdad que le habían prestado aquellos diez escudos, pero que él “se los había devuelto de su mano a la suya” y , si los vuelve a pedir, es por su mala memoria.

El gran gobernador pregunta al acreedor qué le parece lo que dice el deudor. Y contesta, con cara de ingenuo muy bien puesta, que parecía decir la verdad, que le tenía por bueno y por cristiano, se le habrá olvidado...y a callar. El deudor coge su báculo y sale.

El de la vara mira cómo se va el de la cañaheja y se queda pensativo un rato. ¡Ya está! ¿No será que el destripaterrones gobernador se sabe el cuento? Porque manda que llamen al de la caña o báculo, o lo que sea. Se lo traen y le pide que le entregue el báculo. Se lo da y Sancho se lo pone en la mano al otro viejo, diciéndole que ya está pagado. Quiere que todos vean que tiene “caletre” el señor gobernador. Manda que se rompa la caña, así se hace y ¡dentro hallan diez escudos de oro!

Todos quedan, quedamos, admirados y hay quien dice que estamos ante un nuevo Salomón. No es para tanto, es que se sabía el cuento, que se lo contó el cura de su pueblo *.
Le preguntan que cómo lo supo y contesta que se fijó en cómo daba el báculo al otro, mientras juraba. ¡Ahí debían estar! Y los curas de aldea que cuentan estas historias, en sus sermones, para que la gente escuche con gusto y , de paso, aprenda la doctrina..

Será verdad eso de que los que gobiernan, aunque sean unos porros, son encaminados por Dios en sus juicios. Y éste ¿es un listo tonto o un tonto listo? ¿Lo sabrá ese que escribió el libro favorito de mi señor, el duque? Posiblemente, ni ése lo sabe.


* Ver anotación 33.

(Continúa)



Recuerdo infantil y sanchesco, de cuando Burgos tenía una plaza mayor con jardines.


Segunda parte del comentario al capítulo 2,45 del Quijote, publicado en "La acequia".

La mente humana retiene unas vivencias y borra otras. Los tres casos juzgados por el gobernador Sancho, en este capítulo, permanecen bien grabados, en mi memoria. Es un recuerdo infantil, muy anterior a mi primera lectura del Quijote. Aquel sastre con sus diminutas caperuzas, el moroso con su caña hueca y la muchacha que no supo defender su cuerpo, siendo capaz de defender su dinero. Todos eran niñas de un colegio, disfrazadas con cuatro trapos; que actuaban, en una sencilla representación escolar, con el texto tijereteado y el vocabulario cambiado, obviando los detalles escabrosos, no aptos para menores. En consecuencia, no entendí lo que verdaderamente le había pasado a la chica de las monedas y cualquiera preguntaba… Eso sí, el irritado cliente del sastre movía los cinco dedos, con cinco caperucitas, como dedales, en cada uno. El moroso entregaba, cucamente, la caña .La muchacha corría, abrazada amorosamente a su bolsa. ¡Con qué claridad los veo!
(Continúa)

jueves, 15 de abril de 2010

¡ A ti digo, ¡oh sol..., a ti digo que me favorezcas y alumbres la escuridad de mi ingenio...!"

















¡"Oh perpetuo descubridor de los antípodas, hacha del mundo, ojo del cielo , meneo dulce de las cantimploras , Timbrio aquí , Febo allí, tirador acá , médico acullá, padre de la poesía, inventor de la música, tú que siempre sales y, aunque lo parece, nunca te pones !"

Primera parte del comentario al capítulo 2, 45 del Quijote, publicado en "La acequia"

De cómo el gran Sancho Panza tomó la posesión de su ínsula y del modo que comenzó a gobernar.

Comienza el capítulo con un ¡oh! ¿Qué le pasa ahora a la “voz textual anónima”? ¡Cielos, se ha vuelto pagano! Invoca, solemnemente al sol, como astro y como dios Apolo. Como gran astro, ilumina cada día todo el globo terrestre con su antorcha, siempre sale, nunca se pone, es fuente de vida…y es tan humilde que desciende a menear dulcemente las cantimploras. Como dios Apolo es invocado con sus epítetos, pero con sorna: Timbrio aquí, Febo allá, tirador aquí, médico acullá… innumerables oficios los suyos, qué espabilado.

¿Y en qué va a desembocar el geográfico y mitológico rodeo? En las dudas del narrador, que no ve nada claro lo del gobierno de Sancho, y pide luz para su ingenio.

Tras este párrafo de tono paródico, nos encontramos de nuevo con Sancho y su acompañamiento. Llegan a la ínsula Barataria y…ahí está el mayordomo, el que fue Merlín y luego pasó a ser condesa Trifaldi. ¿Cómo he podido pensar que no se iba a inmiscuir en mi comentario?


(Continúa)

lunes, 12 de abril de 2010

"...el larguirucho se siente un poco triste y solitario"


Este larguirucho está solitario...
A Dalí, o a su falsificador, no se le ocurrió esculpir un Sancho, para que le hiciera compañía, en este paseo de Marbella, junto al mar. Una buena lectura es una gran compañía. Don Quijote lo sabe y la abejita fotógrafa, también.

Ele Bergón dijo:

Hola troncos y troncas

Parace que mi padre va camino de su deseada "insula". Todo llega y el larguirucho se siente un poco triste y solitario. Claro, a ver con quien discute, da consejos, se enfada, comparte penalidades y es que un amigo, es un amigo.
Hoy, cortito,cortito que hace muy buen tiempo y no quiero perderlo con vosotros, prefiero hacerlo con mi Churry.

De las notas ni os cuento, mal, muy mal y es que no me concentro y no me interesa nada de lo que me explican los profes. Son unos pesaos, me duermo con ellos. Ultimamente hago muchas pellas, pero no que se entere nadie y menos mi madre.

Choque de manos.

domingo, 11 de abril de 2010

Shiro es famoso

Pues andábamos curioseando con el nombre de Shiro, y hemos descubierto que hay un Shiro muy famoso que sale en la tele



El perro de Shin Chan, en español se llama "Nevado", pero en japonés, es ... シロ, que al parecer se pronuncia "Shiro", que significa literalmente "Blanco".

Pero nuestro Shiro se parece más Shin Chan que a Nevado. Porque mira que es malo... Que no es que sea malo; es que es peor.

viernes, 9 de abril de 2010

Don Quijote camuflado en una tienda de "souvenirs", huyendo de los tejos de Altisidora.



Don Quijote camuflado en una tienda de "souvenirs", huyendo de los tejos de Altisidora.

Segunda parte, al comentario del capítulo 2,44, publicado en "La acequia".


Dejamos ir en paz y en enhorabuena al buen Sancho y al mayordomo trifásico, que desaparece y permite recuperar la voz a esta mujer amanuense, con su ingenio infernal, productor de letras…

El narrador, uno de ellos, anticipa al lector amable, las dos fanegas de risa que le ha de causar el comportamiento del escudero gobernador. Lo de don Quijote sólo da para un desplegamiento simiesco de los labios. Reiremos o nos admiraremos; mejor esto último.

Se va el escudero a su ínsula y don Quijote se siente tan solo que, si pudiera, no dudaría en dar marcha atrás y privarle de su ansiado gobierno.

La duquesa, al verlo tan melancólico, le pregunta por la causa de su tristeza y le recuerda, que si es por la ausencia de Sancho, no falta en su casa quien le haga compañía, ya sean dueñas, escuderos, doncellas...

Responde que no es esa la causa principal de su tristeza. Agradece los ofrecimientos que, con tan buena voluntad le hacen, pero ruega que nadie se presente, en su aposento, con intención de servirle. Se servirá a sí mismo.

La duquesa le replica que nada de eso, que le han de servir sus doncellas, "hermosas como unas flores". Que no, que tales flores son espinas, clavadas en el alma del fidelísimo y castísimo caballero; el cual interpone una muralla entre sus deseos y su honestidad, tal es su costumbre y no la perderá por la “liberalidad” duquesil. Y alto ahí, que nadie desnude a este continente varón…

Ni hombre, ni mujer, ni mosca entrará en sus aposentos, tales serán las órdenes de la burlona duquesa. No ha de descabalarse, por su causa, la decencia del señor don Quijote”, cuya honestidad campea, entre tantas virtudes como lo adornan. Y, suponemos que aguantando la risa, le dice que se desnude y vista a su antojo, que no le faltarán esos vasos, imprescindibles para dormir con la puerta cerrada . A la gran dama, la imaginamos con una sonrisilla de “jimia”, al descender al terreno de las naturales necesidades y los pertinentes, o pestilentes, orinales…

Y de los “vasos” a los vivas, menudo giro da la duquesita. Vuelve al estilo de sus libros y…que viva y sea mundialmente conocida la que mereció ser amada por tan honestísimo caballero. Y que los cielos infundan el deseo, “a nuestro gobernador”, de acabar presto sus disciplinas, para que el mundo goce de la belleza tobosina.
Que paguen el pato las valientes posaderas del escudero...

Don Quijote se derrite con tan corteses alabanzas, las dirigidas a su persona y , sobre todo, las que se dirigen a su gran Dulcinea.

Devolviendo la cortesía, las valora desmesuradamente, más que aquellas de “los más elocuentes de la tierra”.

Para lo que viene a continuación, ha de estar el caballero en su aposento.Ya es hora, tras la cena, , el viajero se acostará prontito, que los viajes a Candaya ya se sabe, muelen…

Pues, no, señora duquesa. Don Quijote de molido, nada de nada. Clavileño , qué bestia tan maja, tan reposada y de tan buen paso…Por qué se habrá deshecho Malambruno de una cabalgadura así, mira qué quemarlo…

La duquesa tiene respuesta para todo. Estaba tan arrepentido de las maldades cometidas, “como hechicero y encantador”, que quiso acabar con todos los “instrumentos de su oficio”.El que más le hacía sentirse culpable: el equino de madera.

Sus abrasadas cenizas, el trofeo del cartel, eterno el valor del gran don Quijote de la Mancha, más agradecimientos corteses y a cenar.

Don Quijote se retira a sus soledades, siguiendo el ejemplo de Amadís, espejo en el que se miran los andantes caballeros. Que nadie le fuerce a perder el honesto decoro que a su señora guarda.

A la luz de dos velas se desnuda y, al descalzarse, no se le escapan suspiros ni…cosa alguna que ofenda al sentido del olfato. Se le escapan dos docenas… de puntos de una media. Son muchos los fugados, es difícil reparar tal celosía. Se aflige porque no dispone de un poco de seda verde para reparar las medias…verdes, por supuesto. Tal vez se contentase con algo de seda… de cualquier otro color, aunque sea la mayor señal de miseria que pueda mostrar un hidalgo.

Y, llegados a este punto, o puntos, interviene el cronista Cide Hamete, para lamentarse de la pobreza de nuestro héroe, discrepando de aquel gran poeta cordobés que la considera como dádiva no apreciada. Aunque moro, Cide ha estado con cristianos y conoce la pobreza como camino hacia la santidad, junto a otras virtudes.

Pero no habla de esa primera pobreza, sino de la segunda, de esa vergonzante que sufren tantos hidalgos. Esos que ahúman sus zapatos, que llevan cada botón de una clase y los cuellos sin almidonar. Esos que pasan hambre y salen a la calle con el palillo de dientes que nada hurga, si no es el sarro. Disimulando los zapatos remendados, el sombrero y la capa desgastados…el hidalgo aquel del “Lazarillo de Tormes”, la genial novela a la que Cervantes rinde tributo.

Todo eso se le renueva a don Quijote, contemplando sus puntos. Se consuela al ver las botas de camino que pueden tapar la rotura de las medias. Apaga las velas, hace calor y no puede dormir. Se levanta, abre la ventana que da a un jardín. Oye gente que anda y habla. Se pone a escuchar, con atención.

Dos mujeres levantan la voz, para que don Quijote las oiga bien. Altisidora comunica a Emerencia sus cuitas amorosas: se ha enamorado del “forastero”.

Su compañera le anima a expresar su amor, que “el señor de su corazón acaba de abrir la ventana”. Altisidora no quiere que la juzguen como liviana, pero se decide a cantar, acompañada de su arpa.

Don Quijote queda pasmado y le vienen a la memoria escenas semejantes, sacadas de sus libros de caballerías. Imagina que la doncella está enamorada de él y la honestidad le fuerza al secreto.

Se propone no dejarse vencer y encomendándose a su señora Dulcinea, escuchar valientemente la música. Da un falso estornudo para que sepan de su presencia. Las doncellas se alegran, eso estaban esperando.

Altisidora se declara , en su romance, al caballero más valiente de la Mancha, que no sabe de una triste doncella que se abrasa el alma, herida de su amor. Mas Dulcinea ha vencido y será famosa, de río a río. Por ella se cambiaría, quién se viera en sus brazos, aunque se conformaría con rascarle la cabeza y quitarle la caspa. Cofias, escarpines, calzas, herreruelos, finísimas perlas…daría al Nerón manchego. ¡Cuánto disparate! Pulcela tierna, de catorce años, ni coja, ni manca…los cabellos largos, bella a pesar de la boca aguileña, la nariz chata y los dientes amarillos como el topacio. Voz dulce, eso sí y Altisidora la llaman.¡Qué horror de niña!

Don Quijote queda asombrado, suspira y se considera desdichado ¡porque toda doncella se le enamora! ¡Qué risas contenidas en el jardín!

¡Qué desgracia la de Dulcinea! La persiguen reinas, emperatrices, mocosas de catorce años. Bueno, que se entere la “caterva enamorada”: don Quijote sólo es de Dulcinea, “a pesar de todas las potestades hechiceras de la tierra”. Las demás pueden llorar, cantar o tirarse de los pelos.

Don Quijote siente un gran pesar y cierra de golpe la ventana. Se acuesta pesaroso y lo dejamos hecho polvo, en su lecho.

Nos hemos de ocupar ahora del “famoso gobierno” del “gran Sancho Panza”.

Un abrazo para todos de María Ángeles Merino




Pedro Ojeda dijo en "La acequia":

"Abejita de la Vega está hacendosa y busca bibliografía para comprender el galimatías en el que nos mete Cide Hamete, y bien que sale del apuro . Después, encuentra a don Quijote, que se había escondido de Altisidora y contiúa el comentario del capítulo de la semana. Finalmente, nos regala, gracias a Ele Bergón, el mensaje del Sanchico, que está a la espera del comportamiento de su padre en el gobierno: que no se entere de que han bajado las notas."

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Salí, salí...pero ya ves las aspirinas.

Pero al traductor ¿qué le importa si la historia es seca y limitada?



El esquema que muestra la abejita, lo copió de aquí:

Primera parte del comentario al capítulo 2,44 del Quijote, publicado en "La acequia".

Cómo Sancho Panza fue llevado al gobierno, y de la estraña aventura que en el castillo sucedió a don Quijote

Las primeras líneas son muy confusas, las leo y las releo: “Dicen que en el propio original desta historia se lee que llegando Cide Hamete a escribir este capítulo no le tradujo su intérprete como él le había escrito “


Y ¿por qué hace esto el que, se supone, ha de ser fiel al texto? Nos quedamos con la boca abierta: “un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo”. Al parecer, al morisco aljamiado, no le place “una historia tan seca y limitada” como es la de don Quijote. Hablar siempre de los mismos, don Quijote y Sancho, sin digresiones, sin otro tipo de episodios, es un trabajo insufrible y estéril para el autor.


Pero al traductor ¿qué le importa si la historia es seca y limitada? Respiro, aliviada, cuando leo, en una anotación, al cervantista Diego Clemencín: «Todo esto del principio del capítulo es una algarabía que no se entiende. Porque ¿cómo podía leerse en el propio original de la historia que no lo había traducido fielmente su intérprete?”


¿A dónde quiere ir a parar Cervantes, el autor real? Este berenjenal está destinado a desembocar en “El curioso impertinente” y “El capitán cautivo”, novelas que intercaló, en la primera parte, para huir del inconveniente de “hablar por las bocas de pocas personas”. A la vista de algunos reproches que recibieron estas novelas cortas, totalmente ajenas al argumento principal y artificialmente encajadas, va a cambiar de rumbo y nos cuenta los motivos que le asisten.


Tal vez, algunos lectores, centrada su atención en el hilo principal de la historia, pasarían por las novelas del curioso o del cautivo, con prisa o con enfado, sin apreciar su “gala y artificio”; que lo tenían, cómo no.


Por eso, no quiso incluir, en esta segunda parte, novelas sueltas, sino algunos “episodios”, nacidos de los sucesos quijotescos, con las palabras limitadas, sin extenderse demasiado. Puesto que, por necesidades de la narrativa, se ha dejado tanto en el tintero, tiene el desparpajo de pedir alabanzas “por lo que ha dejado de escribir”. Tiene razón, al que escribe tanto, o más esfuerzo, le cuestan las palabras desechadas como las admitidas. En la cabeza de Cervantes bullen las palabras, las oraciones, los párrafos, los mil y un cuentos, las mil y una historias. Seguramente, le cuesta elegir, le duelen las limitaciones…


Prosigue la historia, acaban de comer y don Quijote pasa sus consejos a un escrito, ya buscará Sancho quien se los lea. Se los entrega, pero se le cae el papel y llega a las ávidas manos de los duques, admirados tanto de la locura como del ingenio del caballero. El escrito les estimula, han de seguir con las burlas ya, antes de que esto se enfríe. Esa misma tarde envían a Sancho, con acompañamiento, al lugar elegido como ínsula. ¿Quién le acompaña?


Ay, que por la pantalla aparece nuestro viejo amigo secundario, el mayordomo aquel que de Merlín pasó a metamorfosearse en la dueña Dolorida. Me está hablando, subo el volumen, lo escucharé.


Saludo a vuestra merced, mujer amanuense, sin pluma ni tintero, lo cual parece obra del Maligno. El motivo de mi breve visita es contarle mi nuevo encuentro con Sancho Panza, con ocasión del acompañamiento, hasta la ínsula otorgada por mi señor, el duque. Le gustará a su señoría, el gobernador...En el recinto del palacio ducal no faltan espacios adecuados, dignos de tan grande señor...


Después de ser la condesa Trifaldi, llovieron sobre mi persona las felicitaciones, por mi discreción y gracia, lo uno junto a lo otro. Todos se hacen lenguas de mi donaire, especialmente mis señores, que me instruyen acerca de las trazas y el estilo que he de seguir con este Sancho Panza. Mi vieja profesión de comediante, me ayuda...


Acaece que Sancho me ve e, inmediatamente, se le figura el rostro de la condesa Trifaldi . O se le ha de llevar el diablo, o su señor ha de confesarle que el rostro del mayordomo es el de la Dolorida. Así se lo plantea a don Quijote, el cual me mira atentamente y su respuesta no me causa sorpresa, porque conozco al personaje, a través de la lectura de la famosa obra impresa, aquella que devoraba el duque, encerrado en la biblioteca. Aquellos folios nos pusieron a salvo de la cólera de su excelencia, en ocasiones.

No sólo de lectura me alimento, ya saben vuestras mercedes que los últimos episodios los he vivido directamente. Disculpen la digresión...estaba hablando de la previsible respuesta del caballero andante , pues responde :“ que el rostro de la Dolorida es el del mayordomo, pero no por eso el mayordomo es la Dolorida”. ¿La solución a la adivinanza? Todo es obra de malos encantadores, por supuesto.


Sancho insiste con la voz de la Trifaldi. Anuncia que, de momento, calla; mas estará alerta por si alguna señal confirma o deshace su sospecha. Don Quijote queda conforme y le pide que le dé aviso, asimismo, de lo que en el gobierno le sucediere. En ascuas,queda...


El futuro gobernador sale, acompañado del sonriente cortejo, el dispuesto para tan memorable ocasión, vestido de letrado, con unas enormes prendas leonadas , tanto el gabán como la montera. Va sobre un macho, a la jineta. El rucio, holgando, más ajaezado que nunca, va detrás. Su amo , de vez en cuando, vuelve la cabeza, para contemplar al borrico de ssu entretelas. Este majagranzas va tocando el cielo con los dedos, no se cambiaría por el tudesco emperador. Se despide de mis amos, con un besamanos y , cómo no, besa asimismo la mano del suyo. Don Quijote le bendice lacrimoso y, el escudero, como un tierno infante, hace "pucheritos".

Dejémosle ir a su cargo, presto sabrá vuestra merced cómo se portó en su cargo y, tal vez, ría...Aunque me parece a mí que esta mujer amanuense no es muy amiga de estas chanzas.
Desaparezco...

(Continúa)